La cara oculta del rock: Syd Barrett, el día que el diamante loco volvió a brillar

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«Mientras la figura difusa de Barrett revoloteaba en el ambiente durante la grabación, como si Pink Floyd le estuviera invocando, un desconocido vestido de blanco, gordo, con la cabeza y las cejas afeitadas y con una bolsa en la mano se presentó en Abbey Road»

Pink Floyd nunca hubiera existido sin Syd Barrett. Syd fue la chispa y el motor de la primera etapa del grupo, pero cuando Barrett perdió el norte, el resto de la banda decidió continuar su camino sin él. Los miembros de Pink Floyd no volverían a verle hasta que, siete años después, una extraña figura gorda y calva apareciera en el estudio donde estaban grabando. Los músicos fueron incapaces de reconocer a ese curioso personaje que resultó ser su antiguo líder.

 

Una sección de HÉCTOR SÁNCHEZ.
Durante la segunda década de los años 60, mientras la carrera de Pink Floyd iba cuesta arriba, el estado mental de Syd Barrett viajaba en sentido contrario. Entre su desorden mental y su adicción al LSD, Syd ya no era el músico prometedor que había sido y el grupo necesitaba un guitarrista que estuviera presente en cuerpo y alma. Es entonces cuando entra en escena David Gilmour. Así explicó Gilmour la razón de su incorporación a Pink Floyd: “La idea era que yo tocara la guitarra y cantara en los discos mientras Syd campaba a sus anchas. Otro plan era que Syd se quedara en casa y escribiera canciones sin permitirle subir al escenario para que no arruinara el concierto cada noche. La historia cambiaba cada cinco minutos. En ese momento el grupo estaba muriéndose lentamente”. En un primer momento, la idea era que la figura de Barrett quedara en la sombra, algo parecido a lo que sucedió con Brian Wilson y los Beach Boys.

Y es que Syd Barrett no daba más de sí. “No es que fuera imposible tocar con Syd, era totalmente imposible. Fue una decisión puramente práctica. No había otra opción. Si se hubiera quedado, Pink Floyd hubieran sufrido una muerte vergonzosa”, aseguró Gilmour. Un buen día, antes de un concierto en Southampton, sus compañeros decidieron no recoger a Syd. Nick Mason, batería del grupo, rememora este hecho con dureza en su autobiografía “Dentro de Pink Floyd” (Robinbook): “En el coche, de camino para ir a buscar a Syd, alguien dijo, ‘¿Recogemos a Syd?’ y la respuesta fue ‘No, joder, no vale la pena’. Relatarlo de una manera tan directa suena como si no tuviéramos corazón y fuéramos realmente crueles: es cierto. La decisión fue completamente cruel, igual que nosotros. Actuamos con estrechez de miras, aunque pensé que Syd se comportaba simplemente con mala intención y yo me sentía tan exasperado con él, que solo podía ver el impacto que estaba teniendo a corto plazo en nuestro deseo de ser una banda de éxito”. El bajista Roger Waters fue más directo al hablar del papel de Syd Barrett en Pink Floyd: “No podría haber sucedido sin él, pero por otra parte, no podríamos haber seguido adelante con él”. Aunque Gilmour considera que esta decisión de echarle del grupo quizá no le importó mucho al propio interesado: “Ni siquiera creo que Syd supiera lo que había ocurrido. Estaba realmente ido en aquella época”.

Así pues, el 6 de abril de 1968, se comunicó que Barrett había “dejado” el grupo. El legado de Syd Barrett como miembro de Pink Floyd fue escaso y solo participó en los dos primeros álbumes del grupo, “The piper at the gates of dawn” (1967) y “A saucerful of secrets” (1968), pertenecientes a la etapa psicodélica; sin embargo, no hay que olvidar que sin Barrett, Pink Floyd no hubiera existido. Por su parte, el grupo demostró que sabía desenvolverse sin su lunático antiguo líder y bajo el mandato de Roger Waters. Syd lanzó dos álbumes en solitario en 1970, “The madcap laughs”, producido por Waters y Gilmour, y “Barrett”, producido por Gilmour y el teclista Richard Wright. Poco después, se recluyó como un ermitaño en casa de su madre en Cambridge y no volvió a ver a sus compañeros y amigos. ¿O sí?

La leyenda dice que, años después de abandonar el grupo, Syd Barrett se presentó de improviso en los estudios de Abbey Road, guitarra en mano, para grabar sus partes pero que su aspecto era tan diferente que ni sus antiguos compañeros fueron capaces de reconocerle. Éste hecho es una verdad a medias.

Los miembros de Pink Floyd recordarían el 5 de junio 1975 no solo porque fue el día en que Dave Gilmour contrajo matrimonio, sino también por una inesperada visita que apareció en el estudio. En ese momento, el grupo se encontraba trabajando en la mezcla de ‘Shine on you crazy diamond’, la pieza principal del elepé “Wish you were here”, un álbum que habla sobre la locura y los negocios, si no son la misma cosa. Esta canción, formada por nueve partes y que abría y cerraba el elepé, surgió de un “riff” que a Gilmour se le ocurrió por “accidente” y estaba inspirada en el malogrado Syd. Barrett ya no formaba parte del grupo, pero ‘Wish you were here’ y ‘Shine on you crazy diamond’ demostraban que seguía estando presente entre los músicos, aunque no fuera física ni presencialmente. Roger Waters trató de explicar de dónde surgió esa inspiración: “No sé por qué empecé a escribir esa letra acerca de Syd. Creo que fue porque el ‘riff’ de Dave tenía un sonido extremadamente lúgubre, eso fue mucho tiempo antes de las sesiones de grabación de “Wish you were here”, cuando el estado de Syd podía ser visto de manera simbólica como el estado general del grupo, es decir, muy fragmentado. El álbum anterior, “The dark side of the moon” (1973), fue un proyecto tan ambicioso que había dejado a la banda exhausta, de ahí que el grupo se sintiera “fragmentado”. Según Waters, lo que quería transmitir con ‘Shine on you crazy diamond’ era lo siguiente: “Quería que reflejara con la mayor exactitud lo que yo sentía (…), esa especie de melancolía indefinible e inevitable por la desaparición de Syd”.

 

Mientras la figura difusa de Barrett revoloteaba en el ambiente durante la grabación, como si Pink Floyd le estuviera invocando, un desconocido vestido de blanco, gordo, con la cabeza y las cejas afeitadas y con una bolsa en la mano se presentó en Abbey Road. Todo el mundo quedó desconcertado ante su presencia. Ese “tipo grandioso, gordo, calvo y lunático”, como lo definió Roger Waters, era Syd. Al menos, lo que quedaba de él. El primero en ser consciente de la identidad del extraño personaje fue Gilmour: “Ese tipo se paseaba por allí, mirando el equipo, y al principio no me fijé bien en él porque pensaba que era alguno de los cerebritos de personal de EMI. Después entró en la sala de control. Estuvo allí durante mucho tiempo y todos susurrábamos: ‘¿Quién coño es este tío?’ Yo fui el primero en reconocerle”. Al principio, Richard Wright no tuvo tan claro quién era el desconocido: “Apareció en el estudio y nadie sabía quién era esa persona. Recuerdo que cuando yo entré, Roger ya estaba allí, trabajando. Me senté a su lado. Diez minutos después, Roger me dijo: ‘¿Sabes quién es ese tipo?’. Respondí: ‘No tengo la menor idea. Suponía que era un amigo tuyo’. Él dijo: ‘Piensa, piensa’. Y yo seguí mirándolo, ¡hasta que de pronto me di cuenta de que era Syd!”. Roger Waters lloró al ver el estado de su amigo y Nick Mason se sintió “horrorizado por el cambio físico”, como relata en su autobiografía: “Ahora no parecía un hombre que tuviera ningún amigo en absoluto. Su conversación era intermitente y no se entendía del todo, aunque, para ser justos, no creo que ninguno de nosotros fuera especialmente elocuente. No tengo ni idea de por qué estaba allí. Nadie lo había invitado, y yo no lo había visto desde que dejó el grupo en 1968”.

¿Qué hacía Syd en el estudio? Nadie tenía la respuesta. El batería comparó la inesperada visita con el personaje clásico de J. M. Barrie: “Resulta muy fácil establecer paralelismos entre aquel Syd y un Peter Pan que regresa para ver que la casa aún sigue allí, aunque la gente haya cambiado. ¿Quizá esperaba encontrarnos tal y como habíamos sido siete años antes, preparados para trabajar otra vez con él?”. Barrett puso al día sobre su vida a sus compañeros: “Bueno, tengo una tele en color… y una nevera. Tengo algunas chuletas de cerdo en la nevera, pero las chuletas se esfuman, así que tengo que seguir comprando más”. También escuchó la reproducción de “Shine on you crazy diamond” sin ser consciente de que él era ese diamante loco y la calificó como “un poco rara”. Después no entendió que los músicos la volvieran a escuchar: “¿Para qué? Ya la habéis oído entera”. El antiguo miembro de Pink Floyd se mostró todo lo coherente que se podía esperar de él y estuvo perdido y ensimismado durante su visita. Tal vez ni él mismo sabía qué hacía allí. A pesar de ello, sorprendentemente preguntó cuándo podía grabar su parte con la guitarra. Sus compañeros le respondieron que ya la había grabado.

Syd Barrett se perdió entre la multitud en el bar de EMI durante la fiesta de boda de los Gilmour. Los asistentes lo confundieron con un Hare Krishna. Después se marchó sin despedirse. Los cuatro músicos no le volvieron a ver.

Dave Gilmour quitó hierro al asunto de la aparición de Syd mientras preparaban ‘Shine on you crazy diamond’: “Es otro de esos estúpidos cuentos. La idea de que Syd fuera un espectro que nos merodeaba es una chorrada”. Por su parte, Mason destaca en su libro que la visita hizo que los músicos se hicieran una autoevaluación: “Su repentina e inesperada llegada hizo que rememoráramos toda una etapa de la vida del grupo. Uno de esos sentimientos que afloró fue el de culpa. Todos habíamos tenido algo que ver con el estado actual de Syd, ya fuera por no querer reconocer su situación, por la falta de responsabilidad, la insensibilidad o un egoísmo descarado”. El reencuentro con Barrett confirmó por qué Pink Floyd había decidido elegir continuar su camino sin él, pero al mismo tiempo sirvió de catalizador para el grupo. “Wish you were here” fue un emotivo homenaje a Syd. Justo cuando el álbum está terminando, al final de “Shine on you crazy diamond”, se pueden escuchar unas notas de ‘See Emily Play’ para recordar que hubo una época en la que el diamante Barrett brillaba más que los demás.

La historia de Syd Barrett puede parecer la típica historia de ascenso y caída de una estrella de rock, pero Syd, a diferencia de otros músicos contemporáneos a él, no cumplió el lema de “vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver”. Finalmente, en 2006, a los sesenta años, aquel diamante loco dejó de brillar.

Nos veremos en La Cara Oculta del Rock…

Anterior entrega de La cara oculta del rock: Los Ohio Players, un grito en la montaña rusa de la muerte.

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