Mikel Erentxun: De los golpes y el tiempo

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«Poquísimos discos actuales españoles me gusta cómo suenan, me gustan las canciones, la producción, la interpretación, pero no el sonido. Se está banalizando muchísimo el sonido en España»

Mañana se pone a la venta «24 golpes», de Mikel Erentxun, un disco que es como su reencuentro con el rock. Junto a él, en una cadena de tiendas, se regalará un segundo cedé con temas inéditos, «Eléctrica PKWY». Erentxun ha hablado con Juan Puchades en esta larga entrevista.

 

 

 

Texto: JUAN PUCHADES.

 

 

 

«24 golpes», el nuevo disco de Mikel Erentxun, es una clara apuesta por un rock de sonido áspero pero engarzado en su ya habitual manera de hacer las cosas, de trabajar las estructuras y las melodías de las canciones con lo que es su sello personal. Junto a él, llega de regalo (solo en las FNAC) «Eléctrica PKWY», un segundo cedé con las composiciones que quedaron fuera del primero. Pero es «24 golpes» el disco principal, una obra de peso, de enorme calidad, y de ella es de la que hay que hablar; Mikel tiene ganas de hacerlo y no tarda ni treinta segundos en ponerse a ello: «Estoy encantado con el disco, que está siendo un parto larguísimo, porque toda la construcción, la composición, fue muy larga, pero la grabación fue como un suspiro. Sin embargo, la espera para que salga ha sido larguísima, porque el disco se acabó a finales de agosto.»

¿Lo finalizaste hace seis meses?
Sí, y se me está haciendo eterno esperar el lanzamiento. Originalmente iba a salir en septiembre u octubre, pero hubo algún problema con la portada, con cosas ajenas a la música, nos metimos en septiembre y la compañía decidió que no era una buena fecha, que nos metíamos en Navidad y, nada, pararon el disco hasta enero. Todo ha sido por un rollo comercial del que desconozco los motivos, la edición se ha ido alargando, y ya te puedes imaginar: la impaciencia ha ido creciendo también exponencialmente. Ahora, por fin, estoy a cinco días de que el disco esté en la calle [la entrevista tuvo lugar el jueves pasado].

Después de seis meses, casi que te habrás olvidado de él.
Pues sí, y ahora mismo estoy revisando las letras, un poco reacordándome de los acordes, porque el disco lo metí en un cajón para no agotarme de él y lo he sacado ahora, y estoy reacordándome de las canciones, porque ya me había olvidado de cosas. Lo bueno de eso es que yo mismo me estoy emocionando de lo bueno que es, de lo mucho que me gusta [risas].

Te ha salido un disco bastante más rockero que el anterior.
Sí, bastante más, y eso que la idea era continuar por la senda de «Detalle del miedo» [2010], lo que ocurre es que, como te decía, la composición del disco se estiró mucho, las primeras canciones siguieron muy en la línea de «Detalle del miedo», pero, conforme fue pasando el tiempo, me fui encontrando con un repertorio más rockero, y al final opté por quedarme con el último tramo de la composición, que son las canciones incluidas en «24 golpes». Pero lo que fue el primer tramo de lo que iba a ser este disco son las canciones de «Eléctrica PKWY»… No sé si me estoy explicando bien.

Sí, te estás explicando muy bien: las primeras canciones que escribiste son las que están incluidas en el disco que sale de regalo, «Eléctrica PKWY».
Eso es. Durante un año fui componiendo canciones, y «24 golpes» recoge las de los últimos meses de escritura; y todo lo que hice al principio, que no quería que se quedara en el olvido, lo hemos editado en «Eléctrica PKWY» y va a ser casi un regalo para los muy seguidores.

Curiosamente, la canción que da título a «24 golpes» no está incluida en «24 golpes», sino en «Eléctrica PKWY». ¿Ha sido por desconcertar?
No, es que me parecía un título muy impactante para este disco, y además es una manera de ligar los dos discos, que no estuviesen separados. Hay una canción, ‘Penumbra’, que está en los dos, en versiones distintas, y luego el título, que hace que queden hermanados para siempre. Al final son dos discos, con dos entidades distintas, no es como «Crepúsculo» [2001], el último disco de Duncan Dhu, que realmente se componía de dos discos, de «Crespúculo» y de «Crudités»: los dos iban en la misma caja, no se podían separar y quedaban como una unidad, esto es una cosa parecida, pero son independientes.

De hecho hay que entenderlos por separado, ¿no?
Sí, yo creo que hay que entenderlos por separado, y son discos separados. Lo que pasa es que uno es el disco importante, el que de verdad voy a defender, que es «24 golpes», el otro queda como una grabación mucho más lo-fi, doméstica, hecha en mi casa, con una tirada muchísimo menor.

Hablábamos de rock, y a ti es como que se te tiene más ubicado en aguas de pop que en aguas de rock, pero tú, sin embargo, en origen provienes claramente del rock, ¿es así?
Sí, pero el tema de las etiquetas es realmente delicado porque, claro, es muy fácil etiquetar a Metallica y etiquetar a Bisbal, pero en el medio hay un mundo en el que, por otra parte, navegamos casi todos, en el que las etiquetas son más complicadas. No sé muy bien si en líneas generales soy un artista más de pop o de rock, lo que sí sé es que este es un disco de rock. Y, efectivamente, los primeros discos de Duncan Dhu, sobre todo el primero, «Por tierras escocesas» [1985], era un disco de rock. Yo tampoco entiendo el rock como un disco de Metallica, el rock es otra cosa.

Claro, lo de Metallica pertenecería a un género dentro del rock.
Eso es. A mí, por ejemplo, los últimos discos de Johnny Cash me parece que están mucho más cerca del rock que del pop, y son discos con guitarras acústicas, o Tom Waits…

Y si nos vamos a los clásicos, a los Beatles, dependiendo de la canción podemos interpretar que eran pop o eran rock.
Efectivamente, los Beatles es el grupo que mejor define lo difícil que es poner etiquetas a la música, porque es un grupo que se movió en todos los terrenos.

Los Beatles, precisamente, es una de las referencias que empleaste, hace unas semanas, en un texto con el que avanzabas de qué iría «24 golpes»: hablabas de Bowie y los Beatles. ¿Es necesario citar las influencias, no es exponerte demasiado?
En este este país, en general, hay bastante hipocresía a la hora de reconocer influencias. Casi nadie puede crear de la nada, solamente los genios, y en este país hay muy poquitos genios, la inmensa mayoría somos artesanos, más que artistas, y tenemos nuestras referencias, nuestras influencias, lo cual entiendo como algo normal. Miramos aquí y allá, y cuando estamos grabando queremos sonar como una cosa o como otra. Ese es el método de trabajo habitual, lo que pasa es que luego mucha gente lo niega, y yo, desde los tiempos de Duncan Dhu, siempre he citado abiertamente nuestras influencias, incluso recuerdo algún disco mío en solitario en el que las influencias estaban en los créditos, creo que fue en «Te dejas ver» [2000]. Es algo que nunca he negado, primero porque es real, y luego porque me parece una manera más fácil de hacerte entender. A mí cuando me dicen «explícame en tres líneas cómo suena tu disco», joder, te cito a Bowie, sobre todo al Bowie setentero, te cito a los Beatles de finales de los sesenta y cuatro ejemplos más, y ya te haces una idea sonora de por dónde pueden ir los tiros. Luego hay gente que lo oye y dice “no veo a Bowie en ningún sitio”.

A Bowie se le reconoce, por ejemplo, en las guitarras de ‘Si te vas’.
Sí, son pequeñas pinceladas. El disco no es una copia, pero hay pinceladas que tomas de aquí y de allá. A ‘Si te vas’, en el estudio la llamábamos ‘Heroes’ [tema de David Bowie de 1977], porque entonces no tenía título todavía. Desde el principio supimos que queríamos meter unas guitarrillas muy en esa onda, pero son pequeñas pinceladas. Ojalá me pareciera a Bowie de verdad, Bowie era un genio. Digamos que tomas prestadas ciertas cosas.

En este disco te has ido a los clásicos y has buscado un sonido algo áspero, con tu sonoridad habitual de melodías muy envolventes, pero con un sonido muy directo, ¿era esa la idea?
Sí, es un sonido mucho más directo, un sonido que huye de las segundas vueltas, todo se ha grabado en una toma, pero casi por necesidades del guión: por necesidades económicas el disco se ha grabado sin poder mirar atrás, y eso repercute en que el sonido es como muy áspero, no está limado, no ha habido tiempo para retocar nada.

¿Estás diciendo que el sonido tiene que ver con las prisas, con las circunstancias, y no con la voluntad?
Es un todo, a veces las circunstancias que rodean algo influyen mucho, como la época de la censura en el cine o en la literatura española, que por culpa de la censura salieron grandes genialidades, que a lo mejor, si no hubiera habido censura no hubieran salido. Pues aquí lo mismo, el presupuesto me obligaba a grabar el disco en diez días. Cuando grabas y mezclas un disco en diez días, te puedes imaginar la velocidad a la que vas, sobre todo yo, que estoy acostumbrado a grabarlos en un mes. Esto fue grabar todos juntos, una toma y se acabó, otra canción. Al final, lo que ha sido una imposición económica, ha tenido un resultado que me ha encantado, porque es un disco inmediato, como fue «Autobiografía» [1989], de Duncan Dhu, que es un álbum de treinta canciones que se grabó en catorce días o algo así, fue un disco muy rápido y, al final, las voces fueron a una toma, con sus imperfecciones, pero con su vida, el disco queda mucho más vivo. Por otro lado, «Detalle del miedo» también fue así, por lo tanto estoy entrando en una rutina de grabar a una toma, que por otra parte es muy cómodo, porque solo hago una toma de voz, no tengo que hacer dieciocho.

Aún así te permites lujos que pocos músicos pueden permitirse en estos momentos, como irte a grabar a Hudson, en Nueva York, cuando mucha gente está grabando en casa.
Es que mientras pueda seguiré grabando en analógico, y grabar en analógico en casa es imposible, o casi imposible. Con el presupuesto que tenía podía grabar en un gran estudio, con un gran ingeniero, pero en diez días, o grabar en un mes en un estudio normalito aquí, en San Sebastián. Para mí no hubo duda, debo de ser una especie en extinción, pero soy de los que todavía le dan muchísima importancia al sonido de un disco. Poquísimos discos actuales españoles me gusta cómo suenan, me gustan las canciones, la producción, la interpretación, pero no el sonido. Se está banalizando muchísimo el sonido en España, todos los discos suenan igual, un sonido muy Pro Tools, muy digital, que a mí no me pone nada. Ahora, encima, he venido de Hudson totalmente con el síndrome de Estocolmo porque el Henry [Hirsch, ingeniero de sonido del nuevo disco y coproductor junto a Erentxun] este es un pájaro acojonante que dice cosas como que desde el año 75 ningún disco suena bien, pero en su caso no es una pose, porque de verdad lo dice porque lo piensa, lo cree y lo argumenta. Cada día, según acababa la grabación, había una master class sobre música y, bueno, a mí me cautivó, yo ya soy de la secta. Y esa década mágica, del 67 al 77, ahí es donde, para mí, mejor ha sonado la música, ese es el sonido que ahora mismo me gusta y trato de buscar. Todo esto que te estoy contando a ti, al noventa y nueve por ciento de la gente que va a oír mi disco, se la pela completamente; y la compañía no hace más que decírmelo, pero da igual, al final hago los discos para mí, y yo lo que quiero es estar bien contento, que cuando ponga mi disco en mi tocadiscos, que por fin me lo editan en vinilo, vaya a estar a gusto conmigo mismo, no puedo trabajar de otra manera.

Neil Young decía estos días precisamente eso, que los discos actuales suenan muy mal.
Sí, efectivamente, te decía en España, pero lo podemos extrapolar. Aunque te llevas sorpresas, ¡mira los Black Keys cómo suenan! Pero, claro, estamos hablando de gustos, y probablemente lo que a mí me gusta no le gusta a casi nadie, por eso creo que cada vez voy a vender menos discos, porque me voy alejando de los gustos convencionales.

En cualquier caso, todo el mundo vende menos discos…
Eso es.

En algunas canciones has tratado la voz de una manera distinta, más grave, ¿por qué?
Sí, esto es una evolución que ya comencé en «Detalle del miedo». Aunque este disco se aleje mucho de «Detalle del miedo», que era un disco de folk y este es un disco de rock, hay cosas que no cambian, una es mantenerme al margen de los gustos y de las radios convencionales, y otra es la voz, que para mí es la más importante. En «Detalle del miedo» empecé a cantar cada vez en tonos más graves, a huir un poco de mi voz de siempre, que a mí, personalmente, no me gusta, o cada vez me gusta menos, o me he cansado de ella. No sé cómo decirlo, pero es normal, llevo veintidós discos y quiero probar cosas nuevas, mi voz también ha cambiado con la edad y me siento más a gusto cantando así. He dado un paso más del que di con «Detalle del miedo»; y no en todo el disco, pero sí en algunas canciones, estoy cantando en tonos más correosos, con un poquito más de grano, y me parece que le sienta bien a las canciones.

Sí, lo haces en temas como ‘Samurai’, ‘Desfile’ o ‘Con la vida en los talones’, pero en el arranque del disco, en los primeros versos de ‘Cuervos blancos’, es donde más se evidencia. En la primera escucha de esa canción me quedé sorprendido, porque te aseguro que creía que cantaba Diego Vasallo.
[Risas] Sí, no eres el primero que me lo dice, pero Vasallo no tiene la exclusiva de cantar así, pero como los dos somos de Duncan Dhu, pues parece que estemos en eso. Pero no estaba pensando en Vasallo, estaba pensando en Leonard Cohen. De todas formas, escuchas el disco último de Vasallo [«Canciones en ruinas», 2010], que es maravilloso, y Diego está mucho más allá, Diego canta en el límite, donde ya no hay voz. A mí me parece interesante darle a mi voz otra textura menos fina y tener la voz un poquito más gorda.

También destacan en este disco las letras…
Las letras, efectivamente, son otra diferencia, porque yo llevaba varios años escribiendo, firmando todas las letras con [Jesús María] Cormán y en este disco he tomado yo el pulso de la mitad, de cinco canciones, y para las otras he contado con letristas de copetín, como [José Ignacio] Lapido, como [Rafa] Berrio, como el propio Cormán, o como Vasallo.

¿Por qué Lapido y Berrio, que, desde luego, ambos son excelentes compositores y letristas?
Berrio es amigo, colega, y hemos escrito ya como tres canciones, con lo cual ha sido una colaboración casi lógica, y lo de Lapido fue un poco una aventura, a mí me gustaba mucho, pero no lo conocía personalmente, y contacté vía Quique González, le pedí el teléfono o que me pusiera en contacto con Lapido, y así fue, me puso en contacto, le comenté que tenía muchas ganas de trabajar con él. Esto fue al principio de los principios del disco, y él escribió esta letra, que le costó la vida, porque Lapido escribe muy lento, o por lo menos la mía la hizo muy lento. Creo que fue la última letra en recibir de todo el disco.

¿Son letras que musicas o músicas a las que ellos encajan una letra?
El segundo caso, yo les pasó una música con una melodía y ellos ajustan la letra. Lo cual para ellos es más difícil, claro.

¿Te consideras principalmente un compositor de melodías?
Sí, soy un escritor de melodías que intenta escribir letras. Me considero mucho mejor músico que letrista, pero en este disco he intentado acercarme, he intentado copiar a los maestros de mi alrededor, y siento que si no estoy al mismo nivel, sí bastante cerca.

Hace unos días, en EFE EME publicamos una entrevista con Cormán, y para nuestra sorpresa comenzaron a entrar unos comentarios muy fuera de tono, muy crueles, muy duros, tanto que hasta tuvimos que cerrarlos. Era como una especie de odio desmedido hacia Cormán. ¿Sabías que pasa eso?
Sí, y no sé muy bien el porqué. Hay incluso quien ha intentado limar nuestra amistad, que obviamente no lo ha conseguido, porque es una amistad ya de muchos años. Cormán es el letrista con el que más he trabajado, junto con Vasallo, y me parece excelente. De hecho él no está más en este disco porque no quiso, porque dijo que quería hacer otras cosas y escribir solamente algunas canciones. Y esto ha sido como lo de la necesidad económica que te decía antes, por eso me vi abocado a escribir letras, de lo cual estoy orgullosísimo y me parece que ya no va a haber marcha atrás. Mi sueño sería escribir un disco completo yo, que es algo que no he hecho nunca, hacer todas las letras. De hecho, para el siguiente disco, para el que ya tengo canciones, me gustaría hacer un disco en el que yo escribiera todas las músicas y todas las letras, es un objetivo que me he marcado para lo siguiente.

¿Es un objetivo que tienes desde hace mucho?
No, desde este disco, hasta ahora me sentía muy cómodo trabajando con otro letrista, pero cuando he comenzado yo a escribir… Al final, existe un amor propio, se me han juntado varias cosas y ahora mismo me apetece hacer un disco en el que yo lo haga todo.

Por acabar con lo de Cormán, hubo gente que decía que, como en la mayoría de discos las letras las firmabais entre los dos, las letras eran tuyas y no de él. ¿Puedes aclarar esto?
Las letras las hemos firmados los dos pero él ha llevado mucho más peso, el peso de las letras es un peso que le corresponde a Cormán, para bien o para mal. Pero es cierto, en mi web, en mi blog también ha habido ataques muy rotundos contra él, cosa que no entiendo. Pienso que deben ser dos o tres fans, no más, pero es cierto que es un odio terrible. Aunque creo que Cormán tiene más admiradores que detractores.

«Según te vas haciendo mayor y los años van cayendo, la prisa apremia, te entra una urgencia de hacer un montón de cosas y el no parar nunca, que es la situación en la que estoy»

Todo tiene que ver con el mundo de locos que es internet. Durante mucho tiempo, ni músicos ni nadie teníamos idea de lo que pensaban de nosotros, ahora, por desgracia, sabemos lo que piensan algunos, ¿cómo lo llevas tú?
Soy bastante bipolar en este caso, porque por un lado estoy enganchado y lo cultivo, tengo Twitter, Facebook y página, y me permite tener un contacto muy directo e instantáneo con el público: cuelgo mi canción y al instante sé de veinte o de treinta comentarios sobre ella, que es algo que antes no sucedía. Tiene muchas ventajas, pero es cierto que, para mal, está provocando que se pierda esa especie de glamour, la magia que había antes, ahora sabes demasiado de los artistas, y eso lo hace demasiado cotidiano y lo vulgariza un poco.

¿Es probable que, incluso, el artista sepa demasiado de sus fans: en cuanto a lo que piensan de ti mismo?
Sí, sí, yo la mayoría de los días me levanto cultivando todo esto, y encantado, pero hay días que digo «voy a enviar todo esto a la mierda, voy a cortar y voy a ser como era antes», que la gente solo sabía de ti por las tres entrevistas que hacías al año. Sacabas un disco y punto, y sabías de los fans porque te los encontrabas a pie de escenario después de un concierto y hablabas con tres o cuatro, y eso también tenía su magia.

Ahora es como una especie de comunicación constante y directa.
Efectivamente, y no sé… Pero a mí también me gusta saber lo que piensa Morrissey, porque yo también sigo a otra gente.

¡Los pensamientos de Morrissey son un poco de aquella manera!
[Risas] Sí, son un poco disparatados, pero es el primero que me ha venido a la cabeza. Pero casi todo el mundo tiene sus redes sociales.

Me hace gracia tu blog, por esas listas de canciones que publicas, ¿existen porque existe el blog o, en general, has funcionado siempre con ellas?
No, esto funcionó porque hace un tiempo me pidieron esto de «qué estás escuchando ahora mismo», algo así, y publiqué lo que tenía; porque, sobre todo en el iPod, sí que me hago listas para correr, preparo veinte canciones o las que sea y es con las que salgo a correr durante unas semanas. Publiqué eso y me animó a hacerlo casi como de seguido, y desde entonces publico todos los meses la lista de mis canciones favoritas de ese mes, que son bastante heterogéneas.

Sí, y una de las cosas que demuestras es que estás al tanto de la actualidad musical, en ocasiones incluso recomiendas discos nuevos, sin embargo hay músicos que parecen vivir aislados de la actualidad, como que se manejan con su, digamos, alfabeto habitual de músicas. Tú no.
Digamos que soy un cruce, tengo mi alfabeto, como dices, mis discos de cabecera que están siempre ahí, pero sí que me gusta escuchar y descubrir cosas nuevas, aunque casi nada de lo que escucho me enamora, pero de vez en cuando se te cuela alguna que ya se te queda para siempre, como me ocurrió con Wilco en su momento, con Ray Lamontagne, ahora con Bon Iver. De vez en cuando escuchas cosas que merecen la pena, ahora estoy encantado con el de los Black Keys, y eso que llevan cinco discos, pero, bueno, yo me he enganchado ahora, más vale tarde que nunca.

Citabas a Wilco, que casi son los últimos clásicos, el último grupo con estatus de clásico, ¿no?
Sí, Wilco es un clásico, de hecho creo que hay independientes a los que ya no les hace demasiada gracia, porque a la independencia cuando algo se hace demasiado grande, le deja de interesar. Como le pasó a Pearl Jam, que me los recuerdan mucho: Wilco ha pasado de ser un grupo transgresor a ser un grupo clásico, un grupo clásico que hace versiones de The Band y otros clásicos, vienen a tocar sin que importe que tengan disco o no tengan disco, no dependen tanto de su último álbum.

Otra cosa que hemos descubierto por tu blog es que eres muy futbolero…
Más que futbolero, soy de la Real [Sociedad], sí, y claro, de los clásicos estos que se han puesto tan de moda, que también los sigo porque son muy fascinantes, los Madrid-Barça. Pero la cosa se queda ahí, en los Madrid-Barça y en los que juega la Real, si en la tele hay un Sevilla-Málaga, no me voy a quedar a verlo, seguro. En el blog comento los partidos de la Real.

El anterior disco lo firmaste con nombre de grupo, Mikel Erentxun y Las Malas Influencias. ¿Tan mala influencia fueron que solo duraron un disco?
[Risas] No, no, yo creo que es una banda excelente y esa fórmula no está olvidada, digamos que he abierto vías que se quedan abiertas, y esa la retomaré cuando quiera hacer un disco que suene así. No me quiero comparar a los grandes, pero es un poco lo de Neil Young con Crazy Horse, o Springsteen con la E Street Band, hay mucha gente que tiene una banda y a veces graba y a veces no graba. Yo tengo mi banda, que se llama Las Malas Influencias, y cuando grabe con ellos se seguirá llamando Las Malas Influencias. En este disco solamente he grabado con uno de ellos, con el guitarra [Rubén Caballero], y no tenía sentido poner el nombre. En cualquier caso, me he quitado mi nombre, así que ahí también hay un cambio.

Sí, te has quedado como Erentxun, ¿por qué?
Es un pequeño guiño a [Johnny] Cash, que es otro de mis héroes, aunque aquí tenemos casos como Calamaro, que se quitó el Andrés, o Bunbury. Es decir, tenemos ejemplos patrios, pero mi idea era Cash, de hecho la portada es muy Cash.

Ahora que lo dices, es verdad, recuerda a sus «American recordings».
Eso es lo que quería, ese tipo de portadas. Pedí opinión en la compañía, les pareció una buena idea y me animé.

¿Vas a presentar el disco en acústico o con grupo?
Este es un disco eléctrico. «Detalle del miedo» se defendía muy bien en acústico, este se tiene que defender en eléctrico. Quitando las FNAC, que sí van a ser acústicos, porque son cuatro o cinco canciones, y en salas muy pequeñas, el resto van a ser conciertos eléctricos. De hecho, cuando no pueda llevar a mi banda, bien por razones económicas, bien porque la sala es pequeña, haré de Black Keys, en dúo, batería y guitarra eléctrica.

¿Duele, después de llevar tantos años en la música, que pasen estas cosas, el verte abocado, por razones económicas, a ir en ocasiones en pequeños formatos?
Sí, sí que duele, aunque a mí me ha afectado poco, o no me ha venido tan mal, porque estos últimos años que he hecho muchísimos acústicos por lo que dices, por razones económicas, artísticamente me ha venido muy bien, o lo he defendido muy bien, porque «Detalle del miedo» se defendía muy bien en acústico. Con «24 golpes» ya sería un poco putada, porque es un disco que requiere de batería, de bajo, y sí sería una putada tener que renunciar a eso. Pero las cosas están, realmente, muy muy mal: los cachés, al igual que los presupuestos de grabación, han caído en picado, y es complicado. Un grupo, no, pero los que somos cantantes necesitamos de banda, y las bandas no son baratas. Ahora mismo es complicado montar un concierto.

A los aficionados los formatos acústicos nos permiten ver a los músicos de cerca, pero, a la vez, parece que estamos comenzando a consumir en exceso rock en acústico.
Sí, a mí la fórmula tanto como oyente como intérprete la disfruto, disfruto mucho en un teatro para trescientas personas yo solo con mi guitarra, y pagaría por ver a Bob Dylan solo con la guitarra o a Jeff Tweedy [Wilco], es algo que me gusta, pero sí que entiendo que lo está haciendo todo el mundo y empieza a ser un poco exagerado.

Sí, y sobre todo que igual terminamos por olvidar que en el rock hace falta una batería, un bajo y una guitarra eléctrica, ¿no?
Efectivamente, pero es la situación en la que estamos, que espero que dure poco, pero por ahora es la que es.

Parece que durará, por lo menos, lo que dure la crisis económica…
Eso es, es un hecho, había una crisis musical anterior a la crisis económica, pero que afortunadamente no afectaba a los conciertos, afectaba a la forma en la que la gente accedía a los discos, pero los conciertos seguían ahí. Pero ha sido llegar la crisis económica y han caído los conciertos, bueno, han caído los gratuitos, porque los ayuntamientos no tienen dinero, y han caído los normales de pago porque la gente no tiene dinero para comprar una entrada, con lo cual ahora mismo la crisis musical es enorme.

Tú eras de los que se movían mucho en el circuito de los conciertos públicos, de los gratuitos.
Sí, he abusado bastante de los gratuitos, y eso me ha pasado factura y llevo ya unos años tratando de reconducir mi carrera por otros caminos, y es duro, me está costando, pero poco a poco lo estoy consiguiendo. Con «Detalle del miedo» ya hice bastantes más conciertos de pago que gratuitos, así que la balanza la estoy invirtiendo, e imagino que con «24 golpes» será lo mismo. Pero yo tuve mis momentos en los que abusé, abusé porque es lo que había. A mí me llamaban a un gratuito e iba, más que nada porque no me llamaban para los de pago.

¿Por qué dices que te pasa factura?
Porque cuando te ha visto mucha gente gratis en Barcelona, en las fiestas de la Mercé, luego es complicado que paguen dieciocho euros para verte en una sala. Es jodido. Pero, como te digo, estoy retomando, estoy retomando un camino desde hace unos años y dándole la vuelta a toda esta historia. Porque con los comienzos de Duncan Dhu solo hacíamos conciertos de pago. El concierto gratuito es una cosa que ha existido cuando la economía estaba superboyante y los ayuntamientos comenzaron a programar a diestro y siniestro.

Lo de los conciertos gratuitos pagados por ayuntamientos es una fórmula exclusivamente española, que generó un modelo único…
Sí, es un invento que solo ha existido aquí, y eso es también el causante de que la gente haya banalizado tanto la música: va al concierto gratis, y se baja el disco gratis, porque, al final, todos le hemos transmitido el mensaje de que la música no tiene importancia y que es gratis. En otros países, como Inglaterra o Francia, no es así, el que quiere ver un concierto siempre ha pagado por él y el que quiere oír un disco siempre lo ha comprado, la educación que tiene es otra, y la mentalidad es otra.

Lo cierto es que aquí las cosas no se han hecho demasiado bien y los resultados, por tanto, no han sido los mejores.
Claro, y ahora a los artistas a los que les va bien es a los que nunca han hecho gratuitos, como Quique González, Iván Ferreiro, también el mundo independiente en general. Era una serie de artistas a los que siempre mirabas para abajo, porque tú siempre hacías más bolos y cobrabas más, pero eso ha ido cambiando: ahora tú no tienes un bolo y ellos siguen tocando como siempre, que es bastante más de lo que tocas tú. Ellos han sido más coherentes, nosotros nos dejamos arrastrar por la situación y… ¡bueno! Ya te digo, yo estoy tratando de enmendar mi error y ya llevo varios años en ello.

¿Asusta, a los 46 años, verse en tal situación?
No… a mí no me asustan estas cosas, también es un reto, de repente descubres que hay cosas interesantes, porque es mucho más motivador salir a tocar en un sitio de doscientas personas que han pagado veinte euros, que salir a tocar en un sitio de diez mil donde nadie ha pagado nada. A mí, desde luego, me motiva mucho más.

También te permite ofrecer repertorios distintos y no estar anclado a los éxitos, que es a lo que obliga el concierto gratuito.
Efectivamente, y de hecho yo todavía hago gratuitos de vez en cuando y el repertorio no tiene nada que ver. Soy coherente, y si toco en las fiestas de un pueblo de Galicia sé lo que quiere oír la gente y sé lo que no puedo hacer, no puedo exigirle a un público gratuito de un pueblo de dos mil habitantes ir ahí con mi versión más dura, y abro la mano. Ahora, cuando yo hago mis conciertos de pago, hago lo que yo quiero hacer, al cien por cien, y mis conciertos últimamente son bastante más difíciles.

Y dirigidos a un público que ha pagado una entrada, por lo tanto se supone que ha tenido el interés suficiente para haber accedido a tu último disco.
Eso es, aparte de que cuando tienes un contacto con el público, tú sabes lo que quiere oír, y yo se lo doy gustosamente. A mi público, a mis seguidores, en general no les gusta que mire para atrás, y muchísimo menos que mire para mucho más atrás, es decir, a Duncan Dhu. Cuando saqué «Detalle del miedo», tocábamos el disco en su totalidad y en el orden, y con «24 golpes» va ser igual, voy a tocar el disco entero, y luego haremos más canciones, pero caerán las diez canciones del disco. Hay mucha gente que saca disco nuevo y solo toca dos temas.

Así es, y los hay incluso que en los conciertos gratuitos jamás tocaron un tema nuevo.
También ha pasado, sí.

¿Ser un corredor de fondo ayuda para afrontar todos estos golpes de la vida diaria?
Imagino que sí, que todo ayuda, el mirar todo con una cierta paciencia y una cierta tranquilidad, ayuda, y eso que según te vas haciendo mayor y los años van cayendo, la prisa apremia, te entra una urgencia de hacer un montón de cosas y el no parar nunca, que es la situación en la que estoy. Ya te digo, todavía no he editado el disco y ya estoy pensando en el siguiente.

Tengo tu misma edad, y no sé si te pasa, pero desde hace tiempo soy muy consciente de que el reloj ya no avanza igual, que el tiempo que te queda por delante es menos del vivido…
Claro, eso es lo que me obsesiona, y eso es lo que da título a este disco, lo de «24 golpes» es ese reloj que tenemos todos en la espalda, sobre todo cuando cruzas la barrera de los cuarenta, que resulta que ya has vivido más de la mitad de tu vida, y cuando empiezas a pensar seriamente en esas cosas, yo por lo menos, me agobio mucho.

Pues no nos agobiemos y acabemos aquí…
[Risas] Sí, ¡mejor!

Mikel Erentxun estará presentando «24 golpes», en acústico, en diferentes FNAC:

1 de febrero (FNAC Castellana, MADRID).
2 de febrero (FNAC Arenas, BARCELONA).
7 de febrero (FNAC Donostia, SAN SEBASTIÁN).
8 de febrero (FNAC Plaza España, ZARAGOZA).
9 de febrero (FNAC Valencia, VALENCIA).

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