La cara oculta del rock: Black Sabbath y la mujer que nunca estuvo allí

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«Según la leyenda urbana, aquella misteriosa mujer no se encontraba presente en el momento en el que fue tomada la fotografía, sino que apareció después, durante el revelado, como si fuera la aparición de un fantasma que quería convertirse en un icono de las portadas del rock»

 

Si hay una portada que todavía provoca escalofríos, esa es la del primer álbum de Black Sabbath. Un misterio rodea a la fotografía. Delante de un viejo molino se observa la presencia inquietante de una mujer vestida de negro. ¿Se encontraba presente de verdad cuando fue tomada la foto? Esta cubierta sería el primer paso para relacionar a la banda de heavy con la magia negra y el satanismo.

 

Una sección de HÉCTOR SÁNCHEZ.

 

El viernes 13 es una fecha que, si fuera por los supersticiosos, no debería figurar en el calendario. El viernes 13 es el equivalente en las culturas anglosajonas de nuestro martes 13. Para encontrar el origen de este mito, hay que remontarse a un acontecimiento histórico que sucedió el viernes 13 de octubre de 1307, cuando el rey Felipe IV de Francia ordenó que los Caballeros Templarios fueran capturados, juzgados y condenados por la Santa Inquisición. Por otro lado, el número trece es considerado como un número de mal augurio debido a que trece fueron los comensales en la Última Cena, el capítulo 13 del libro del “Apocalipsis” trata sobre el anticristo y la bestia, durante una cena de dioses en Valhalla, Loki era el decimotercer invitado y en el Tarot, la carta número 13 es la carta de la muerte. Con semejantes antecedentes, solo un grupo podía lanzar su primer álbum un viernes 13 de febrero de 1970: Black Sabbath.

El hecho de que una de las bandas que cimentó las bases del heavy debutara en un día tan señalado solo sería un detalle más en su leyenda negra. Pero si había algo más inquietante que la fecha del debut, esta era la portada del álbum homónimo. La imagen que aparecía en la cubierta aterrorizó a los jóvenes de la época. Un bosque, un caserón abandonado y una mujer vestida de negro que sostiene un gato eran tres elementos tétricos que creaban una estampa siniestra, capaz de erizar el vello a la persona más valiente. Contemplando la portada, cada uno podía construir en su cabeza su propia película de terror. ¿Quién era esa mujer de mirada mortecina? ¿Era una hechicera? ¿Por qué nos miraba así? ¿Qué quería de nosotros? Cualquier posible pregunta que se pasara por la cabeza se quedaba corta ante la eterna cuestión que planteó la tenebrosa imagen: ¿De verdad estaba allí? Según la leyenda urbana, aquella misteriosa mujer no se encontraba presente en el momento en el que fue tomada la fotografía, sino que apareció después, durante el revelado, como si fuera la aparición de un fantasma que quería convertirse en un icono de las portadas del rock.

Por si la cubierta no daba suficiente mal rollo, en el interior del desplegable se incluyó una cruz invertida y, dentro, un poema titulado “Still falls the rain”, que recopilaba imágenes tan agradables como árboles ennegrecidos, amapolas que sangran, conejos nacidos muertos en trampas, pájaros mudos o estatuas decapitadas. Con una carta de presentación así, era inevitable asociar a Black Sabbath con el mundo de las artes oscuras. Sin embargo, los miembros del grupo fueron los primeros sorprendidos al observar la cubierta de su primer disco. Así recordó Ozzy Osbourne en su autobiografía el momento en el que Jim Simpson, el primer representante del grupo, les enseñó la portada: “Aquella tarde nos reunimos en su cuarto de estar y esperamos, tableteando con los dedos, sin saber qué coño quería contarnos. Jim echó mano a su cartera y sacó la copia ya editada de ‘Black Sabbath’, Nos quedamos sin palabras. (…) Era increíble”. De acuerdo con Ozzy, ninguno de los músicos había intervenido en la creación de la portada: “No habíamos participado en absoluto en el diseño del disco, con lo que la cruz invertida –un símbolo satánico como descubriríamos más tarde– no tenía nada que ver con nosotros. Pero esas historias que circulan según las cuales no estábamos contentos son mentira. Por lo que yo recuerdo, todos alucinamos enseguida con la portada. Nos quedamos mirándola y diciendo: ‘¡Joder, tío, es la leche!’”.

El responsable de tomar la instantánea para esa funda fue Marcus Keef y la realidad es mucho más prosaica. No hay ningún antiguo caserón abandonado en un enclave desconocido. Lo que aparece de fondo es el molino de Mapledurham, situado en el condado de Oxfordshire, a orillas del río Támesis. Es el último de los molinos de agua de Inglaterra que continúa en funcionamiento y recibe multitud de visitas turísticas al año, por lo que de lúgubre e inhóspito tiene poco. Sobre la inquietante mujer, para decepción de los más morbosos, no era una bruja, no era un fantasma y sí que estaba presente en el momento del disparo fotográfico. Según el periodista Pete Sarfas, era una modelo llamada Louise. Poco más se sabe de ella, por lo que circulan otras leyendas que dicen que murió en un trágico accidente de coche en el mismo año en el que se editó el disco. La técnica utilizada por Keef para crear esos colores tan siniestros fue sencilla: colocó el negativo sobre la imagen original. Con este gesto consiguió convertir la instantánea en algo terrorífico.

Los músicos no tuvieron nada que ver con la imaginería oscura del álbum, fue la discográfica, Vertigo, la responsable de incluir elementos satánicos como estrategia publicitaria, de ahí la inclusión del poema y la cruz invertida. Sobre la cruz, Ozzy relató una divertida anécdota con su padre: “Nuestro primer disco tampoco impresionó demasiado a mi padre. Siempre recordaré el día en que lo llevé a casa y le dije:
–¡Mira, papá! ¡Un disco con mi voz!
Aún le veo, calándose las gafas de leer y acercándose la portada a la cara. Luego abrió el disco, dijo ‘hmmm’ y preguntó:
–¿Seguro que no ha habido un error, hijo?
–¿Qué quieres decir?
–Esta cruz está del revés.
–Así tenía que salir”.

Gracias a las referencias demoniacas, Black Sabbath fueron ganando cada vez adeptos más curiosos. Hasta el punto en que un grupo de satanistas les pidió que tocaran en su “Noche de Satán” que celebrarían en el Stonehenge. Según la leyenda, como la banda rechazó la propuesta, Alex Sanders, el Rey de los Brujos de Inglaterra, les castigó echándoles una maldición. Para evitar que los demonios rondaran a los miembros del grupo, el padre de Ozzy, que era herrero, les fabricó unas cruces que deberían llevarían colgadas del cuello. No obstante, el vocalista de Black Sabbath explicó este origen de las cruces de otra manera: “No miento cuando digo que nunca, ni por un instante, nos tomamos en serio la historia de la magia negra. Nos gustaba por lo teatral que era. Hasta mi padre entró en el juego: durante una de las pausas de la fábrica me hizo una cruz de metal acojonante. Cuando me presenté a los ensayos con ella, los otros también quisieron una, y conseguí que mi padre hiciese tres más. Cuando me enteré de que había gente que practicaba de verdad las ‘artes ocultas’ no pude creérmelo: pirados maquillados de blanco con capas negras que se nos acercaban tras los conciertos y nos invitaban a misas negras en el cementerio de Highgate en Londres. Yo les decía:
–Mira, tío, no me interesa el espiritismo, solo lo espirituoso: el whisky, el vodka y la ginebra.
Una vez, un grupo de satanistas nos invitó a tocar en Stonehenge. Les dijimos que se fuesen a tomar por culo y nos amenazaron con maldecirnos. Menuda gilipollez. Por aquel entonces en Gran Bretaña había incluso un ‘brujo mayor’, un tal Alex Sanders. Nunca lo conocí. Tampoco me interesaba”.

A pesar de que todo este rollo satánico y oscuro le pareciera una estupidez al loco de Ozzy, tanto la banda como el vocalista, en su posterior carrera en solitario, supieron sacarle partido. No hay nada como sentir simpatía por el Diablo a cambio de un poco de publicidad.

Anterior entrega de La cara oculta del rock: Keith Richards, déjale que sangre.

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