Lou Doillon: La belleza de lo propio convertido en común

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“Escribí las canciones para quedarme a gusto cuando pensaba en mis cosas, no pensaba que podía afectar a alguien. Y creo que ahí está la belleza de la música: algo propio que acaba por convertirse en algo común”

 

La hija del realizador Jacques Doillon y la cantante Jane Birkin creció roedada de arte, pero tardó en concebir la música como algo “libre y salvaje”. Cuando lo hizo, la adoptó como su forma de expresión. Tras publicar su segundo trabajo el pasado octubre, habla con ella Wilma Lorenzo.

 

 

Texto: WILMA LORENZO.
Fotos: MATHIEU ZAZZO.

 

 

Lou Doillon (1982, Francia) es el espíritu de la bohemia: una amante de la vida y su expresión en el arte. Hija de la actriz y modelo Jane Birkin y el realizador Jacques Doillon, la música y el cine formaron parte de su rutina desde niña, y atípica como su familia, terminó por desarrollarse su sensibilidad. Modelo y actriz, desde muy joven se vio inmersa en ambientes poco tenían que ver con ella y su ritmo de vida, hasta que el encuentro casual con una guitarra convirtió los poemas de su diario en letras de canciones. La suma de estas se materializó en un primer álbum, “Places” (2012), y el pasado octubre llegó la continuación: “Lay low” (2015). La huida de la perfección y de la dulzura en pro de la crudeza e incluso de la violenta forma de expresar emociones. La confirmación de que la chica se convirtió en mujer y que la mujer es si cabe más interesante.

 

No puedo comenzar esta entrevista sin preguntarte por los atentados que tuvieron lugar en la sala Bataclan de París. ¿Cómo te sientes como francesa y como artista?
Me siento dolida y en shock. Una curiosa mezcla de muchos sentimientos. Es mi generación la que ha sido atacada, son amigos de amigos los que han sido asesinados. He tenido la suerte de no tener a ningún ser querido entre los fallecidos, pero ha sido suerte porque podría no haber sido así. Todos mis amigos tenían a alguien en la sala esa noche. Es una grandísima decepción para la humanidad. Es algo que no puedes entender y que realmente no quieres entender. Siempre me ha horrorizado aquello que va en contra de la vida. La vida es algo maravilloso. Todo lo que hay que hacer es comer, beber, escuchar música, compartir, amar… eso es la base de la vida en cualquier parte del mundo, por lo tanto ir en contra de la vida es algo muy difícil de comprender. Lo bueno es que Francia es un país que siempre pelea por defender su razón. Todos los países europeos están acostumbrados a la violencia. Esta es una nueva forma de violencia, pero la violencia siempre ha estado a nuestro alrededor de un modo u otro, desgraciadamente.

 

Es la primera vez que el mundo de la música recibe un ataque tan directo, ante el que ya se ha comenzando a reaccionar.
Ahora más que nunca es importante reaccionar. La música es una forma de expresión y como tal puede ser una forma de expresión de rebeldía. Nunca pensé que sería así. Yo siempre entendí la música como una celebración de la vida y no creo que quiera verlo como un acto de rebeldía. Por supuesto, estoy de vuelta sobre el escenario, y por supuesto la gente quiere seguir escuchando música en directo, incluso más que nunca. La vida va a seguir. Debe hacerlo. Esa es la mejor reacción que podemos llevar a cabo los músicos y amantes de la música.

 

Continuar y no ceder al miedo. Duele pensar en la cancelación de algunas giras en Europa.
Sí… También es una cuestión del tiempo que cada uno tarda en reaccionar. Nosotros cancelamos un concierto porque nuestro tour manager es el dueño de Bataclan. No sabíamos si estaba vivo o no, ni si estaba bien o no subir al escenario. Porque estar sobre el escenario es en un sentido celebrar algo, y es indecente celebrar algo en ese momento en el que lo que te apetece es llorar esas pérdidas. Ahora que ha pasado algo de tiempo creo que es importante seguir. Y por eso amo a los franceses y su capacidad de remontar. Recuerdo que después de “Charlie Hebdo” muchos amigos míos americanos me preguntaban que si me estaba quedando en casa. Y no, estábamos todos en la calle. Me gusta esa forma de afrontar los problemas.

 

Hablando del tema que nos ocupa, “Lay low” vio la luz el pasado 8 de octubre e inmediatamente has comenzado a presentarlo en directo. ¿Qué tal está siendo la respuesta del público?
Muy buena. Estoy muy contenta porque ha sido muy bien recibido y es muy emocionante poder estar en el escenario con las nuevas canciones desde el primer momento. Normalmente, cuando publicas un disco al principio te guías por las críticas en prensa, pero en este caso estamos teniendo la reacción directa de la gente en los conciertos. Y eso es maravilloso.

 

Podemos definirte como actriz, modelo, pintora, compositora e intérprete. ¿Crees que un artista es alguien que expresa sentimientos a través de diferentes medios o alguien que encuentra un medio como forma de expresión?
Creo que pueden ser ambas. Para mí es muy complicado pensar en un solo medio, pero es posible, por supuesto, y muchos artistas a los que adoro son así. Sin embargo, para mí la expresión es inseparable de la curiosidad. Y la curiosidad te lleva a experimentar. Pueden ser medios que te son cercanos, como un artista plástico puede pintar un lienzo, una pared, una mesa, una silla o un plato; pero también te puede llevar a probar algo diferente. Ahí tienes a Gauguin. La creación trabaja con la imaginación y tener reglas en la imaginación es algo muy extraño. Por ejemplo, me gusta cómo escribe Víctor Hugo, pero también me gustan sus dibujos, incluso más de cómo escribe… o cómo diseñó su propia casa en París. Puede ser el modo en que escribes, el modo en que te vistes, el modo en que decoras tu habitación. Todo eso es una necesidad de expresión que cada uno tiene y refleja de diferentes maneras. Me gustan las personas que tienen un universo, un mundo propio que extrapolan a todo en su vida. Y eso es ser artista. Todo son formas de expresión, por eso entiendo que un artista tiene necesidad expresiva y la desarrolla.

 

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¿Y cuándo te encontraste tú con la música en ese sentido?
Muy muy tarde. La música siempre fue mi obsesión, pero como público. Soy una fanática de la música desde que nací y mis primeros recuerdos aparecen vinculados a ella. Recuerdo más de mi infancia en relación con momentos musicales que con películas, por ejemplo. Era lo que me hacía emocionarme, divertirme, me hacía compañía… Sin embargo, los ejemplos que tenía cerca de mí de profesionales de la música eran personas muy rigurosas con su profesión y no me hacían ver que eso fuera divertido. Mi madre (Jane Birkin) era muy rigurosa y se preocupaba mucho por cómo se veía en el escenario, por complacer al público y que todo saliera perfecto. Eso funcionó como advertencia para mí y no fue hasta la adolescencia cuando me descubrí rodeada de bandas punk de amigos; y me di cuenta de que la música podía ser algo completamente diferente: libre, salvaje… Que podía ser como yo la veía, que no era necesario sentir ese miedo y necesidad de perfección, que la música puede ser lo contrario a la búsqueda de perfección.

 

¿Cómo fue tu primer contacto con la composición?
Empecé a enamorarme de músicos. Fue gracias a cantantes y guitarristas egoístas y ególatras que nunca estaban ahí, pero se dejaban su guitarra. Y yo la cogía y tenía mi pequeña venganza con su instrumento. Un día alguien me vino diciendo: “Estás haciendo música”, algo que yo por supuesto negué. Yo solo cogía la guitarra del chico del que estaba enamorada, lloraba y escribía una canción para él con su guitarra, eso no me hacía músico. Hasta que alguien me convenció y grabé mi primer álbum.

 

Así llegó “Places”.
Sí. El proceso de escribir canciones es algo que está en mí desde hace siete u ocho años. No es hace mucho pero sí lo suficiente. Cuando miré mi diario al comenzar a componer me di cuenta de que escribía poemas desde que era una adolescente. Poemas y rimas que eran muy malos como poemas y como rimas, pero que sí funcionaban como letras. Cuando me di cuenta de eso fue gratificante descubrir que en el fondo ya había escrito letras antes de hacerlo conscientemente, solo que no sabía que eran letras y pensaba que eran poesía. Escribía poemas con el objetivo de que fueran leídos en alto, siempre me sentí interesada por ello, por esa necesidad de comunicar. Esa necesidad de comunicar y cómo estaban elaborados esos poemas hicieron que me diera cuenta de que estaba escribiendo letras de canciones.

 

¿Cuándo encontraste un concepto y un conjunto de canciones que funcionaran como álbum?
Etienne Daho, el productor de mi primer disco, tuvo un flash con mis canciones y pensó que funcionarían juntas en un álbum. Yo no pensaba que fuera así, pero cuando vi que los músicos a los que llamó para grabar estaban motivados con las canciones, aprendiéndolas y amándolas, empecé a creer en la posibilidad de un disco. Pero eso tardó en ocurrir. Para mí era todo muy extraño, pensaba que era una broma, y cuando hicimos el álbum quise que fuera muy rápido porque no me sentía cómoda dedicándole más tiempo. Pensaba que estaba siendo una pérdida de tiempo para todos, ni siquiera creía que fuera a ser publicado. Fue una sorpresa cuando empezó a funcionar, muy bonito. Ver que forma parte de la vida de otras personas es un sentimiento muy especial que hasta entonces no había experimentado. Aún me parece una locura la relación que algunas personas tienen con mis canciones. Solo las escribí para quedarme a gusto cuando pensaba en mis cosas, no pensaba que podía afectar a alguien. Y creo que ahí está la belleza de la música: algo propio que acaba por convertirse en algo común. Desde entonces me siento como una niña caminando en la oscuridad, no sé dónde voy, pero me gusta ir. En cierto sentido me siento orgullosa de eso. Veo muchas películas, discos, exposiciones… que son muy pensadas e intelectuales, y a veces siento que demasiada intelectualidad va en contra de algo que en el arte tiene que ver más con sentimientos y reacciones, más sensación que reflexión. Así que estoy orgullosa de “Places” porque no hay reflexión tras él, ninguna. Es honesto. Y “Lay low” sigue esa senda.

 

¿Cómo has evitado que sea más reflexivo? Parece inevitable que un segundo álbum lo sea, y es imposible no pensar que tus canciones formarán parte de la vida de otras personas.
Es cierto, pero afortunadamente no puedes saber qué puede ser o no interesante. No puedo pensar cómo el público va a recibirlo, porque eso no va ayudar, del mismo modo que no puedo intentar contentar a la gente, porque no sé qué quiere escuchar el público en un futuro. Y no puedo hacer “Places II” porque eso sería una decepción para todos. Para dar un paso más lo único que podía hacer era ponerme a mí misma en peligro una vez más. Me puse a escribir de nuevo hasta tener unas veinticinco canciones, sabiendo que algunas eran más extrañas que otras, pero sin hacer yo la selección. Quería colaborar con alguien que lo hiciera por mí, que opinara sobre lo que yo había hecho de la manera más objetiva posible. Me llevó mucho tiempo decidir con quién sería interesante realizar esa colaboración. Trabajé con un par de personas que eran muy dulces, muy divinas y con las que iba a ser muy fácil trabajar y llegar a un resultado bonito, pero me di cuenta de que no podía ser así, tenía que ser más complicado. No quería algo bonito, quería algo más violento.

 

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Y esa persona fue Taylor Kirk de Timber Timbre.
Así es. Cuando empecé a hablar con Taylor me di cuenta de que él iba a ser alguien muy complicado, duro y que nunca me iba a poner nada fácil, no me iba a hacer ningún regalo o concesión. La música es muy importante para mí y por ese motivo no quería alguien complaciente que me dijera lo que quiero oír, cogiera el cheque y se marchara. Taylor es una persona a la que no puedes comprar, no está por el dinero o por la fama, está porque ama la música y si no le gusta algo de lo que hago me lo dice sin tapujos. Me gustó eso, es respetable. La verdadera definición de respeto es esa. Si alguien me respeta me dirá lo que hago bien, pero también me dirá lo que hago mal.

 

¿Qué tipo de críticas recibiste por su parte?
Pues imagínate que estás con un estado de ánimo determinado, tocando tu canción muy sentida, que suena perfecta para ti y representa exactamente lo que sientes. Y llega Taylor y te dice: “Qué horror esto que estás haciendo”.

 

Hay que ser muy fuerte para aguantarlo.
Me he sentido rota y destruida por dentro por alguno de sus comentarios, muchas veces aquellos comentarios que decía en voz alta coincidían con los que una vocecilla decía en mi interior. Resulta muy difícil hacer caso a esa voz interior que te dice que estás haciendo algo mal y necesitas a alguien que desde fuera te diga lo que tú ya sabes. Y tocar una canción dulce, tierna y ver a Taylor decir: “Puaj, esto es jodidamente dulce”, te lleva a decir: “Vale, tiene razón”. En el fondo yo lo sabía, pero no quería saberlo. De todas formas, no siempre he hecho caso a Taylor, por supuesto. Es mi disco y si quiero una guitarra que suene preciosa y a Taylor no le gusta me da igual, se queda porque es mi álbum. Pero fue bonito trabajar así, en constante lucha amorosa.

 

 

Diría que “Places” es el álbum de una chica y “Lay low” el álbum de una mujer.
Me gusta verlo así, la verdad.

 

¿No crees que en la música hay más espacio para chicas que para mujeres? Con todo lo que ello conlleva.
Sí, estoy de acuerdo. Y por eso estoy muy orgullosa de haber encontrado que la música, a diferencia de otros trabajos, es uno de esos lugares en los que la mujer no tiene por qué seducir como una chica. Siempre he pensado en mujeres fascinantes como Blondie, que podía sugerir sexualidad sin intentar seducir, lo que multiplica el efecto. Ella era muy sexy, preciosa y no tenía que parecer accesible. No se trata de eso, eso es vergonzoso. Cuando piensas en Billie Holiday o Nina Simone no piensas en chicas, piensas en mujeres. Mujeres muy muy fuertes cantando canciones duras. Y hablar de mujer supone hablar de edad, pero en el buen sentido. Parece que estamos en un mundo en el que solo hay lugar para chicas. Está bien ser una mujer, envejecer y ser madre. Creo que es importante defender esto, porque estamos asustadas y no deberíamos estarlo, deberíamos encontrar la manera de entender lo poderosas que nos hace ser mujer. Soy hija, hermana, madre… soy parte del mundo y me encanta serlo. Mis canciones tienen que ir con eso que yo soy.

 

¿Qué crees que supone envejecer?
Perder inocencia, pero a la vez ganas algo. Yo tengo más amor que antes. Entiendo más, conecto más con el mundo porque ves todo con otros ojos. Tengo un hijo adolescente del que aprendo cada día, he perdido a seres queridos… La vida es un ciclo y eso nos hace más interesantes. No hay que intentar parecer menos interesante.

 

A pesar de la vorágine que es tu vida, escoges “Lay low” como título para agrupar tus nuevas canciones. ¿Por qué?
Es una mezcla de ideas. La primera el humor, claro. Pienso que en un mundo en el que todo es muy rápido hay que tener tiempo. Tiempo para encontrar música en mi vida y para escribir. Por eso defiendo lo útil que es procrastinar. La gente se siente decepcionada conmigo porque no voy a fiestas ni salgo siete días a la semana. Me gusta quedarme en casa, leer, ver películas… Me gusta saber que la música me lo permite. Otros trabajos me han obligado a estar ahí siempre. En la carrera de la seducción, la carrera de quedar bien con los demás, la carrera de ser agradable… cosas que eran muy intensas, como actuar o ser modelo. Tienes que creer que tú eres alguien, tienes que pensar que estás en el top, que eres una ganadora. Vivir preparada para la competición. Eso no tiene nada que ver conmigo y la música me está aportando el “take it easy”. Es la paz que llevaba buscando toda mi vida. Ahora puedo pasarme todo el año mirando, aprendiendo, escuchando, cuidando a los demás, cuidando de mí misma… Y otro año actuando cada noche en una ciudad dando todo lo que pueda, y después otra vez abajo. Es todo como una montaña rusa de la que yo llevo el ritmo. Un ritmo muy lento que va arriba y abajo, pero despacio.

 

¿Y eso es algo que nunca cambiará?
Siempre asusta decir “de esta agua no beberé”, pero tengo la ventaja de haber empezado en la música muy tarde, lo que significa que nunca he estado en la competición de ser la mejor ni he perseguido eso. Espero no caer nunca en la búsqueda de la perfección, porque no me gusta la perfección. Es importante que todas las personas con las que trabaje se permitan ser seres humanos y no máquinas perfectas. La perfección resta realidad a lo que haces, y no hago música para ser perfecta, hago música para aprender cada día cómo hacer música. Ser vulnerable me hace feliz y quiero serlo siempre.

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