Libros: «Al borde del camino», de Seumas O’Kelly

Autor:

«No solo es una buena recopilación de cuentos que explican cómo germina el siglo XX, es también una buena media docena de relatos fascinantes»

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Seumas O’Kelly
«Al borde del camino»
SAJALÍN

 

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

 

Pocas cosas hay en el relato vital de Seumas O’Kelly que proclamen una vida aventurera y es, quizás, el episodio de su muerte el más significativo en su biografía: siendo editor jefe del diario irlandés “Nacionality”, vinculado al Sinn Féin, irrumpió en las oficinas un pelotón de soldados ingleses y como consecuencia de la trifulca consiguiente sufrió una hemorragia cerebral. Era 1918, último año de la guerra mundial. Había estudiado con Joyce en el University Collegue de Dublín.

Todos estos datos se proyectan en una estética en la que están muy presente tanto antiguas leyendas gaélicas como el despliegue de un mundo rural atacado por factores externos y que lucha por sobrevivir sintiéndose perdido. En el primer caso, sus relatos se encuentran en la estela de Ossian, o lord Dunsany –interesarán menos al lector actual, en principio–; pero el segundo presenta trazados propios del siglo XX, esa desolación íntima que tan buen resultado ha dado a Rulfo o Carver. Eso sí, O’Kelly sitúa todas sus narraciones en la región de Connacht, la más occidental de la isla, la más afectada por la gran hambruna de mediados del siglo XIX.

Así, de los diez relatos de la antología, ‘El zapatero’ es un compendio de bellas historias de tradición oral con un trasfondo moral y político y ‘El lago gris’ recrea fuentes encantadas y pueblos sumergidos; complacerán a los devotos de la literatura maravillosa. Sin embargo, lo verdaderamente destacable de la antología son relatos como ‘Entierro al borde del camino’ o ‘Visita a domicilio’ en los que unos sacerdotes acuden en un viaje iniciático –casi dantesco en el segundo caso– a antiguas comunidades, donde se encuentran una sociedad primitiva, aparentemente abotargada, pero activa y habilidosa.

Conflictos sentimentales son los que sostienen ‘El edificio’ y ‘Las dos orillas de la laguna’, donde la ilusión y el amor en los corazones puros de los protagonistas son estragados por un mundo ajeno, las circunstancias del siglo XX, que destruye a unas amadas que deberían haber seguido el ciclo rural. Ahora bien, especialmente divertido y patente estampa de las relaciones entre la ciudad y el campo es ‘La lata con la marca del diamante’, en el que un tendero recto y serio se ve asaltado por una horda picaresca que lo enreda para engatusarlo a su paso por una aldea; es excepcional el revuelo que se establece –casi medieval– alrededor de la mirada del tendero que no entiende absolutamente nada. No solo es una buena recopilación de cuentos que explican cómo germina el siglo XX, es también una buena media docena de relatos fascinantes, perfectamente medidos, entre la pequeña felicidad y la amargura.

Anterior crítica de libros: “Música para enmarcar”, de Jaime Urrutia.

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