Las mejores portadas del rock: Pixies, «Surfer rosa»

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«En el centro, una bailarina de flamenco desnuda de cintura para arriba. La mujer, que también aparece en otras imágenes de la carpeta del álbum, era una amiga del fotógrafo llamada Isabel Tamen»

 

«Surfer rosa», el debut de los Pixies en 1988 cuenta con una de esa portadas icónicas que marcan época, sin embargo, el grupo no tuvo demasiado que ver en su realización.

 

Una sección de XAVIER VALIÑO.

 

Diseñador: Vaughan Oliver (23 Envelope).
Fotógrafo: Simon Larbalestier.
Fecha de edición: 21 de marzo de 1988.
Discográfica: 4AD.
Productor: Steve Albini.

Black Francis ha sentido siempre una extraña fascinación por el mundo hispano. El compositor, cantante, guitarrista y líder de Pixies (luego conocido como Frank Black en su carrera en solitario, de nombre real Charles Michael Kittridge Thompson IV) lo ha dejado caer en su obra de vez en cuando. Si acaso, de forma más evidente en las letras que en su música, aunque también ha llegado hasta el diseño de los álbumes de su grupo, al menos por lo que respecta a su disco debut, «Surfer Rosa», en 1988.

 

Curiosamente, ni Francis ni el resto del cuarteto tuvo nada que ver con ello ya que en sus inicios al grupo solo le importaba el contenido de sus discos, las canciones. Por lo tanto, dejaron que la propia compañía discográfica fuese la que decidiera los títulos de su debut y del epé que lo precedió en 1987, «Come on pilgrim», así como quiénes serían sus productores (Steve Albini y Gary Smith, respectivamente) y el diseño del envoltorio de ambos.

Para empezar, había que elegir un título para el álbum. En 4AD, tras descartar «Gigantic», optaron por «Surfer rosa», dos palabras citadas en la letra de la canción ‘Oh my golly!’. La frase en concreto decía “besando chichando con surfer rosa”, en referencia a una chica «preciosa» que Francis había visto caminando con su tabla de surf por la playa de Piñones, en Puerto Rico. Esa chica y ese nombre también inspirarían la idea para la portada.

Sin embargo, no fue nadie dentro de 4AD el encargado del diseño artístico. El sello había firmado un contrato con la compañía 23 Envelope (v23 a partir de 1988) para que hicieran ese trabajo, y esa empresa fue la que dejó su impronta en las portadas de sus discos, un estilo que acabó por convertirse en un elemento característico de sus ediciones, tal vez el que más. Vaughan Oliver era uno de los fundadores de 23 Envelope y él fue el responsable de la cubierta de «Surfer rosa» y de todos los discos de Pixies que le siguieron. Para que fuese preparando el diseño, y al igual que hicieron siempre, el grupo le envió las maquetas en las que estaban trabajando previamente a la edición del disco.

 

A pesar de alguna estrofa en español y de sus lazos latinos, la sesión fotográfica para el disco no tuvo lugar en ningún lugar al Sur del Río Grande. Tampoco se hizo en alguna de las playas de Puerto Rico que inspiraban a Black Francis, ni tan siquiera en un sitio soleado. La localización la encontraron enfrente a la sede londinense del sello 4AD, en un bar que en aquel momento se llamaba The Old East Hill y que más tarde pasó a ser conocido por su dirección, 21 Alma Road, punto de encuentro habitual de los empleados de la discográfica.

Escogieron aquel local por contar con una tarima elevada para conciertos en la que pudieran trabajar, y justo allí, en su escenario, colocaron de fondo una pared a la que se le caía la pintura, un crucifijo y un póster roto, que acabarían formando parte de la fotografía definitiva. En el centro, una bailarina de flamenco desnuda de cintura para arriba. La mujer, que también aparece en otras imágenes de la carpeta del álbum, era una amiga del fotógrafo llamada Isabel Tamen, bailarina portuguesa hija del poeta Pedro Tamen, conocido por su brillante traducción de los Cantos de Maldoror del Conde de Lautréamont. Hoy Isabel es la directora ejecutiva de la compañía de baile de Richard Alston, entidad que ella misma fundó poco tiempo después de que esta sesión fotográfica.

 

Además, en la imagen tratada en tono sepia aparece el mástil de una guitarra rota, que era uno de los instrumentos de la colección de Robin Guthrie (fundador de Cocteau Twins, grupo que también militaba en 4AD). El músico había querido participar de alguna forma en la portada de aquel disco desde que tuvo conocimiento de cuál era la idea del equipo artístico, así que esa fue su aportación.

El diseño ya acabado se lo presentaron al grupo, y estos lo aceptaron de buen gusto. Entendieron que encaja perfectamente con el tono fracturado de las canciones del álbum y que la mezcla de catolicismo, sexo y decadencia se veía reforzada poderosamente por la pose desafiante de la modelo con la cabeza echada para atrás y su rotunda individualidad. A Black Francis le sorprendió especialmente el surrealismo del mástil de la guitarra asomando por la pared y aseguró que le recordaba a las películas surrealistas de Luis Buñuel o Jean Cocteau que solía ver en la Universidad. Al grupo le gustó igualmente el borde blanco que acompañaba la imagen: según ellos, les dejaba mucho sitio para firmar autógrafos y, además, les evocaba al álbum blanco de The Beatles.

 

Tampoco les molestó el semidesnudo, ya que no veían relación con una posible explotación sexual en la imagen de la mujer. Lo que no sabían es que el diseñador, Vaughan Oliver, se había quedado con unos comentarios que Black Francis le había hecho un año antes, cuando le había confesado que le gustaba la desnudez, las curvas de un cuerpo desnudo, aunque no tenía que ser el de una mujer. Se lo había dicho cuando Oliver le había presentado la carpeta del primer EP, en el que aparecía un hombre desnudo de espaldas (un amigo de Francis que acabó como profesor de matemáticas), mientras hablaban de películas que les gustaban a los dos, como las de David Lynch. Además, Oliver recordó también una de las primeras camisetas oficiales del grupo, en las que Francis aparecía desnudo sobre el suelo, con su mano boca abajo y el dedo pulgar bien visible, lo que se confundía fácilmente con un falo.

 

Tan solo un elemento les pareció mal en un primer momento: el texto que aparece debajo de la fotografía. Es la letra de la canción ‘Oh my golly!’, de la que se tomó el título del álbum. Black Francis la había compuesto utilizando palabras de su deficiente vocabulario español y tuvo que recitárselas desde un teléfono público de Boston a Vaughan Oliver al otro lado del Atlántico, en Newcastle. Teniendo en cuenta que Oliver no sabía ni una palabra de español, su transcripción, a pesar de sus equivocaciones, se puede calificar de aceptable. Esa atracción por lo hispano de Black Francis y el error de Oliver en la transcripción de sus palabras también contribuyeron a redondear el resultado: hoy Francis cree que lo que apareció finalmente impreso en la portada es más apropiado que si se hubiese tomado literalmente lo que realmente cantaba en ‘Oh my golly!’.

Anterior entrega de Las mejores portadas del rock: Big Brother & The Holding Company, “Cheap thrills”.

 

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