Libros: «Amanece, que no es poco», de José Luis Cuerda

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«Un libro que en esencia desvela el guión original de la película y se acompaña de breves pero intensos textos que harán feliz al menor los devotos»

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José Luis Cuerda
«Amanece, que no es poco»
PEPITAS DE CALABAZA

 

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

 

Los «amanecistas» de este país están de enhorabuena; esa extraña secta que valora la película de José Luis Cuerda “Amanece, que no es poco” como un hito de culto y a Luis Ciges como su profeta ya posee –después de la ruta turística por los pueblos manchegos que la acogieron– su libro. Un libro que en esencia desvela el guión original de la película y se acompaña de breves pero intensos textos que harán feliz al menor los devotos. Situemos el asunto para los neófitos, José Luis Cuerda rueda esta película en 1988 en tres localidades de su provincia de Albacete intentando encuadrar en un diseño realista, propio del cine rural, mecanismos habituales en el contorsionismo dialéctico de los hermanos Marx, los bajos fondos del naturalismo berlanguiano y el placer lúdico de Mihura. Algo que la única forma de captar es viendo la película e intentando evitar la adscripción más directa que es entenderla como un entramado surrealista. Cuerda se pasa medio prólogo –que actúa a su vez como tremenda autobiografía– avisando de que sus diálogos están bien lejos del surrealismo; y pensándolo, es cierto, lo que hace es llevar la lógica a sus últimos revolcones.

Con estos mimbres que están en su mismo espíritu –de hecho el nombre de la editorial riojana deriva de una escena de esta película– era lógico que Pepitas de Calabaza acabase editando el libro oficial, que se inicia con un jugoso relato de las picarescas andanzas de su director en su ciudad natal y en Madrid, afín al grupo de Chavarri, Méndez Leite y Martínez Lázaro, cineastas de la tercera vía y de la transición quizás hoy injustamente olvidados. También resultan extremadamente divertidos los relatos de su estancia en TVE como gestor de retrasmisiones futbolísticas y la historia de un antecedente en la pequeña pantalla del que después, emocionado, les hablaré.

La lectura del guión, salpicado por comentarios anecdóticos, revela que –como las grandes películas– las palabras son extraordinariamente aceradas, pero no funcionan sin el apoyo de imágenes, así que conviene ver la película. En tanto, y en todo caso, es buen ejercicio deleitarse con la escritura de escenas tan maravillosas como la de Teodoro en el lecho conyugal con su padre, el coro góspel que inflama la escuela rural o el suicidio del alcalde, y sobre todo con el chispeante e imaginativo uso del lenguaje que la colocaría entre las mejores obras de la generación de «La codorniz». Genial epígono.

Pero como les comentaba, hay más. Un mediometraje emitido para televisión de José Luis Cuerda –»Total»– es un claro antecedente de la película que nos ocupa. Iba a ser una serie de cinco episodios del que solo se rodo el primero –corran también a buscarlo en los sótanos de Internet, que es fascinante–, así que cuatro son rigurosamente inéditos. Pepitas de Calabaza se compromete, sine día, eso sí, a rescatarlos y editar los cinco guiones en un solo volumen. Con ello quedará un poco más cubierto el análisis de estas raras avis de la cinematografía hispana. No podemos estar más impacientes.

Anterior crítica de libros: “Estragos de una juventud sónica”, de Ignacio Julià.

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