Martirio: Investigando desde la madurez

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“Me considero una trabajadora incansable, una grandísima luchadora y una grandísima alumna, pero para ser maestra creo que ya no tendría que estar aquí”

 

La cantante onubense resume 30 años de carrera en 30 canciones, acompañada por Kiko Veneno, Chano Domínguez, Javier Ruibal, Lila Downs o la desaparecida Chavela Vargas. Sobre el camino hasta aquí charla con Chema Domínguez.

 

 

Texto: CHEMA DOMÍNGUEZ.
Transcripción y fotos: NOEMÍ SÁNCHEZ.

 

 

La inolvidable revolución musical de los años ochenta no sería la misma sin nombres propios como el de Martirio. A sus treinta años de carrera sigue teniendo una mirada intensa, ávida por seguir aprendiendo y al mismo tiempo dar lo mejor de ella misma. «30 años» ofrece a través de dos cedés y un deuvedé lo más florido de un repertorio capaz de hacerte reir y llorar, pero siempre sentir. “Estoy mala”, “Coplas de madrugá” o “De un mundo raro” definen a una artista irreverente, dulce, exquisita… y siempre rodeada de excelentes compañeros de viaje, como Kiko Veneno o Chano Domínguez, y de un genio deslumbrante como Raúl Rodríguez. Hablamos de todos ellos y mucho más: su primera actuación televisiva, los nervios del primer directo, las sorpresas del camino y un futuro que puede pasar por volver a escribir temas en la línea de ‘Soy virgen’, ‘Sevillana de los bloques’ o ‘Separada sin paga nº1’.

 

En los inicios, hay quien se amolda perfectamente a los cánones del género y luego va abriendo su perspectiva hasta innovar. Tú lo hiciste al revés, rompiendo desde el principio. ¿Cómo nace Martirio?
Fue un personaje creado a través de la intuición, y de una formación muy ecléctica en la música desde muy pequeña. Mi padre era un grandísimo aficionado y la música popular siempre ha sido para mí una bandera desde muy jovencita. A su vez, siempre he escuchado la música de mi tiempo. Cuando salió Martirio tenía la copla como bandera, el flamenco como horizonte y como cielo, y el rock como forma vital de expresión, de compartir. En ese momento había una creatividad rockera fantástica en Sevilla, que se junta con la falta de prejuicios al unir elementos en principio distantes como pueden ser unas gafas de sol y una peineta; pero una peineta es un elemeno plástico adaptable a cualquier época, algo supercreativo que se puede hacer desde lo más kitsch a lo más glamuroso, que embellece y que actúa de antena. Y las gafas negras tienen que ver con que te guste el underground, con que te guste la vanguardia y el rock. Martirio apareció así y ha continuado durante treinta años. Pero por supuesto ha pasado por muchas evoluciones y hay un abanico de creatividad, de artesanía, de homenajes… Me gusta vestir mi voz para lo que voy a cantar y ahí nunca he escatimado ni esfuerzo, ni dinero, ni tiempo. Y siempre juntándome con gente que me ha enseñado, que sabe más que yo, que tiene ideas afines. Me encanta formar grupos y equipos de trabajo, y tengo la suerte de seguir colaborando con mucha gente igual que yo, que siguen con esa ilusión, con esas ganas, con ese salir, romper, empezar de nuevo, seguir buscando, seguir investigando y siempre con un camino de aprendizaje. Es la mejor enseñanza que hay.

 

Una vez alumbras a Martirio, ¿cuándo fue el estreno ante el público?
La primera vez fue en la sala Universal de Madrid. Bueno, la primera, primera, fue en la San Andrés en Sevilla, ahí nació Martirio realmente. Pero el primer concierto con repertorio y con todos los avíos, cuando había firmado y había hecho el disco con Mario Pacheco para Nuevos Medios («Estoy mala», 1986), fue en Madrid, en la sala Universal, y fue una cosa espectacular. Había mucha expectación, yo tenía muchísimo miedo como tengo aún, recuerdo que mi hijo (Raúl Rodríguez) me miraba… era muy pequeñito y yo tenía la cara verde del susto que me daba, porque era muy fuerte lo que estaba hacienda. Yo lo sabía y no tenía más remedio que hacerlo, no tenía más remedio ¿sabes? Y no había ningún marketing, ningún apoyo, nada. Era una necesidad vital de expresarte, de crear un personaje para poder seguir siendo persona, pero estar absolutamente imbuida en la música y en el arte. En ese tiempo tocaba en la banda Manolito Imán, y cuando salí al escenario con todos esos nervios, con toda esa expectación, en el clavijero de la guitarra se liaron los flecos del mantón que llevaba puesto (risas)… Cuando conseguí quitar aquello, me fui al micrófono y empezaron a pitar los micros, me acuerdo que Pive (Amador), personaje importante de la música de Sevilla, salió y dijo dos o tres palabras; y en ese momento sentí esa fuerza que muchas veces he sentido después, que está por encima de mí, que sale sin pensarla, y empezó a rodar aquello. Hubo una complicidad tan grande que pienso que Martirio es un personaje de mucha gente.

 

 

Un aliado fundamental es Kiko Veneno, con el que compartes la autoría de tu primer repertorio, y coproduce «Estoy mala» junto a Teo Cardalda.
Claro, claro, y del segundo disco y de muchas más canciones. Kiko fue el primero que vio a Martirio dentro de Maribel, es un grandísimo poeta capaz de unir lo culto y lo cotidiano, es capaz de tener toda la tradición de la síntesis flamenca en sus letras, te conecta absolutamente con lo que pasa, pero siempre tiene una segunda lectura, una tercera lectura… Es un rey de las metáforas y es un personaje creativo de los más grandes que tenemos en este país.

 

Todo el camino de Martirio queda perfectamente reflejado en la portada de «30 años».
El diseño del disco me parece un regalo, es una cosa hermosísima. La idea, en principio, se la di a Eider Corral, Raúl le puso la boquita y ella ha hecho un trabajo maravilloso. Estoy absolutamente feliz, y muy contenta con el video también, el deuvedé de José Sánchez-Montes me parece que está hecho con un cariño y una profesionalidad…. Es muy difícil meter treinta años en una hora, y realmente ha logrado un despliegue muy, muy hermoso del personaje.

 

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Además de ofrecer lo más destacado de tu discografía, añades novedades como una versión original de ‘Coplas del payador perseguido’, otra inédita de ‘Volver’, alguna otra excelente versión que ya editaste como ‘Noches de boda’ o una versión en directo completamente inédita en cedé de ‘Hacia dónde’, de Marta Valdés.
‘Hacia dónde’ lo había grabado antes, Raúl y yo le tenemos un verdadero amor a Marta Valdés, para nosotros es una persona especialísima espiritual y musicalmente, nos ha abierto muchos caminos. Teníamos ganas de hacerle un homenaje, y qué mejor forma que la canción en directo que habíamos grabado con Tots Sants, quienes graban con un cariño y una profesionalidad que da gusto estar allí, en La Casa Murada (Barcelona). La quisimos incluir por eso, por el homenaje a Marta. ‘Noches de boda’ la había grabado en el disco “De purísima y oro. Los flamencos cantan a Sabina”. Desde entonces la llevo en el repertorio y la gente la aplaude a rabiar, porque tiene una letra de las más inspiradas, más actuales y descriptivas que tiene Sabina. Y reivindicativas también. ‘Las coplas del payador perseguido’ es la primera canción que canté de adolescente, cuando empezaba a tocar la guitarra y era una enamorada de Atahualpa, Cafrune, Soledad Bravo, de toda la canción protesta. Fue mucho antes de Jarcha, cuando tenía dieciocho. En el 81, después de que Jarcha tomaran una dirección más hacia el flamenco, me llamaron. Fueron la llave para dedicarme de lleno a la música, para aprender a hacer voces, para aprender a viajar, para aprender música popular, para aprender poemas, para aprender a decir las cosas que necesitamos.

 

Otro nombre importante para ti es Chavela Vargas. Tu anterior trabajo, «De un mundo raro», editado al año siguiente de su fallecimiento, es algo más que un disco.
El disco de Chavela es una de las cosas más hermosas que he hecho en mi vida, y todos los conciertos desde que salió el disco (a finales de 2013) hasta que cerramos la gira en Cádiz, han sido de las cosas más hermosas que he podido vivir. Un repertorio riquísimo que da gusto cantarlo, una presencia de ella constante, un aprender de ella a todos los niveles, porque ha seguido mandando energía y ha seguido ayudando y protegiendo. Y nosotros llevando su voz, su recuerdo, a toda la gente que la ama, que es tantísima que ha venido a conmemorar con nosotros la felicidad de que haya existido una artista tan grande como ella, capaz de celebrar una verdadera ceremonia con cada actuación: ceremonia de la verdad, de la valentía, de la libertad, de la dignidad, de la poesía, ella convertía las canciones en poesía.

 

En estos treinta años, las colaboraciones que has realizado son otro punto fuerte, importantísimas para entender tus pasos evolutivos.
Sí, cuarenta (risas), ¡cuarenta!

 

Tu encuentro con Chano Domínguez para entonar «Coplas de madrugá» (1997) es un magnífico ejemplo. ¿Cómo os conocéis?
Nos conocíamos de haber tocado con Kiko. La primera vez que toqué canciones mías en el Grec de Barcelona, él estaba en el grupo y nos llevábamos muy bien: nos reíamos muchísimo, nos gustaba la misma música. Después dejamos de vernos hasta que él sacó “El toro y la luna” (1993) y vino a enseñarme el disco; yo estaba en ese tiempo escuchando ‘Torre de arena’, me di cuenta de que era un blues y se lo dije. Y de ahí se encendió la bombilla y empezamos a trabajar absolutamente entregados… como si nos estuviera alumbrando una luz. De ahí salió el matrimonio de la copla y el jazz que nos ha dado infinitas satisfacciones, y que después pusimos de largo con “Acoplados” (2004). Seguimos trabajando de vez en cuando en ese repertorio maravilloso, al meterlo en el jazz se puede buscar una nueva lectura que ha permitido que mucha gente se quite el prejuicio sobre la copla, porque ahora le gusta. Eso ha sido para mí un aprendizaje total, me gustaba el jazz pero a partir de trabajar con Chano se me disparó la cabeza y los oídos.

 

Citabas antes a Marta Valdés como alguien que te ha hecho crecer, a todos ellos que hay que sumar a Compay Segundo y Santiago Auserón. Todo esto te va llevando a «Primavera en Nueva York» (2006).
Del camino del jazz al de Marta Valdés, está haber conocido también la música del feeling cubano a través del viaje con Compay a Cuba, que me impregnó de música popular cubana; y también por «Semilla del son» (1991) de Santiago Auserón, porque ahí nos enseñó muchísimo. Después estuve con Compay, conocí a Marta y ya me impregné muchísimo del feeling, y al estar cerca de Chano también. El feeling y el jazz en castellano formaban un género maravilloso para poder hacer un homenaje a esas grandes canciones con músicos americanos en «Primavera en Nueva York».

 

Además de cultivarte en cada encuentro, no puedes negar que eres un referente para esos mismos a los que admiras y para otras voces más recientes como La Shica o Maui.
Me considero una trabajadora incansable, una grandísima luchadora y una grandísima alumna, pero para ser maestra creo que ya no tendría que estar aquí (ríe), sabes qué te digo. A mí lo de maestra se me queda muy grande. Para mí los maestros son gente ya muy, muy evolucionada, y a mí me queda todavía mucho camino.

 

Sé que tienes gustos que apuntan en varias direcciones, Bunbury es uno de ellos.
Sí, Bunbury me gusta.

 

Siempre estás al tanto de lo que sucede en la escena, de las generaciones que vienen después de la tuya. ¿Quién te da mejor pálpito?
Ahora mismo estoy llena de música, porque además estoy con ese regalo que me ha dado la vida de estar en Radio Gladys, dando a conocer la música que a mí me gusta y aprendiendo de la que descubro. Ahora mismo hay tantísimo talent… lo último que me ha impactado ha sido La Banda del Pájaro, de Andrés el Pájaro en Sevilla, y un movimiento musical que hay en Sevilla muy, muy importante que me hace recordar los ochenta. Ojalá eso pueda encontrar el vehículo para que no se tengan que ir de allí, y pueda salir desde ahí hacia el mundo, porque hay una música maravillosa. De la gente nueva con la que estoy, aparte de La Shica y Maui que las quiero muchísimo, la que me hace perder la cabeza es Silvia Pérez Cruz, igual que Miguel Poveda.

 

Ahora que hablas de la parte social que representa la música, tal y como acabas de dibujar en esa Sevilla que fue y vuelve a ser, Martirio también tiene una actitud reivindicativa, algo punk. Esa canción protesta que subyace en buena parte de tu trabajo.
Hay cincuenta mil cosas que se pueden exponer, reivindicar, describir, y la música unifica a la gente en sus criterios. Te permite pertenecer a un bando, te hace identificarte con tus iguales, permite sin panfletos decir verdades como puños. La música es revolucionaria, por eso mucha gente la quiere acallar y por eso hay una especie de unilateralidad en la música que se escucha en los medios.

 

Demasiada parcialidad.
Sí, necesitamos como el comer esos programas de televisión que había para cada gusto, para cada tribu. Para cada época tiene que haber programas de todo: concursos, de noveles, de gente que caracterizada se parezca a otro… pero sobre todo programas en directo, donde podamos mostrarnos los que tenemos ya una trayectoria y la gente que está empezando su música. Pero no en playback, que el playback sí que quita audiencia. Música en directo.

 

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“Hay cincuenta mil cosas que se pueden exponer, reivindicar, describir, y la música unifica a la gente en sus criterios. Te permite pertenecer a un bando, te hace identificarte con tus iguales, permite sin panfletos decir verdades como puños. La música es revolucionaria, por eso mucha gente la quiere acallar”

 

Tirando de recuerdos personales, me viene ahora tu aparición en La Bola de Cristal con ‘El productor’, ¿pero dónde fue tu estreno televisivo?
En «A uan ba buluba balam bambú» haciendo ‘Estoy mala’, con Carlos Tena. Carlos Tena fue el primero que me dio la oportunidad de salir en televisión.

 

Cuéntame un poco más de Marta Valdés. con José María Vitier grabas «El aire que te rodea» (2010) y vuelve a aparecer Marta, pero no hay temas suyos.
Marta Valdés ha sido influencia para todo, pero de ella solamente hemos grabado ‘Hacia dónde’. Apuntaros el «Feeling Marta» de Gemma Correderra, que acaba de salir. Un disco de jazz cantado por la que mejor canta. Es de las mejores personas que cantan en el mundo ahora mismo, ha hecho un disco de Marta que es una belleza y un placer.

 

También has compartido scenario con Lila Downs, ¿qué relación tienes con ella?
Una relación muy hermosa, de admiración absoluta por mi parte, hay mucha empatía porque ella, de alguna manera, recrea en su imagen, a su manera, la artesanía de su tierra y yo la mía. Musicalmente tenemos muchas cosas en común, muchas canciones de su repertorio que yo podría cantar y viceversa, y es muy generosa, es deslumbrante, es un placer estar con ella. Hemos trabajado siempre con un feeling, una generosidad y una identificación enormes.

 

En alguno de vuestros directos, periodistas mexicanos, definían parte de vuestro espectáculo como copla vanguardista, uniendo Andalucía a los cuadros de Frida Kahlo. Son tantos los estilos que has ido sumando, siempre buscando el encuentro más natural, que muchos de estos “¡eurekas!” te habrán llegado trabajando.
Como la canción latinoamericana en tiempos lentos, porque se habían hecho muchas cosas por bulerías pero el tiempo de soleá por bulerías, creo que fuimos de los primeros en «Flor de piel» (1999). A partir de ahí había un camino en los boleros, en los tangos, sobre todo en la canción latinoamericana que he podido desarrollar como nadie con mi hijo Raúl, y también cuando estaba trabajando con Son de la Frontera, fue una experiencia espectacular cómo entraba el flamenco y la música popular latinoamericana.

 

¿Por ahí puede ir tu nuevo trabajo discográfico, o está todo abierto?
No, no. Estoy abierta a ver qué pasa, pero todo el mundo me requiere para que vuelva a escribir y que vuelva a contar cosas de las mujeres de mi edad, de mi década, con humor pero con profundidad, con cargas meteóricas (sonríe) pero con ironía. Todo el mundo me lo pide y seguramente tendré que hacerlo. Una especie de caleidoscopio urbano, cotidiano pero que no carezca de su carga.

 

Quiero acabar preguntándote por tu hijo Raúl Rodríguez, pero no sé cómo… Mucho más que dos.
Es una persona que admiro profundamente, su sabiduría, su heterogénea música, su facilidad para poner a todo el mundo a gusto, y su generosidad para poder mezclarse con cualquier tipo de música y de músicos. Dentro de muy poco hace una gira con Jackson Browne en Estados Unidos. Estoy feliz por lo bien que ha hecho esa música, «Razón de Son» (2014), por primera vez cantando en ese maravilloso disco que es una lección antropológica musical, y tiene un camino abierto total. Para mí, su criterio y su idea siempre es de fiabilidad absoluta, es un enamorado de la música como pocos.

 

 

 

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