Libros: «En la orilla», de Rafael Chirbes

Autor:

«Un fresco colosal que refleja todo lo que es este país a estas alturas del siglo XXI»

Rafael Chirbes
«En la orilla»
ANAGRAMA

 

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

 

La reciente novela de Rafael Chirbes ha sido saludada por la crítica efusivamente como una obra que explota de forma magistral el realismo, que supone un soplo de aire fresco y que indaga en la contemporaneidad. Todo ello es cierto si no se toma como axioma, desde luego que el realismo está muy marcado en la temática –la cara oculta de su anterior “Crematorio”–, pero menos, en el estilo y voz de los personajes, guiadas por el contrapunto y el monólogo interior, o en los escenarios, apenas descrito más que el paisaje después de la batalla. Así que si bien uno de los marcos del texto son las novelas españolas contemporáneas de Galdós, en su presentación de fuerzas económicas cambiantes, hay –sobre todo en la técnica– muy variadas influencias. Está Delibes en las escenas de caza y de naturaleza, Baroja en las tertulias de café o Cela en los momentos de tremendismo.

La densidad y la longitud de la novela dan para muchos temas, como si el escritor valenciano hubiese querido agotar el repertorio de la crisis actual. Esteban, el dueño de una carpintería, encandilado por participar en negocios inmobiliarios, acaba perdiéndolo todo y poniendo en la calle a sus cinco empleados, así el motivo que sostiene el texto es el dinero, y su consecuencia directa: el hambre. Y como en un sistema planetario, giran alrededor la inmigración, las relaciones padre-hijo –Esteban ha de cuidar a su padre enfermo–, la familia, el sexo muchas veces descarnado, la televisión, el exilio interior o la religión. Un fresco colosal que refleja todo lo que es este país a estas alturas del siglo XXI.

Es un registro muchas veces tosco el que lleva al lector, el que resulta magnético y el único posible en los monólogos interiores; un registro que posee tanta densidad como esa laguna putrefacta con la que se inicia la novela y deviene alegoría, como un volcán que va vomitando lava lentamente; imagen simplemente de la muerte de un cierto país que ahora tiene un único problema: llenar la nevera. Queda, eso sí, incólume la figura del tío Ramón, positiva, paradigma de lo que debería haber sido este país entre tantos estragos, tanto sueño inútil.

Anterior entrega de libros: “Estaba en el aire”, de Sergio Vila-San Juan.

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