Libros: «Bajo treinta»

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«De vez en cuando es conveniente sumergirse en el océano de nuevas propuestas, quizás no salgamos alimentados, pero es seguro que saldremos con refrescante vigor»

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Varios
«Bajo treinta»
SALTO DE PÁGINA

 

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

 

Digamos que en cualquier manifestación artística es tan saludable atender a la consistencia que demuestren los autores que ya lo han dado todo, como al empuje de los que acaban de llegar. Por eso el signo de que un entramado cultural es coherente radica en la simple fórmula de no arrinconar, y por eso son necesarios discos recopilatorios con grupos de cinco ensayos en mugriento local, exposiciones con los que dan sus primeras pinceladas o libros como este “Bajo treinta” que incluye –como muestrario de lo que hay– a catorce autores menores de esta edad pero con obra ya consolidada

Tan significativa suele ser la materia de estas antologías como el prólogo, y aquí Juan Gómez Bárcena pega un lúcido repaso al estado de la cuestión. Achaca la falta de presencia pública de los nuevos narradores al juego industrial de los grandes editores, y elogia al paso a los sellos independientes. Desbroza tras ello los temas comunes –las relaciones familiares parecen vencer por goleada, aunque puede ser esto debido al gusto del compilador–, el discreto papel de la política –aka y ahora crisis– y el abandono de influencias anglosajonas para encauzar ambientes ibéricos.

El chapuzón pasa por momentos más tonificantes que otros, el más deslumbrante –creo que sin lugar a duda– es el capítulo de la novela de Jenn Díaz “Belfonte”, una novela que puede leerse como suma de relatos independientes en lo que sin duda va a ser el espacio mítico literario de principios del siglo XXI, el pueblo que da título al volumen. Algo impresionante; un reducto en el que el tiempo se mide por la cocción del arroz y en el que a la primera viuda se le prepara un marido de repuesto solo para solventar su melancolía de cocina sin destino, esa ironía suave que vibra al son de Fernández Flores o Mihura.

Tras ello, recorridos de espacios desgastados en los que no se ahonda, que se presentan de manera costumbrista; la carnicería desierta, aún con restos en el ambiente de despojos en los ganchos donde unos amigos celebran la navidad o los carromatos de un pequeño circo en el que la figura principal es un mono heroinómano. También interiores de los años sesenta en los que unos hermanos reviven como única educación una colección de VHS con la guerra del Vietnam, o en los que el abuelo honra a su nieto poco antes de morir de un infarto con el último nivel del Super Mario Bross, un juego banal que adquiere una dimensión mítica tras descubrirse un diario se su exilio.

Y por último ambientes tétricos que surgen sin que aparentemente ocurra nada, dos antiguos amigos que quedan para una mañana de playa en ‘Piedras’ o una indisposición con coros que pronuncian bulimia en ‘Romperse’ y que deriva en una dantesca descripción de un gimnasio.

En todo caso, merece la pena; en unos más que en otros, pero hay auténtica savia. Piénsenlo, de vez en cuando es conveniente sumergirse en el océano de nuevas propuestas, quizás no salgamos alimentados, pero es seguro que saldremos con refrescante vigor.

Anterior crítica de libros: “Espíritu festivo”, de Robertson Davies.

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