Los libros que destripan el mayor éxito y el mayor fracaso de Beatles

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“Estos libros son absolutamente imprescindibles para el fan de Los Beatles, aunque ya cuenten con anterioridad en casa con abundante bibliografía”

 

El huracán beatle regresa a casa por Navidad con cuatro libros nuevos sobre el cuarteto de Liverpool. Javier de Castro lee y examina los dos volúmenes monográficos publicados por Enrique Torras Bosch sobre los discos a “Beatles for sale” y “A hard day’s night”.

 

 

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“The Beatles. A Hard Day’s Night. 1964. En lo más alto de lo alto”
Enrique Torras Bosch
QUARENTENA EDICIONES

 

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“Beatles For Sale. El éxito de todos mis fracasos. La gestación del disco más incomprendido de The Beatles”
Enrique Torras Bosch
CALIFORNIA EDITORIAL

 

Texto: JAVIER DE CASTRO.

 

 

Enrique Torras es un auténtico estudioso de la obra de Los Beatles, como lo demuestran estos dos volúmenes editados en un intervalo de apenas un año. Lo suyo es meter a fondo el bisturí en la música del archi-famoso combo de Liverpool, destripando con sumo detalle todos los pormenores que generaron cada uno de los álbumes que editaron oficialmente durante la –en gran parte por su culpa– prodigiosa década de los sesenta. Los dos discos, editados en 1964 y sin prácticamente solución de continuidad, representan, sin embargo, una curiosa situación temporal en lo creativo, siendo “A hard day’s night” (tercero de la discografía) el culmen de la llamada Beatlemania, pues cierra la trilogía inicial del grupo e ilustra el momento álgido alcanzado en cuanto a éxito de ventas y máxima popularidad. En cambio, a “Beatles for sale” (cuarto de la discografía), se le considera el disco más denostado por público y crítica especializada por, entre otras razones, no contener ninguno de sus grandes clásicos y sí demasiadas versiones de compositores ajenos, sobre todo tras despachar en el anterior únicamente temas propios.

“A hard day’s night”, el primer acercamiento al cine de Lennon, McCartney, Harrison y Starr, fue la prueba irrefutable de que habían alcanzado el limbo de las grandes estrellas como Elvis, Cliff Richard y resto de grandes de ese tiempo, con lo que eso suponía a efectos de visualización del gran fenómeno social que empezaban a representar. Hasta ese momento habían sido capaces de todo: registrar por año dos álbumes, y epés, y singles a porrillo, con docenas de joyas pop de enorme fulgor, efectuar continuas y multitudinarias giras con las entradas agotadas por el Reino Unido, el resto de Europa, Estados Unidos y Canadá o por Oriente y las Antípodas, además de atender a los medios escritos, radiofónicos o televisivos de todo el mundo. Parecía que podían con todo, que su resistencia física no tenía límite y que ese arrebatador talento juvenil que les emanaba por los cuatros costados no se agotaría nunca. Eran capaces de componer en ruta o en los escasos momentos de reparador descanso que encontraban en las suites de los hoteles que frecuentaban entre concierto y concierto, ciudad y ciudad, país y país o vuelo y vuelo

 

 

La grabación de este disco, como solía pasar en esos seminales primeros tiempos siempre locos y a contra-reloj, se efectuó en unos pocos días de intenso trabajo que dieron como resultado las trece canciones (que no catorce como había sido habitual hasta entonces, cuestión ésta que no espoilearé a los potenciales lectores del libro) que conformarían el repertorio que sonaría en la banda sonora del film homónimo junto con seis piezas más, todas ellas magníficas desde todos los puntos de vista. Como muy bien y de forma tan amena nos explica Enrique Torras y esa manera suya extraordinariamente pormenorizada y sin eludir detalle interesante alguno, las jornadas de grabación fueron intensas pero la mar de bien de aprovechas desde la inicial efectuada en París, en enero, durante su estancia en la capital gala para actuar en el Olympia, donde remataron ‘Can’t buy my love’ tras dejar listas las versiones alemanas de ‘She loves you’ y ‘I want to hold your hand’. Luego, tras su primera gira por los Estados Unidos donde pusieron a sus pies al gigante norteamericano, registrarían en las pocas fechas libres que tuvieron desde finales de febrero hasta principios de junio, las doce canciones del disco además de cuatro más que irían a parar al epé “Long tall Sally’ (tres versiones de rock & roll más su original ‘I call your name’, registrado previamente por Billy J. Kramer, es viejo colega suyo de Liverpool al que cedieron gentilmente varios de sus hits).

 

 

Sin querer destripar del contenido más de la cuenta, debo afirmar que la lectura de este libro arrojará luz definitiva sobre los entresijos creativos y artísticos del disco, pues su autor nos desgrana, en sus doce capítulos y cuatro apéndices, cómo se gestó compositivamente cada una de las piezas y cómo pasaron de la libreta a la cinta de grabación para se escuchadas por millones de seguidores de los Fab Four que las celebraron a tope al igual que la película que las albergó. La descripción (basada en multitud de fuentes bibliográficas, de prensa, reportajes documentales, etc., sobre los cuales Torras demuestra un dominio absoluto) es enfermiza –adjetivo en absoluto peyorativo, todo lo contrario, refiere mi admiración por su capacidad de hilar el relato sin dejarse dato alguno en el tintero– y nos permite entender la manera de trabajar de Los Beatles junto a su productor George Martin, el auténtico quinto Beatle sin discusión alguna y que, cómo se ve percibe tan bien en las páginas del volumen, ejerció de auténtico catalizador del talento de los chicos sabiendo dejarles rienda suelta en la parte creativa, pero controlando la parte técnica y de arreglos, piezas angulares siempre, para que las maravillosas composiciones de Lennon y McCartney alcanzasen la grandiosidad sonora que sin duda tuvieron (Harrison aún no había sacado la cabeza a nivel compositivo como empezaría a hacerlo apenas un año después en “Help!” y la que podría haber sido su exigua aportación al ábum ‘You know what to do’, no acabó de cuajar como si lo hizo ‘Don’t bother me’, en “With The Beatles”, pocos meses antes).

En este libro podemos obtener, también, información suplementaria, por supuesto igualmente apasionante, sobre los instrumentos de trabajo utilizados en ese momento por los Beatles; cómo su productor y el íntimo equipo de colaboradores técnicos que lo ayudaban grababan y mezclaban todo; y, sobre ciertos pormenores del rodaje de la peli realizado de manera superpuesta al trabajo en el estudio, además de una buena recopilación fotográfica a partir de material diverso obtenido precisamente durante los meses que abarcan todo lo expuesto.

 

Un disco urgente
Ya hemos dicho antes que la dupla que forman “A hard day’s night” y “Beatles for sale”, publicados ambos en ese triunfal 1964, marca quizás el momento cumbre de la Beatlemania ejemplarizado por el primero, discazo lleno de alegría pop y buenísimo rollo y quizás, aunque parezca una contradicción, el de menor valor creativo, en el caso del segundo. A las explicaciones aducidas antes como razón –teórica– de ser “Beatles for sale” ese disco urgente y sin corazón pero necesario por las ambiciosas expectativas comerciales a la par que rigores contractuales de su discográfica: ninguna canción memorable propia y el relleno con canciones ajenas de repertorio de sus tiempos de banda skiffle o los de sus formativas estancias en Hambargo, debería añadirse otra, quizás, de mayor peso específico: simple y llanamente el cansancio físico y mental que les había acarreado casi tres años de trabajo casi ininterrumpido, tan exigente como asfixiante, y que cómo no podía ser de otro modo acabaría pasándoles factura. Cualquier buen fan de la banda podría defender, no sin razón –sobre gustos no hay nada escrito, y en cuestiones artísticas, mucho menos– que temas como ‘Eigh days a week’, ‘I’m a loser’, ‘Ill follow the sun’ o ‘Baby’s in black’ son tan buenos o mejores que ‘And I love her’, ‘Any time at all’, ‘Tell me why’ o ‘I’m happy just to dance with you’, por poner sobre la mesa canciones que, en valoración general, quizás no son de las mejores o, al menos, de las más conocidas por el gran público. La diferencia es que las cuatro últimas citadas se incluyeron en la banda sonora de la película que tanto éxito obtuvo, conformando una colección de composiciones originales sin objeción alguna, mientras las otras cuatro, también propias, pero editadas junto a media docena de piezas ajenas y en un contexto de edición discográfica de máxima urgencia no sonaron apenas en radio ni obtuvieron un tratamiento publicitario suplementario. Además ninguna de las dos canciones escogidas para el single editado en ese momento ‘I feel fine’ / ‘She’s a woman’ fueron incluidas en el álbum a diferencia de ‘A hard day’s night’ y ‘Cant’ buy my love’ y sus caras B respectivas ‘You can’t do that’ ‘things we say today’, que si fueron lanzadas indistintamente en el álbum y en sendos sencillos.

 

 

La lectura del estudio que Torras dedica al cuarto álbum oficial del cuarteto, sirve para desmitificar alguna de las “maldiciones” que pesan sobre “Beatles for sale” y ponerlo de nuevo en valor; el gran valor musical que sin duda contiene. Como en el caso del libro dedicado a “Hard day’s night”, el análisis de su autor es impecable por que no se deja nada por contar. Establece la cronología de grabación, los pormenores de la misma, qué canciones grabaron y cómo lo hicieron. Todo ello perfectamente ubicado en el contexto de trabajo siempre frenético que los Beatles tenían en ese tiempo y que se refleja en las caras, nada risueñas, que les retrató Robert Freeman en su legendaria fotografía para la cubierta del disco. Algunos dicen que esa falta de jovialidad en los rostros son la huella del cansancio acumulado por tanto trabajo en tan poco tiempo, aunque –si me lo permiten– yo añadiría una razón más trivial y mundana que el propio fotógrafo me reveló en un encuentro de varios días y hospedaje en mi casa, que dio –bendita suerte la mía– para bastantes charlas y complicidad entre los dos: las fotos se hicieron en un parque londinense al final de la tarde de un otoñal día de octubre de frío inmenso y todos tiritando literalmente, que no podía aplazarse porque el disco debía entrar en máquinas pues estaba previsto lanzarse menos de un mes después.

Cansados o no, los cuatro volvieron a juntar catorce nuevas canciones cuya escucha suena fresca aún pese a que todavía no han entrado en la fase de máxima experimentación que se iniciaría en “Help!” (1965) y que culminarían con la trilogía mágica que conforman “Rubber soul” (1965), “Revolver” (1966) y “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band” (1967) donde su pasión por buscar nuevos sonidos, alentada por un George Martin que se lo pasaba pipa trabajando con sus cuatro discípulos, alcanzaría las cotas de grandiosidad que todos conocemos y que serían parte de la causa para que decidiesen abandonar las actuaciones en directo para siempre. Esas canciones propias y las prestadas mantienen la fórmula artística de sus dos primeros discos que tan bien funcionaron a nivel de ventas y aunque la gente ha querido interpretar en ellas –quizás no les falte cierta razón– algo de tristeza temática y, por qué no también, alguna pincelada de reivindicación personal que, también se afirma, estallaría en la canción ‘Help!’ a través de las cual Lennon pedía ayuda tras afirmar que era “un perdedor”. Los formatos americanos de las canciones del For Sale lanzados por Capitol en los long play titulados “Beatles’65” y “Beatles VI”, si que contaron con diversos sencillos que estirasen de ellos cosa que logró que las ventas como sus antecesores fuesen mayúsculas.

 

 

Nada más. Queda claro que estos libros son absolutamente imprescindibles para el fan “todo coleccionista” de Los Beatles, aunque ya cuenten con anterioridad en casa con abundante y variada bibliografía y, entre ella, obras tan reconocidas como las de Marc Levison, Ian McDonald, Geoff Emerick o el ya citado George Martin, que también hablan de las grabaciones de los Beatles. Eso sí, esta es la gran aportación de los libros que acabamos de comentar y que desde ya recomendamos, pues ninguno de los de los autores anglosajones más especialistas que acabamos de citar, dedica de forma específica y concreta 168 o 192 páginas al tercer y cuarto álbum del grupo, como si lo hace Torras Bosch. También disfrutarán de él músicos en general, fans recientes o, incluso, gente menos introducida en el mundo Beatle pero igualmente prendada del fenómeno que los cuatro melenudos británicos llevan protagonizando desde hace más de medio siglo.

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