Libros: “Los secretos del cole”, de Eric Veillè

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Si algo hay de aprovechable en este volumen que nos presenta Blackie Books, es que liga irremediablemente a padres e hijos –estos hasta unos ocho años, no más– en una misma lectura, al ver o recordar la magia que puede haber en una labor tan despreciada a veces como la de los profesores”

 

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Eric Veillè
“Los secretos del cole”
BLACKIE BOOKS

 

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

 

El autor e ilustrador Éric Veillé –casi siempre escritor de lecturas infantiles, que no para niños– perfila en este septiembre de vuelta a las labores académicas una monografía sobre los aspectos oscuros del colegio, lo que ocurre cuando sus aulas están vacías, y costumbristas, lo que los niños interpretan. Más o menos en un orden cronológico, desde la invención de los profesores hasta las vacaciones y la ropa que permanece olvidada en verano, encontramos una serie de enseñanzas si no pueriles si ingeniosas, absurdas o llenas de la más febril fantasía. Como si al pequeño Nicolás le hubiera sentado mal algo.

Los dibujos basculan entre un expresionismo amable y el trazo tierno, casi todo son ojos enormes y sonrisas para pequeñas estampas que conminan a imaginar con leve optimismo. Esos niños colgados de los árboles y confundidos con ellos para escapar desde el amanecer o esa máquina para convertir las faltas de ortografía en repostería léxica, digna heredera de la mitología del profesor Franz de Copenhague, despiertan recuerdos expuestos más en pureza de ámbar que en loor de naftalina.

Mi preferido: esa cámara subterránea a la que se retiran las profesoras tras las clases y que se convierte en una animada superdiscoteca en la que rompen la noche, hasta que al amanecer esperan con paciencia a que vuelvan a abrirse las puertas que dan a la calle. Ningún niño ha visto nunca a sus docentes tras la caída del sol. Muy sospechoso.

La descripción de toda la fauna que pulula por los pasillos resulta también descacharrante, desde el inspector a la señora de la limpieza, sustitutos y bedeles proclaman en una foto de grupo peculiares características. La cocina y las excursiones también son objeto de análisis desde una mente púber, entre la lógica más aplastante y el “nonsense”.

Sí algo hay de aprovechable en este volumen que nos presenta Blackie Books, convertida en promotora con sus cuadernos de verano del lado lúdico de las actividades académicas tradicionales, es que liga irremediablemente a padres e hijos –estos hasta unos ocho años, no más– en una misma lectura, al ver o recordar la magia que puede haber en una labor tan despreciada a veces como la de los profesores. Y es necesario, les aseguro, que la sociedad tome ejemplo del libro y pulverice las aulas con este oxígeno de divertido respeto.

 

 

Anterior crítica de libros: “Rugidos de gato”, de Igor Paskual.

 

 

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