Javier Bergia: Persiguiendo emociones

Autor:

Ignacio Evangelista

«Uno asiste a acontecimientos verdaderamente atroces y a una decadencia en las cosas más elementales que conciernen a la especie humana que son terribles»

 

«Punto y aparte» es el nuevo disco de Javier Bergia, otro eslabón más en una cadena discográfica que raya la perfección en cada entrega. Un disco en el que la realidad de un mundo feo se ha colado en sus versos.

 

 

Texto: JUAN PUCHADES.

 

 

Javier Bergia parece condenado, como tantos otros creadores de este país, a que su obra solo sea degustada por unos pocos, adictos a sus canciones sencillas, acogedoras, siempre rayando la perfección de un folk rock coloreado con motivos sonoros y textos que nos quedan muy próximos. Matizadas con esa voz suya tan singular, tan única. Sin darnos cuenta, han pasado veintiocho años desde que nos deslumbrara con aquel inicial «Recoletos», pero lo mejor es que la capacidad para sorprendernos sigue intacta: el sensacional «Punto y aparte» (Warner) es prueba, una vez más, de ello. Otro disco con el que celebrar el milagro de su placentera música, esta vez más reivindicativa que en entregas anteriores. Pero, como el mismo cuenta en esta entrevista, buscando las emociones.

En esta ocasión has grabado si no con lo mínimo, sí muy acústico.
Tampoco se trata de llenar, llega un momento en que has grabado una serie de instrumentos y contemplas una mezcla que puede ser la correcta. Además, como trabajo de forma artesanal y soy un músico cultivado en el género analógico, desconfío mucho de las máquinas, también del mundo virtual. Es casi una política de resistencia, porque estoy como Viriato, la informática está en contra mía, están continuamente insistiéndome para comprar máquinas nuevas, pero me parece un delito ecológico: tengo máquinas que funcionan perfectamente y me da terror tener que sustituirlas por unas más modernas y tirar estas, que están funcionando todavía.

¿Grabas en analógico?
No, grabo en digital, pero con unos Adat, que fueron las primeras máquinas digitales que salieron en los años ochenta. Luego sí, utilizo un sistema informático para editar. Quiero decir con esto que yo tengo una metodología para grabar que consiste en, básicamente, grabar unas guitarras acústicas, o españolas o eléctricas, o lo que sea, pero la guitarra como instrumento base. Luego, por supuesto, un bajo, que es un instrumento que me encanta, que da poso y sienta la base. A continuación, si tengo que grabar baterías, no le tengo terror, a mí me encanta la batería, últimamente la he tocado con frecuencia, pero intento introducir otros instrumentos de percusión, sobre todo la tabla, que es un instrumento que me gusta muchísimo y que empasta perfectamente con la música occidental.

Sí, ese es un elemento llamativo del disco: no hay batería, pero tampoco se echa a faltar, porque se escucha algo, supongo que la tabla, que ejerce la función rítmica de la batería.
Sí, en ese sentido también es verdad que a lo largo de la grabación alguna vez me ha asaltado la idea de que estaba, a lo mejor, utilizando los mismos recursos para todas las canciones, pero por otro lado me he reafirmado en que esto es lo que me apetecía, ese es el sonido que yo quiero aportar, y no tengo porqué ser innovador, en el caso de que haya que serlo. Y utilizo los elementos que tengo y los elementos que toco. Luego cuento con una serie de invitados mínimos, que son de lujo, que ponen la guinda.

A estas alturas, uno tampoco necesita ser innovador, ¿no?
Claro, claro, y yo ya parto de la raya de los cincuenta. A mí la música me ha hecho disfrutar mucho, pero las producciones también me han hecho sufrir mucho, esa cosa de la autocrítica permanente, estar pendiente de los demás. No, me parece que a ciertas edades, a partir de los cincuenta, si no te reafirmas en ti mismo, es que no has aprendido nada. Quiero decir, no puedo soportar esa cosa de estar pensando permanentemente qué van a pensar, qué van a decir. No, uno hace su obra, y la suelta y ya está, y si hay suerte y a la gente le gusta, pues bienvenido sea.

¿Ha habido momentos en los que has vivido con esa tensión del qué pensarán, qué dirán?
Un poco sí, porque en el fondo soy muy autocrítico. Intento ser lo más honesto posible, te lo digo de verdad, y he tenido la fortuna, a lo largo de mi vida profesional, de no haber hecho demasiadas cosas que no me hayan gustado, he podido participar en proyectos que eran… repugnantes es una palabra muy fuerte, pero que musicalmente eran insustanciales y he podido evitarlo, por el contrario he tenido la fortuna de trabajar en proyectos muy sustanciosos, algunos incluso económicamente.

En algunos de los textos de estas canciones te has puesto más reivindicativo que nunca.
Sí, yo creo que es un momento en el que resulta inevitable ser reivindicativo, porque, volviendo a esto de haber sobrepasado la raya de los cincuenta, uno asiste a unos acontecimientos verdaderamente terribles. Yo que soy un tipo afortunado, que me puedo dedicar a esta profesión tan hermosa que es la música, desde esta especie de atalaya contemplo un mundo maravilloso que al mismo tiempo es atroz. Ahora disponemos de una información enorme y uno asiste a acontecimientos verdaderamente atroces y a una decadencia en las cosas más elementales que conciernen a la especie humana que son terribles. No hemos podido erradicar los grandes males de la humanidad, Europa se desmorona… la política… ¡Uf! Hay una ausencia completa del sentido común, que acaba por parecer el menos común de los sentidos. Siempre he sido un tipo con un espíritu rebelde, gracias a eso me dediqué a la música, yo no encontraba mi sitio en el mundo y tuve la fortuna de que la música salió a mi encuentro, y afortunadamente puedo vivir de ella. Y como soy un tipo apasionado, me apasiono con esto, la única esperanza que me queda es que la gente joven, que ya ha dado pruebas de ello, salga a la calle y reivindique un mundo más justo, porque esto me parece una tomadura de pelo a unos niveles enormes. Ya sabemos quién gobierna el mundo. El dinero es una cosa espantosa, se impone por encima de cualquier sentido, sea común o moral.

En ‘Quijótesis’ llegas a cantar: «Qué necio entregarse a la rutina sabiendo que hay que hacer oposición».
Claro, esa frase me la digo también a mí mismo. Es esa cosa de tener que aceptar vivir en un mundo abocado a trabajar, a tener un sueldecito, y a ver cómo te están usurpando ciertas cosas que han sido conquistadas socialmente con mucha sangre de por medio, a tener que abandonar la idea de que cuando llegues a ser un viejecito vas a tener una asistencia social y sanitaria, que son cosas básicas. Cuando voy a las grandes superficies y veo a esos matrimonios con los hijos, que van con los hombros echados para adelante, como asumiendo que les están estafando, que hay que aceptar unos precios abusivos… Nuestra vida consiste en estar en un atasco por la mañana, vivir en mi casita, el «little boxes» famoso, estar pagando una hipoteca… Y no sé dónde queda la felicidad, la esperanza, cosas que sostenían a la humanidad y que hacían que de alguna manera la gente emprendedora tirara de este carro.

En discos anteriores habías pasado más de puntillas por los temas abiertamente sociales, o los habías soslayado, y tu poética era más personal. En este caso decidiste imbuirte en los acontecimientos, ¿te costó lanzarte a ello?
Me ha salido del alma. Pero tengo la sensación de que mis discos, subliminalmente, siempre han tenido una intención sosloyada de despertar un poco la conciencia de la gente, que no es participativa, que no es solidaria, que es consciente de lo que está ocurriendo, pero no quiere verlo. Y viene esa cosa terrible de la inmigración, que fascinada por el sistema occidental y por el capitalismo se tiran al agua en una patera por la noche y llegan aquí y se encuentran una Europa corrupta y terrible.

En la misma canción cantas, «vivimos condenados por la historia, de espaldas a la luz y a la razón».
Sí, porque asistiendo a todos estos acontecimientos, dices «vamos a ver, voy a analizar un poco la historia», y te das cuenta de que la historia de la humanidad está escrita con tinta de sangre, estamos absolutamente ligados a una guerra permanente, encubierta por este asunto de las religiones, que en el fondo subyace la cosa económica, el feudalismo, etcétera, y volvemos en cierto modo a un feudalismo, y es terrible tener que aceptarlo. Yo no lo acepto, porque prefiero ser optimista y no tener que aceptar que la especie humana está en este planeta para llevárselo por delante.

En ‘La mirada’, no citas en ningún momento a quién pertenece esa mirada, aunque parece evidente…
No hace falta dar nombres, es la mirada de los banqueros, de las víboras que están en la política, de la gente que se levanta por la mañana y está pensando en la forma, consciente o inconscientemente, de llevarse por delante este mundo, la esperanza de millones y millones de personas.

Esa letra, en su estructura poética, me recuerda a las clásicas de Rodrigo García.
Sí, para mí es un referente, siempre lo ha sido. Desde hace tiempo canto en directo, en Latinoamérica, algunas canciones de Rodrigo y han tenido un éxito enorme. Creo que me voy a ver obligado a hacer un disco como hizo Frank Sinatra, de mis canciones favoritas o algo así, lo tengo en proyecto, probablemente sea mi próximo disco. Incluir también alguna canción de Hilario Camacho. Grabar canciones de gente de la que, de alguna manera, se ha renegado, que no tuvieron un reconocimiento en este país. Son canciones que las incorporé hace muchos años a mi repertorio, las he ido cantando, he hecho mis propias versiones, me he hecho un zapato a mí medida e incluso en ocasiones me ayudan a sostener el repertorio en conciertos que por las circunstancias que sea son medianamente críticos.

Tus textos siempre han sido muy cuidados, ¿es un proceso muy complejo el terminar de darles la última pátina?
Es delicado, es muy delicado, incluso doloroso, en el sentido literal de la palabra. Pero hay un momento en que descansas y te sientes muy feliz porque ves la letra terminada y empiezas a disfrutar de lo que va a ser esa canción, incluso antes de hacer la música. Pero sí, tardo bastante y me tomo mi tiempo. Aunque es una cuestión que nunca se sabe. Lo esencial es que me tengo que emocionar, lo que no me emociona, no me interesa. Puedo tardar tres días en encontrar una palabra, y tengo que estimularme a base de lectura, de cambios de habitaciones, cambios de entorno, buscar ese tipo de estímulos. Las drogas ya no me van… Eso sí, un vinito. Es complejo y doloroso. Pero el premio es maravilloso porque lo ves escrito y dices, «joder, qué bonito». Además, con toda la sinceridad, cuando está acabada, no la sientes como tuya. Sí es cierto que hay una especie de energía desconocida que te ilumina, esa letra la ves y dices «esto es la inspiración de una energía que no es mía». La inspiración divina, o yo qué sé, me ha proporcionado esto.

Ignacio Evangelista

«Poder dedicarte a esto es una fortuna que es incomparable con la fortuna de cualquier banquero. Poder dedicarte a esto es maravilloso»

 

¿Cuando uno atesora un amplio cancionero, cuesta que salgan temas nuevos, canciones que no recuerden a otras?
No, no, nada, hay que librarse de complejos, hay que intentar ser honesto. En este disco me he reafirmado, me he quitado complejos, si hay que hacer una canción con dos acordes, con mucho cuidado, pero se puede hacer. Hay una especie de complejo que arrastro desde hace veinte años, y no, no pasa nada. En este disco hay alguna canción que tiene dos acordes, pero es que no había necesidad de desarrollarla más, el texto sostiene perfectamente una música que es muy sencilla.

Lo que también hay ido marcando tu obra han sido los lugares por los que has pasado, en los que has vivido, al principio tu obra era muy urbana, luego más rural y ahora como que mantienes un equilibrio entre ambos espacios.
Sí, afortunadamente ahora vivo cerca de la ciudad pero en el campo, pero nací en el centro de Madrid y he vivido en Madrid en mi adolescencia, en mi juventud, muy apasionadamente. Viví un Madrid maravilloso, el de los setenta, muy creativo y muy vivo. Pero siempre he tenido una pasión enorme por vivir en el campo, me comunico muy bien con la naturaleza, noto que física y mentalmente me hace bien. Las ciudades me dan un poquito de miedo. Y Madrid ahora más que nunca, porque está lleno de cámaras, cada vez que bajo a Madrid me cuesta cien euros: al día siguiente recibo una multa, porque me han hecho una foto, porque me he saltado un semáforo o porque he aparcado mal… No me adapto. Es verdad que ahora, a veces, disfruto de Madrid, pero como si fuera un foráneo, me encanta dejar el coche en las afueras y pasear por la Gran Vía, ver los escaparates, pero como si llegara de donde vengo, de un pueblecito. Pero también me da mucha pena ver que han desaparecido muchos lugares, que ya no identifico a nadie. Antes, aunque no conocías a la gente, mirabas las caras y te eran familiares, ahora no me son familiares. En ese sentido, Madrid no me interesa prácticamente nada.

¿Te sigue interesando el pop?
Por supuesto. Cualquier música que sea buena, me interesa. La música se divide en dos: buena y mala. Y a partir de ahí, que cada uno lo desarrolle según su educación, porque es un criterio muy subjetivo. Pero a mí me interesa el pop y me gusta muchísimo el rock, agresivo incluso, el progresivo, sigo revisando la música de los setenta, sobre todo. Aunque escucho mucha música clásica, que me encanta, pero desde luego no tengo ningún prejuicio. Afortunadamente, me eduqué con los Beatles, con King Crimson, con todos los cantautores de la Costa Oeste, Joni Mitchell o Rickie Lee Jones. No tengo problemas, cualquier música que emocione y que esté bien construida me interesa por principio. No sé porqué extraño motivo, quizá porque es una música muy rebelde, me gusta mucho el rock duro.

Te lo preguntaba porque sigo considerándote un cantautor folk rock, o folk pop, como se prefiera, emparentado con aquellos que tú mismo has citado, de la Costa Oeste. ¿Te ves así?
Sí, sí, por supuesto. Y el pop me gusta mucho, de hecho el último concierto que estuve viendo fue de José María Guzmán, que es un referente para mí, y él hace pop. Fue un concierto estupendo, con unas canciones muy bonitas, con letras preciosas, reivindicando o haciendo un guiño a los Beatles y a aquella época de los setenta. Todos hemos pasado por el pop.

El nuevo disco lo ha editado Warner, pero sigue siendo autoproducción, ¿no?
Sí, sigue siendo autoproducción, hace muchos años que me despegué de las discográficas y empecé a trabajar con distribuidoras. Quizá porque yo mismo tengo la impresión de venderme muy mal, nunca he tenido la fortuna de tener un intermediario que dirigiera mi carrera. Es algo que he echado de menos siempre, soy un tipo que me comunico mal con las personas, tengo amigos en la música que tienen una capacidad para venderse asombrosa, para vender, además, cualquier cosa. En directo, sin embargo, me suelto, y me asusto porque digo barbaridades. Ahora, afortunadamente, he vuelto a trabajar con una manager y estoy absolutamente a sus órdenes, por lo que te digo, porque prefiero concentrarme en la composición y la grabación, que es mundo que manejo solo o en un entorno pequeño. Pero lo de las compañías, realmente nunca me ha interesado.

¿Si echas la vista para atrás, cómo ves tu discografía?
Estoy contento con ella. Han sido discos que en su momento eran lo que yo tenía que aportar, o era el material que tenía en ese momento. Son discos que no han sido intencionados, trabajos que se empezaron un día y se terminaron un mes, un año o dos años después y es lo que hay, son lentejas. Pero desde luego no han sido discos pensados, he improvisado mucho.

¿Tienes algún favorito?
Este nuevo me ha hecho mucha ilusión, porque es el primero que he mezclado íntegramente. Conozco a gente que son adictos a las mezclas, y cada vez que estaba terminando un disco, me decían «por favor, ¡déjame mezclarlo!», y yo les dejaba. Siempre el proceso de posproducción lo dejaba en manos de otras personas, y bien, no hay ningún problema, pero este es el primero que he empezado y he terminado íntegramente en mi propio estudio, sin tener que buscar una asistencia externa.

¿Te gusta controlar todo el proceso?
No, simplemente es por abaratar costes, porque no está el patio para alegrías. Y hace unos años yo no tenía mucha confianza en las máquinas, pero he ido aprendiendo. Y en este sí que he estado en todo el proceso. Pero no es un afán de controlar, a mí me gustaría descargar, pero, vamos, cuando tenía veinticinco o veintiséis años, iba algún estudio de estos grandes y veía a algún grupo de aquellos espantosos, pero grabando con una distensión enorme, diciendo, «paramos para comer»; y yo decía, «¡el día que pueda hacer esto!». Joder, siempre he tenido que sufrir unas presiones de costes y de horas que ha sido tremendo.

¿Incluso con el primer disco, «Recoletos», el que hiciste para EMI?
Sí, con «Recoletos» también, lo grabé en la misma mesa con la que los Beatles grabaron «Abbey Road», pero en un estudio que EMI lo utilizaba por entonces para grabar maquetas. Nos dieron cierta libertad en cuanto a tiempo, pero estaba sujeto a unos presupuestos muy estrictos. Además era el primer disco, tenía un productor ahí en medio… Siempre con muchas presiones. Entonces valía un dineral la hora, incluso tenía que aceptar decisiones de terceras personas que trabajaban en discográficas y, de alguna manera, yo no comulgaba con ellas, pero como eran los que financiaban el disco, las aceptaba. Para mí, a partir del tercer o el cuarto disco, fue una liberación empezar a grabar en mi casa.

Para tus seguidores ha sido complejo seguir tu discografía: nunca lo hemos tenido fácil.
Es que esto es una cadena de acontecimientos que si se rompe, no funcionan las cosas. Si grabas un disco y los medios no te apoyan, o la discográfica no cree en él y no te apoya, o no sabe cómo venderlo, efectivamente, la gente no se entera y ese disco no está en las tiendas. Tengo entendido que en las superficies donde antes había discos, que ahora están cerrando, siempre había un ejemplar mío, o dos, pero probablemente no había ninguno porque se vendían y siempre había un cartelito con mi nombre, pero el espacio estaba vacío. Eso también me ha hecho sufrir, hasta que hubo un momento en que lo asumí, que no, que yo no soy, por las circunstancias que sea, un tipo de masas, ni tengo la oportunidad de ser un tipo que pueda acceder al reducto que pueda tener, no hay espacio. En cierto modo esto es o todo o nada.

¿Te ha dado rabia ese no llegar a más gente, o has sentido decepción?
Hombre, no sé… no lo sé, de verdad, es algo que he pensado en algún momento. Sí, rabia porque me gusta tocar, por eso más que por otra cosa, porque de todo esto lo que más me habría gustado habría sido tocar, haber viajado, que lo he hecho últimamente. Pero cuando tenía treinta años, que tenía otra energía, veía que no sonaba el teléfono, que nadie me llamaba para dar conciertos y veía que los grupitos estaban tocando siempre, y me daba cosa, veía pasar los veranos, y tenía ganas de tocar, y no entendía que a mí no me llamaran. Hasta que lo acepté, acepté que no, que probablemente mi proyecto no era interesante o no era comercialmente interesante. A mis conciertos iba muy poca gente, pero eso sí, te decían unas cosas maravillosas, pero nada más. A lo mejor había cincuenta personas y vendías cuarenta discos, con lo cual el concierto era un exitazo. Si hubiera habido quinientas, habría vendido cuatrocientos discos, pero no, nunca he tenido la persona que haya visto comercialmente mi trabajo.

¿Nunca has tenido ganas de tirar la toalla, en algún bajón anímico?
Esa es una idea que te asalta permanentemente. Pero, al mismo tiempo, te preguntas qué harías. Y claro, te retirarías. A mí en el fondo me gustaría comprarme una casa en Asturias, a dos kilómetros del mar y dedicarme a pasear y a leer, y nada más. Y a vivir con sentido común, sin ostentación. Pero, por qué tirar la toalla si realmente estoy haciendo algo que es un privilegio, poder dedicarte a esto es una fortuna que es incomparable con la fortuna de cualquier banquero. Poder dedicarte a esto es maravilloso.

¿Sigues en la banda de Ismael Serrano?
Sí, sigo con él, pero él hace unas giras enormes por Latinoamérica en formato acústico, pero sigue contando conmigo para los discos. Cosa que agradezco enormemente, porque para mí poder trabajar con Ismael ha sido una experiencia muy bonita. Empecé con Ismael cuando era un artista incipiente y me ha permitido hacer una tesis doctoral sobre cómo se desarrolla un artista, en todas sus facetas, cómo esa cadena funciona: compañía, managers, público. Y eso es una tesis maravillosa, o por lo menos buena de conocer, y que también me ha ayudado a aceptar mi propia situación. Aquello de «esto es lo que a mí no me ha pasado, pero yo sigo haciendo mis canciones y a mí esto me hace feliz».

A la vez, te ha servido, por ejemplo, para abrirte puertas en Argentina.
También, por supuesto, esto se lo tengo que agradecer a Ismael, me ha abierto una puerta que no me ha abierto nadie. En ese sentido tengo que reconocerle la generosidad de invitarme a cantar canciones mías en teatros con dos mil seiscientas personas, teatros llenos, en el Arena de Santiago de Chile, en el Gran Rex de Buenos Aires, apoyarme como lo está haciendo siempre. No puedo por menos que estar muy agradecido. Porque esa generosidad no me la hadado ni la industria, ni los medios, ni este país tan desagradecido con sus propios artistas.

 

PRÓXIMOS CONCIERTOS DE JAVIER BERGIA:

19-X El Escorial (Madrid). Cafetín Croché.
05-XI Madrid. Sala Galileo.
08-XI Porriño. Café Teatro Liceum.
12-XI Santiago de Compostela. Casa Das Crechas.
13-XI Ourense.
15-XI Limodre, Fene (A Coruña). Casa Arda.
16-XI Vigo. Café Uf.
23-XI Zaragoza. Sala Prior.
11-XII Santander. Rubicón.
12-XII Riocorvo (Santander). Malevo.

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