Libros: «Ratas de Montsouris», de Léo Malet

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«Esencialmente, sus novelas se cortan por el mismo patrón: un detective mordaz en un París de turbios pasados, noches y trenes que resuenan, cadáveres en descampados y caserones, misteriosas pelirrojas, escasas estancias en la agencia Fiat Lux, amores que acaban en sangre»

Léo Malet
«Ratas de Montsouris»
LIBROS DEL ASTEROIDE


Texto: CÉSAR PRIETO.


La presencia editorial en España de Léo Malet ha topado siempre con una fortuna adversa. Sus traducciones han sido escasas, mal promocionadas y peor distribuidas. Quizás en cómic sus apariciones fueran más productivas, traspasado por Jacques Tardi fueron publicadas “Calle de la Estación, 120” y sobre todo –en la nunca bien ponderada revista “Cairo”, allá por los primeros años 80– ”Niebla en el Puente de Tolbiac”. Esta última enamoró a toda una generación que apreció tanto el sentimentalismo de la historia como el cinismo de su protagonista, el detective Nestor Burma. Y que a la vez asistió en la trama –en forma de pasado que atenaza– a la educación sentimental de Léo Malet, a la semilla de su actitud literaria.

Todo un personaje el tal Malet. Mudado de Montpellier a París en los años 20, apenas adolescente. Integrado en grupos anarquistas y falasterios. Surrealista en los 30, amigo de Breton, Magritte o Louis Aragon. Ello hace que al adoptar un género tan norteamericano como la novela negra lo convierta, quizás por primera vez, en una estética plena y deliberadamente europea. En ninguna de las clásicas del género se podría haber mencionado el “Collège de la Pataphysique”.

Libros del Asteroide tiene el buen gusto de ir editando poco a poco todas las obras de este ciclo, cada una dedicada a un distrito. Esencialmente, sus novelas se cortan por el mismo patrón: un detective mordaz en un París de turbios pasados, noches y trenes que resuenan, cadáveres en descampados y caserones, misteriosas pelirrojas, escasas estancias en la agencia Fiat Lux, amores que acaban en sangre. También, en todas, su regusto de picardía, el cruce de miradas y piernas entre Burma y Henriette, joven esposa de su cliente, echa chispas.

Es decir, lo atractivo es la creación de un clima de insolencia sensorial. Aquí la excusa es el encuentro de Burma en unos billares con un antiguo colega de la resistencia que le ofrece muchos francos en un asunto legal. Antiguos magistrados, bandas organizadas, coleccionistas de arte desfilan en una obra que evito desvelar pero que si con algo está hermanada es con la canalla y deslenguada estilística con la que el francés Boris Vian devolvió un genéro que corría el peligro de fosilizarse a la inteligencia y a la calle.

Anterior entrega de Libros: “Asesino cósmico”, de Robert Juan-Cantavella.

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