Las grandes B.S.O.: “El tercer hombre” (1949), música de Anton Karas

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“El icónico tema de la cítara complementa el diálogo sin dominarlo; su melodía evoca el estado de ánimo de esa Viena de posguerra elusiva, encantadora y misteriosa”

 

Una película sobre la Viena de posguerra invitaba más bien al silencio o sobriedad, pero “El tercer hombre” acabó sonando exótico y misterioso gracias a la partitura de Anton Karas, una de las más conocidas de la historia del cine. Por Fernando Fernández.

 

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“El tercer hombre” (“The Third Man”)
Música de Anton Karas, 1949

 

Una sección de FERNANDO FERNÁNDEZ.

 

Si hay una película curiosa, original y rompedora en su época es “El tercer hombre”. Un autentico clásico del cine dirigido por uno de sus grandes directores, Carol Reed, que sin embargo muchas veces ha caido en el olvido. Un maravilloso thriller que siempre ha vivido con el estigma de haber sido dirigido por uno de sus actores secundarios, Orson Welles, algo desmentido una y otra vez por todas las partes involucradas, pero que el público nunca ha querido aceptar.

En esta película todo es tremendamente original y con un sello de alta calidad. La tozudez de su director le llevó a rodar en escenarios originales para que la historia ganase verosimilitud. No solo consiguió dotar de realismo a la película, sino que la propia ciudad y los escenarios se convirtieron en un personaje más, aportando una personalidad y carácter que no hace sino redondearla. Uno de ellos es la música compuesta por Anton Karas.

 

 

Existen muchas leyendas sobre cómo Karas se involucró en la película, entre ellas que Reed se lo encontró en un bar de Viena durante el rodaje. Entonces ya era un conocido instrumentista en la ciudad, por ello fue invitado a interpretar su música de cítara en una fiesta de la producción. Cuando Reed escuchó al músico le invitó a su habitación para que le interpretara diversas piezas tradicionales, de las cuales terminó enamorándose. Si le añadimos el crédito tan original que acompaña su nombre en los créditos, “música de cítara interpretada por” en vez del habitual “música compuesta por”, mucha gente siempre ha pensado que eso es precisamente lo que se escucha en la película: música tradicional vienesa. Sin embargo ese estigma es precisamente señal de la genialidad de compositor y director.

En un primer momento Reed se planteó no utilizar música para reforzar ese realismo que perseguía; después se planteó el utilizar versiones de piezas tradicionales, que ayudaran a transportar al espectador a la Viena de la posguerra. Pero se dio cuenta que era el sonido tan especial y original de la cítara lo que proporcionaba el tono y ambiente de las callejuelas y garitos de Viena, por lo que se puso a trabajar con Karas para componer música completamente original. Así, el elemento final de la personalidad de la ciudad y la película quedó definido completamente, especialmente con ese famosísimo tema principal, que se ganó el derecho a convertirse en el protagonista principal de sus famosos créditos iniciales. El tema queda grabado en nuestras neuronas hasta tal punto que es habitual pensar que es la única música presente durante la película, pero no es cierto.

 

 

La decisión de Reed de utilizar una partitura compuesta por Karas le dio a la película un sonido completamente distintivo. La música podría haber sido convencional y orquestal, incluso incorporando los valses que se suelen asociar con «la vieja Viena». Pero probablemente hubiese sido completamente inapropiado en una película ambientada en la Viena de posguerra, muy afectada por los masivos bombardeos aliados que la convirtieron en un fantasma de lo que fue su elegante fin-de-siècle. Esa es la Viena que presenta la película.

En 1949, Karas viajó a Londres y dedicó tres meses a trabajar con los fragmentos de película que le iban haciendo llegar, improvisando y ajustando la música hasta que director y compositor estaban satisfechos. Cuando se estrenó, en septiembre de ese año, todas las críticas señalaban el peculiar sonido de la cítara como gran responsable de la efectividad de la película. Se editó un disco, «The Harry Lime Theme», que vendió un millón de copias en solo tres meses (¡y en aquellos tiempos!). Aunque los productores se asombraron del beneficio en royalties que estaban obteniendo, Karas no recibió ni un dólar de los primeros ingresos de su música. Más tarde se corrigió la situación, asignándole un porcentaje. A partir de ahí, realizó largas giras en Europa y América durante 1949 y 1950, y llegó a interpretar su música tanto al Rey y la Reina de Inglaterra como al mismo Papa. Con las ganancias decidió comprar un bar en Viena, al que puso el nombre de la película que le hizo una estrella.

 

 

¿Por qué la música funciona tan bien? Su sencillo tema principal ayuda a permanecer en la mente de la audiencia, también transmite un cierto sentido de “exotismo”. En este caso, de las provincias de la Europa Central, cuya música folclórica había inspirado a compositores como Bela Bartok desde principios de siglo. Además su música es tremendamente versátil: aunque su sonido es melancólico, triste, lleno de arrepentimiento, también sugiere suspense, peligro y una continua sensación de búsqueda. Una música tan inusual y evocadora puede ser difícil de describir, pero debe quedar claro que la partitura para cítara es una pieza única de la música de cine, que logra crear un mundo vivo propio y personal. A veces acentúa la acción dramática, otras actúa como una especie de comentario irónico, aliviando la tensión, pero siempre resaltando lo que necesite la historia

Pero la música es mucho más que un simple tema principal. No hay más que ver cómo desaparece en la penúltima escena, cuando Harry Lime (Orson Welles) es perseguido y asesinado en las alcantarillas de Viena. Esta escena, una de las más sorprendentes visualmente de la película (con esas antorchas que se reflejan en las paredes de alcantarillado y las grandes sombras), también utiliza efectos dramáticos de sonido. Se oyen gritos distorsionados y ecos de voces que resuenan a través de ese espacio subterráneo. Aquí la citara habría sido más una distracción que otra cosa. Pero Reed supo que el icónico tema de la cítara inicial era capaz de complementar y acompañar el diálogo sin dominarlo; su melodía es exótica pero local y coincide con la atmósfera de la película, porque evoca el estado de ánimo de esa Viena de posguerra elusiva, encantadora y misteriosa. Como lo son la ciudad y el personaje que le da título.

Anterior entrega: Las grandes B.S.O.: “Bailando con lobos”, música de John Barry.

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