Las grandes B.S.O.: “Un tranvía llamado deseo” (1951), música de Alex North

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“Una conjunción maravillosa de música clásica y música de jazz, una amalgama dramática de emociones y sentimientos que no se había escuchado hasta entonces”

 

El jazz no era un decorado más, no era la música que salía de fondo en algún club: se convirtió en un elemento crucial en “Un tranvía llamado deseo”. Una brillante partitura para una película que cambió la forma de hacer cine. Por Fernando Fernández.

 

Una sección de FERNANDO FERNÁNDEZ.

 

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“Un tranvía llamado deseo” (“A Streetcar Named Desire”)
Música de Alex North, 1951

 

No hay duda: la obra teatral de Tenessee Williams debería estar en los primeros puestos de cualquier lista de las películas más importantes de la historia del cine. Subirse a este tranvía es un viaje emocional por el Barrio Francés de Nueva Orleans, acompañando a unos personajes cargados de tanto fondo como el de los garitos de jazz de esa zona.

Y eso que Elia Kazan básicamente tenía todos los cimientos ya establecidos. No solamente era amigo personal de Williams, con quien trabajó codo con codo en esta primera adaptación de una de sus obras, sino que conocía todos los entresijos de la historia perfectamente. Dirigió la adaptación en Broadway durante varios años, y con él se trajo a ocho de los actores principales para que fueran parte de la película. El resultado es una de las películas consideradas como responsables de haber cambiado la manera de hacer cine, dando paso a lo que es el panorama cinematográfico moderno. Y ese estatus se lo debe, entre otras muchas cosas, a la impresionante partitura de Alex North.

 

 

North tuvo la suerte de contar con todo el apoyo que las producciones de los estudios de Hollywood tenían en la época, incluyendo estancia en Nueva Orleans para estudiar y analizar el ambiente y la cultura musical de aquel barrio. El resultado es una partitura considerada un autentico hito en la música de cine, una de las más brillantes partituras de la historia. Una conjunción maravillosa de música clásica y música de jazz, una amalgama dramática de emociones y sentimientos que no se había escuchado hasta entonces. El jazz había formado parte del cine ya en múltiples ocasiones, pero siempre como parte del “ambiente” de la película cuando se entraba en algún club, o con alguna canción que se encontraba en las listas de éxitos y era incluida en la película. North es el responsable de otorgarle al jazz la categoría de estilo musical completo, al mismo nivel que la música clásica, y proporcionarle la personalidad y protagonismo necesarios para ser parte de la historia, la película y sus personajes.

 

El jazz como eje

Elia Kazan tuvo que luchar con uñas y dientes para convencer al estudio de contratar a North para la película, impresionado por el trabajo del compositor en sus colaboraciones previas en el teatro. North devolvió dicha confianza construyendo un verdadero clásico de la música de cine, y para ello respiró y absorbió el ambiente del jazz de Nueva Orleans pero trasladándolo a los seres humanos que pueblan sus calles. El jazz sirve como ancla de identificación geográfica de la historia, proporcionando el tono perfecto de las vidas que pueblan sus calles, pero también como elemento de la personalidad interna propia de cada uno de los personajes, nunca de la acción. Reflejan su psicología, no desarrollando temas, sino a través de motivos, como las dos notas en las trompetas y trombones que representan a Stanley (interpretado por Marlon Brando) y su sexualidad, los violines que nos hablan de Belle Reve puntuado por esas agudas trompetas y clarinetes, y el ritmo de esas notas de piano en sus registros bajos. Multitud de ejemplos que inundan la partitura.

 

 

Esos motivos nos hacen “sentir” la presencia e influencia de esos personajes y lugares sin necesidad de que estén en pantalla ni en los diálogos, y aportan elementos emocionales a través de la música que nos hacen comprender sus acciones. Desde la débil salud mental de Blanche que va deteriorándose a lo largo de la película y esa polka que sirve de hilo emocional con sus recuerdos, a la compasión que siente el personaje de Mitch por ella. La música llega a influir en esas “sensaciones” hasta tal punto que los censores no simplemente eliminaron la reacción de Kim Hunter ante el famoso grito de “Stella!” y esa camiseta rasgada, aduciendo que representaba “un momento de orgasmo”. Sino que North tuvo que reemplazar su música en la misma porque la consideraron “demasiado sugerente”, con las cuerdas reemplazando la “sensual música” que el compositor originalmente compuso para la escena.

 

Una partitura pionera

Tras el estreno de la película, pocos críticos fueron capaces de opinar o reconocer la pionera partitura de Alex North, era difícil leer alguna mención en las críticas. La música exigía un gran esfuerzo a los espectadores: por un lado, conseguía hacer sentir el ardor y la sensualidad (y sexualidad) de sus personajes; por otro, suplicaba que el intelecto del publico conectara con la emoción y compasión que necesitaban sus personajes. Un exceso de “trabajo” que no era habitual exigir a la audiencia de aquella época y que, aunque actualmente nos parezca normal, nadie se había atrevido a realizar hasta entonces. Por ello fue sorprendente (aunque totalmente justo) que su revolucionaria música se encontrase entre las 12 nominaciones a los Oscar de la Academia que consiguió la película, enfrentándose consigo mismo con su partitura para “La muerte de un viajante”. Lo que ya no fue tan sorprendente es que la Academia terminara decantándose por la música de Franz Waxman para la tradicional y clásica partitura de “Un lugar en el sol”.

 

 

Sin embargo, los 65 años no han hecho disminuir en absoluto el logro de North de conseguir un hito en la historia de la música de Hollywood. Solo en contadas ocasiones, un artista consigue reescribir las reglas establecidas. En 1951, Alex North destrozó literalmente las expectativas de la audiencia de lo que la música de cine podría ser. Por ello “Un tranvía llamado deseo” es una de las partituras más importantes de la historia del cine. Pero no es un mero ejercicio de actitud y fanfarronería. Es emocionalmente envolvente y muy conmovedora,  refleja las necesidades de la historia sin dejar de ser una obra maestra de la música por su cuenta. Desde entonces cada banda sonora de una película ha seguido su estela.

 

Anterior entrega de Las grandes B.S.O.: “Lo imposible” (2012), música de Fernando Velázquez.

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