Love of Lesbian: Madrid se despide del mágico Halley

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“La silueta oscura de Santi Balmes canta desde la pantalla, escondido para darle aún más sentido a esos primeros versos de ‘Cuando no me ves’”

 

A solo dos conciertos de poner punto final a las presentaciones de “El poeta Halley”, Love of Lesbian actuaron en el Palacio de Deportes de Madrid ante más de 12.000 personas. Viendo una de sus últimas maniobras, llamada “El gran truco final”, estuvo Arancha Moreno.

 

Love of Lesbian
Wizink Center, Madrid
18 de noviembre de 2017

 

Texto: ARANCHA MORENO. Fotos: J. PEREA.

 

Como la manía de empezar los periódicos por la última página, acudo a mi primer concierto de Love of Lesbian justo en los compases finales de la gira de “El poeta Halley”. Aterrizan en Madrid para disparar su última bala fuera de casa, antes del redoble definitivo en Barcelona el 24 y 25 de noviembre en el Sant Jordi Club. Lo llaman “El gran truco final”, una maniobra de escapismo que realizan en el Wizink Center con el aforo casi completo (14.000 entradas vendidas). Según ellos, “una grandísima reunión de amigos”, pero también la búsqueda de su ansiado Halley a través de las canciones que les han traído hasta aquí.

 

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“Esta noche se incorporan tres metales al show: los No Reply”

 

Con las luces apagadas, solo fogonazos azules cruzan el escenario. Segundos después aparecen Julián Saldarriaga (guitarras), Ricky Falkner (bajo), Oriol Bonet (batería), Jordi Roig (guitarras) y Dani Ferrer (teclados). La silueta oscura de Santi Balmes canta desde la pantalla, escondido para darle aún más sentido a esos primeros versos de ‘Cuando no me ves’. Después hace acto de presencia con su consabida chistera mágica, dispuesto a ser el prestidigitador que nos deslumbre desde el micrófono. Su primer truco es el manejo de los ritmos: la canción es un torbellino en manos de artistas y espectadores, pero a mitad del tema se las arreglan para hacer como en el disco y detenerlo todo para seguir solo a piano y voz, a oscuras y con un único foco iluminando al vocalista, que levanta los brazos y los pone en cruz. Ha empezado el vuelo.

El despegue continúa con ‘Bajo el volcán’, cantado y semirrecitado, y el huracán de la escala descomunal acaba tirando a Balmes al suelo. Rebobinan hasta el 2009 para recuperar uno de sus grandes himnos con el poder evocador que tienen los recuerdos de juventud, ‘Allí donde solíamos gritar’. Hay poesía en sus letras, a veces impulsadas por la fuerza, o la nostalgia, la reflexión o el grito, pero todo ello también está en la música, empeñada en propulsar la intimidad de sus versos y traducir esos sentimientos con guitarras, con teclados, baterías, bajos, electricidad y electrónica. Pero a todo ello le suman otra sorpresa: esta noche se incorporan tres metales al show, porque cuentan con los chicos de No Reply. Ya son nueve sobre el escenario, y la mezcla entre la banda base y los vientos hacen crecer aún más la música en temas como ‘Maniobras de escapismo’, con un aire que recuerda a Burt Bacharach.

 

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“Ha sido precioso. Hemos entendido el rock and roll ahora mismo”.

 

El palacio, rebosante, les lleva a recordar su primera actuación en Madrid: “Vinieron dos personas y a la mitad del concierto se fueron”. Saben lo que cuesta llegar hasta aquí y se muestran agradecidos. También ilusionados cuando mencionan que tienen un invitado muy especial: Coque Malla. Tan especial que no aparece, y por un momento el mago Balmes parece angustiado, previendo qué hacer si la paloma no sale de la chistera como estaba previsto. Esos segundos, que seguramente se le hacen eternos, los lleva con humor: “Es el quinto plantón más extraño de mi vida”, admite. Está a punto de inventar una historia para ganar tiempo cuando por fin Malla aparece tras él y le recibe, cordialmente, con un “¡maldito cabrón!”. El madrileño defiende que nadie le avisó que estaban a punto de tocar ‘Contraespionaje’, pero ya está aquí para hacer eso, un contrapunto. Dos voces contrarias, un juego interesante que se reparten cantando mientras pasean, con la tranquilidad de dos crooners que saben manejar la situación, capaces de llevar la canción a otro lugar sin tanta guitarra. El último verso es para Coque, y casi parece un lamento.

En ‘Los seres únicos’ se recuerda la última baja del grupo (Joan Ramón Planell, que se fue hace unos meses) y sirve para homenajear desde los plasmas a todos los que les acompañan. Con ‘Los males pasajeros’ hablan de las cosas que se escapan “como la arena entre los dedos”, una letra que constaba de seis largos folios cuando llegaron al estudio de grabación, y que no parecía lo más apropiado para una canción pop. Ahora es la voz la que pilota el viaje acústico, subiendo y bajando el ritmo y multiplicando las sensaciones a través de las palabras, cantadas como si hubiesen sido escritas una noche en la que el autor reflexiona en voz baja, sin querer despertar a los que duermen. El tema crece con suavidad hasta tener un aire setentero, con los vientos; una década a la que también harán el siguiente guiño. Será al final del próximo tema, ‘1999’, que arranca con voces más bajas, más tenebrosas, y va adquiriendo calidez hasta acabar con los versos del ‘Por qué te vas’ de Jeanette. El punto final lo pone Balmes pegándose a las pantallas, de espaldas al público con los brazos en cruz, como un Cristo moderno.

 

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“Quizá la música sea lo único capaz de provocar cierta intimidad en un espacio en el que hay aglutinadas 14.000 personas”

 

Los teclados se encargan de acompañarnos por ‘Belice’, y después nos invitan a buscar al poeta Halley “a través del sexo” con el tema ‘I.M.T. (Incapacidad Moral transitoria)’. Balmes se quita la camisa jugando con el deseo que se enfoca también desde los plasmas, y sin pausa encadenan la electrónica ‘El yin y el yen’. Del amor al odio hay un paso, del sexo al desprecio aquí también. Una lluvia de globos gigantes provoca un nuevo juego entre las gradas mientras suena ‘Algunas plantas’, y ‘Me amo’ se presenta como un alegato para quererse a sí mismo. “A veces la vida te fastidia la autoestima, y una canción lo podría arreglar”, cree el vocalista, defendiendo siempre la imperfección y la desubicación frente al que parece más perfecto. Es el momento de presentar a la banda. Se olvida de Julián, pero adrede, para que sea el absoluto protagonista de la siguiente canción, que “es una diva” y necesita unos segundos previos de silencio. Es el ‘Club de fans de John Boy’, celebrado, coreado y redondo, perfecto para despedirse por unos instantes antes del primer bis.

Siempre hay algo especial cuando un show se quiebra para volver a reanudarse, y en este caso un poco más. Los teléfonos también pueden ser armas para crear algo bonito, así que les piden al público que saquen los móviles e iluminen con ellos la sala, rompiendo la negritud, como pequeñas luciérnagas que iluminan ‘Segundo asalto’ (qué mejor manera de afrontar justo eso: el segundo round). Guitarras, piano y voz se adueñan de un momento íntimo. Quizá la música sea lo único capaz de provocar cierta intimidad en un espacio en el que hay aglutinadas 14.000 personas. Algo así debe sentir Balmes, por lo que dice al terminar: “Ha sido precioso. Hemos entendido el rock and roll ahora mismo”.

El bis lo completan ‘Oniria e insomnia’, con un rock cada vez más metalero, como si la espiral que vemos en las proyecciones nos envolviese hacia el ruido con las últimas guitarras. ‘Psiconautas’, convenientemente adornada con vientos y coros, suena densa, intensa, como si sobrevolase algo maligno sobre nuestras cabezas. Es la previa al ‘Manifiesto delirista’ y a la festividad exuberante de ‘Fantástico’ mezclada con el ‘Lobo hombre en París’ (“Lobo hombre en Madrid”, en este caso), que se quedan resonando entre las voces del público cuando los músicos desaparecen de su vista.

 

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“La pantalla nos devuelve un reflejo sorprendentemente bonito: es Joan Manuel Serrat recitando los versos finales, como en el disco, con una clase y una belleza acongojante”

 

El verdadero truco final lo sostienen los últimos compases. Primero, ‘Incendios de nieve’, esa historia tan visual, tan coreable, tan perfecta para aupar con metales. Después, el momento más impresionante de la noche. “A veces las palabras consiguen crear puentes entre las personas”, advierte Balmes, y empuña la guitarra para atacar con ‘El poeta Halley’, ese canto a la creación que dio sentido al título de su último disco, reincidiendo esas reflexiones solitarias que Love of Lesbian saben convertir en celebraciones universales. Y ahí, cuando parece que la canción va a morir, la pantalla nos devuelve un reflejo sorprendentemente bonito: es Joan Manuel Serrat recitando los versos finales, como en el disco, con una clase y una belleza acongojante. Los guitarristas dan la espalda a las gradas para mirarle, y los ojos de Balmes sonríen tanto, tanto, que se adivina su emoción tras reconocer cada palabra que escribió en la voz del poeta. Algo ha pasado, y para explicarlo no bastan las palabras, pero de ellas se desprende lo que han sentido. “El más emocionante de nuestras vidas”, asegura Balmes, y los ojos del batería transmiten lo mismo. Los aplausos parecen no acabar nunca, y ellos no tienen muchas ganas de que ocurra, pero es el momento de despedirse por un tiempo con la última, que es ‘Planeador’. Seguramente la canten y toquen más desde la emoción que ninguna otra, celebrando la despedida sin llegar a aterrizar después del vuelo. Piden que alguien les salve siendo conscientes de que ya les han salvado, pero aún sacan fuerzas para un último mensaje: “Da igual de dónde seáis hoy, esperamos que los problemas hayan quedado muy lejos de aquí hoy (…). Si en este concierto mediante la risa o el llanto, hemos conseguido por un momento que ese pequeño Halley haya despertado y diga: “Maldita sea, estaba vivo”, este, nuestro trabajo es el mejor del mundo”.

Con los nervios todavía flotando, la banda se despide del público, pero el vocalista baja antes a las primeras filas, tal vez para sentir de nuevo sus pies en el suelo. El palacio se vacía y Balmes, cruzando el escenario, lanza los repertorios que han estado usando al público. Páginas llenas de canciones vuelan por última vez el cielo del Wizink Center.

 

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Repertorio del Wizink:
1. Cuando no me ves
2. Bajo el volcán
3. Allí donde solíamos gritar
4. Nadie por las calles
5. La niña imantada
6. Maniobras de escapismo
7. Contraespionaje (con Coque Malla)
8. Los seres únicos
9. Los males pasajeros
10. 1999 (guiño a Por qué te vas)
11. Belice
12. I.M.T. (Incapacidad moral transitoria)
13. El yin y el yen
14. Algunas plantas
15. Me amo
16. Club de fans de John Boy

BIS:
17. Segundo asalto
18. Oniria e insomnia
19. Psiconautas
20. Manifiesto delirista
21. Los toros en la Wii (Fantástico)

SEGUNDO BIS:
22. Incendios de nieve
23. El poeta Halley
24. Planeador

 

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