Julián Maeso: La vida digna de los músicos

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“No busco hacerme una estrella, quiero que los músicos en España tengan un vida digna”

 

El último trabajo de Julián Maeso, “Somewhere, somehow”, una colección de canciones fijadas en el pop, country-rock y el soul-jazz. Cristina Álvarez Cañas habla con él.

 

Texto: CRISTINA ÁLVAREZ CAÑAS.

 

Julián Maeso tiene porte de rock star sexy. Por qué no decirlo. Parecidos razonables admitidos, como si Jared Leto –quien, por cierto, también es multiinstrumentista en su banda 30 Seconds to Mars– hablara un perfecto castellano. De Toledo concretamente. Ciudad, ya se sabe, cruce de las tres culturas, a la que habría también que hermanar por culpa de Maeso con el Delta de Misisipi y la metrópoli de Nueva Orleans. En algún momento, aquellas tierras fueron españolas, aunque el colonialismo nada tiene que ver con las miras de la música a la que nos referimos, la misma de la que bebe él, y que rezuma libertad sumida al mismo tiempo en las vísceras más profundas del antiguo quejío esclavo. Este asoma cuando lo único que le queda al ser humano es su dignidad y su lamento. A cada cual el suyo, claro. Y el músico del siglo XXI tiene su propio plañido.

Maeso acaba de editar su tercer disco en solitario, “Somewhere, somehow” (Legacy–Sony), en donde, reconoce, “me lo he tomado con más calma” respecto al anterior, “One way ticket to Saturn” (2014). En aquel momento, el nivel de autoexigencia era muy alto, provocándole incluso que no apostara por su propio trabajo discográfico. “Eso fue fruto de mi auto imposición. En esta ocasión he decidido relajarme y dejar que las cosas sigan su curso”, afirma con diferente actitud. Parece que Bruce Lee le hubiera susurrado al oído su lección de vida.

El actual estadio más reposado de Maeso se traduce en que en sus once nuevas canciones ha podido “profundizar más en las composiciones e intentar ampliar la instrumentación”. Por ejemplo, “añadiendo algún sintetizador y dejando un poco de lado el órgano Hammond”. Sin dramas. Nada que no haya ocurrido antes en la historia del rock, a mediados de los 70, precisamente. Sin embargo, el instrumento que le ha distinguido a lo largo de su carrera –llegando a tocar junto a Irma Thomas, Betty Harris, Jakob Dylan, Ken Stringfellow o Paul Weller, y con nombres nacionales como M Clan o Quique González– sigue luciendo de manera protagonista en sus conciertos. Su directo de sobresaliente en lo musical ha experimentado una evolución de “progresa adecuadamente” en la relación con el público, es decir, lenta, pero segura. Podría afirmarse que es la llave de su éxito actual. Una historia de amor que va camino de renovar votos nupciales en Las Vegas y envejecer juntos.

 

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“Siempre he intentado trabajar con las mejores voces en los coros para que los estribillos te vuelen la cabeza”

 

Restauraciones y mudanzas

Pero no siempre ha sido así. Tras su marcha de los Sunday Drivers tuvo que buscarse la vida, como tantos otros. Trabajó restaurando pianos y haciendo mudanzas, llegando a plantearse abandonar la música. No sucedió. La vocación es algo de lo que es muy difícil desprenderse. Aunque haber resurgido de las cenizas le ha permitido mantener siempre una actitud descreída y firme ante el negocio: “No busco tanto hacerme una estrella, como que todos los músicos en España tengan una vida digna en cuanto a su legislación y condiciones. Y que no se idealice tanto al músico, sino que se apoye más la cultura de base”. Hablamos de problemas reales. Emitir facturas, cotizar y poder tener una pensión digna el día de mañana.

Él sabe de lo que habla, pues tiene una banda a sus espaldas: los Magic Souls, con quien ha grabado el disco. Amable Rodríguez en las guitarras, Pere Mallén, en la guitarra eléctrica, Coke Santos a la batería, Alfonso Ferrer al bajo y, por último, Alana Sinkey y Erin Corine Johnson en los coros, ambas piezas angulares en sus conciertos: “Siempre he intentado trabajar con las mejores voces en los coros para que los estribillos te vuelen la cabeza”. Boom.

Los ejes del disco
Desmenuzando el álbum, asoman todas las referencias con las que su autor ha crecido. Desde que, siendo un niño, fuera el encargado de salir a por churros los domingos para volver a casa y encontrarse a sus padres, cantante en un grupo en los 60  –él– y profesora de ballet clásico –ella–, bailando a ritmo de Chuck Berry y de Jerry Lee Lewis. “Son los ejes fundamentales del disco: el pop, el country-rock y el soul-jazz”. Y hasta temas como ‘Before they leave’, ‘The road less travelled’, ‘Hanging on a wire’ o ‘No earthly paradise’ condensan todos los estilos a la vez”.

 

 

A la oreja tampoco se le escapa ‘Riding the stars above’, una maravilla discordante, muy crooner, muy jazzy, que quizá el oyente más joven identificará con Jamie Cullum, por poner un ejemplo más reciente, aunque “esa parte jazz y funk soul siempre ha estado presente desde mi anterior proyecto, Speak Low”, recalca el autor. Lo que resulta una novedad es la relevancia que adquiere el apartado vocal. Hay una mayor confianza en la voz. Maeso aporta más registros al vocalista que también es. “Es producto de madurar y buscar más la canción, que los instrumentos pasen a un segundo plano”, explica.

 

En todo caso, no hay nada premeditado en “Somewhere, somehow”, de ahí el título aleatorio, “En algún lugar, de alguna manera”. La música de raíz perdura, pero sin que la balanza ceda hacia un único lado, hacia un único estilo. Ese tipo de ejercicios “me aburren”. Por eso, no maneja una fórmula de trabajo metódica, se conforma con unas pequeñas pautas: “Me vienen ideas que tarareo al móvil. Luego las maqueto y las comparto con el grupo. Ahí empieza a cambiar la cosa… Es decir, mantengo la improvisación hasta el final”. Asombra que un disco en apariencia tan complejo –hasta once invitados para incluir metales, cuerdas, percusiones, etc.– sea fruto de un hacer tan casero, que ha conseguido sin muchos artificios gracias a Alfonso Ferrer. “Me gusta trabajar con gente en la que confío, sin prisas y sin necesidad de irme a grandes estudios. La producción empieza ahí. En este caso Alfonso Ferrer ha sido fundamental a la hora de conseguir este sonido”.

No falta tampoco a la llamada el galés Lyndon Parish, presente desde su etapa con los Sunday Drivers: “Lyndon ha sido fundamental en las letras de mis tres discos. Con él es con quien trabajo para ponerlas a un nivel de inglés perfecto”.

 

 

Entre las colaboraciones musicales destaca la de un monumento nacional con enorme repercusión internacional –“Mejor músico de Jazz Europeo” en 2013–: Jorge Pardo, que aporta su flauta sutil en ‘Long winter drama’. Una fusión, la del jazz y el rock, que en España apenas se ha dado a conocer, aunque exista, a diferencia de los archiconocidos casos anglosajones, como Weather Report o el guitarrista John McLaughlin. “Es verdad que esos proyectos aquí no tienen difusión o muy poca pero me encanta que gracias a mi trabajo un ‘jazzero’ escuche rock y viceversa”, declara Maeso.

La fusión, que tanto debate crea y sobre la que tanto se discute en círculos del jazz y del flamenco, apela del mismo modo al concepto de autenticidad si haces blues o rock de raíz en España. “Algo de conflicto hay”, admite Maeso, “tocar en nuestro país este tipo de música es más complicado. Eso no quita que escuche nuestro folclore. A mí me gusta fusionar estilos. De hecho, cuando esté preparado para llevarlo a un disco lo haré encantado”. Ya ha avisado: no todos sus discos serán rock and roll ni en inglés.

Por el momento, el órgano Hammond le acompaña en toda ocasión, y con él, los clásicos del género: Wild Bill Davis, Bill Doggett, Jimmy Smith… “pero también aprendo de otro tipo de organistas, italianos por ejemplo”. Precisamente cuando Jimmy Smith pasó del sello Blue Note a Verve para hacer un tipo de música menos purista declaró: “No quiero ser un músico de élites”. En el buen momento en el que se encuentra, abriéndose paso entre la multitud que parece abrazarle, Julián Maeso presume de estar en la misma sintonía que el genio estadounidense: “No se trata de hacer música para élites ni de lograr la fama, sino de tocar”. Probablemente, el mayor deseo de cualquier músico, su lamento.

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