Libros: “La chica del grupo”, de Kim Gordon

Autor:

“Perfecta, detallada y triste la radiografía del instante final de Sonic Youth, una de las bandas que más han aportado a la música en los últimos años”

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Kim Gordon
“La chica del grupo”
CONTRA

 

 

Texto: FERNANDO BALLESTEROS.

 

 

Volver a ver hoy aquella actuación en Sao Paulo en 2011 es toda una experiencia. Un concierto de Sonic Youth siempre lo era, pero es que hablamos del que ponía fin a una trayectoria de más de treinta años. Ahora, tras leer «La chica del grupo» de Kim Gordon todo cobra un nuevo sentido. Allí se escenificaba también, a 8.000 kilómetros de casa, el final del matrimonio Gordon-Moore, la pareja perfecta, o eso pensamos muchos durante años y años, de la nación alternativa.

Estas memorias de Kim Gordon comienzan precisamente por el final, con ella contándonos todo lo que estaba pasando aquel día por su cabeza. Lo que le venía encima, vaya. Hoy cuando veo el epílogo de Sonic Youth en Brasil no puedo evitar ponerme en el lugar de una persona que lo estaba pasando mal viendo cómo casi todo lo que había formado su mundo en las últimas décadas se estaba viniendo abajo sin remedio. Perfecta, detallada y triste la radiografía del instante final de una de las bandas que más han aportado a la música en los últimos años.

Pero no nos dejemos engañar por el título, porque esto no es el resumen de estas tres décadas de la chica en el grupo. Es más bien la mujer, y una muy especial como Gordon, buscando y encontrando su lugar en el mundo. Buscándolo en una infancia y adolescencia de traslados familiares a la sombra de su hermano Keller, excesivo, brillante, manipulador y a la postre esquizofrénico. Cuando apenas con cincuenta páginas consumidas del libro, la autora nos cuenta cómo se refugió en el arte o más bien en su determinación de ser artista para crearse su propio espacio, también podemos llegar a la conclusión de que con estas memorias emprendió otro camino de búsqueda. Es más, da la impresión de que necesitaba soltar lastre. Y lo consigue.

Por ese motivo la ruptura con Thurston Moore está muy presente aquí, la tercera persona o «la otra mujer» como la llama elegantemente Gordon también. Eso sí: mejor no buscar anécdotas de carretera, ni el día a día de Sonic Youth, porque de eso hay poquito. Tanto que Lee Ranaldo o Steve Shelley, actores fundamentales en la historia del grupo apenas tienen protagonismo, parece –poco menos– que pasaban por allí. Sí lo tiene Kurt Cobain, al que dedica bonitas palabras de admiración y cariño que contrastan con los dardos envenenados que dispara contra Courtney Love o Billy Corgan.

Es esta una autobiografía que se disfruta pero también se sufre. No es fácil convivir a lo largo de toda la lectura con esa sensación de pérdida, la suya y la nuestra. Todo está contado con la angustia que explota en Sao Paulo y acompaña a Kim en estas páginas. No es para menos cuando habla una mujer engañada y cuyo matrimonio había terminado poco antes de la forma más convencional que se pueda imaginar: un hombre, crisis de los 50, una tercera persona… una historia muy conocida.

La segunda parte del libro sí que camina por la historia del grupo a través de algunas de las canciones más representativas de su catálogo: ‘Shaking hell’ nos sirve para viajar por sus primeros tiempos, ‘Addicted to love’ de aquel experimento Ciccone Youth es la excusa para hablar de Madonna y los tiempos del disco «Goo», el de su salto a una gran discográfica los muestra de gira con Neil Young o colaborando con el enemigo público Chuck D. También sacamos en claro que, allá por el 95, Sonic Youth quisieron cambiarse el nombre por el de Washing Machine, su álbum de aquel año, un suicidio comercial (otro más) que no permitió Geffen.

Su proyecto paralelo Free Kitten, la marca X-Girl con la que se lanzó como diseñadora o conexiones con Kim Deal o Henry Rollins también son protagonistas en esta segunda mitad, más centrada en el retrato de una escena que tanto les debe. También tiene su espacio Coco Gordon Moore, que desde el 1 de Julio de 1994 hizo que Kim tuviera que contestar en cada entrevista sobre su experiencia siendo madre en un mundo como el rock and roll.

Sobre el libro planea la sensación de que todo ha cambiado en estos treinta años y nos recuerda lo que hemos perdido también nosotros, que Kim no está sola en esto. Este es un testimonio de una época pasada que conllevaba una forma de hacer, de conseguir las cosas en el mundo de la música que ya no va a volver. Antes de Internet, ya saben. Aunque lo más incómodo que nos dejan estas más de trescientas páginas es que Sonic Youth, que eran una cosa muy seria, se tomaban a sí mismos quizá demasiado en serio. Seamos claros: sobrevuela el fantasma de que nunca hubo atisbo de sentido del humor en esa unidad que formaron Kim, Thurston, Lee y Steve.

Kim sí lo tiene. Aquí se desnuda y deja de ser la fría, enigmática y opaca chica que se situaba en el centro del escenario en esos rituales de melodía, ruido, distorsión y feedback que eran los conciertos de Sonic Youth hasta aquella noche de Sao Paulo. Ahora, rebasados los sesenta, explora su faceta más experimental en la música, triunfa como artista plástica y es una mujer que sigue pareciendo segura, muy segura. La diferencia es que ahora no es una simple percepción captada a través de una actuación o de una rutinaria entrevista promocional. Nos lo ha contado en un libro. Ella nos lo debía y nosotros aún le debemos mucho a ella.

 

 

Anterior crítica de libros: “Caos y magia. La banda que quemó un millón de libras”, de John Higgs.

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