“Los cinco y yo”, de Antonio Orejudo

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LIBROS

“Muchas cosas, pues, es la novela; pero sobre todo un estudio íntimo de la intrahistoria de los años 60, de él mismo, y en este plano es donde se desata la tensión”

 

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Antonio Orejudo
“Los cinco y yo”
TUSQUETS

 

Texto: CÉSAR PRIETO. 

 

El que presentamos es un libro extraño y es muchos libros a la vez. Desligado de su labor como novelista, Antonio Orejudo mezcla ensayo económico, memorias, apuntes sociológicos –el simbolismo del agua en los años 70– para llegar a una conclusión que después de inmediato fracturará para ofrecer un nuevo rosario de digresiones. Así  habla de la autarquía española de los 40, del baby boom, de la inmigración y lo encadena todo hasta hacer un recuento de los alumnos que conformaban su clase, como un documental que tras una visión panorámica se centrara en el primer plano. Anuda todo este entramado a la resolución: los libros de los Cinco son la única seña generacional de los nacidos en los 60.

Sin centro, sin eje, pasa a primer plano la primera persona, suelta, sin trabas, autoconmiserativa y airada; similar a la del amigo del narrador, el también novelista Rafael Reig, de quien se inventa una obra, “After five” que, desplazando a todo lo demás, se dedica a comentar en el último tercio del texto. “After five” parece ser un relato que enfoca qué fue de los cuatro niños que protagonizaron la conocida serie: periodistas de éxito, notables farmacéuticos de laboratorio, punkies reeducadas… Se erige así en una historia de la última aventura que perpetraron, también con islas y pasadizos.

En la parte central, digresiones continúas. Todas vienen al caso; algunas cercanas al asunto –un análisis de las dos parejas de padres– y otras más volátiles –la guerra de las Malvinas, las revistas eróticas, la administración doméstica–, pero todas vienen al caso porque el discurso aquí es sobre la propia palabra y no sobre una ficción narrativa que el autor finge no tolerar como género.

Muchas cosas, pues, es la novela; pero sobre todo un estudio íntimo de la intrahistoria de los años 60, de él mismo, y en este plano es donde se desata la tensión, puesto que el análisis académico de los libros de los Cinco los deja en muy mal lugar, pero la emoción que suscitan a los doce años es primigenia, reptiliana. La digresión aquí es entre el canon y el placer, que parece atenazar a una generación que parece fundamentalmente inocua, pero que el autor se encarga de precisar que tiene una visión de la vida –entrelíneas, con ironía, con orgullo– más lúcida que la de sus generaciones vecinas. Posiblemente por ello, el autor toma como excusa a Los Cinco para desplegar su clarividencia sobre la realidad actual en su apuesta: el placer de hablar y no de narrar.

Anterior crítica de libros: “La historia secreta de Twin Peaks. Una novela”, de Mark Frost.

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