Las mejores portadas del rock: 13th Floor Elevators, «The psychedelic sounds of The 13th Floor Elevators»

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«Lo primero que llama la atención es la extraña explosión de formas infantiles, colores chillones y letras aparentemente escondidas difíciles de leer, con un resultado que parece alterar la percepción»

13th Floor Elevators fueron pioneros de la psicodelia, pero muy en serio: su líder le pegaba con ganas al LSD, tanto que acabó internado y en terapia de electroshock. La cubierta de su primer elepé es canónica del rock psicodélico.

 

Una sección de XAVIER VALIÑO.

Diseñador: John Cleveland.
Fecha de edición: Noviembre de 1966.
Discográfica: International Artists.
Productor: Lelan Rogers y Gordon Bynum (“You’re Gonna Miss Me”).

Roky Erickson, líder del grupo de Austin (Texas) 13th Floor Elevators, fue el Syd Barrett de la psicodelia americana. Consumidor voraz de LSD, componía sus canciones bajo el influjo del alucinógeno y tocaba también bajo sus efectos. Como Barrett, Erickson sufrió diversos problemas mentales, y los efectos del LSD contribuyeron al deterioro de su salud hasta el punto de que en 1968 fue hospitalizado tras ser diagnosticado como un paranoide esquizofrénico, aplicándosele terapia de electroshock, Thorazina y otros tratamientos psicoactivos. Un año después, tras ser detenido por posesión de un porro, se declaró mentalmente incapacitado para evadir una posible condena de diez años en la cárcel, así que se le recluyó durante tres años en el psiquiátrico de Austin y, posteriormente, tras varias fugas, en el de Rusk.

No obstante, a diferencia de lo que sucedió con Pink Floyd, sus compañeros en el grupo no llegaron a ser estrellas del rock a nivel internacional. Nada extraño en un grupo que poco después de formarse en 1965 ya sentía el aliento de la ley en sus espaldas tras ser detenidos por posesión de marihuana. Durante seis meses no pudieron salir de su estado natal, Texas, hasta que la madre de Erickson descubrió que una de las integrantes del coro con el que cantaba semanalmente era la mujer del fiscal del distrito. Tras conseguir que les cambiaran el juez que les iba a juzgar, este les levantó la prohibición de salir de Texas el 8 de agosto de 1966 y, cinco días después, el grupo partió hacia San Francisco –donde el single “You’re gonna miss me” estaba teniendo una cierta repercusión–, con la idea de grabar su primer álbum. La psicodelia, pues, no les quedaba lejos, no era en absoluto una pose, y así lo certificaron desde la portada de su debut, «The psychedelic sounds of The 13th Floor Elevators».

Por aquel entonces, los discos de larga duración aún no eran más que una colección de singles y alguna canción añadida. Sirva recordar que la discografía de The Beatles en los EE.UU. era modificada sin remilgos hasta que llegó «Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band» en 1967, el disco que cambiaría la percepción del álbum como obra íntegra. Nadie se había planteado siquiera lo del disco conceptual. Pues bien, a 13th Floor Elevators, impulsados por el consumo de drogas, bien se les podría considerar precursores de ambas ideas con su disco de finales de 1966.

El concepto detrás de su debut lo desarrolló uno de sus componentes, Tommy Hall, quien en el grupo era el encargado de hacer sonidos con su boca en el cuello de un botijo y reproducirlos a través del micrófono a modo de bajo reforzando la sección rítmica. Para empezar, el nombre de la banda (Ascensores al Piso 13) lo habían sacado de una sugerencia del batería de utilizar la palabra «elevator» a la que la mujer de Tommy Hall, Clementine, añadió «13th Floor» con un claro significado: la M (de marihuana) es la décimo tercera letra del alfabeto y los edificios estadounidenses no tienen piso 13 por superstición. Así que si alguien quería llegar a un nuevo y desconocido nivel de consciencia, el piso décimo tercero que indicaba su nombre, debería seguir una ruta química diferente en la que serían guiados precisamente por el grupo.

Una vez seleccionado el nombre del grupo, y con la grabación de su debut en marcha, había que elegir una portada que lo envolviera y mantuviera las mismas coordenadas. El responsable sería finalmente John Cleveland, un artista de su ciudad, Austin, quien pintaba óleos en espectáculos en directo. El grupo lo había conocido en la Universidad de Texas unos años antes, pero fue la mujer de Tommy Hall quien le pidió que hiciese un dibujo que representase a la banda y que pudiese llegar a ser utilizado en la portada del disco si se sentían identificados con él.

En esa ilustración, lo primero que llama la atención es la extraña explosión de formas infantiles, colores chillones y letras aparentemente escondidas difíciles de leer, con un resultado que parece alterar la percepción. La composición se expande alrededor de un ojo en el centro, distorsionada en todo lo que le rodea, y en ella destaca el contraste entre dos colores primarios, un rojo brillante y un verde pistacho, tan intensos y relucientes como las luces de los primeros conciertos rock psicodélicos. Sobre ese fondo colorido, y en la parte ocupada por los párpados, Cleveland colocó el nombre del grupo empleando una tipografía que desde entonces se identifica con la psicodelia, imitada y copiada en infinidad de ocasiones.

El centro de la composición lo domina un ojo en diagonal, que tiene dibujado dentro de su pupila otro ojo. Ese ojo dentro de un ojo podría relacionarse con el ojo como espejo del alma, el ojo de la tormenta, el «ojo por ojo» habitual de las venganzas, el «tercer ojo» del misticismo oriental o el ojo de Horus. Todas ellas podrían ser interpretaciones válidas, aunque en este caso la idea iba más encaminada hacia el «ojo de la mente», que se creía entonces que solo podría abrirse verdaderamente con una buena dosis de LSD.

El ojo de la imagen se halla situado en la cima de una pirámide. Esa pirámide la llevaba siempre el grupo en la circunferencia del bombo de su batería como enseña. Con su representación en la portada, Cleveland trababa de mostrar una sutil subversión del dibujo usado en el reverso de los billetes de dólar estadounidenses y que tendría su reflejo espiritual en la frase que lo acompaña: “In God we trust” (“Confiamos en Dios”).

En la contraportada, la pirámide de los billetes de dólar es reproducida tal cual, sin alteraciones. A su derecha, un texto de Tommy Hall inspirado en las enseñanzas del filósofo armenio George Gurdjieff y del polaco Alfred Korzybski que venía a mostrar el camino a la ilustración. En el orden en el que el grupo había previsto colocar las canciones en el álbum (empezando por ‘You don’t know’ y acabando por ‘Kingdom of heaven’), ese camino se iniciaría con la autorrealización, seguiría con el rechazo de las enseñanzas convencionales de la sociedad, el deseo de encontrar un propósito más elevado y diversas advertencias de precaución ante la duda o el fracaso, antes de llegar al objetivo final: El Reino de los Cielos. Aunque finalmente no se respetó el orden de las canciones, que solo se recuperó en la edición en doble compacto de 2010, sí se mantuvo el texto previsto:

“Desde Aristóteles, el ser humano ha organizado su conocimiento verticalmente en grupos separados y sin relación: Ciencia, Religión, Sexo, Relajación, Trabajo, etc. El énfasis principal en su idioma, su sistema de almacenamiento de conocimiento, ha estado en la identificación de objetos y no en las relaciones entre los objetos. Ahora está obligado a utilizar sus herramientas de razonamiento por separado y para una situación concreta en cada momento. Si el ser humano hubiera sido capaz de ver más allá de este hipnótico modo de pensar, si hubiera sido capaz de desconfiar de él (como hizo Einstein) y re-sistematizar su conocimiento para que todo estuviera relacionado horizontalmente, ahora disfrutaría de la perfecta sensatez que se deriva de la capacidad para hacer frente a su vida en su totalidad.

Recientemente se ha hecho posible que el hombre altere químicamente su estado mental y, por lo tanto, su punto de vista (es decir, su propia relación básica con el mundo exterior que determina la forma en la que almacena sus datos). Ahora puede restructurar su pensamiento y cambiar su lenguaje, de modo que sus pensamientos tengan más relación con su vida y sus problemas, así que puede enfrentarse a ellos cuerdamente.

Es esta búsqueda de la cordura la que constituye la base de las canciones de este álbum”.

Poco después de editarse el disco, circuló por el área de San Francisco un póster muy similar al diseño de la portada, con las letras «Haight is love» en su interior. Sin embargo, no era obra de John Cleveland, como tampoco lo serían otras portadas que lo imitaron conscientemente: «The psychedevilic sounds of the Suicidal Flowers» (1997, álbum del grupo Suicidal Flowers) o los recopilatorios «The pseudoteutonic sounds of the prae-kraut pandaemonium #14» (2003, diseñado por Reinhard Gehlen y Andrea Duwa) y «The psychedelic sounds of the sonic cathedral» (2010, diseñado por Jimmy Young).

Siempre se ha afirmado que Roky Erickson inventó el término ‘rock psicodélico’. Hay quien lo pone en duda, ya que grupos como The Holy Modal Rounders ya lo venían utilizando y, además, en el mismo mes de noviembre de 1966 otros dos grupos editaron discos con la palabra en su portada:» Psychedelic lollipop», de la banda The Blues Magoos, y «Psychedelic moods», de The Deep. Disquisiciones aparte, si atendemos a la accidentada historia de la banda, a la concepción global del disco como entidad y a la portada de su debut, no hay ninguna duda: 13th Floor Elevators representan la psicodelia.

Anterior entrega de Las mejores portadas del rock: Bruce Springsteen, “Born to run”.

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