Las mejores portadas del rock: The Stone Roses, «The Stones Roses»

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«Considerado uno de los álbumes más importantes e influyentes de los últimos veinticinco años, es también recordado por una portada cuando menos inolvidable»

 

John Squire, pintor y músico, no dudó en dotar a las portadas de los decisivos Stone Roses de un discurso visual propio. La del primer álbum esconde toda una historia.

 

Una sección de XAVIER VALIÑO.

 

 

Diseñador y pintor: John Squire.
Fecha de edición: 13 de marzo de 1989.
Discográfica: Silverstone.
Productor: John Leckie.

 

 

En el 2005, la revista «Aesthetica» le preguntó a John Squire cuáles eran sus planes para el futuro, diez años después de la desaparición de The Stone Roses. La respuesta de quien había sido parte esencial de la banda fue contundente: “Convertirme en el mejor guitarrista y el mejor pintor vivo sobre la tierra”. Seguramente, lo que pretendía era epatar o sacarse al entrevistador de encima, pero también es cierto que durante los años de existencia del grupo fueron bastantes las declaraciones en las que mostraba que su ambición y su ego no estaban precisamente bajo control.

 

 

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anto él como su vocalista Ian Brown tuvieron mucho que ver en la construcción del imaginario del grupo, desde su formación en 1985 hasta su desbandada en 1996, especialmente en el de su disco de debut homónimo, de 1989. Considerado uno de los álbumes más importantes e influyentes de los últimos veinticinco años, es también recordado por una portada cuando menos inolvidable, aunque seguramente sea también ininteligible si no se conoce su intención y significado.

En su diseño intervinieron tres elementos decisivos. Por difícil que parezca, el primero sucedió en Francia cuando Ian Brown hacía autostop. Allí pasó unas semanas de un verano a mediados de los ochenta conociendo el país con su novia, limitándose a un presupuesto muy reducido y viajando gracias a la amabilidad de los conductores que paraban cuando les hacían dedo. En una de esas ocasiones, Brown conoció a un hombre que llevaba un limón en el bolsillo de su pantalón desde hacía años. Le preguntó por ello, y el conductor le contestó que había participado en las manifestaciones de mayo de 1968 en París. Además de ponerle al tanto de aquellas movilizaciones, le proporcionó un dato que no olvidaría: los manifestantes mordían limones como antídoto frente a los gases lacrimógenos lanzados por la policía.

 

 

 

En aquel mes de 1968, cuando Ian Brown y John Squire contaban cinco años de edad, en el país galo, especialmente en París, se produjeron numerosas protestas iniciadas por grupos estudiantiles de izquierdas contrarios a la sociedad de consumo, vinculadas con el movimiento hippie que se extendía entonces. A estos se unieron a continuación trabajadores de la industria y, después, de los sindicatos y el Partido Comunista Francés. Aquello derivó en una imparable revuelta estudiantil y la mayor huelga general de la historia de Francia y posiblemente de Europa occidental, secundada por más de nueve millones de trabajadores.

Ese primer contacto de Brown con aquellas históricas movilizaciones se completaría poco después al ver en televisión un documental emitido en el Canal 4 de la BBC británica en la primavera de 1988 sobre aquellos acontecimientos de mayo del 68 que paralizaron Francia. Del programa, titulado «La revolución revisitada» y presentado por uno de sus principales líderes, el alemán Daniel Cohn-Bendit, se les quedó grabada una imagen de un joven con una hermosa americana de tres botones, flequillo y botas de marcha lanzando piedras a la policía. Siempre se ha dicho que debajo de aquellas baldosas arrancadas de las calles de París, los agitadores encontraron arena, lo que motivó cánticos como “Debajo de las adoquines, la playa”.

El segundo hecho relevante aconteció en la primera gira irlandesa de The Stone Roses. Antes de su concierto en la Universidad de Coleraine (Irlanda del Norte), el grupo visitó la Calzada del Gigante, una extraña formación de 40.000 columnas de basalto provenientes del enfriamiento relativamente rápido de la lava de un volcán hace unos sesenta millones de años. Aquel lugar había sido elegido anteriormente por Led Zeppelin para la fotografía de la portada de su álbum «Houses of the holy», aunque lo que más le llamó la atención a los componentes de The Stone Roses no fueron las rocas inmortalizadas en aquella cubierta, sino la espuma del mar rompiendo contra ellas y el color verde del agua.

El último elemento puede que fuese el más relevante. John Squire tuvo, desde sus tiempos como estudiante, una especial fijación con las enseñanzas artísticas. En el Departamento de Arte de su Facultad solía pasarse horas diseñando pósters y folletos para las giras de los grupos previos a The Stone Roses en los que era guitarrista. De ahí saltó a trabajar en una compañía de animación, Cosgrove Hall, en donde se encargaba de diseñar los modelos de series infantiles de televisión.

Cuando se formó The Stone Roses, estaba claro que sus habilidades podían ser utilizadas en su propio provecho para darle forma a su identidad visual. Todo empezó un poco casualmente, tal y como aseguró en 2004 a la revista de Manchester «United We Stand», cuando conoció la obra del pintor Jackson Pollock, todo un referente en el movimiento del expresionismo abstracto, considerado uno de los pintores más importantes de los Estados Unidos en el siglo XX.

 

 

 

En concreto, Squire había visto una fotografía de Pennie Smith en un libro sobre The Clash en la que se encontraba el bajista del grupo en un camerino con la siguiente leyenda: “Paul Simonon observa una pintura al estilo de Pollock desparramada por el suelo”. Esta es la versión del guitarrista del efecto de aquella imagen: “The Clash y The Jesus & Mary Chain utilizaron un poco el trabajo de Jackson Pollock, y eso fue lo que hizo que me interesase por él. Así que me atreví a hacer las portadas de nuestros dos primeros singles, ‘So young’ y ‘Sally Cinnamon’. A continuación empecé a pintar la batería de Reni, hice lo mismo con nuestras guitarras y seguí con una camiseta para Ian Brown que le gustaba pero nunca se puso. Después de eso, dejé de intentar ser original y empecé a hacer copias de Pollock”.

En otra entrevista para la revista «X-Ray», concretó más su fijación por el pintor: “Cuando vi por primera vez su obra yo estaba muy metido en la música de The Jesus & Mary Chain y me pareció que era el equivalente visual de aquella distorsión y todo aquel disfraz”. Aquellos cuadros, asegura, le hicieron recordar unos azulejos del cuarto de baño de la casa de sus padres que no podía sacarse de su cabeza, con un diseño caótico y de color azul y naranja oscuro.

Su primera portada fue la de ‘So young’, para la cual Squire rompió un viejo aparato de radio y pegó los trozos sobre un lienzo, pintándolo por encima. ‘Sally Cinnamon’, por su parte, llevaba una fotografía de un expendedor de golosinas para niños tomado en un quiosco de Manchester. Sin embargo, John Squire no estaba convencido. “Sabía lo que quería. No había quedado satisfecho. Prefería la obra brillante de Pollock”.

 

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Se imponía un cambio, y este llegó con ‘Elephant stone’, su tercer single y el primero para la discográfica Silverstone. Al grupo, engatusado por su guitarrista, se le pasó por la cabeza utilizar un original del pintor pero, convencidos de que les pediría más de medio millón de euros, decidieron encargarles una obra del mismo estilo a Squire. Lo primero que este hizo fue reproducir una de sus obras favoritas de Pollock, aunque era tan burda la copia que solo permitió que apareciera en el reverso del programa de la gira australiana de 1995. Por fin, en 2002 accedió a que cobrase más relevancia como portada de la recopilación «The very best of The Stone Roses».

Su siguiente creación sería la portada de su álbum de debut, la más recordada junto a las que hizo para el single ‘Fools gold’, a partir de su pintura «Double dorsal doppelganger one (Fools gold)», y para el single ‘Waterfall’, con una pintura del mismo título. En concreto, la obra que aparece en «The Stone Roses», publicado en marzo de 1989, la tituló «Bye bye badman», como una de las canciones del álbum; posteriormente también utilizaría un detalle de la misma para la carátula del maxi-single ‘I am the resurrection’.

En la letra de ‘Bye bye badman’ encontramos parte de la información que hace más comprensible la portada. Ian Brown mostraba en ella su creciente politización. Además de haber leído a Guy Debord y libros de títulos tan claros como «Los anarquistas», el cantante recordaba eslóganes de aquellos acontecimientos de mayo de 1968 que tanto les habían afectado unos meses antes, como “Usa el medio, no dejes que te use” o “No hay dos situaciones iguales”. Todo ello se filtró en el texto de la canción. Él mismo explicó su contenido, por si quedaba alguna duda: “Imagínate a alguien que protestaba cantando a la cara de un policía durante los disturbios en París. Entonces te harás una buena idea de qué va”.

“Cada columna vertebral y corazón que rompes
regresará buscando más.
La sumisión acaba con todo.

Aquí llega.
No tiene preguntas, no tiene amor.
Te estoy tirando piedras a ti, hombre.
Te persigo, negro y azul,
voy a hacerte sangrar
voy a hacer que te arrodilles.
Hasta siempre, hombre severo.

Me ahogas respirando este aire
mientras chupo limones bajo esta luz del sol.
No me importa, no lo eres todo ahí.

Te compraron y te pagaron.
Eres una puta y un esclavo.
Eres una estrella negra, altar sagrado.
Ven, siente el final, eres mío.

Tengo malas intenciones.
Tengo la intención de tumbarte.
Estas piedras que te lanzo,
estos besos franceses,
son lo único que he encontrado”.

 

En el lienzo de la portada, que Squire acabó en 1988, predominan los colores verde, blanco y negro, inspirado por el color del agua del mar y de la espuma que tanto les había sorprendido en la Calzada de los Gigantes de su primera visita a Irlanda. Al entender que al cuadro le faltaba algo, Squire le añadió un grueso trazo tricolor en la parte central izquierda, que se corresponde con los colores de la bandera francesa.

 

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A pesar de que Squire siempre ha reconocido la importancia de Pollock en este cuadro suyo, lo cierto es que es aún más evidente la influencia de una obra de Albert Von Allen titulada “Fiebre primaveral” que era, por su parte, un homenaje al pintor americano. El motivo y los tonos son ciertamente similares a los de Squire, aunque este obvió la presencia de los colores rojo y amarillo e incorporó la enseña tricolor.

 

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A la imagen final se le añadió una tipografía verde oliva con el nombre del grupo y tres trozos de limón que no formaban parte de la pintura, con lo que aquella obra postmodernista se convertía así en algo poético a partir del caos y la ira. Los limones los compró el guitarrista en un supermercado y se clavaron al cuadro para que fuese posible fotografiar el lienzo colgándolo de una pared. Squire utilizaría de nuevo los limones como motivo para otros diseños del grupo, concretamente en entradas para sus conciertos, pósters, anuncios o en la edición promocional del single de 1992 ‘Standing here’ / ‘Elephant’ dirigido al mercado estadounidense.

Posteriormente, la obra de Squire iría evolucionando, tanto en sus diseños para los siguiente lanzamientos de The Stone Roses como en los que hizo para su grupo The Seahorses y su carrera en solitario. Sus gustos fueron cambiando, dirigiéndose hacia otros grandes pintores, hasta el punto de que en 2004 dedicó su álbum en solitario «Marshall’s house» a doce pinturas de Edward Hooper que descubrió en un calendario que le habían regalado.

Puede que no haya llegado a ser el mejor guitarrista de la historia, pero su debut con The Stone Roses no deja de ser reivindicado. Y aunque no sea tampoco el mejor pintor, su obra pictórica goza de amplio reconocimiento, con exposiciones en centros como el Instituto de Arte Moderno de Londres. Nada hubiera sido lo mismo para él sin aquel lienzo de 1988, en el que combinó instinto, arte y revolución, justo como las canciones que incluía aquel disco.

Anterior entrega de Las mejores portadas del rock: Alice Cooper, “School’s out”.

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