La cara oculta de las canciones: ‘Death on two legs (dedicated to…)’, procura no hacer enfadar a Queen

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«Pasé un mal rato intentando sacar la letra. Quería que fuera tan grosera como fuera posible. Mi garganta fue una sangría. Cada día cambiaba la letra intentando que fuera lo más cruel posible»

 

¿Qué mejor manera de abrir un álbum que con una retahíla de insultos? Eso es lo que pensó Freddie Mercury después de que Queen salieran escaldados de la relación con su mánager anterior, quien les había estafado. ‘Death on two legs’ fue la dedicatoria con la que Mercury le quiso agradecer su trabajo.

 

Una sección de HÉCTOR SÁNCHEZ.

 

Los hermanos Norman y Barry Sheffield habían construido los estudios Trident en el número 17 de la calle St. Anne’s Court, un callejón del barrio del Soho londinense. Estos estudios contaban con la más tecnología más puntera y los técnicos de sonido trabajaban ataviados con batas blancas, como en el estudio de EMI en Abbey Road. Los estudios Trident albergaron a los músicos más famosos y sus muros fueron testigos de las grabaciones de obras determinantes para la música como los temas ‘Hey Jude’ (1968), de los Beatles, ‘Space oddity’ (1969), de David Bowie, o ‘Candle in the wind’ (1974), de Elton John, así como del álbum “Transformer” (1972), de Lou Reed. Del éxito de Trident como estudios de grabación nació Trident Audio Production como productora discográfica. Cuando dos ingenieros de sonido de Trident, Roy Thomas Baker y John Anthony, quedaron impresionados al descubrir a un incipiente grupo llamado Queen, no tardaron en recomendárselo a los hermanos Sheffield. Por entonces, los desconocidos Queen estaban buscando su sitio y los ingenieros entregaron una cinta para que Norman Sheffield escuchara el sonido del grupo y se planteara contratarlos. Aunque a Sheffield le gustó, prefirió tomarse aquello con cautela: “Encontré que era interesante. Uno podía asegurar que tenían talento individualmente, y que tocaban bien, que eran buenos músicos. Pero me mostré precavido antes de comprometerme por completo en aquel momento”.

En marzo de 1972, Barry Sheffield hizo caso a la recomendación de los ingenieros de sonido y acudió al concierto que Queen iba a realizar en Forest Hill, Londres, para comprobar cómo respondía aquella banda en directo. El grupo impresionó tanto a Barry que no dudó en ofrecerles un contrato con Trident Audio Productions al final de la actuación. Ahora, los hermanos Norman y Barry veían en Queen un diamante en bruto, sin embargo, el grupo estuvo vacilando si aceptar el contrato durante siete meses hasta que finalmente lo firmaron en noviembre de 1972. Para un grupo anónimo como Queen, grabar un álbum en los estudios Trident suponía una gran oportunidad. No obstante, la banda no podía utilizar el estudio a su antojo y solo podían entrar a grabar después de que terminaran estrellas como David Bowie o Elton John, músicos que, por cierto, más adelante acabarían colaborando con Queen. El hecho de que tuvieran que soportar la espera hacía que la banda solo pudiera grabar a horas intempestivas o durante los fines de semana, como reconocería el guitarrista Brian May: “Nos llamaban para decirnos que David Bowie había terminado con algunas horas de antelación, así que teníamos entre las tres y las siete de la madrugada, cuando entraba el servicio de limpieza. Una gran parte del disco se hizo así. Hubo unas cuantas jornadas completas, pero en su mayoría se hizo a ratos sueltos”. Con este ritmo de trabajo, los músicos debutaron con el álbum homónimo “Queen” (1973).

A este trabajo le siguieron “Queen II” (1974) y “Sheer heart attack” (1974). Gracias al tercer álbum, la banda consiguió el empujón que necesitaban para ser tomados en serio y reconocidos por todo el mundo. En solo dos años, Queen había pasado de ser un grupo por el que ninguna compañía discográfica había apostado a ser una banda de éxito internacional capaz de agotar entradas tanto en Estados Unidos como en Japón. Pero según Freddie Mercury, el enorme triunfo que estaban obteniendo profesionalmente no lo veía reflejado económicamente, por lo que echó la culpa a su mánager, Norman Sheffield. Así lo resumió el batería Roger Taylor: “A nivel financiero, estábamos entre la espada y la pared. Habíamos vendido un montón de discos y no nos habían pagado casi nada, la vieja historia de siempre”. Mercury se sentía estafado y este tira y afloja monetario terminó en la ruptura de Queen y Sheffield. Tras esta decisión, el vocalista sintió que se había quitado un peso de encima: “Por lo que respecta a Queen, nuestros antiguos managers han fallecido. Dejan de existir en cualquier función del tipo que sea respecto a nosotros… ¡y sentimos un gran alivio!”.

Pero Freddie Mercury todavía no había dicho la última palabra sobre su relación profesional con Norman Sheffield. Si “Sheer heart attack” supuso un antes y un después para los británicos, el cuarto álbum, “A night at the opera” (1975), fue su culminación. El elepé, recordado por incluir ‘Bohemian raphsody’, empezaba de una manera muy particular: “Chupas mi sangre como una sanguijuela / Rompes la ley y engañas / Estrujas mi cerebro hasta que duele / Te has llevado todo mi dinero y quieres más”. Con estas bellas palabras comenzaba ‘Death on two legs (dedicated to…)’, una colección de insultos que incluía “mala persona”, “charlatán de poca monta”, “sabelotodo” o “rata de alcantarilla”, entre otras lindezas. “El álbum necesitaba un comienzo potente, ¿y qué mejor manera que tener esas primeras palabras?”, declaró Mercury.

¿Y a quién iban dedicados estos amables calificativos? El cantante respondió de forma discreta: “Normalmente no me gusta explicar en qué estaba pensando cuando escribí esa canción. Trata sobre un viejo desagradable que conocí. La letra me salió con mucha facilidad”. No resultaba difícil deducir que aquellos versos estaban dedicados a Norman Sheffield como agradecimiento por su gestión. No era la primera vez que Mercury insinuaba que se sentía explotado, también lo hizo en el tema ‘Flick of the wrist’ de “Sheer heart attack”. Pero ‘Death on two legs’ era mucho más directa. En el libro “Freddie Mercury. Su vida contada por él mismo” (Ediciones Robin Book), formado por declaraciones extraídas de entrevistas, el vocalista explica cómo se iba ensañando cada vez un poco más durante su composición: “Pasé un mal rato intentando sacar la letra. Quería que fuera tan grosera como fuera posible. Mi garganta fue una sangría. Cada día cambiaba la letra intentando que fuera lo más cruel posible. Cuando los demás la escucharon por primera vez se quedaron impresionados. Al describírsela, dijeron: ‘¡oh, sí!’, pero luego vieron la letra y se asustaron. Sin embargo, yo ya había dado ese paso y estaba completamente absorto en ella. Durante unos días yo era como un demonio”. De hecho, según el cantante, sus compañeros no se sentían del todo cómodos con aquella creación: «‘Death on two legs’ era la letra más malintencionada que había escrito jamás. Contenía tanto rencor que Brian se sentía mal al cantarla».

Cuando Norman Sheffield escuchó el tema por primera vez y se dio por aludido pensó en demandar al grupo y a EMI, pero la discográfica le silenció con una cantidad de dinero para evitar que llevara a cabo acciones legales que pudieran entorpecer el lanzamiento del álbum. Para no demonizar a Sheffield, Lesley-Ann Jones, en su obra sobre el vocalista de Queen “Freddie Mercury. La biografía definitiva” (Alianza Editorial) rompe una lanza a favor de los Norman y Barry Sheffield: “Para ser justos con Trident y los hermanos Sheffield, hay que decir que su reputación era excelente. No solo dirigían uno de los mejores estudios de Londres, un estudio que utilizaban habitualmente los artistas de primera línea, sino que tampoco había constancia de que hicieran transacciones o negocios deshonrosos. Puesto que habían invertido tiempo y dinero en Queen, esperaban y tenían derecho a obtener una rentabilidad. Solo Brian tuvo el valor de reconocer años más tarde la contribución de los Sheffield al éxito de Queen. Para entonces, los demás miembros de la banda no querían ni oír hablar de ellos”. Con Sheffield fuera de escena, Queen contó con un nuevo mánager, John Reid, el representante de Elton John. Si en sus inicios el grupo tenía que esperar a que Elton abandonara el estudio, ahora eran capaces de contar con su mánager, una muestra de cómo habían crecido en pocos años.

‘Death on two legs (dedicated to…)’ ofreció el lado menos amable de Freddie Mercury, pero demostró que hasta insultando era capaz de lograr un éxito.

Anterior entrega de La cara oculta de las canciones: ‘Death of a clown’, cuando Dave Davis (The Kinks), se sintió un payaso triste.

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