Javier de Torres: Pop sin miedo escénico

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“En el pop, el rock la gente que está muy arriba no tiene cerca a nadie que le diga las verdades, tiene una corte de aduladores, y el que le dice algo negativo queda expulsado del clan. A muchos les hace falta un baño de realidad”.

 

Es un tipo raro. Tanto que no se hace fotos de promoción y tenemos que echar mano de archivo. Pero Javier de Torres, un eterno maldito semidesconocido, graba discos en los que la emoción y el talento compositor surge a borbotones. Y ahora tiene no uno, sino dos álbumes nuevos.

 

 

Texto: ARANCHA MORENO.

 

 

Hay entrevistas que sabes cómo empiezan pero nunca cómo acaban. Con Javier de Torres empieza en la tetería madrileña Living London, uno de sus lugares favoritos para estos tragos promocionales, a una hora “un poco complicada para el té”, apunta, por lo que se pide una cerveza antes de hablar de sus dos últimas criaturas, ‘Nobocop’ y ‘When Sheryl Crow was young’. El primero es un disco doble, del corte habitual que acostumbra, pop con arreglos orquestales, aunque a Javier le gusta poco encorsetarse en ritmos, como dejó patente en el disco de boleros ‘Dow Jones no es un cantante’. Su segundo nuevo trabajo es también el segundo que acomete con Roger Sincero, un disco en inglés, idioma que últimamente le motiva mucho para escribir. Nos habla de los discos, de su trabajo, de algunos compañeros de viaje, de su percepción de la música y de la vida, y asegura que no es tan raro eso de ser abogado de día y músico cuando cae el sol.

Cuéntanos, ¿por qué es ‘Nobocop’ un disco doble, y por qué has sacado dos discos tan seguidos?
Se han dado así las circunstancias. ‘Nobocop’ es un disco de muchas canciones que iba escribiendo. Durante ese tiempo hice alguna excursión, como el disco de boleros y el disco con Roger, algunas canciones eran anteriores a eso. Cuando tuve todas, terminé los arreglos con Jesús Redondo y lo grabamos con cuerdas y vientos, el disco me quemaba, no quería esperar más. Por otro lado, por cierta incontinencia estaba en el segundo proyecto con Roger. Con el inglés estoy como un niño con zapatos nuevos, me resulta muy fácil escribir y coincidió que todo el material estaba listo a la vez. No me apetecía esperar, me reclamaba editarlo ya.

Eso es moverse al margen de criterios comerciales.
Siempre, no me preocupa ir a contracorriente en ese sentido, voy así siempre. Cada uno que escuche lo que quiera, que salte de canción en canción. Tampoco pretendo ir contracorriente, hago las cosas como me vienen.

Visto lo visto, pareces un músico prolífico, y un tanto ecléctico.
Llevo diez discos, pero no son muchos porque empiezo a tener años ya. Tampoco me veo tan prolífico, tengo la sensación de que cada vez me cuesta más escribir. Te parece estar en territorio conocido, caminos por los que ya has transitado. Escribir canciones pop no es una cosa tan complicada, no requiere tanto esfuerzo. Admirable era Juan Benet, que era ingeniero, construía puentes y escribía novelas. En torno al rock hay a veces mucha exageración de los medios y de los propios artistas. Quienes hacemos canciones pop somos prácticamente artesanos, tampoco es algo que requiera tanta enjundia profesional y emocional. Se puede hacer. No tiene tanto misterio.

Siendo un trabajo largo en el tiempo, ¿cuándo empezó a gestar ‘Nobocop’?
No sé decirte, al menos dos años. El hecho de que el proceso haya sido lento también tiene que ver con que me adapto a los ritmos de Jesús [Redondo], que es una persona que se toma la vida con tranquilidad, lo cual es encomiable. A lo mejor tarda tres o cuatro semanas en arreglar una canción, él está con Los Secretos. No tiene sentido que yo le meta prisa. Si quiero hacer un disco más espontáneo acudo a Roger y hacemos un disco pop con guitarras y pianos, eso lo puedo grabar rápidamente.

Normalmente, ¿sueles trabajar solo hasta que recurres a Jesús?
Sí y no. Jesús es una de las vías de trabajo que tengo. Escribo solo, pero hay algunas canciones que creo que ganan con los arreglos o la miniorquestación de Jesús. Otras las veo más minimalistas en los arreglos, y Jesús las escucha cuando le doy una copia del disco. También he trabajado con David Gwynn y Juan de Dios Martín. Es otro tipo de trabajo, menos elaborado que el de Jesús pero igualmente válido. Tengo la suerte de poder contar con ellos y tener distintas vías de aproximación.

Redondo, Gwynn, Juan de Dios… son todos primeros espadas.
Son amigos, llevo trabajando mucho tiempo con ellos, son gente estupenda. Carlos Rodríguez también. Tener varias formas de escribir, distintas formas de atacar una canción te abre el abanico. Si solo partes de textos o solo de melodías estás más limitado. Tener varios cauces siempre ayuda, y a mi edad me hace falta tener varias formas de escribir y de trabajar.

Has mencionado dos veces eso de la edad. ¿Empieza a ser complicada?
Qué va, yo soy como las folclóricas, no tengo edad.

Lo que sí debe ser complicado es caminar sin llegar a territorios comunes.
En general no trabajo con deliberación o ideas preconcebidas sobre lo que hago o quiero hacer. Uno no hace el disco que quiere, sino el que puede. Intento trabajar con espontaneidad y como si estuviera pisando tierra incógnita. A veces, cuando vuelvo a un trabajo anterior me doy cuenta de que estoy volviendo a terrenos o a temas que ya he tratado antes. Pero debe ser que tengo una memoria más frágil que mi moral, y me da la sensación de estar trabajando espontáneamente, cuando en realidad puedo estar pisando terreno conocido.

Vayamos al sentido del disco. ¿Quién es este ‘Nobocop’ que aparece en la portada?
Es un escritor plagiario, de origen ruso, emigrado en Nueva York. Tomamos como inspiración «Limonov», la novela de Emile Carrere, y Ricardo Cavolo [ilustrador de la cubierta] lo intentó retratar como un joven Tolstoi emigrado a Nueva York. Es un escritor indestructible, un cruce entre Nabokov y Robocop, y es plagiario, por lo que si hay algún préstamo o alguna inspiración más allá de lo previsible en el disco es culpa suya.

O sea, que es tu negro literario o musical.
Exactamente. Mi negro literario.

Haces un buen homenaje a Rufus Wainwright en el tema ‘Rufus y su hermana’. ¿Es cierto que “nunca has admirado tanto a alguien”, como dice la canción?
Bueno, el narrador exagera. Mis canciones normalmente están en primera persona pero no siempre estoy yo. En el caso de Rufus, lo admiro, he seguido su trayectoria, pero debo más a Paul McCartney que a Rufus. Es verdad que estuve en el Royal Albert Hall viéndolo, pero a partir de ahí es fantasía. No lo conocí en el backstage ni vino a mi casa, pero sí me pareció una idea para construir sobre esa anécdota una canción.

¿A los ídolos es mejor dejarlos en el backstage?
Sí, en general conocer a gente a la que admiras mucho suele ser el camino de la decepción. Se sabe que una cosa es la obra y otra el individuo. Elia Kazan era un auténtico hijo de puta, como lo era Céline, recuerdo un artículo de Vargas Llosa hace años sobre este tema. Siempre es un camino seguro a la decepción, pero en los casos en los que no ocurre así debe ser una satisfacción muy grande. Si aparte de una afinidad artística surge una afinidad personal, debe ser bonito. En mi caso no ha sucedido nunca.

No has ido a visitar a Paul.
No, no he ido a visitar a Paul todavía, pero creo que podría ser decepcionante. Si uno ve los vídeos de «Anthology», me resultan más interesantes Harrison y Ringo que Paul. Su personalidad no me resulta magnética como John. Ahora, escribiendo canciones y melodías era el mejor.

Comienzas este disco con ‘Estrella de rock’, una crítica ácida para abrir fuego.
¿Crítica? Bueno, supongo que subyace una cierta crítica a aquellos artistas que hacen todo lo que se pueda hacer para seguir estando ahí y seguir gozando de popularidad, y no por honestidad artística, sino por estar en el “candelabro”, cambian mil veces de estilo y no mantienen una coherencia, pero tampoco pretendo darle mayor valor crítico. Por otra parte, me parece perfectamente legítimo cambiar y no hacer cada vez el mismo disco. No soy nada inmovilista.

En otra canción dices que vives en la inacción.
Sí, ahí entra Pessoa, pero muchas veces no me identifico con aquello que escribo. En el mundo Pessoa, la acción no trae ningún resultado positivo. Ningún intento por cambiar el mundo va a llevar a ningún lado y es mucho mejor recrear lo que puede ser pero no ha sido, que no pretender cambiar las cosas. Pessoa decía: “Las mujeres ni tocarlas, son una fuente inagotable de sueños”. Pero yo no soy nada Pessoa en mi forma de vida. Yo soy el que escribe todas esas canciones, pero no soy ninguno de ellos al mismo tiempo.

Son simples miradas, tuya o de otros.
Las miradas muchas veces se hacen más auténticas desde la primera persona, pero el narrador no tengo que ser yo. Muchas veces, en entrevistas, me dicen que soy ese tipo triste y solitario, como aquel disco a Antonio Vega, pero no.

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«Puede ser un poco peculiar que tenga una profesión formal como la de abogado, pero no sé donde está la rareza. Me parece muy normal tener un trabajo, una vida normal como cualquier civil y hacer discos»

La nota de prensa menciona eso de “rareza”. ¿Te sientes una rara avis?
Yo no me veo raro, me veo normal y natural. Es verdad que no vivo de la música, pero como mucha gente. Puede ser un poco peculiar que tenga una profesión formal como la de abogado, pero no sé donde está la rareza. Me parece muy normal tener un trabajo, una vida normal como cualquier civil y hacer discos. Está un poco alejado del estereotipo de músico de rock, eso lo entiendo. Yo me siento más cercano a la vocación pop de entretenimiento, aunque algunas de mis canciones puedan tener un arrebato lírico.

Desde luego, cuidas las letras, y sueles tirar muchas balas cuando escribes.
Para mí los textos son tan importantes o más que las melodías. Yo creo que mi habilidad principal son las melodías, pero si tuviéramos que dar un valor en términos porcentuales, una cosa bastante odiosa y bastante absurda, la letra es más del 50%. Si dices una cosa que valga la pena ser dicha y le pones melodía, se sostiene, pero como digas una gilipollez, ya le puedes poner una melodía maravillosa que tiene menos valor. Lo ideal es aunar una gran melodía y una buena letra. Las mejores sensaciones suelen venir cuando uno tiene la impresión de estar construyendo las dos cosas a la vez, cuando no hay jerarquía o subordinación de una cosa a otra y todo fluye de forma natural y queda más redondo.

Cuando no hay que encajar una letra en una melodía o viceversa, entonces.
Encajar una letra requiere oficio. Musicar un texto también, pero ese punto de inspiración que sientes cuando tienes la sensación de que todo fluye al mismo tiempo se nota en el resultado final, entre otras cosas porque las palabras no están desacentuadas. Se percibe.

Qué alegría escuchar a un músico hablar de la acentuación de las canciones.
Sí, es muy ochenta. Hay grupos de los años ochenta que al reinterpretar sus canciones de entonces las acentúan de otra manera, José María Granados lo hace. Una cosa que me gustaría hacer en algún momento es un glosario de rimas prohibidas: vino con camino o con destino, estrella con botella. De vez en cuando cazas algún gazapo importante a gente admirada.

Hace poco ha muerto Joe Cocker, otro veterano. ¿Te quedan muchos ídolos musicales vivos?
Sí, me quedan Dylan, Springsteen, Elton John, McCartney… me queda Rufus, me queda Luis Prado.

Así que Luis Prado (Señor Mostaza) se cuela entre tus ídolos…
Es una cosa excepcional en el panorama musical de ahora, lo auna todo: es un letrista brillante, un pianista brutal y canta de puta madre, hay pocos como él. Y tiene un punto de sentido del humor que para mí es esencial y no encuentras con mucha frecuencia.

Nos estamos quedando sin referentes, ¿no somos capaces de fabricar nuevos ídolos, o ya no vamos a tenerlos?
No lo sé, es posible por la dispersión de contenidos. Quizá nos haga que estemos en un mundo muy ligero, que no valoremos aquello que no podamos digerir de una forma rápida, eso trivializa mucho el consumo cultural. Pero bueno, a mí también me gustan canciones de Rihanna y me las pongo para correr. Tampoco voy a denostar las delicias del pop de consumo de masas.

El otro día, durante una charla en Zaragoza, Loquillo comentó que los videoclips de hoy en día parecen vídeos de proxenetas. Eso, y que no conoce ninguna propuesta cultural de los partidos políticos nuevos.
Nunca había pensado en los vídeos de proxenetas, pero tiene su gracia. Lo otro es verdad, no hay un debate sobre cultura. Yo no he leído qué dice el programa de Podemos, que sigue en gestación, acerca de la cultura. Es triste que los principales partidos no dediquen a eso la atención que se merece. La cultura enriquece un país incluso económicamente. Ningún presidente del Gobierno ha convertido la cultura en una parte esencial de su agenda política.

Se habla muy poco de cultura, o de música, en la esfera política, pero sí se recurre a ella constantemente.
Sí, luego Rubalcaba cita a Amaral, pero no para apoyarla. Existe la sensación de que la cultura, como se crea por impulso, porque el creador tiene esa necesidad vital, no necesita el apoyo de los poderes públicos, porque va a seguir estando ahí, van a crear incluso en época de penuria. Es verdad, pero no deja de ser una putada que los políticos se aprovechen. Yo hago discos porque tengo la necesidad de hacerlos, y los voy a seguir haciendo aunque el IVA sea el que es. Desde luego hay necesidades más acuciantes que apoyar lo que yo hago, pero creo que sería bueno para todos, hasta desde el punto economicista. Creas valor, consumo e impuestos.

Después de esa oleada de miedos escénicos, de Pastora Soler a Joaquín Sabina, quería saber si lo has sentido en alguna actuación.
Sí, una vez me olvidé de una letra, me quedé en blanco en un concierto. Decidí que una de dos: o iba al psiquiatra, o llevaba un atril. Lo segundo era más barato. Desde entonces, aunque me sé mis letras, tengo un atril.

Así que tienes miedo a olvidar alguna letra, pero no a enfrentarte al público.
No, al público no. Incluso lo justifico, digo que una vez he escrito un número de álbumes no despreciable, el saberse las canciones de uno es un acto de narcisismo insoportable. Uno puede aprenderse las canciones de otro, pero las de uno debe olvidarlas por pudor.

¿Sientes pudor por alguna de tus letras?
Algunas de mi pasado muy remoto, con El Compromiso, preferiría que no tuvieran mi firma. No las toco en directo. Afortunadamente hay poca gente que las recuerda. Desde «Roland Garros» no siento vergüenza de nada. No son obras maestras, pero las sostengo con cierta dignidad [risas].

Volviendo a ‘Nobocop’, ¿dónde lo has grabado?
Donde no lo he grabado, esa es la pregunta. Lo he grabado en Reno, con José María Rosillo, en Casa Dios, en La Cabaña con José Nortes… He ido con mi disco duro de un estudio a otro. Hay cuerdas, vientos, pianos…hay muchas cosas y son muchos estudios. Lo mezclé con Juan de Dios antes de irse a Los Ángeles. Creo que presentaré el disco en directo con Roger en febrero o marzo, a ver si coincide con Juande y con Charlie Bautista para que vengan a tocar.

¿Ya tienes un plan para el directo?
Plan es exagerado, pero sí. Me apetece más presentar el disco en inglés. ‘Nobocop’ es más complicado, es posible que lo presente con un cuarteto de cuerda y con David, como hice en algunas FNAC con «Las grandes ambiciones». Creo que acabaré mezclando el repertorio de los dos discos. Me tira mucho presentar el disco con Roger, a ver si empezamos a grabar un tercero. Ya tengo nueve canciones para grabar con él. Hablamos de un tercer disco, él me mandó un pantallazo con cinco títulos y me piqué, empecé a escribir en agosto con mi piano en Asturias y le dije que ya tenía tantas como él, y entonces me dijo que en realidad no tenía nada, que eran esbozos. Espero que ahora él se ponga las pilas. Le suelo mandar un título y le doy plazos, porque si no no escribe.

¿Cuentas mucho, en las canciones?
Creo en la elipsis, no lo puedes contar todo. Pessoa decía que si lees un poema lírico de Rilke era la perfección, pero me cojo el Julio César de Shakespeare y lo veo lleno de defectos. Cuando la ambición es más grande, la posibilidad de fracasar es mucho más grande. En las canciones pop, si no pasas de los dos minutos y medio no metes mucho la pata. Pero cuando te excedes, la mayoría están llenas de trampas: un puente que no añade nada, un estribillo que repite lo que ya has dicho… No hay una ética del pop, pero con esas cosas no suelo transigir. Hay reglas éticas en la duración y la estructura de la canción. Nadie ha escrito un tratado de ética del pop, pero en el fondo existen. Hay una moral.

(Comenzamos a hablar de algún disco, al margen de la entrevista. Y fluyen estas palabras…)
En el pop, el rock y en casi todas las profesiones, la gente que está muy arriba no tiene cerca a nadie que le diga las verdades, tiene una corte de aduladores, y el que le dice algo negativo queda expulsado del clan. A muchos les hace falta un baño de realidad. Cuando voy al estudio de grabación, voy con músicos y amigos que de vez en cuando vienen a la pecera y me dicen: “Esto es muy feo”.  Pero hay gente a la que nadie se lo dice: ni los managers, ni las discográficas… Un manager que le haga un comentario negativo a un músico muy famoso está fuera, la vanidad es tan grande que solo quieren adhesiones incondicionales.

Dicen que el halago debilita.
Y las entrevistas también. En general no son buena cosa, entiendo que tengo que hacerlas y contigo es un placer, pero cuando no es lúcida no te aporta nada, y cuando incide en determinadas cosas en tu forma de hacer es todavía peor, te vuelves más consciente y pierdes la espontaneidad, no hay solución buena. En cualquier momento me convierto en un Salinger del pop, aunque quedaría como un antipático.

(Entrevista y charla se entrelazan. Javier cuenta lo mucho que le gustaron ‘Eco’ y ‘Doce segundos de oscuridad’, “son climas del pop en castellano”, dice. También confiesa que le están gustando mucho los adelantos que está escuchando de Tulsa, y que “Miren escribe como los ángeles”. La grabadora, en medio de cualquier otra charla off the record, se apaga).

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