Las palabras de Juan Carlos Calderón

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«Pop significa popular, y entonces puede ser casi todo. Por ejemplo, las canciones que yo le escribo a Luis Miguel son pop porque se venden mucho y porque ya son populares para la gente, pero no tienen nada que ver, no sé, con Bryan Adams»

Recuperamos esta entrevista de Luis Lapuente a Juan Carlos Calderón que publicamos en abril de 2003. Por entonces, Calderón estaba lanzando un disco próximo al jazz junto a una vocalista, pero repasó algunos aspectos de su carrera.

 

 

Texto: LUIS LAPUENTE.

 

 

Compositor, pianista, arreglista y productor de enorme prestigio dentro y fuera de nuestras fronteras, Juan Carlos Calderón (Santander, 1936) es uno de los artistas con más talento y menos prejuicios de la historia de la música popular española. Capaz de codearse con Duke Ellington y Burt Bacharach, de escribir éxitos para Mocedades y Luis Miguel, de producir a Serrat y a Luis Eduardo Aute, de abandonar el primer plano de la industria hace un cuarto de siglo, para enfrentarse, de repente y con la ilusión de un principiante, a la grabación y promoción de un disco donde comparte protagonismo con una vocalista desconocida. «Riviera» es el flamante álbum de debut de la pareja Miryam & Calderón, una pequeña delicia de jazz/pop/lounge sofisticado que invita a repasar la trayectoria de este genuino superviviente de la línea de trincheras del pop.

Sabe que lo ha vivido todo en el negocio de la música, pero derrocha entusiasmo al explicar los detalles que gestaron su nuevo trabajo con Miryam Domínguez, el primero a su nombre desde «Calderón disco» (CBS, 1979). Llega puntual a la cita matutina en un hotel madrileño, pese a lo intempestivo de la hora (“las doce de la madrugada –en realidad, del mediodía–, si casi no me ha dado tiempo a desayunar”) y a esa alergia a la prensa especializada que uno presiente en las grandes figuras maltratadas por la inteligencia oficial del jazz y el rock, que difícilmente perdona los devaneos con la música ligera de quienes un día se mantuvieron fieles a la ortodoxia. Se sienta al lado de su joven alumna, ahora colaboradora (más aún, musa: “He escrito cada canción de este álbum a la medida de su voz”) y aguarda con cierto estoicismo socarrón la primera inconveniencia del plumilla.

Conmovido, me resisto a disparar inconveniencias en las que no creo y me guardo en el bolsillo la cita despectiva con que le despachan José María Benítez y Luis Miguel Carmona en la enciclopedia «Nombres de la banda sonora»: “Músico español especialista en música, más que ligera, volátil. Su estilo pachanguero y bullicioso, siempre buscando las notas facilonas y el ‘cha-cha’ continuo, le hizo ganarse numerosas antipatías entre otros colegas de profesión más serios”. Prefiero empezar preguntándole su opinión por las dos antologías de jazz/funk/easy listening hispano («Improvisto!» y «Afrodisia presenta: spanish grooves») que incluyeron sendos originales suyos en su repertorio.

¿Conocías estos discos? ¿Qué te parece la selección?
Sí, me había llegado éste [«Improvisto!»], pero no el otro. ¡Hombre!, si habéis metido ‘Resaca’. Estupendo, creo que era el mejor tema de Juan Carlos Calderón y su Taller de Música. Ahí tocaba Pedro Iturralde. Es una cosa muy bonita, en realidad no puede llamársele canción en el sentido estricto, parecía más, no sé, una descarga, una improvisación. Por cierto, nadie se ocupó de enviarme el disco. ¿Puedes hacer algo para que me llegue?

Lo intentaré. Creo que en cierta medida, tú y algunos más representabais lo más parecido al underground español.
Bueno, hay algunas cosas de la época que no están mal del todo. Lo bueno es que entonces pudimos hacer más o menos lo que nos daba la gana. Ahora todo está mucho más compartimentado, pero ¡cuidado!, con este nuevo disco he vuelto a hacer lo que me daba la gana, y ha sido todo un placer.

Por lo menos es sorprendente que vuelvas a firmar un álbum a tu nombre después de tantos años a la sombra de otros. Y que lo hagas compartiendo cartel con una cantante desconocida y muy joven.
Sí, muy joven, pero solo en edad, porque su bagaje pertenece a varias generaciones de músicos. Desde niña ha escuchado discos de todos los estilos, hasta los años cuarenta, cosas que hoy es muy difícil que conozcan los jóvenes. Es una artista muy madura para su edad.
Miryam: Soy una abuela prematura en muchos sentidos. Recuerdo que de pequeña en mi casa no había mucho dinero, así que escuchaba la radio y aprendí mucha música de ese modo. Compartíamos gustos todos los miembros de la familia: el jazz me encanta desde niña.

¿Cómo os conocisteis?
En una escuela de canto que dirijo. No, no tiene nada que ver con el Taller de Música, aquello se acabó. Es algo así como una escuela de performance.
Miryam: Más que una escuela, es un punto de encuentro. Juan Carlos reúne a un grupo de gente que él considera que tienen aptitudes para cantar, y organiza una serie de conciertos privados en los que todos aprendemos y compartimos experiencia. También se montan tertulias y debates. Es un concepto mucho más americano, más que el prototipo de escuela al uso.
Calderón: Llevo embarcado en este proyecto dos años y pico, aunque a veces pienso que lo único que hago es perder dinero. Estoy un poco cansado de hacer tantas cosas, pero me he comprometido con esto y me ilusiona porque hay gente buenísima que no conocería de otro modo. Es duro de mantener, no tenemos ningún patrocinio público ni privado. Y, claro, es absurdo esperar que gente que está empezando vaya a pagarte, así que ahora ya no me está pagando nadie. Van allí, cuando quieren, cantan y se acabó.

¿Le has puesto nombre a tu escuela? ¿Dónde está?
No, solo mi nombre, Juan Carlos Calderón. Está en el Real Musical, en Ópera.

¿Y «Riviera» es el resultado palpable de lo que hacéis allí?
Miryam: Solo en parte. La verdad es que yo me moría de ganas de cantar jazz en un escenario, en un disco o donde fuese. Y un buen día le pedí a Juan Carlos que me consiguiera un pianista a quien no le importara perder el tiempo conmigo. Entonces, para mi sorpresa, él me dijo: “Pues yo, yo mismo”. Y probamos, interpretamos clásicos del jazz, y aquello fue tomando forma poco a poco. Entonces apareció el productor, Luis Miguel Fernández, y nos animó a grabar un disco entero de jazz en castellano.
Calderón: Pero casi todos los temas son nuevos. En el próximo, igual ya metemos más versiones. Las cosas salen como salen y casi nunca sabes por qué, van rodadas sobre la marcha, parece que te empujan. Y así ha salido este disco, de manera muy poco premeditada, aglutinando canciones una detrás de otra. En ningún momento nos planteamos trabajar sobre repertorio previo, que nos habría costado cuatro o cinco meses de esfuerzo, quizás baldío. Ha sido mejor así, más natural y espontáneo.

¿Conocéis el álbum de Horacio Icasto y Paloma Berganza?
Sí, claro, aunque el suyo se orienta más hacia la chanson y el jazz más clásico. El nuestro es más liviano, aunque también podemos hacer jazz más ortodoxo si queremos, pero no era nuestra idea. A pesar de su levedad, creo que «Riviera» tiene una gran calidad. Es mucho menos convencional que la mayoría de mis discos anteriores, me gusta más. En todo caso, prefiero hacer pop en el sentido más amplio que jazz en el más estricto. El otro día nos dijeron en la radio que nuestro disco no pegaba nada en España. Nos encantó.

¿Cuál ha sido el motivo que te ha impulsado a volver a escribir tu nombre en la portada de un disco? Imagino que no será por dinero…
No, yo vivo del dinero que generan mis canciones en derechos de autor. Esto es solo por placer.

Imagino que una de las más rentables será ‘Eres tú’, la de Eurovisión de Mocedades.
¡Ah! [visiblemente hastiado], esa fue, ya no es.
Miryam: La odia, no le hables de esa canción.
Calderón: Más bien «eras tú». Esa canción ya murió.

Aparte de grabar este álbum y dirigir tu escuela de performance, ¿a qué te dedicas actualmente?
Sigo dedicándome a escribir canciones para otros y también a producir. Lo que pasa es que cada vez hago cosas más escogidas, más importantes, bueno, importantes no, digamos que son proyectos que me sirven más como un reto que como un proyecto personal..

¿Como qué?
Por ejemplo, Luis Miguel, a quien nunca termino de hacerle una puta canción porque nos pasamos el día ensayando y cuando llego por fin a casa, estoy tan cansado que no me quedan ganas de sentarme a seguir componiendo. Además, un disco tributo que estoy preparando en colaboración con la Fundación Autor, algo bastante complicado: se trata de volver a grabar algunas de mis canciones con una forma sinfónica, no sé cómo voy a terminarlo, es un trabajo ímprobo, bastante más difícil que componer una canción sin más.

¿Tiene título ya ese disco?
Imagino que al final será algo así como «Juan Carlos Calderón y sus amigos».

¿Y ya tienes claro los artistas que van a participar?
Pues todavía no, y es una locura, porque ése es precisamente el paso más difícil. Yo he hecho bastantes discos de duetos, pero no con vivos, sino con muertos: José Alfredo Jiménez, Cecilia, Nat King Cole en español, Nino Bravo… Lo más horrible, lo más complicado que hay en este negocio es conseguir grabar un dueto con quien sea, vivo o muerto. No puedes imaginarte las dificultades que plantean las discográficas…

Pero ya tendrás algún nombre en cartera para tu disco… ¿Gente del pop o del jazz?
No, no, del pop. Desde José Antonio Jiménez hasta Christian (un chaval que está empezando) hasta Plácido Domingo. Bueno, creo que la música no puede dividirse en categorías estancas como pop o jazz.

¿Qué es el pop?
Este tema es muy interesante. Pop significa popular, y entonces puede ser casi todo. Por ejemplo, las canciones que yo le escribo a Luis Miguel son pop porque se venden mucho y porque ya son populares para la gente, pero no tienen nada que ver, no sé, con Bryan Adams.

Me llama la atención que Alfonso Santisteban también me contó que tenía ganas de hacer un disco orquestal partiendo de su obra antigua.
Sí, pero yo no quiero utilizar solo mis viejos temas. Yo quiero componer. «Riviera», por ejemplo, ha salido así, solo con tres canciones conocidas. Quiero crear proyectos nuevos, por eso ahora he escrito canciones nuevas en vez de recurrir a mi repertorio. He escrito canciones que le fueran bien al disco y a Miryam, a su voz. Tanto ella como yo pensamos que son temas que encajan con los gustos de la gente, es un poco lo que antes llamaban new age, y eso se vende muchísimo.

No sé, a mí me parecen más cerca del lounge que de la new age.
Bueno, sí. Quiero decir que tanto la voz de ella como las canciones, como los arreglos, son fáciles de oír y pueden tener mucho tirón popular.

Desde luego no tiene nada que ver con aquel álbum de jazz que titulaste «Bloque».
No, claro, es otra cosa. Por cierto, «Bloque» se reeditó hace poco en cedé, pero creo que ya no está en catálogo, que lo han retirado por algún asunto de fusiones de empresas o algo así, entre EMI y Virgin. Yo pensaba que esta vez iba a durar algo más en las tiendas y regalé todos los ejemplares que tenía y ahora me he quedado sin él. Parece que está maldito. En fin, me gustaría hacerme con una copia, porque le tengo especial cariño a aquel disco. Lo grabé con Trabucchelli y con músicos españoles. Es completamente elitista y, sin embargo, me ha generado tanto dinero en concepto de derechos de autor como una canción de Mocedades, porque se ha vendido mucho a lo largo de los años. Es un álbum de catálogo que descatalogan una y otra vez.

¿Has utilizado también ahora músicos españoles?
Sí, aunque nuestra idea inicial era trabajar con una orquesta de cuerda de Bratislava. Finalmente, no pudo ser y lo grabamos todo en España, con unos músicos estupendos, aunque lo hemos mezclado en Londres. No suelo trabajar así, prefiero, siempre que puedo, grabar fuera, porque, en general, en Inglaterra o Estados Unidos hay mejores músicos y mejores técnicos.

 

[En las fotos, Juan Carlos Calderón con Tete Montoliu, Sergio Mendes y Joaquín Sabina.]

«Dejé de tocar jazz porque yo siempre he sido muy versátil y nada purista. Me gusta mucho hacer jazz, lo toqué durante doce años con los mejores músicos del mundo. Me gusta más hacer música asequible para todo el mundo. Tengo que comer»

¿Has llegado a vivir en Estados Unidos?
Durante los últimos veinte años, seis meses al año. Trabajando para artistas de allí y para Latinoamérica. Por ejemplo, ¿te acuerdas de Herb Alpert y de Sergio Mendes, de Laura Branigan? También he hecho muchas cosas para Luis Miguel, Ricky Martin y otros cantantes por el estilo… [gesto de fastidio] …¡Bah!, me aburre hablar de mi pasado, te lo juro. Lo tengo que contar tantas veces, y a horas tan intempestivas…

Hablemos del presente. ¿Ya te has instalado del todo en España?
No del todo. Ahora viajo menos, pero dentro de poco tengo que volver a Los Ángeles. Y te aseguro que voy muy jodido, porque no me gusta nada que me quiten los zapatos y todas esas chorradas que hacen en los aviones. Se han puesto muy pesados, la verdad. No me gusta nada Estados Unidos como país, pero grabar allí es otro cantar.

Y además, los músicos están más considerados. Burt Bacharach dice que vive prácticamente de los derechos de seis de sus bandas sonoras…
Bacharach no hace nada desde un montón de años. Está muy bravo, pero vive del pasado. No, lo mejor de aquella tierra es que trabajas muy tranquilo, en vez de angustiarte porque las cosas te salgan bien o mal, te relajas. Te arropa el mejor plantel de músicos del planeta y casi no tienes que preocuparte más que de pasarlo bien con tu música.

Sin embargo, tú no has tenido la misma fortuna que Bacharach con las bandas sonoras. Creo que solo hiciste unas pocas para Pedro Masó («Las adolescentes», «La miel», «La familia, bien, gracias», «El divorcio que viene»).
Se le ha criticado mucho a Masó, pero es el único director que conozco que cuida la música. En sus películas, la música se oye. A los demás no se les oye nada. También he trabajado con Angelino Fons, con Armiñán y con alguno más, y nunca he conseguido escuchar mis partituras en el cine. Recuerdo que hice una con Armiñán, protagonizada por Marisol, en la que tuve que escribir las cosas más espantosas del mundo, música rusa, jazz, flamenco, todo seguido. Se supone que Marisol era una princesa rusa que cantaba jazz y flamenco, y a continuación se marcaba unas canciones y unos bailes rusos. En fin, una auténtica locura.

¿Ya no te interesa el tema?
Es que pagan poquísimo, aunque tampoco eso es lo más importante. Tampoco se hacen buenas películas. En Estados Unidos nunca hice música para el cine, solo canciones. Además, para que me den los premios Manolo, no merece la pena. Digo Manolo, porque pobre Goya, qué habrá hecho él para que le pongan su nombre a los galardones de la Academia del Cine español. Deberían llamarse premios Manolo, coño.

Perdona que vuelva al pasado, pero he leído que en una ocasión acompañaste al piano a Los Shakers, ya sabes, aquellos que eran hijos del director Sáenz de Heredia. Parece ser que inauguraste con ellos la sala Don Daniel en Madrid.
¿Don Daniel?, sí, me acuerdo de ese club, en la calle Goya, pero nunca he tocado allí, solo fui a tomar copas. Actué mucho en el Whisky Jazz y en Bourbon St., pero nunca en Don Daniel.

Pues lo cuenta Salvador Domínguez en su libro «Bienvenido, Mr. Rock». Los Shakers y Juan Carlos Calderón al piano en una inolvidable jam session.
¿Ah, sí? Pues entonces, seguro que estuve. No sé, uno no puede acordarse de todo.

¿Por qué dejaste de tocar jazz?
Porque yo siempre he sido muy versátil y nada purista. Me gusta mucho hacer jazz, lo toqué durante doce años con los mejores músicos del mundo, que entonces pasaban por España. Grabé «Bloque», y ya está, porque me gusta más hacer música asequible para todo el mundo. Tengo que comer. Y, en el fondo, nunca fui un músico de jazz en el sentido estricto.
Miryam: Pero está encantado de volver a esto, se le nota.

¿Tienes buen recuerdo de tus discos instrumentales?
En general, sí. Era lo que quería hacer, aunque entonces los discos instrumentales no gustaban. Alguno se vendió muy bien –por ejemplo, «Juan Carlos Calderón y su Taller de Música»–, pero tenías que tener detrás una compañía muy buena y con muchas ganas de promocionarte. El último que hice en solitario [«Soleá»] fue uno de los mejores, con flamenco, funky y fusión, justo lo que me gusta, todo mezclado con taconeos. Cantaba Morente. Desde entonces, no he vuelto a firmar ninguno con mi nombre hasta ahora. En 1981 me largué a Estados Unidos y me dediqué solo a componer y producir.

¿Sigues en contacto con otros músicos de tu generación: Santisteban, Manuel Alejandro, Iturralde, Algueró…?
Los veo, pero poco, casi no tenemos relación. Ya no tenemos el gusanillo de tocar. Te aseguro que ya no se ve nadie, cada uno va a su bola. Antes, algunos teníamos una tertulia, nos llamábamos los “lisensiados”, porque todos trabajábamos para cantantes americanos, pero ya lo dejamos. Antes, nos contábamos ideas unos a otros. Ahora tienes que callártelas, porque si te descuidas, te las roban. Ni siquiera por email estás seguro. Ahora, solo tengo relación solo con músicos jóvenes. No veo a nadie de los antiguos porque, de verdad, no pienso como ellos, no tengo nada que ver con ellos.

Discografía (excepto bandas sonoras):

«Juan Carlos Calderón presenta a J.C.C. »
Polydor, 1968.

«Bloque 6»
(Juan Carlos Calderón y su Orquesta de Jazz).
Hispavox, 1969.

«Juan Carlos Calderón»
CBS, 1973.

«Juan Carlos Calderón y el Taller de Música»
CBS, 1974.

«Taller de Música 2»
CBS, 1975.

«Taller de Música 3»
CBS, 1976.

«Soleá»
CBS, 1978.

«Calderón disco»
CBS, 1979.

«El Taller de Música de Juan Carlos Calderón. Todas las grabaciones (1974-1976)»
Rama Lama, 2002.

«Riviera»
(Miryam & Calderón).
Warner, 2003.

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