La mascarada del siglo: Así son las cosas, y así se las hemos contado

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tele-04-02-14

«Hace unos días, el informativo de una cadena privada daba por muerto a Steve Van Zandt, al hilo del último trabajo de Springsteen»

 

En televisión no solo la ausencia de espacios musicales es alarmante: los informativos tratan la música como al menor y la desinformación campa a sus anchas.

 

 

Una sección de CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA [twitter: cpziriza].

 

 

La información musical en nuestras televisiones es poco más que una triste cortinilla con la que amenizar los segundos finales de un informativo. Unos momentos de acolchado relleno, contenido ligerito con el que las mentes pensantes que orquestan las escaletas de los noticieros tratan de desengrasar el cerebro del espectador y hacerle olvidar conflictos, corruptelas, sucesos y esa retahíla de acusaciones, desmentidos y efectos colaterales en la que se ha convertido la información deportiva.

Sí, es palmariamente cierto (y obvio) que las artes (plásticas, visuales, escénicas, sonoras) también están ahí para que la gente se evada, un subterfugio escapista con el que desconectar del esquizofrénico (y ciertamente agrio) pulso de la actualidad. Y que la cultura, así en general, siempre ve reducido su papel al de «hermana pobre» en la gran mayoría de redacciones de los medios generalistas. Pero, en cuestiones musicales, el denominador común raya en cotas tan paupérrimas que cualquier comparación con sus vecinos de sección termina por resultar especialmente odiosa, cuando no directamente sangrante.

No se trata ya de resaltar el declive que en las últimas décadas ha experimentado el número de espacios musicales en nuestro país, reducidos a la mínima expresión (aunque músicos anónimos copen horas en las franjas de madrugada, generando un considerable flujo en concepto de derechos de autor que aún no ha sido racionalmente acotado). Sino de volver a constatar la absoluta devaluación de los contenidos musicales en nuestros informativos televisivos, generalmente hundidos desde años (¿décadas?) en una sima de banalización, tópicos y visiones redundantes. Y muchas veces aún con el prurito elitista de la distinción entre alta y baja cultura, porque no es lo mismo hablar de Von Karajan o Claudio Abbado que de los Rolling Stones, por supuesto. No digamos ya de unos Arctic Monkeys. O explicar la entrega de los Globos de Oro que desmenuzar los premios Grammy, por muy devaluados que puedan estar estos últimos.

Tomemos como botón de muestra el tratamiento de los eventos más multitudinarios. El aumento exponencial de nuestra escena festivalera, por ejemplo, no ha hecho más que acrecentar ese abismo. Aunque el tema viene de tan lejos que ni mucho menos debe recaer en su debe. ¿A alguien en su sano juicio se le ocurriría despachar un vídeo sobre la Berlinale limitándose a recoger opiniones de tres o cuatro cinéfilos extravagantes que pululen por la Postdam Platz, unos cuantos datos sobre asistencia y la mísera mención, así como apenas de soslayo, a algunos de los principales directores o películas a concurso? ¿Sería de recibo que no constara una simple referencia a las expectativas del público? ¿Luciría mucho que un becario/a fuera el encargado de transmitir lo que allí ocurre?

Eso es, «grosso modo», lo que ocurre en nuestra feliz Arcadia televisiva cada vez que un festival de pop/rock (o un concierto masivo) goza de unos minutos de pantalla. Los bolos se cuentan por triunfos indiscutidos, los repertorios se asumen como una repetición de temas «míticos», y el guión que trata de dar hilo argumental a las imágenes podría estar redactado a priori, sin necesidad de verificar ni contrastar nada sobre el terreno (de hecho, en el mucho menos lucido panorama de la prensa escrita, alguna crónica ha llegado a publicarse sobre conciertos que, en realidad, se habían suspendido a última hora, minutos después del cierre de edición y ya tarde para rectificar la patraña: quién sabe si la prensa –tantas veces víctima del seguidismo ciego de la televisión– también ha ayudado en ocasiones a pavimentar el camino). Todos sabemos de los imperativos horarios por cerrar y ser los primeros, así como esa clásica limitación que solo permite grabar los tres primeros temas de la mayoría de conciertos. Pero nada de eso justifica tanta inopia generalista.

En fin, hace unos días, el informativo de una cadena privada daba por muerto a Steve Van Zandt, al hilo del último trabajo de Springsteen. Y mientras uno termina de redactar este texto, se encuentra sobreimpreso en la parte inferior de la pantalla del televisor, en esa sucesión de frenéticos titulares escupidos por el informativo matinal del Canal 24 Horas de nuestra televisión pública, esta línea: «MÚSICA DISCO-La Habitación Roja editan un trabajo con influencias americanas». Ustedes dirán si perlas de este calibre merecen mayor comentario.

Anterior entrega de La Mascarada del Siglo: La otra huella sonora.

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