Libros: «Kraftwerk: Yo fui un robot», de Wolfgang Flür

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«A pesar de que en este libro no hay nada de drogas, muy poco rock and roll y solo algo de sexo, sí que descubrimos mucho sobre las personalidades de cada uno de los cuatro componentes de la formación clásica de la banda»


Wolfgang Flür
«Kraftwerk: Yo fui un robot»
MILENIO

 

 

Texto: XAVIER VALIÑO.

 

 

«Kraftwerk: Yo fui un robot» pretende ser en palabras de su autor, el batería Wolfgang Flür, un volumen sobre la búsqueda de su destino más que el libro «de verdad» sobre el grupo alemán. Sin embargo, y de eso es bien consciente su responsable, son las páginas dedicadas a la banda las que realmente suscitan el interés a priori, y por eso ocupan la mayor parte de su contenido.

Como pioneros de un sonido único, electrónico y, casi se puede decir, europeo continental –sobre todo frente al dominante rock anglosajón–, Kraftwerk siguen siendo relevantes en el mundo del pop, a pesar de que su etapa más fructífera terminó hace treinta años, con «Computer world» (al que siguieron «Electric Cafe», en 1986, y «Tour de France soundtracks», en el 2003). Su imagen de seres fríos, distantes y hieráticos no dejaba hasta ahora muchos resquicios a conocer su verdadera personalidad, y de ahí el interés de este libro.

Como dice su autor, eran “humanos que hacían funcionar las máquinas, sí, pero humanos con necesidades y carencias”, a lo que habría que añadir virtudes y defectos, como todos sus congéneres, algo que estas páginas ayudan a descubrir. Ese es el principal mérito del libro de Flür (parece que hay otro en camino de Kart Bartos), quien reconoce que él y Bartos fueron “músicos invitados permanentes en el grupo de pop electrónico más intelectual e influyente de todos los tiempos”.

A pesar de que en este libro no hay nada de drogas, muy poco rock and roll y solo algo de sexo –nada explícito y únicamente en las experiencias del propio autor–, sí que descubrimos mucho sobre las personalidades de cada uno de los cuatro componentes de la formación clásica de la banda. Flür reconoce recordar más de sus experiencias en conciertos y giras, el grueso del libro, y menos sobre los detalles técnicos y de grabación, aunque, desdiciendo sus palabras, también hay bastante al respecto.

Así tenemos información de primera mano sobre el plagio de Afrika Bambaataa de dos de sus canciones, de un intento de seducción por parte del actor Helmut Berger, de los bailes que se marcó con un Ian Dury «entonado», de las propuestas de colaboración que les hicieron David Bowie y Michael Jackson… También nos enteramos de que él y su compañero Bartos ya no aparecen acreditados en las reediciones de los discos en los que participaron y sabemos, casi parece que en tiempo real y al mismo tiempo que él, gracias a su forma de contar la historia, que el tablero electrónico que él había creado fue patentado por los fundadores del grupo Ralf Hütter y Florian Scheneider en 1977.

Flür les reconoce su papel como pioneros, su creatividad, pero también deja claro que los dos líderes carecen de amabilidad y consideración con él y Bartos, convirtiéndose casi en los villanos de la obra, al tiempo que asegura que la afición de ambos al ciclismo fue lo que los separó en dos bandos. De hecho, tras la publicación del libro, Hütter y Scheneider emprendieron acciones legales contra Wolfgang Flür que tuvieron que ser resueltas en los tribunales de Hamburgo. Da la impresión de que el autor de este libro salió victorioso, por cuanto reproduce sin problema los argumentos que ambos esgrimían en su contra. Aunque la historia haya acabado así, eso no debe empañar en absoluto su obra ni, tampoco, el testimonio único –hasta el momento– que este libro recoge de un grupo y una época muy especiales.



Anterior entrega de Libros: “Diarios. 1999-2003″, de Iñaki Uriarte.

 

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