“La mala fama”, de Germán Pose

Autor:

LIBROS

“Con interés desde todos los puntos de vista: musical, sociológico, histórico, chismología…”

 

 

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Germán Pose
“La mala fama”
BERENICE

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

El nombre de un recordado bar madrileño de los 80 es el título ideal para un libro que expone los vía crucis –o las alegrías– de dieciséis actores, aunque lo fueran en la sombra, de aquella energía que en esa década suscitó la atención del país y de gran parte del extranjero. No hay mejor epígrafe. Porque como en una botella de cava, la agitación, la presión de años oscuros, se desborda al abrir la botella. Pero todo se resuelve en espuma y después queda el vacío. Vacío como el que han vivido todos estos protagonistas.

A estos años oscuros se refiere Carlos García-Alix –hermano del fotógrafo, Alberto, que hace el prólogo–, que recuerda un Madrid diferente, todavía sin asfaltar cuando se trasladó la familia desde León, las revueltas callejeras. Cuando la energía dejó de ser fuerza y se transformó en luz él ya estaba revenido, aunque participó de forma activa en una revista icónica y que aquí recoge a parte de sus hacedores: “El canto de la tripulación”.

Entre los quince restantes hay personajes conocidos y otros anónimos, aunque activistas. Al ser historia oral –Germán Pose les cede a todos la palabra– cada uno habla a su manera, dependiendo de cómo le fue en aquella feria de las vanidades, él únicamente pone la grabadora. Tesa, de los Zombies, por ejemplo, realiza una autobiografía en la que reparte flores, pero también pullas crueles. Los hay que se despachan a gusto, claro; está Jorge Ilegal, imagínense. Aunque defiende a bastantes colegas y se deshace en autobombo: era el único que tenía carnet de músico y leía a los clásicos, de los que se siente heredero.

También está Johnny Cifuentes, de Burning, que hace un retrato más sociológico en uno de las pocas visiones de Madrid en tiempos del glam. No deja de tener su punta de tristeza: no se habló más con su padre desde que le dijo que dejaba el trabajo en la cooperativa del taxi para pasar a ser músico. El pintor Mariano López Torrubia se explaya en una verborrea que nos informa sobre cómo vivió el mundo de los pintores la época. Cuidado, es historia oral, decimos: todo estará lleno de verdades exageradas.

Fernando Estrella, de Peor Imposible, divertidísimo, explica el 23–F desde el bar de suboficiales donde estaba. También verborreico tiene anécdotas impagables: esas casas madrileñas donde coincidía todo el mundo y donde se podía ver a Carlos Berlanga cantando a dúo con Camarón. Eso sí, los palos a Almodóvar son constantes.

Hay muchos más. Con interés desde todos los puntos de vista: musical, sociológico, histórico, chismología… El veneno de una época, al fin y al cabo, que se inicia con unas palabras de Tesa –“todo era nuevo”– y concluye con las de Carlos García–Alix, “somos el fin de un ciclo, una serie en vías de extinción”.

Anterior crítica de libros: “Semilla del son”, de Santiago Auserón.

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