“Kate Bush. Los dominios de lo invisible”, de Juan J. Vicedo

Autor:

LIBROS

“Exprime de forma brillante todos y cada uno de los recovecos y los pliegues ocultos tras sus canciones, en cuyas historias nunca termina de saberse hasta qué punto ella es solo médium o directamente protagonista”

 

kate-bush-16-02-17

Juan J. Vicedo
“Kate Bush. Los dominios de lo invisible”
66 RPM

 

Texto: CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.

 

El alicantino Juan José Vicedo debe ser plenamente consciente de que, dado que Kate Bush siempre ha sido una de las figuras más herméticamente celosas de su intimidad en el pop británico de las últimas décadas y de que ya había suficientes tratados biográficos sobre su figura en el ámbito anglosajón (repecto al que siempre partiremos en desventaja), no valía la pena aproximarse a ella mediante una biografía al uso. Desde luego, este “Kate Bush. Los dominios de lo invisible” no lo es. Y se agradece. Conjugando un tono analítico con un registro que ronda lo literario (y que no es gratuito: la obra de Bush requiere una escritura, como mínimo, bien ornamentada), sus páginas funcionan como una excepcional guía de escucha, ya que todas y cada una de las canciones de sus nueve discos sirven de guion para un libro que las desmenuza con una precisión y sensibilidad que solo un profundo conocedor –y amante, aunque en este caso conocerla también sea amarla– de su obra puede destilar.

Son casi doscientas páginas que nos ilustran sobre una creadora que, desde que David Gilmour la descubrió al mundo, se mostró precoz y contradictoria, sensual y enigmática, perfeccionista y profundamente autónoma, capaz de combinar lustros de mutismo con accesos de hiperactividad, de plantar cara a una industria heteropatriarcal y al mismo tiempo desdeñar el feminismo más tópico, de explicitar el deseo sexual en sus canciones y vivir a su aire mientras eludía apuntar con el dedo a Margaret Thatcher o apoyaba públicamente a Theresa May. El autor no rehúye la lectura en clave crítica de su obra (ahí están los agudos altibajos de “The Sensual World” –1989– o “The Red Shoes” –1993–, que ella misma trató de equilibrar en The Director’s Cut –2011–, bien resaltados) y exprime de forma brillante todos y cada uno de los recovecos y los pliegues ocultos tras sus canciones, en cuyas historias nunca termina de saberse hasta qué punto ella es solo médium o directamente protagonista.

 

 

Anterior crítica de libros: “Los abismos”, de Iban Petit.

Artículos relacionados