Las mejores portadas del rock: Herb Alpert’s Tijuana Brass, «Whipped cream & other delights»

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«El Museo Experience Music Project de Seattle escogió ‘Whipped cream & other delights’ como la portada más reconocible de la historia de la música»

 

Para algunos es la portada más reconocible de la historia de la música (sin géneros). Una imagen de insinuante erotismo con la que Herb Alpert, un músico de jazz, abrió su música en los años sesenta a nuevos públicos.

 

Una sección de XAVIER VALIÑO.

 

Diseño: Peter Whorf Graphics.
Fotografía: Peter Whorf.
Fecha de edición: 1965.
Discográfica: A&M.

Es la obsesión de cualquier reunión de ejecutivos discográficos. ¿Cómo vender al público joven la música que no tiene tanto que ver con lo que escuchan y quieren escuchar? Una y otra vez se opta por el glamour o el sexo, o ambos a la vez. Seguramente eso era menos habitual y más complicado en los sesenta, pero hay quien se salió con la suya. Herb Alpert lo sabe bien, porque rejuveneció su carrera.

 

Cuando en 1965 se editó su disco «Whipped cream & other delights», quedaba claro que se había servido de esos elementos para revestir aquel disco de jazz instrumental conservador y en total contradicción con la explosión pop que cautivaba por entonces a un público adolescente. Es una de las imágenes más reconocibles de los sesenta y de las más eróticas para lo que se podía permitir entonces, todo un icono de la cultura pop.

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Aquella imagen hoy va íntimamente relacionada con un disco de canciones relacionadas con la comida. La idea se la propuso a Herb Alpert su compañero Jerry Moss (los A y M de la discográfica A&M) en 1965. Alpert aceptó el reto y escogió varias canciones clásicas de esta temática. Sirva para ilustrarlo que en las copias de países latinos que tradujeron los títulos, el disco «Crema batida y otras golosinas» incluía las canciones ‘Sabor a miel’, ‘Pepinillos’, ‘Mandarin’, ‘Samba agridulce’, ‘El limonero’, ‘Crema batida’, ‘Porción de amor No. 9’, ‘El garbanzo’, ‘Bizcocho’, ‘Bolas de mantequilla’, ‘Cacahuetes’ y ‘Caramelos y rosas’.

La identidad de la modelo fue motivo de rumores desde el primer momento. Años después se descubrió quién era. Dolores Erickson, nacida en 1937, posó para la fotografía en 1965, cuando contaba 28 años. Ya lo venía haciendo desde los quince años, tras ganar un concurso local de belleza en Seattle, cerca de su lugar de nacimiento, Port Angeles. En aquella década, sin experiencia aún, firmó un contrato con la Paramount, para la que filmó «Su grata compañía» junto a Debbie Reynolds. Más tarde hizo lo propio con Warner Bros., participando en series de televisión y haciendo otros papeles secundarios en cine. Después trabajó como modelo con la Agencia Eileen Ford.

Aunque vivía en Nueva York, Herb Alpert y Jerry Moss le pagaron un billete a Los Ángeles para una sesión de un día que daría lugar a la portada de «Whipped cream & other delights». Alpert era amigo suyo tras haberla conocido a través de su marido, el ejecutivo discográfico Gil Friesen, que era entonces director general de A&M. Le pagaron por su trabajo aquella jornada unos 1.100 euros de entonces (que se corresponderían con unos 8.300 euros de hoy), además de los gastos.

El fotógrafo sería Peter Whorf, con el que ya había hecho otras portadas, además de conocerlo bien porque estaba comprometido con su mejor amiga. Entre otros, Erickson había posado para unos diecisiete discos de la compañía Capitol como «The touch of your lips» de Nat King Cole, «Guantanamera» de The Sandpipers, «Jazz bonus» de Johah Jones, «With a song in my Rodgers, the best of Rodgers and Hart» de Eric Johnson and his Orchestra, «Sold out» de The Kingston Trio o «Piano Witchcraft of Cy Coleman».

La sesión se inició a media mañana y se alargó hasta bien entrada la tarde en el garaje de Whorf, que este había reconvertido en su estudio. Según siempre ha asegurado Erickson, ella llevaba puesto un bikini, aunque se  había bajado los tirantes de la parte superior. Sin embargo, por lo que se puede comprobar en las únicas dos fotografías descartadas de la sesión que se conservan, no parece que sea el caso.

El título, «Nata montada y otras delicias», se tomó literalmente para la sesión. La nata sería la que cubriría el cuerpo de la modelo y las otras delicias bien podrían ser los alimentos de los títulos de las canciones o, en una referencia más directa, la mujer. Como era previsible, no fue posible utilizar nata porque se hubiera derretido bajo los focos, así que en su lugar se empleó espuma de afeitar. La única nata de la imagen que se ve está en la mano de Erickson y en su pelo, a modo de una extraña tiara blanca.

La modelo estaba embarazada de tres meses, así que la espuma de afeitar ayudaba también a cubrir su incipiente barriga. Su mirada, sugerente y retadora, parece evocar la de una Natalie Wood inocente y pícara al mismo tiempo. Erickson chupa nata de su dedo índice de la mano derecha al tiempo que sostiene un rosa roja con la izquierda. Mientras, parte de su pecho se puede entrever entre la supuesta nata.

De la cintura para abajo, sentada en una banqueta, se le colocó un gran manto blanco de los que se usan para cubrir los árboles de Navidad. La portada se completó con una tipografía novedosa, en un estilo que se utilizaría también para la cubierta de «Rubber soul» de The Beatles y que precedería a la invasión psicodélica.

Meses después de la sesión, el fotógrafo le mandó a Erickson dos descartes de aquella sesión. Según ella, “me los envío para escandalizarme. Y lo consiguió. ¡Acabé gritando! Yo era una joven cristiana”. Preocupada porque su marido de entonces las descubriera, las escondió detrás de la nevera de la casa de una amiga. Más adelante acabó rompiendo una de las dos, aquella que le parecía mostraba más de su anatomía.

Hasta el año 2000 nadie supo quién era la ‘Señora Nata Montada’. Fue al comprar varias copias en una tienda de discos que su dueño escuchó sorprendido la revelación de una mujer de sesenta y tres años: estaba adquiriendo discos con la fotografía más conocida que había hecho en sus años como modelo para regalar a algunos amigos. Aquella tienda, Golden Oldies, en el barrio de la Universidad de Seattle, tiene hoy en su puerta una reproducción de la imagen.

Dos años después de aquel redescubrimiento, Dolores Erickson se encontró dando una conferencia en el Museo Experience Music Project de Seattle en la que habló para dos mil rendidos admiradores. En aquel momento, el museo escogió «Whipped cream & other delights» como la portada más reconocible de la historia de la música.

A principios de una década en la que aún no había llegado el porno, esta fotografía era ciertamente arriesgada, en el límite de lo que se podía considerar buen gusto y de lo permisible. El retrato le debe mucho a la inocencia de la mirada de la modelo y a aquello que no se ve pero se puede intuir. Alpert y Moss tenían dudas razonables sobre la imagen y pensaban que la censurarían o, al menos, que sería rechazada por los compradores más veteranos y conservadores. Aunque hoy está superada y la composición no parece más que un montón de calorías, en aquel momento estaban convencidos de que estaban yendo demasiado lejos.

Sin embargo, nada de eso sucedió. El álbum se convirtió en el mayor éxito de Herb Alpert, impulsado por el single ‘A taste of honey’. Vendió seis millones de copias y estuvo en listas 141 semanas, llevando sus anteriores discos hasta las listas de éxito. De hecho, hoy Alpert es el mayor vendedor de aquella década tras The Beatles, Elvis Presley y Frank Sinatra. Su autor sabía que una parte del mérito se lo debía a la portada, que había captado las fantasías de un público mayoritario, especialmente jóvenes y adolescentes que hasta ese momento no le habían seguido. De hecho, en sus conciertos solía comentar a modo de disculpa sobre su renacido éxito: “Lo siento, pero no puedo tocarles la portada”.

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Este disco inspiró numerosos anuncios y réplicas en otras portadas que copiaban su fondo de color aguacate y su tipografía estilizada. El mismo Herb Alpert intentó reproducir su magia en «Whipped cream & other delights rewhipped» en 2006, en el que le daba un tratamiento techno a sus canciones con artistas como Thievery Corporation, pero aunque la chica (la modelo Bree Condon) muestra más de su anatomía en la carátula, lo cierto es que sugiere bastante menos.

Además de su éxito comercial, el éxito de la portada se puede medir también por la cantidad de imitaciones, homenajes o parodias que ha suscitado desde entonces. Incluso una banda sueca de Gotemburgo optó por denominarse como el título del disco, Whipped Cream, editando en 1990 su álbum de debut que –no podía llamarse de otro modo– titularon «And other delights».

Entre los artistas que optaron por el homenaje a aquella cubierta están Bob Ralston («22 all-time organ favorites», 1966), The Frivolous Five («Sour cream & other delights», 1966), Peter Nero («Peter Nero plays a salute to Herb Alpert & the Tijuana Brass», 1971), The Hellacopters («Dissapointment blues», 1998), Cone of Silence («Sixty grit sandpaper & other delights», 2004), AM («Future sons & daughters», 2010) y la colección «Right to chews: Bubblegum classics revisited» (2002).

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Otros optaron por intentar reproducir su vertiente erótica, con más o menos fortuna, como Sweet Cream («Sweet Cream & other delights», 1978), Cherry Capri & The Martini Kings («Creamy cocktails & other delights», 2007), Cecilia & Die Sauerkrauts («Sauerkraut wurst & other delights», 2008), Fuck Force Five («Whipped ass & other delights», 2009), Bryants Cocktail Lounge («Grasshopper & other delights», 2011) o el recopilatorio «Surfin’ señorita» (1999).

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Por último, otras vieron en la imagen algo kitsch, parodiándola directamente, como es el caso de Pat Cooper («Spaghetti sauce & other delights», 1967), Soul Asylum («Clam dip & other delights», 1988), Cornelius Danger («Let’s make out and go-go-go bananas», 2007), Jabberwocky («Eat shit and dDie», 2007), Washington Symphonic Brass («Burana in brass», 2007) o Perfessor Bill Edwards («Whipped Cream Rag & other syncopated delights», 2008).

La propia Dolores Erickson, que desde que se retiró como modelo ha desarrollado una carrera como pintora impresionista, llegó a hacer un autorretrato suyo de aquella portada. El músico Ben Vaughn lo compró como parte de su proyecto para hacer una película sobre mujeres que posaron para distintas cubiertas de discos. Evidentemente, no le quedaba más remedio, porque esta es la más conocida de todas.

Anterior entrega de Las mejores portadas del rock: It’s a Beautiful Day, “It’s a Beautiful Day”.

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