M Clan: La nueva cara en directo

Autor:

«A Tarque se le entiende todo lo que canta, polariza toda la atención, maneja el escenario a su antojo, es un lince en el arte de las fintas y los regates verbales, se mueve con elegancia rockera. Es un auténtico frontman»

M Clan
4 de diciembre de 2010
CAEM. Salamanca


Texto: JOSEMI VALLE.
Fotografías: MIRELLA GRANDES LACALLE.


Tenía mucha curiosidad por saber si M Clan salvaría una paradoja inherente a su nuevo estatus. Cada vez factura un rock más adulto, canciones sólidas y más contenidas para gente con vida inteligente por encima de sus hombros y tribulaciones más corrosivas en sus corazones, pero ese público es precisamente el que menos acude a los conciertos, el que cataloga como proeza salir de casa después de las diez. No sé por qué pasar de los cuarenta y asistir a un concierto de rock son actividades que se repelen (salvo que actúen los Rolling Stones o AC/DC y así poderlo contar en el trabajo). En retórica comercial toda esta digresión la resumirían aduciendo que M Clan provee canciones para un nicho de mercado que luego no requiere sus servicios en directo. La duda se disipa cuando me entero de que en Bilbao han vendido todo el papel y han ampliado una fecha más. En Madrid van por el mismo camino. Salamanca es una plaza más difícil. La tribu rockera es marginal y el frío ártico de la meseta no es el mejor aliado para celebrar veladas. No es una hipérbole. La noche anterior Salamanca tiritaba a nueve grados bajo cero.

No nos despistemos. Vayamos al tuétano del asunto. Hace unos años se produjo un acontecimiento evolutivo extraordinario en M Clan. Los textos de Carlos Tarque habían trepado a la intachable categoría de poéticos. En sus canciones se aglomeraban imágenes de una belleza adhesiva. Del mismo modo que el enamoramiento es un manantial inagotable de ocurrencias, el desamor no le va a la zaga. El primero produce ideas para pasar a la acción, el segundo para escribir poemas, letras, canciones. Al parecer esta era la causa de la bendita metamorfosis de M Clan. Si en «Memorias de un espantapájaros» había temáticas desarrolladas con opulencia lírica, en «Para no ver el final» se da un paso adelante en esa dirección. Con estas credenciales M Clan, ahora capitaneados exclusivamente por Tarque y Ricardo Ruipérez, se encaraman al palaciego escenario del CAEM, el Centro de Artes Escénicas y Musicales, que los recibe con algo más de media entrada, pero repleto de entusiasmo y militancia sana.

M Clan dan el pistoletazo de salida al concierto calcando el orden su nuevo álbum. Los tres primeros temas sirven para deducir tres cosas. Que M Clan suenan compactos y engrasados (fantástico el guitarra Prisco), que el éxito no les ha fosilizado el estilo, y que Carlos Tarque es el mejor cantante de nuestro país, el heredero legítimo de Miguel Ríos ahora que el monarca abandona el trono antes de que asome el crepúsculo. A Tarque se le entiende todo lo que canta, polariza toda la atención, maneja el escenario a su antojo, es un lince en el arte de las fintas y los regates verbales, se mueve con elegancia rockera. Es un auténtico frontman. Ha descubierto que el dolor es la materia prima del poeta, pero también puede serlo del rockero. Ha cambiado la vieja ironía por la introspección de las ruinas. Y sus canciones junto a Ricardo Ruipérez se han revitalizado con este nuevo fertilizante, con los cascotes de los escombros y la distorsión de guitarras más contenidas pero más profundas.

‘Calle sin luz’, ‘Para no ver el final’ y ‘Basta de blues’ dan paso a las versiones, ‘Llamando a la tierra’ y ‘Maggie despierta’. M Clan suenan más densos, más bluseros y los metales (trombón, trompeta y saxo), muy comedidos y detallistas, irrigan la nueva propuesta de forma inédita. La potentísima prueba es ‘Perdido en la ciudad’, el único tema que descorchan de la etapa primigenia y sureña de la banda y que con los nuevos mimbres suena musculosa y desafiante. Prácticamente tocan todas las piezas del nuevo álbum. Curiosamente descartan mi favorita del disco, la desasosegante y repleta de calma tensa ‘Desesperación por verte’. No ocurre lo mismo con ‘El inmigrante’ (de su anterior álbum), canción que refleja parámetros sonoros similares y que aparece después de defender ‘Me voy a dejar llevar’. Temas de difícil ejecución y atmósfera que delatan la excelencia del grupo. Atacan de nuevo con la remozada y exuberante ‘Las calles están ardiendo’, prolongada con una espectacular cola de aguaceros de distorsión, lisergia y rabia que casa a la perfección con el pavor que provoca constatar que en pleno siglo XXI la racionalidad atraviesa horas muy bajas. Es uno de los momentos cenitales de la noche.

El concierto continúa con el público ya totalmente entregado. Tocan ‘Amor universal’ (con un riff que me recuerda a ‘Roxette’), el blues ‘Se hizo de noche cuando te conocí’, ‘Ahora!’, la deslumbrante y con apoteósico final ‘Hasta que se acostumbre a la oscuridad’, ‘Roto por dentro’ y la celebérrima ‘Carolina’, canción anodina que intuyo el grupo toca en plan broma obligada después de la hipertrofia mediática que padeció. Cierran con ‘Hasta la vista rock & roll’, pero nadie del público se mueve esperando los bises. Habrá dos. El primero combina la hermosa balada ‘Miedo’ con la vitaminada ‘Pasos de equilibrista’. El segundo bis se completa con ‘Gracias por los días que vendrán’ y la antigua ‘Quédate a dormir’. La gente canta al unísono con Tarque una de las frases más bonitas de su repertorio: «Quédate a dormir, que pasen treinta años antes de mañana». No sé cuántos años pasarán antes de ese día, pero ya han pasado más de quince desde la publicación de su ópera prima. Y M Clan tienen el futuro en franquía. Aquí hay banda para rato. Cada vez más seria y competente.

Artículos relacionados