Libros: “Special deluxe. Mi vida al volante”, de Neil Young

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Imprescindible para sus seguidores, deja caer ideas y pensamientos, algunos tan íntimos como su preocupación por la inevitable muerte, por el paso del tiempo”

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Neil Young
“Special deluxe. Mi vida al volante”
MALPASO

 

 

Texto: JUAN PUCHADES.

 

 

Para dar forma a un nuevo volumen de memorias (el segundo), a Neil Young se le ocurrió articular sus recuerdos alrededor de los coches. Aunque, confiesa, en un primer momento pensó que girara alrededor de perros y coches, finalmente optó por la segunda posibilidad. En realidad, más que coches deberíamos referirnos a “sus” coches. Porque Young vive una fascinación completa prácticamente desde la infancia por los coches, hasta que acabó por convertirse en un coleccionista de viejos vehículos, no necesariamente piezas cotizadas o de colección, que también, sino coches que, simplemente, le atrajeran, que le entrasen por el ojo debido a su diseño o lo que representaron. Un apasionado de las cuatro ruedas que siente un completo desinterés por estrenar coches y que encuentra placer en los usados, ya que le gusta fabular con la historia que arrastran, con las vidas vividas por sus dueños (en uno de ellos descubrió una mancha de sangre en el tapizado y le pareció tan sugerente que ahí quedó), por los kilómetros que han recorrido. Disfruta conduciéndolos y perdiéndose con ellos por carreteras secundarias, ajeno a todo y trasladándose al año de fabricación del mismo. Una suerte de viaje interior en el tiempo y sobre cuatro ruedas.

Lo de los coches, como decimos, le viene desde la infancia y su existencia ha estado definida por los coches que ha poseído y que colecciona en su rancho. Llegó a tener un buen número de ellos, hasta que las ventas de discos comenzaron a tambalearse en el nuevo siglo y debido a la reducción de ingresos tuvo que vender parte de su propiedad, llevándose por delante la cochera, que desde entonces vio reducido su tamaño, y de paso algunos de los coches. Admite que hay algo malsano en tal compulsión coleccionista y en ese comprarse un coche como premio personal, como alegría, pero prefiere no pensar demasiado en ello y dejarse llevar.

A la vez, y como sabemos, en los últimos años se ha transformado en un firme combatiente contra el calentamiento global y un detractor de los combustibles fósiles. De este modo, cuando relata algún viaje del pasado (décadas atrás), puede mencionar cuántos kilómetros recorrió, a qué precio andaba por entonces el litro de gasolina, cuánto carburante consumió y cuántos kilos de dióxido de carbono lanzó a la atmósfera. ¡Ha llegado a hacer cálculos!

Pero, en realidad, los coches son una excusa, el placentero hilo conductor con el que Young nos relata algunas de sus andanzas vitales y musicales, y en cuyas páginas, finalmente, sus perros (otra de sus debilidades) también asoman el morro. Imprescindible para sus seguidores, deja caer ideas y pensamientos, algunos tan íntimos como su preocupación por la inevitable muerte, por el paso del tiempo, que considera (como suponíamos, dada su abultada y en constante crecimiento discografía) demasiado próximo, con la de cosas que le quedan por hacer. Un Neil Young que sabe narrar, que emplea lenguaje sencillo y directo, yendo al hueso, sin andarse por las ramas, consiguiendo un libro absolutamente delicioso, rematado con las ilustraciones de la mayoría de los coches que menciona (por tanto muy útiles como apoyo a la lectura) y que se ha encargado de dibujar él mismo. Sí, también saca tiempo para dibujar, ¿este hombre cuándo duerme?

 

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Anterior crítica de libros: “Los secretos del cole”, de Eric Veillè.

 

 

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