La cara oculta del rock: La venganza de Phil Spector

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«(Let’s dance) the screw’ era la peculiar forma con la que Spector se despidió de su antiguo socio; era la palmadita en la espalda que Phil le daba a Les, o en palabras de Sill: “Era su forma de decir ‘que te jodan, colega”

 

Aunque había fundado su propio sello, Philles Records, junto a Lester Sill, Phil Spector no quería compartirlo con nadie. Para quitarse a Sill de encima, Spector orquestó una maniobra que daría lugar a un extraño disco: ‘(Let’s dance) the screw’, interpretado por las Crystals.

 

Una sección de HÉCTOR SÁNCHEZ.

 

El epitafio de su padre sirvió a Phil Spector para conseguir su primer éxito. “Conocerlo es amarlo”, rezaba la inscripción de la tumba. Esta frase se convirtió en el título de la canción ‘To know him is to love him’ (1958) que Spector grabó con su grupo, los Teddy Bears. El paso de Phil Spector por esta banda fue efímero, pero durante la grabación del disco, Spector conoció a Lester Sill. En un par de años, ambos juntaron sus talentos y fundaron un nuevo sello discográfico, Philles Records; el nombre de la empresa nació de la unión de sus nombres de pila, Phil y Les. Dentro de esta discográfica, Spector dio rienda suelta a su creatividad y sentó los cimientos de su sello personal: el muro de sonido.

Este “muro” estaba construido por un collage de instrumentos, coros y ecos. Dentro del estudio Phil Spector se convertía en un alquimista del sonido. Baterías, bajos, violines, castañuelas o saxofones resonaban sin dejar hueco a la improvisación. Spector medía con sumo cuidado dónde debía de sonar cada instrumento con la precisión de un desactivador de explosivos. El muro de sonido era Wagner haciendo música pop. Las pistas grabadas y regrabadas creaban una atmósfera densa. Un sonido divino que servía de lienzo perfecto sobre el que trazar epopeyas adolescentes. “Pequeñas sinfonías para chicos”, así denominaba Spector a sus canciones; aunque la revista “Rolling Stone” fue mucho más acertada al describir estos temas como “canciones que duran tres minutos y eternamente”. Phil Spector prefería poner todo su empeño y dinero en una sola canción, antes que en un álbum y ese esfuerzo siempre se veía recompensado. El sello Philles lanzó temas inmortales como ‘He’s a rebel’ (1962), ‘Da doo ron ron’ (1963) y ‘Then he kissed me’ (1963), de las Crystals (aunque la primera de ellas en realidad estuvo interpretada por Darlene Love); ‘Be my baby’ (1963) y ‘Baby, I love you’ (1964), de las Ronettes; o ‘You’ve lost that lovin’ feelin’ (1965) y ‘Unchained melody’ (1965), de los Righteous Brothers.

Pero tanta meticulosidad y omnipresencia en el estudio de grabación le acabarían dando a Spector no pocos problemas con el resto de sus compañeros, ya fueran los intérpretes, los técnicos o el propio Lester Sill, quien no logró disfrutar del éxito de muchos de los discos anteriormente citados. Con su carácter megalómano, Phil Spector no se podía permitir compartir con nadie el triunfo de su trabajo. Un año después de fundar la compañía, Spector compra a Sill su parte de Philles Records. De esta manera, Phil no solo se convertía en el único dueño de la empresa, sino que también era el propietario más joven en Estados Unidos de un sello. La cantidad que Phil Spector acordó entregar a su socio era insignificante, pero a Lester Sill no le quedó más remedio que aceptar: “Lo vendí por una miseria. Era una mierda. Ridículo. Eran alrededor de 60.000 dólares. No quería, pero tuve que hacerlo. Te diré una cosa, no podía vivir con Phillip… Solo quería largarme de allí. Si no lo hubiera hecho, lo habría matado. No merecía la pena exasperarse. Daba igual lo importante que fuera, no era tan importante”. Pero de esta suma, Sill no vio ni un mísero centavo. El creador del muro del sonido alegó que su antiguo compañero todavía le debía royalties por el trabajo que había realizado con las Paris Sisters el año anterior y no estaba dispuesto a pagarle. Como no podía ser de otra manera, Phil y Les acaban en los tribunales y aquí es donde comienza la leyenda del fin de esta relación contractual.

 

 

Ante la demanda de Sill, el juez obliga a Spector a entregarle los royalties del próximo single de Philles. ¿Y qué hace el Phil al respecto? Se reúne en el estudio con las Crystals para grabar el siguiente “éxito” de la compañía: ‘(Let’s dance) the screw – Part I’. El título no podía ser más oportuno, “(Bailemos) el fraude”. Lejos del ostentoso sonido Spector, Phil se salta su propio muro para crear una canción repetitiva, con una letra simplona y en la que él mismo dice varias veces con un tono monótono “dance the screw”. Y así durante los cinco minutos que dura la cara A del single. Aunque al darle la vuelta al disco, la cara B tenía otros cinco minutos de lo mismo con el título ‘(Let’s dance) the screw – Part II’. Con esos diez minutos de fraude, Spector se aseguraba de que nadie querría tener semejante disco y así Sill se quedaría con las ganas de recibir su compensación. Sin embargo, esta venganza orquestada por el autor del muro del sonido no se llevó a cabo de esta manera y resulta extraño que el juez propusiera un acuerdo como ese.

Existen muy pocas copias de ‘The screw’, por lo que el disco se convirtió en una joya de coleccionismo, y la primera de estas copias fue enviada a la casa de Lester Sill. El número con el que el disco fue editado fue el 111; poco después, Philles lanzaría ‘(Today I met) the boy I’m gonna marry’ (1963), de Darlene Love, también bajo el número 111. En 1962, el sello decidió retirar la polémica composición de Gerry Goffin y Carole King ‘He hit me (it felt like a kiss)’, a la que se le otorgó el número 105, número que después no se volvió a utilizar para otro single. Que dos canciones fueran catalogadas bajo el 111 hace pensar que Phil Spector nunca tuvo intención de sacar al mercado ‘The screw’. Además, el hecho de editar tan pocas copias del mismo confirma esta teoría. Entonces, ¿qué sentido tuvo grabar esta canción? ‘(Let’s dance) the screw’ era la peculiar forma con la que Spector se despidió de su antiguo socio; era la palmadita en la espalda que Phil le daba a Les, o en palabras de Sill: “Era su forma de decir ‘que te jodan, colega’”.

Con Lester Sill fuera, Phil Spector podía continuar con su imperio en solitario, pero en 1967, Philles se acabaría derrumbando. El productor estaba convencido de que el tema ‘River deep – Montain high’ (1966) de Ike y Tina Turner sería el culmen de su carrera, pero la canción no obtuvo el éxito esperado y el orgulloso Spector se lo tomó como algo personal. El mercado había cambiado y el elepé había dejado obsoleto al single. Después de recluirse durante un tiempo, el creador del muro del sonido volvió a la carga ayudando a los Beatles, para disgusto de Paul McCartney, a despedirse en “Let it be” (1970), discutiendo a punta de pistola con Leonard Cohen en “Death of a ladies man” (1977), o exasperando a los Ramones en “End of the century” (1980). Sin embargo, en los últimos años, Spector ha quedado en la imaginería popular como el loco de las armas de fuego y las pelucas ridículas y el culpable del asesinato de la actriz Lana Clarkson, por el que en 2009 fue condenado a 19 años de cárcel. Phil Spector fue el hombre que construyó un brillante muro de sonido y que terminó en la sombra de los muros de una prisión.

Anterior entrega de La cara oculta del rock: La gallina que perdió la cabeza por Alice Cooper.

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