La cara oculta del rock: Los fantasmas de Jim Morrison

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«No sé qué sucedió, pero había indios desparramados por toda la autopista, sangrando hasta la muerte. Entonces el coche gira y para. Era la primera vez que saboreé el miedo. Yo debía de tener cuatro años, a esa edad, un niño es como una flor, su cabeza está flotando en la brisa»

 

Todo el mundo tiene su propio trauma infantil imposible de borrar y que sirve para forjar el carácter de adulto. Jim Morrison vivió una experiencia traumática cuando solo tenía cuatro años y fue, en parte, ese suceso el que determinó que se convirtiera en el personaje que llegó a ser: el chamán del rock.

 

Una sección de HÉCTOR SÁNCHEZ.

 

Un concierto de rock suele ser una experiencia divertida. Una masa enfervorecida vocifera y levanta las manos mientras escucha en directo las canciones de su artista favorito. Cuando se apagan las luces del escenario, esta masa se dispersa y vuelve a su casa con la sensación de habérselo pasado a lo grande, sin mayor trascendencia. Jim Morrison no veía los conciertos de esta manera. Jim Morrison no quería ser otro cantante. Jim Morrison quería utilizar su música como algo más: “Me gusta cualquier reacción que pueda conseguir con mi música, cualquier cosa que haga pensar a la gente. Si consigues que una sala llena de gente borracha y colocada se ponga en pie y piense, estás haciendo algo”. Morrison siempre estuvo fascinado por la cultura de los indios nativos americanos y su papel sobre el escenario, más que el de una estrella del rock, era el de un chamán. De ahí que un show de los Doors, más que un simple divertimento musical, fuera un ritual de comunión; así lo explicó su vocalista: “Un  concierto de los Doors es una reunión pública convocada por nosotros para un especial debate dramático. Cuando actuamos, estamos participando en la creación de un mundo, y lo celebramos con la multitud”.

Como buen chamán, Morrison también tenía dos animales con los que identificarse y estos eran el lagarto y la serpiente: “No debemos olvidar que el lagarto y la serpiente se identifican con lo inconsciente y las fuerzas del mal. Hay algo profundo en la memoria humana que reacciona violentamente ante una serpiente. Incluso aunque no hayas visto ninguna. Creo que la serpiente representa todos nuestros temores. Este largo poema es una invitación a la oscuridad, a las fuerzas del mal”. El poema al que Jim Morrison se refería era ‘The celebration of the lizard’, uno de los números principales de los Doors en directo y que nunca llegaron a incluir completo en un álbum de estudio; salvo una pequeña parte, ‘Not to touch the earth’, que se incluyó en el tercer disco del grupo “Waiting for the sun” (1968). La máxima “I’m the Lizard King, I can do anything” (“Soy el Rey Lagarto, puedo hacer cualquier cosa”), otorgó a Morrison su famoso apodo. Y como el Rey Lagarto podía hacer cualquier cosa, desde el escenario, Jim Morrison era capaz de hipnotizar a su audiencia. Bailaba en círculos alrededor del pie del micrófono, imitaba sonidos de animales, simulaba estar poseído por espíritus y se tiraba al suelo como si hubiera muerto. Estos gestos formaban parte de su ritual como el Chamán Eléctrico. Pero ¿de dónde surgía el interés de Morrison por la cultura de los espíritus y lo oculto?

Para responder a esta pregunta hay que remontarse a la infancia del líder de los Doors, cuando Jim Morrison era conocido simplemente como Jimmy. La Segunda Guerra Mundial había terminado, pero las responsabilidades militares de su padre, Steve, obligaban a los Morrison a vivir de aquí para allá. Un día, a primera hora de la mañana, la familia vagaba en coche por el desierto, por una carretera entre Alburquerque y Santa Fe. El vehículo paró en la cuneta y el padre bajó rápidamente del coche. Los curiosos ojos de Jimmy, que por entonces solo tenía cuatro años de edad, jamás olvidarían la dantesca imagen que se encontraba al otro lado de la ventanilla. Un camión se había estrellado frontalmente con un automóvil. La carga del camión estaba esparcida por la autopista. Eran jornaleros indios, de la tribu de los hopi, cuyos cuerpos, muchos sin vida y otros desangrándose, cubrían el asfalto como si fuesen una macabra alfombra. Jimmy quiso salir del coche para ayudarles, pero su madre, Clara, se lo impidió. Su padre volvió a subir al vehículo y continuaron por la carretera hasta que, en la gasolinera más cercana, Steve llamó por teléfono a la policía y pidió una ambulancia. Mientras, el consternado Jimmy no hacía más que hacer preguntas sobre el suceso que acaba de presenciar. Como el pequeño se encontraba muy alterado, su padre decidió tranquilizarle: “Jimmy, en realidad no pasó nada. Solo ha sido una pesadilla”.

Así fue como los padres de Jim Morrison intentaron hacerle olvidar la visión de aquella tragedia, pero un niño, fácilmente impresionable, jamás podría quitarse de la cabeza la imagen de los indios agonizando de dolor en la carretera. Muchos años más tarde, este suceso quedaría inmortalizado en los versos de la canción ‘Peace frog’, incluida en el quinto álbum de los Doors, “Morrison Hotel” (1970): “Indians scattered on dawn’s highway bleeding / Ghosts crowd the young child’s fragile eggshell mind” (“Indios esparcidos por la autopista del amanecer sangrando. Espíritus llenan la frágil mente de cáscara de huevo de un niño”). Ray Manzarek, Robby Krieger y John Densmore grabaron la música antes de tener letra. Cuando Ray encontró un poema de Jim titulado ‘Abortion stories’ comprobaron que esos versos se ajustaban al ritmo perfectamente.

Sin embargo, ‘Peace frog’ no es la única composición de Morrison en la que habla de los indios muertos en el accidente. Dos de los poemas incluidos en “An american prayer” (1978), el  proyecto en el que los Doors supervivientes pusieron música a la voz de Jim recitando sus textos, también hacen mención al suceso. En ‘The ghost song’, el Rey Lagarto recitaba los mismos versos que utilizaron en ‘Peace frog’ y en ‘Dawn’s highway’, Morrison recordaba el suceso con mayor detalle: “Yo y mi madre y mi padre y mi abuela y mi abuelo íbamos conduciendo a través del desierto al amanecer. Un camión de trabajadores indios había chocado con otro coche. No sé qué sucedió, pero había indios desparramados por toda la autopista, sangrando hasta la muerte. Entonces el coche gira y para. Era la primera vez que saboreé el miedo. Yo debía de tener cuatro años, a esa edad, un niño es como una flor, su cabeza está flotando en la brisa, tío. La sensación que tengo ahora cuando pienso en ello, mirando atrás, es que las almas de los fantasmas de los indios muertos, quizá la de uno o dos, estaban corriendo enloquecidas por allí y se introdujeron en mi alma. Y aún siguen ahí”.

Así fue como Jim Morrison se convirtió en el Chamán Eléctrico, poseído por los espíritus de los indios. El poeta aseguró que las almas de los indios entraron en su cuerpo y, según una de las variadas teorías de la muerte de Morrison, estos espíritus también fueron quienes le quitaron la vida a los veintisiete años. Al menos, en el supuesto de que el Rey Lagarto esté muerto realmente.

Anterior entrega de La cara oculta del rock: El misterioso y vanidoso amante de Carly Simon.

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