Las mejores portadas del rock: Led Zeppelin, «Houses of the holy»

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«Lo primero que se hacía era rociarlos a los cinco de oro y plata, de la cabeza a los pies, una labor de la que se encargaba Tom Smith, que trabajaba habitualmente en películas inglesas como las de la serie James Bond»

 

Esta semana, en homenaje a Storm Thorgerson, componente del equipo de diseñadores Hipgnosis fallecido hace unos días, Xavier Valiño nos narra la historia de la cubierta de «Houses of the holy», de Led Zeppelin.

 

Una sección de XAVIER VALIÑO.

Diseñadores: Hipgnosis (Storm Thorgerson y Aubrey Powell).
Fotógrafo: Aubrey Powell.
Fecha de edición: 28 de marzo de 1973.
Discográfica: Atlantic.
Productor: Jimmy Page.

No hay nada más tedioso que lo políticamente correcto. Si se siguiera al pie de la letra, se nos privaría de una parte de obras artísticas valiosas que, por suerte, han podido evitar de una forma u otra el peso de su dictadura. Ese pensamiento único va variando con los años y la sociedad. Nuestra visión del mundo hoy es distinta a la de hace cuarenta años, puede que mejor en algunas cosas, pero seguramente peor en otras: una portada como la de «Houses of the holy» sería hoy impensable. Y, por increíble que parezca, en su momento no generó demasiada polémica.

 

En 1973 Led Zeppelin era el grupo más grande del rock. Su quinto álbum estaba destinado a cimentar esa posición. A la hora de plantearse su portada, Jimmy Page, el guitarrista de la banda, recordó el impacto que le había causado la cubierta del disco «Argus», de Wishbone Ash, así que se quiso contar con su autor.

A través de George Hardie, responsable de la portada del debut de Led Zeppelin, contactó con la oficina de Hipgnosis, autores de aquella cubierta, y concertó una entrevista con ellos, abriendo una colaboración que se extendería a lo largo de cinco de sus discos y una película, «No quarter unledded», para la reunión de Robert Plant y Jimmy Page en 1994. Storm Thorgerson, al que Page solo le había dado el título del disco («Houses of the holy»; «Las moradas de lo sagrado») pero sin permitirle escuchar sus canciones, tuvo sus dudas: “Seguramente buscaban algo grande, fuerte, poderoso, impresionante y mítico. Pero, ¿cómo representar eso exactamente?”

Unos días después, en una pequeña oficina de la calle londinense de Oxford Street, y con la presencia dominante del mánager de la banda, Peter Grant, se reunieron Robert Plant y Jimmy Page con Storm Thorgerson y Aubrey Powell. La primera idea que les presentaron fue radicalmente rechazada. En ella, Thorgerson había pintado una pista de tenis de color verde brillante con una raqueta en el medio. Jimmy Page se enfureció al entender que se estaba asociando su música con «una raqueta».

 

Los dos ilustradores, viendo que su primer concepto era rehusado, recuperaron improvisadamente dos ideas que habían esbozado en una cajetilla de tabaco, y así las defendieron ante los presentes. La primera consistiría en trazar en el lugar de las milenarias líneas de Nazca, en Perú, el símbolo ZoSo, con el que el cuarteto se había representado en su anterior álbum, Led Zeppelin IV.

La segunda contemplaba pintar de oro y plata a una familia en movimiento hacia una fuente de poder mágica (Led Zeppelin), que debería ser fotografiada al amanecer en alguna localización sobrecogedora. La idea había partido del libro de ciencia ficción de Arthur C. Clarke «El fin de la infancia» (también conocido como «Los hijos de Ícaro»), editado en 1953, que termina con una escena en la que todos los niños del mundo se juntan fundiéndose en una torre de fuego para dejar la tierra. Según Thorgerson, se trataba de “una imagen de niños que invocan un lugar especial del que despegar en masa como energía espiritual o mental. Aquello era bastante factible y muy sugerente, así que parecía apropiado: la civilización escalando hacia un nuevo amanecer, un concepto tan mítico como la propia banda”.

A Peter Grant y Jimmy Page les gustaron ambas ideas, pero Robert Plant prefería la segunda, e incluso propuso el lugar ideal para obtener aquella imagen: las formaciones rocosas de la Isla de Staffa en Escocia. Hipgnosis reconocieron abiertamente que sería una idea cara, aunque no tenían ni idea de lo complicado que les iba a resultar. Pero Peter Grant no tuvo la menor duda: “¿Dinero? Nos importa un carajo el dinero. ¡Simplemente hacedlo!” Días después, el grupo se marchó a Japón de gira, dejando total libertad a los dos socios de Hipgnosis. Aubrey Powell sería el autor de las fotos y respondería del encargo ante el grupo, dado el enfado de Page con Thorgerson.

El temor a la exigencia de posibles responsabilidades por parte del gobierno peruano o de arqueólogos ofendidos, así como el elevado coste de una expedición a los Andes para llevar a cabo la primera de sus ideas, les llevaron a descartarla. La segunda les pareció más asumible, teniendo en cuenta, además, su mayor proximidad a su lugar de trabajo, así como el misticismo y las inclinaciones hacia la cultura celta del grupo, especialmente Jimmy Page.

 

Descartaron la Isla de Staffa, casi inaccesible. En su lugar optaron por encaminarse a unas formaciones rocosas similares denominadas la Calzada del Gigante, formadas por 40.000 columnas de basalto provenientes del enfriamiento relativamente rápido de la lava de un volcán hace unos sesenta millones de años, que se encuentran situadas unos tres kilómetros al norte de Bushmills, en el Condado de Antrim (Irlanda del Norte).

A finales de 1972, la expedición partió con el equipo y las personas contratadas para posar: tres adultos y dos niños, teniendo en cuenta que se pretendía representar a una familia con sus padre, madre y dos vástagos (uno de los adultos se quedó fuera de las fotografías). Al salir del aeropuerto internacional de Belfast, los niños se asustaron por el despliegue militar del ejército británico que respondía al latente conflicto norirlandés en uno se sus momentos álgidos. No era un buen presagio.

Como la imagen tenía que ser tomada al alba y al anochecer para obtener la luz requerida, todos los días eran despertados a las cuatro de la madrugada. Lo primero que se hacía era rociarlos a los cinco de oro y plata, de la cabeza a los pies, una labor de la que se encargaba Tom Smith, que trabajaba habitualmente en películas inglesas como las de la serie James Bond. Tras varios días, al acabarse la pintura para el cuerpo que habían llevado, decidieron utilizar la única que pudieron encontrar en la zona, pintura de automóviles. Intentaron ocultárselo a la madre de los niños hasta que esta los descubrió sacándosela con aguarrás en el baño del hotel.

Cada mañana se transportaba a todo el equipo desde el pequeño alojamiento hasta la Calzada del Gigante, superando cada jornada los controles del ejército británico que ponía trabas continuamente intentando disuadir a toda aquella gente moviéndose por las carreteras. Ya en la localización, aquel espectacular amanecer que esperaban no llegaba. Al contrario, los cinco protagonistas sufrieron «una pesadilla» que probablemente no compensara las cien libras recibidas. Según sus palabras, fueron diez días de cansancio, frío, lluvia, aburrimiento, pintura, aguarrás, whisky, barbitúricos, camas húmedas y malas comidas.

Después de una semana, y viendo que el desapacible clima seguía instalado en la zona, se optó por un cambio de planes para intentar obtener una instantánea más evocativa: olvidarse de los adultos y tomar varias imágenes desde la parte inferior de las rocas únicamente de los dos niños por separado. En menos de una hora de una fría y lluviosa mañana de noviembre, Aubrey Powell sacó todas las fotografías que pudo, con la intención de unirlas más tarde aprovechando los bordes de las rocas octogonales, de modo que el montaje no fuese perceptible al ojo humano.

De vuelta en su estudio, preparó un collage con treinta de las fotografías tomadas en el que incluyó a un total de once niños. La imagen final fue fotografiada e impresa en un papel de tonos ligeramente sepia. Sobre ella, uno de los trabajadores del estudio, Philip Crennel, fue aplicando manualmente mezclas sutiles de tintes, capa a capa, mediante pinceles y aerógrafos. Para el fondo de la parte superior, se eligió un tono que partía del blanco hasta llegar al naranja brillante, que parece representar el apocalipsis, como si se tratase del resplandor de un hongo nuclear.

Sin embargo, el cuerpo de los niños acabó con un tono rosáceo que no los convenció en absoluto, y creyeron que habían fracasado totalmente. En una segunda valoración, unas horas después, se dieron cuenta de que aquella tonalidad le daba al conjunto una apariencia misteriosa y casi sobrenatural, convenciéndose finalmente de que habían conseguido algo inesperado y puede que incluso mejor.

El misterio no pretendido se intensificaba en la funda interior desplegable del disco, con una imagen tomada en un lugar cercano, en las ruinas del Castillo de Dunluce. Al igual que sucedía con los niños de la portada, se le pidió a las dos personas que posaron que no mirasen a la cámara. En ella, uno de los adultos con los brazos en alto sostenía a uno de los menores en posición horizontal. La toma, que parece representar un sacrificio humano o una ofrenda, tuvo que hacerse en menos de cinco minutos, debido una vez más al inclemente tiempo. La imagen se imprimió también en blanco y negro y se coloreó a mano, para conseguir un débil resplandor bajo el cielo tintado de azul y verde.

Todos quedaron satisfechos con el resultado, así que después de lo que había costado obtenerlo, no iban a dejar que una mala impresión le restase fuerza. La primera versión que llegó desde la imprenta en los EE.UU. a Londres no gustó ni a los diseñadores ni al grupo, ya que los niños estaban cubiertos por un desagradable tono púrpura y el cielo aparecía demasiado naranja. Sucesivamente fueron encargando y recibiendo hasta doce pruebas más, pero ninguna lograba reproducir la tonalidad del original. Peter Grant convenció entonces al sello Atlantic para que pagase el viaje y una estancia en el lujoso Hotel Plaza de Nueva York a los dos socios de Hipgnosis, donde permanecieron hasta que la portada fue de su agrado.

La edición final que llegó a las tiendas llevaba una banda de papel blanco que se conoce como obi, al estilo de las estrechas franjas de tela que sirven para rodear y ceñir los kimonos japoneses. En ella, el estilista Bush Hollyhead dispuso una inscripción en caracteres celtas en la que constaba el título del disco. Se necesitaba romperlo para poder extraer el vinilo, así que, al igual que el álbum previo del grupo, «Led Zeppelin IV,» al quitarse no quedaba ya ninguna identificación en la propia cubierta. Al mismo tiempo, la franja de papel permitía ocultar en las estanterías de las tiendas de discos los traseros desnudos de los menores.

Está claro que aquella imagen alcanzó una resonancia que nadie había previsto cuando se ideó y, mucho menos, cuando se llevó a cabo en medio de todas aquellas dificultades y penalidades. Powell se dio cuenta de que había pasado a formar parte del imaginario colectivo cuando escucharon una frase en la que se citaba y que aparecía en la escena final de la película “Las alucinantes aventuras de Bill y Ted” de 1989, utilizada para describir la antigua Grecia: “En el año 470 antes de Cristo, en una época en que gran parte del mundo se parecía a la portada del álbum de Led Zeppelin ‘Houses of the holy’…” Un grupo noruego también ha hecho su tributo, en un espectáculo teatral y burlesque en el que interpretan el disco, llamado House of thee UnHoly. An Evening of Led Zeppelin Rock-lesque.

 

Hasta el 2007 no se reveló la identidad de los menores que aparecían en la portada, descubriéndose entonces que habían sido dos y no once. El autor de las fotografías, Aubrey Powell, desveló por fin su identidad: se trataba de los hermanos Stefan y Samantha Gates, entonces modelos infantiles y actores de series como «Poldark», quienes habían sido seleccionados después de ver unas imágenes suyas, algunas de ellas desnudos, como protagonistas de un volumen fotográfico del japonés Hajime Sawatari en el que recreaba el cuento de «Alicia en el país de las maravillas».

Sam, que entonces contaba siete años, aparecería posteriormente en otra carátula diseñada por Hipgnosis, también de Led Zeppelin, en concreto en la contraportada de «Presence»; hoy vive con su familia en Ciudad del Cabo, Sudáfrica. Por su parte, su hermano Stefan, que participó en la portada de «Houses of the holy» con cuatro años, participó en otro disco hecho por Hipgnosis, en concreto «Division Bell» de Pink Floyd, en la imagen que acompañaba a la canción ‘Coming back to life’, como un ahogado al que intentan devolver a la vida; hoy es presentador de televisión en la BBC en programas de cocina como «Cooking in the danger zone».

En febrero de 2010, Stefan fue el responsable de un especial de treinta minutos emitido por Radio 4 de la BBC y titulado «La historia de la portada por Stefan Gates», en el que entrevistaba a su hermana, su madre y Aubrey Powell. En él narraba también su regreso a la Calzada del Gigante treinta y ocho años después y las impresiones que aquello le causaba, algo que siempre confesó que le gustaría hacer: moverse desnudo entre las rocas mientras escuchaba el disco a todo volumen.

Tras reconocer en el programa que aquella portada le había perseguido toda su vida y que todavía le parecía perturbadora, concluía que podía deberse a que se trataba de una imagen icónica en la que él aparecía sin haber tenido capacidad de decisión. Tras escuchar el disco por primera vez en su vida, algo que siempre había evitado conscientemente, y en el mismo lugar en que se habían hecho las fotografías, acababa el programa reconociendo que le sorprendía la música del álbum y que sentía como si se hubiese quitado un gran peso de encima.

Una de sus frases resumía perfectamente esa ambivalencia: “Posamos desnudos en varias de las sesiones que hicimos entonces y nadie le daba las más mínima importancia en aquella época. Probablemente no fuese posible hacer algo así ahora”. Powell, el autor de las imágenes, ha reconocido algo muy similar: “Hay que situarla en el contexto de la época: estábamos saliendo de un mundo definido por el movimiento de amor y paz en el que todos bailaban consumiendo ácido y corriendo desnudos por ahí. Ahora no se podría hacer una portada así”. Imposible decirlo más claramente: hoy no sería políticamente correcto.

Anterior entrega de Las mejores portadas del rock: The Rolling Stones, “Some Girls”.

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