Libros: «No tan incendiario», de Marta Sanz

Autor:

«Analiza la posición de la cultura –esencialmente de la novela– a estas alturas del siglo XXI, intentando dinamitar lugares comunes»

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Marta Sanz
«No tan incendiario»
PERIFÉRICA

 

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

 

Marta Sanz, apenas al año de haber escrito la magnética “Daniela Astor y la caja negra” nos sorprende con un breviario en el que analiza la posición de la cultura –esencialmente de la novela– a estas alturas del siglo XXI. Como demanda ella misma, intenta dinamitar lugares comunes y alejarse –y de paso alejarnos– de las supersticiones y de los hechos consumados para que el lector por lo menos llegue a plantearse en qué medida es libre en sus gustos. Basculan estos pequeños ensayos, extraídos en gran parte de conferencias y de textos periodísticos, entre criterios marxistas –que en parte defiende la autora– y una sociedad de consumo, donde la cultura es un producto y por tanto se ha de adaptar al cliente y necesariamente perder sentido crítico.

Son especialmente reveladoras las palabras que dedica –siempre planeando sobre lo accesible y no sobre lo erudito– a la cultura popular. Algo que puede percibirse a la perfección en épocas pasadas pero no es posible discernir mientras se está viviendo. En todo caso, necesita como el aire esta cultura popular del lenguaje, y la autora nota que este se ha viciado, que por un lado tiende a hacerse menos radical y por el otro lado es utilizado con fines espurios, prostituyendo sus objetivos. Que cierta cadena de televisión retrógrada tenga como sintonía una canción de Paco Ibáñez supone desviar los objetivos y el valor de la letra hasta hacerlos no ínfimos sino perversos.

Al mismo tiempo, el breviario va desplegando un muestrario de la mejor novela española de los últimos años, desde una perspectiva que intenta valorar el equilibro entre el compromiso con la escritura y con la sociedad, Isaac Rosa o Belén Gopegui, entre un par de docenas, son los hitos que la autora considera representantes de ese difícil equilibrio entre superación del realismo y de la posmodernidad y la atención a la vida de calle. Textos que duelan son los que defiende, sin complacencia.

Su valoración del ensayo se corresponde con los objetivos que se propone en el suyo, volver al papel de siglos anteriores y desbaratar errores comunes y supersticiones. En el fondo, a estas alturas del siglo XXI debemos responder las mismas preguntas que se hacía Aristóteles, pero es bueno que cada generación se las vayan planteando, las respuestas van cambiando para seguir asombrosamente abiertas.

Anterior crítica de libros: “Una manada de ñus”, de Juan Bonilla.

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