Los 10 discos heavys que tienes que escuchar aunque no te guste el heavy

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Los 10 discos heavys que tienes que escuchar aunque no te guste el heavy

¿No te gusta el heavy? ¿Lo ignoras todo sobre él? Vale, perfecto. Pero piensa que el género metálico ha dejado obras que deberían ser conocidas por cualquier buen aficionado al rock. Aquí van diez esenciales, diez discos que debes escuchar si lo tuyo es el rock aunque no seas heavy.

 

Texto: JUANJO ORDÁS.

 

Es normal que cuando un género musical crece dé lugar a subgéneros, e incluso que de esos mismos subgéneros se deriven otros. El camino es sencillo: del rock and roll al rock duro y del rock duro al heavy metal. La grandilocuencia de Deep Purple, la dureza de Black Sabbath y la apertura de miras de Led Zeppelin crearon un espacio en el que ninguna de las tres bandas encajaría aunque fueran esenciales a la hora de preparar la vereda para el heavy  metal: Distorsión, fuerza percusiva, guitarras afiladas y componente épico. Elementos que en manos de grupos de limitadas pretensiones artísticas se tornaron en tópicos que poco bien hicieron al género como tal. Esa  predisposición al tópico haría que el heavy metal gozara de poca credibilidad a nivel intelectual, algo que no ha impedido que los grupos y artistas de mayor calidad se hayan hecho con un lugar en el podio de la música popular.

Olvidad clichés y aceptad una invitación para recorrer los diez discos fundamentales del heavy metal.

 

RAINBOW
Ritchie Blackmore’s Rainbow
(Polydor, 1975)

Cuando Ritchie Blackmore abandonó los funkies y negroides Deep Purple de David Coverdale y Glenn Hughes debía tener claro que lo que deseaba era dar rienda suelta a su épica. Se hizo con los servicios de la potente voz de Ronnie James Dio y comenzó a dar vida a lo que podríamos considerar proto heavy metal como tal: Épica y voces ostentosas. Rainbow combinaron en su disco de debut un discurso romántico-medieval con la fuerza del rock setentero, sonido completamente orgánico y con cierto aire de improvisación que tanto gusta a Blackmore.

 

JUDAS PRIEST
British steel
(Columbia, 1980)

Junto a Iron Maiden la banda más conocida dentro del subgénero metálico y definidores por excelencia. British steel es un trabajo que presenta un sonido de rock metálico, de guitarras cortantes pero de sonido setentero, lo cual hace de él un disco muy interesante de escuchar gracias a esa mezcla de dureza y clasicismo sónico –incluso apenas hay voces agudas–. La fantasía de temas redondos como “Metal gods” (¡robots sometiendo a la humanidad! ¡Claro que sí!) o “Grinder” (¡un monstruo hambriento!) comparten espacio con la temática social de “Breaking the law” (¿no hay trabajo?, pues a romper la ley) y repelentes himnos a hermandad como “United” (el único tema desechable). Lo mejor junto a la citada “Metal gods” son los latigazos de “Rapid fire” (¡casi punk metal!) y el himno rockero “Livin’ after midnight”.

 

OZZY OSBOURNE
Blizzard of Ozz
(CBS, 1980)

Una vez separados, ni Black Sabbath ni Ozzy Osbourne hicieron ascos al sonido heavy que habían ayudado a crear y ahora les era devuelto mediante la visión de los músicos que ellos mismos influyeron. Osbourne fichó al virtuoso guitarrista Randy Rhoads y editó un trabajo en el que por primera vez la luz se abría paso entre tinieblas mediante canciones de estribillos radiantes (“Crazy train”, “Goodbye to romance”), tornándose la oscuridad de los temas más tétricos en canciones fácilmente digeribles (“Mr. Crowley”). Las acrobacias a las seis cuerdas de Rhoads le situaban como un digno heredero de Eddie Van Halen, aunque el músico fallecería poco tiempo después, tras estrellarse la avioneta en la que viajaba, sin tiempo para alcanzar su potencial.

 

BLACK SABBATH
Heaven and hell
(Warner/WEA, 1980)

Efectivamente, tras la separación de Ozzy Osbourne, Black Sabbath ficharon a Ronnie James Dio como vocalista (el cantante acababa de abandonar Rainbow) y metalizaron su propuesta hasta el punto de caer en el género que ellos mismos inventaron en parte. El romanticismo gótico de Dio encaja en canciones más concisas respecto a la etapa clásica de la banda, dando lugar a composiciones más lineales que olvidan para siempre las largas instrumentaciones, reduciendo el minutaje considerablemente y llegando a un público adolescente que desea temas directos.  “Neon knights” crea escuela en lo que se refiere a veloces operturas y “Heaven and hell” demuestra que se puede escribir un tema largo de estructuras claras.

 

IRON MAIDEN
The number of the beast
(EMI, 1982)

El grupo bandera del heavy metal. Pese a tratarse de su disco más mítico (¡y pese a su título y portada!), The number of the beast aglutina componentes que lo apartan de los tópicos sobre el movimiento. Sí, hay voces agudas y melódicos y veloces solos, pero el bajo Steve Harris (alma mater de la banda) marca la diferencia, compartiendo protagonismo instrumental con las guitarras. Por otro lado, a nivel temático, poca fantasía y bastante variedad: Series televisivas prostitución, pena de muerte, mafia, ritos satánicos e invasiones históricas. Contiene los tres temas más esenciales del repertorio de los ingleses: “Run to the hills”, “Hallowed be thy name” y el tema título.

 

MÖTLEY CRÜE
Shout at the devil
(Elektra/Warner, 1983)

Mötley Crüe sustituyeron las esvásticas del movimiento punk del 77 por la simbología satánica para escandalizar a la Norteamérica más conservadora. Mezclando rock duro (“Looks that kill”), con glam (“Ten seconds to love”), punk (“Knock’em dead”) y matices heavy (“Red hot”), Nikki Sixx –bajista y líder– se erigió como un magnífico compositor capaz de colar estribillos pop entre guitarras flamígeras. Todo ello sin comprometer la autenticidad de una banda nacida en la calle y para la calle.

 

BON JOVI
Slippery when wet
(Polygram, 1986)

Bon Jovi no querrán oir hablar a día de hoy de heavy metal, pero los agudos coros del famoso single “Livin’ on a prayer” no engañan a nadie. Precursores del heavy pop, los de New Jersey se movieron durante años entre la influencia de su vecino Springsteen (escuchad “Wild in the streets”) y las bandas metálicas de la época como Twisted Sister. Gracias a la ayuda del compositor a sueldo Desmond Child y de la buena mano del productor Bruce Fairbairn, los muchachos de Jon Bon Jovi dieron con la fórmula comercial que les permitió dominar los estadios hasta la actualidad.

 

DEF LEPPARD
Hysteria
(Island/Mercury, 1987)

Disco en el que todo está medido, pensado y meditado. Def Leppard se asociaron con el productor Mutt Lange para parir Hysteria, un condimento de singles incontestables con coros perfectamente secuenciados y estribillos memorables. Con la radio como objetivo, los ingleses se abrían paso hacia el pop sin complejos, listos para clavar sus excelentes juegos vocales en los oídos de un mundo que conquistaron (atentos a “Animal” o el rap-rock de “Pour some sugar on me”). Hysteria abandonaba la dureza metálica de sus primeras obras para crear piezas de sonido sofisticado, que descafeinaba a Led Zeppelin, citaba a Bowie y tomaba el espíritu de The Sweet en una suave mezcla finamente metalizada. Al poco tiempo de su éxito masivo la banda perdía su carismático guitarrista Steve Clarke.

 

DANZIG
Danzig

(American Recordings, 1988)

Fue vocalista de los punks The Misfits pero su carrera en solitario tomaría derroteros más tétricos. Definir a Glenn Danzig es sencillo, solo hay que imaginar a una oscura mezcla entre  Elvis y Jim Morrison. Las canciones de Danzig (el disco de debut) son crudas, servidas mediante la clásica fórmula de cuarteto rock, sin excesivos arreglos, dando forma a un majestuoso y pétreo trabajo. Tenebroso blues rock de excelente factura (“twist of Cain”), dureza (“Mother) y simplicidad.

 

METALLICA
Black
(Elektra/WEA, 1991)

Adiós heavy, bienvenido rock duro. Metallica se olvidan de sus largos desarrollos instrumentales para crear un disco de canciones concisas y certeras. Componen por primera vez una balada clásica (“Nothing else matters”) y actualizan el sonido Black Sabbath (“Sad but true”) mientras registran un nuevo tema que añadir a la lista de grandes canciones de riffs legendarios (“Enter sandman”). Así mismo amplían público y saltan a la división de las grandes estrellas mediante ventas estratosféricas. Pocos devaneos instrumentales, solos inspirados pero comedidos y la grave voz de James Hetfield alcanzando la madurez, situando al vocalista como fantástico y emotivo interprete.

 

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