Músicos en la sombra: Jacob Reguilón, la otra cara “desbandada” de Quique González

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«Esto es como con las novias, hay una temporada que no ligas nada y tienes una novia y aparecen más. Puedes estar un mes en el que no hay trabajo y de repente se te acumula»

 

Es el bajista habitual de Quique González, con el que ha girado en «Desbandados», pero ha tocado con más gente, de Ariel Rot a Mercedes Ferrer. Arancha Moreno nos lo presenta.

 

Una sección de ARANCHA MORENO.

 

Lleva años siendo el bajista de Quique González, y ahora además es su contrabajista. Le acompaña en «Desbandados», la gira acústica que hacen a medias desde que se acabaron las presentaciones de su último disco, «Daiquiri Blues». Por el camino se ha cruzado con muchos músicos: una larga temporada con Ariel Rot, giras con Iván Ferreiro, Xóel López… Ahora se encuentra a medio camino entre los últimos coletazos de «Desbandados» y los ensayos con Rebeca Jiménez. Nos encontramos el domingo, a las cinco y media: buena hora para comer (¡para él!) y aprovechar el ratito antes de la prueba de sonido, justo antes del concierto en Costello.

 

¿Cómo comienza tu contacto con la música?
En casa siempre ha sonado música, mi padre tocaba la batería. Con seis o siete años me metieron en el Conservatorio, pero era un matado, no me gustaba nada, creo que era el peor de la clase. Era todo demasiado solemne, no le pillaba el punto. En casa siempre me ha gustado, pero era como si estuviera separado: por un lado lo que tenía que estudiar y por otro, la música. Estuve así hasta los dieciséis, que quise dejarlo, y decidí que quería tocar, pero el bajo.

 

¿Por qué el bajo?
Realmente no sé por qué, empecé a escuchar mucha música: flipaba con Led Zeppelin, los Stones, también me gustaba mucho el hip hop. Uno de los grandes amigos de la infancia de mi padre era Billy Villegas, bajista de Antonio Vega, de Luz, Aute… Le llamó y empecé a dar clases con Billy. Empecé a flipar, la primera vez que nos llamó fuimos a la nave, llegué y estaban ensayando «Océano de Sol», no estaba Antonio Vega pero sí toda la banda: Basilio Martí, Nacho Béjar, Carlos Yebra… Billy empezó a darme clases y nunca me cobró. Luego fui a verle a la sala Silicona con Mercedes Ferrer y flipé, supe que lo que quería era tocar.

 

Qué buen maestro para empezar… ¿Cuánto tiempo estuviste dando clases con él?
Empecé en el 94, tenía unos 16, 17 años, y estuve con él hasta los 19, que empecé con Mercedes Ferrer. Él se iba con Luz Casal a Sudamérica y me metió, fue un poco de enchufe [risas]. Hubo dudas, me hizo una especie de semiprueba, no fue fácil. Pero me ayudó mucho, tenía fe en mí, yo le admiraba mucho y él creía que podía tocar. Iba a todos los conciertos que hacía con Antonio, con Luz… Me daba mucha confianza en ese sentido.

 

En esta profesión es importante que alguien crea en ti.
Claro, supongo que hay un momento en el que tú lo tienes claro, pero para mí fue básico que me diera clases y me dijera que podía hacerlo. En el instituto daba palos de ciego, y ahí lo vi clarísimo, estuve como dos años y medio tocando el bajo.

 

¿Empezaste a tocar con Mercedes Ferrer? Punto de partida importante…
Sí, antes había hecho cinco o seis conciertos con una asociación cultural, pero lo primero fue con Mercedes Ferrer, en mayo del 97. Hicimos quince conciertos. El segundo o tercer concierto fue en Barcelona, en la sala Bikini, y vino David Bonilla, que curra en DRO y es superamigo desde entonces. Cuando Ariel Rot grabó el primer disco, quería hacer una especie de casting para músicos, y me llamó Bonilla para hacer la prueba.

 

¿Y cómo es hacer un casting para Ariel Rot?
Creo que en aquella época era un poco inconsciente. Creo que está bien, es importante tocar con alguien y ver que puede funcionar, tener una toma de contacto y ver cómo va la cosa. Nos dio el disco y enseguida hubo muy buen rollo. Creo que estaba muy pez, pero me cogió. Quería gente joven, el disco salió en el 98 más o menos, y el invierno previo estuvimos rodando. La banda éramos Pablo Serrano, Tito Dávila, Ricardo Marín, Ariel y yo. Lo de Mercedes había sido un poco puntual, pero con Ariel fue la confirmación.

 

Empezaste un poco a lo grande…
Bueno, al principio eran como unas vacaciones constantes. De repente empiezas a darte cuenta de que tienes una responsabilidad y tienes que crecer, yo aprendí cosas sobre la marcha, no me había curtido en tocar con amigos en garitos, había muchas cosas que no tenía resueltas. Al final cumplía y lo hacía, pero era muy chaval, y eso en algún momento me pesó un poco. Estuve seis años con él.

 

¿Qué te enseñó Ariel?
Muchas cosas. Me enseñó que la música está en los discos. Cuando empiezas a tocar, estudias, intentas aprender escalas… Antes de los ensayos, Ariel me dio una pila de discos y me dijo: “escucha, no te saques las canciones, solo escucha”. Yo le tengo un cariño especial, aunque creo que me venía un poco grande. Para mí fue un aprendizaje increíble.

 

Para muchos es uno de los grandes compositores de este país.
Yo lo creo. Tiene temas de la hostia, no solo en solitario, sino también con Los Rodriguez, como ‘Me estás atrapando otra vez’.

 

Del que hizo una versión muy buena con Carlos Tarque en el disco de colaboraciones «Dúos, tríos y otras perversiones».
Sí, yo grabé en ese disco. Grabé con Quique, Amaral y Pereza.

 

¿Cuándo conoces a Quique González?
Nos conocimos en el 98, Quique tenía la misma oficina que Ariel, que era Hook. Un día tocamos en el Hard Rock y vino a ver el concierto, él estaba a punto de sacar «Personal» [su primer disco]. A los dos meses me llamaron de la oficina, por si quería hacer un videoclip con él. Ahí le conocí, haciendo el videoclip de ‘Personal’.

 

¡Ese videoclip es muy tremendo! [Lo que no sabía en esta entrevista, es que el bajista de pelo largo de aquel video era Jacob Reguilón.]
Sí, es total, ahí les conocí a él y a Carlos Raya. Ahí se habló de montar una banda, les había gustado mucho Pablo Serrano también. Quedamos un día para tocar: Quique, Carlos, Pablo Serrano, Luca Frasca y yo. Hicimos unas presentaciones, algunas no pudimos porque estábamos con Ariel, fuimos a Argentina, y nos sustituyeron Candy Caramelo y Toni Jurado.

 

Qué entramado tan curioso, al final en esta red de músicos y grupos todos estáis relacionados. Tú tenías perfil de músico de sesión, aunque en proyectos continuados…
Sí, aunque en los parones de Ariel también hacía cosas puntuales, él paró un año y medio después de la primera gira y yo me fui con Cómplices. También iba sustituyendo a Billy: con Antonio Vega hice unos quince conciertos, más en la época de «Anatomía de una ola».

 

A ti ahora te asocian a Quique…
Y antes me asociaban más a Ariel. Con Quique llevo doce años, aunque ha habido saltos.

 

En los comienzos de Quique, recuerdo que llegó a telonear a Estopa y La Oreja de Van Gogh en el Palacio de Deportes con su primer disco. Apostaron fuerte por él, aunque aquel concierto no tuvo nada que ver con la carrera posterior de Quique.
Con Quique pensaron que «Personal» iba a vender 400.000 discos, y fue una hostia. Íbamos a Bilbao a tocar y había quince personas, excepto Madrid, que se llenaba El Sol. Lo que pasa es que Quique tiene una capacidad de esfuerzo, de trabajo y de confianza muy grande, y es lo que hace que haya conseguido que esté en una situación más o menos cómoda en un momento en el que todo se cae. Creo que el problema ha venido por dos lados: la crisis de la piratería, y la crisis de los ayuntamientos, las contrataciones de verano. Quique nunca lo hizo, buscó otras alternativas, que son las que están funcionando ahora.

 

Era el camino difícil.
No le quedaba otra, le quedaba rendirse o seguir. Imagínate a Quique cantando temas como ‘Aunque tú no lo sepas’ en una feria, con la muñeca chochona al lado. Es normal que no le llamasen los ayuntamientos.

 

«Personal» fue un punto de partida muy rockero.
Sí… Carlos [Raya] y él han crecido juntos, se ve hasta «La noche americana». «Salitre», siendo maquetas fue un punto de inflexión importante. A lo mejor si se hubiera grabado el disco hubiera sido más cercano a «Personal», quién sabe. Tiene muchas cosas, no es un disco tan directo como banda de rock. Carlos se debió buscar la vida a la hora de arreglar…

 

Es un disco que transmite mucho así. A veces hay discos muy edulcorados en la producción.
Hay que encontrar el equilibrio, encontrar una producción que mole, no pasarte ni quedarte corto. Es muy complicado. «Salitre» estuvo un año y medio rodando por las compañías, hasta que Universal volvió a contratarle.

 

Él ha ido casi alternando discos más rockeros con discos más intimistas y acústicos…
Sí, tiene las dos venas. Lleva muchos discos con muchas canciones, va al estudio con 25 o 30 temas para grabar, y a veces le apetece hacer temas más íntimos y otras canciones más cañeras. Para mí ha habido dos puntos clave en los que ha ganado en maduración, y ha sido siempre él solo: ese año y medio y la gira de «Kamikazes», ahí hubo un punto de aplomo en el escenario, de sentirse cómodo.

 

¿Te daba tiempo para otras colaboraciones, mientras trabajabas con Quique?
A partir de Salitre hicimos conciertos, grabamos «Pájaros mojados», y después tocamos. Eran cosas sueltas, yo mientras estaba con Ariel, Cómplices, también un par de giras con Álex Ubago… Se concentraban las presentaciones en tres o cuatro meses. Hasta «La noche americana» que ya grabamos. Para mí es uno de mis discos favoritos, hay un punto que está muy vivo, las tomas las grabamos a la vez, es muy vital. Tiene una energía que me gusta mucho. Quique ya tenía más conciertos, Carlos estaba con M Clan, entró David Gwynn… En «La noche americana» ya empecé de forma más continua.

 

En esa época ya empezaba a presentarte con cariño en el escenario, se nota cuando hay una implicación sentimental en los proyectos.
Es un punto muy complicado. Ser músico profesional es jodido, porque estás tocando con gente que lo que está haciendo son sus canciones, pero en el fondo estás trabajando para ellos. Ellos no lo ven como un trabajo, ni yo tampoco… Tiene que haber implicación emocional pero a veces no excesiva porque no es tu proyecto. Supongo que hay artistas que es todo mucho más frío, pero hay gente, como con Quique, con la que realmente hay una implicación emocional muy grande. Hay veces que la gente está implicada emocionalmente pero no está preparada. Tienes que poder hacer las dos cosas, poder resolver, que en el caso de Quique te monta 70 temas porque cambiamos todo el rato, y que tenga una implicación muy grande.

 

 

«Ahora me gustaría hacer cosas por mí mismo, estoy grabando algunas cosas con Carlos Raya, los dos solos, de momento estamos improvisando»

 

¿Tú has querido montar algún proyecto propio?
Creo que voy a la inversa de todo el mundo: durante toda mi vida siempre quise ser profesional hasta ahora, que quiero seguir siéndolo, pero también tengo ganas de hacer algo. Nunca he llegado a tener una explicación máxima, pero ahora me gustaría hacer cosas por mí mismo, estoy grabando algunas cosas con Carlos Raya, los dos solos, de momento estamos improvisando, pero sí me gustaría hacer cosas distintas.

 

También desengrasa bastante…
Sí desengrasa, y te da otro vuelo.

 

Hablando de vuelos, has viajado varias veces a Argentina en diferentes proyectos: con Ariel Rot, Laboratorio Ñ, aquel encierro de músicos que vivisteis con Pereza, Iván Ferreiro, Xoel López, Amaral, vosotros… ¿Cómo fueron esos viajes?
Con Ariel fuimos tras la primera gira de «Hablando solo», estuvimos una semana tocando. Desde esa época tengo muchos amigos argentinos, gente que me ha marcado: profesores, compañeros de trabajo… Laboratorio Ñ lo impulsó Iván Ferreiro, que tiene mucha energía, y a raíz de eso yo grabé con Xoel, también ahí se formó la banda de «Avería y Redención», también hubo muy buena relación con Pereza.

 

¿Qué salió de allí?
Ahí se hizo una versión de ‘Vidas cruzadas’ que hizo Iván del tema de Quique. Ahí salió ‘Vete con cuidado’, ‘Número 7’, varios temas de «Avería y redención»… De Iván hay varios temas de «Las siete y media», y de Xoel ‘Colillas en el suelo’ y alguno más. A partir de ahí empecé a tocar con Iván.

 

¿Qué tal las giras con Iván?
Fue una época muy feliz, también estaba enamorado y eso influye [risas]. Aprendí cosas, una manera diferente de tocar el bajo. Al principio él llevaba una guitarra con una sola cuerda que sonaba como un bajo, y era una manera distinta de tener que tocar, era otro lenguaje, utilizaba algún pedal, algún efecto… Me acercó mucho a Charly [Arancegui], estaba también nuestro técnico de sonido, Ángel Medina… Para mí fue guay, estuve un año. Luego se planteó grabar «Avería y redención» con Charly, Javi Pedreira, Ángel Medina y yo. Estuvimos ensayando las maquetas en casa de Quique, era el primer disco sin Carlos Raya, no había productor, era negociación pura entre todos. Las maquetas funcionaron y estuvo muy bien, grabamos cuatro o cinco temas en Madrid y otros once o doce en San Sebastián.

 

La fluctuación de Quique de salir y entrar en compañías, ¿afectó alguna vez a la parte musical?
Creo que no. Incluso estando en Polygram y Universal, ha hecho lo que ha querido. A David Bonilla, de DRO, siempre le gustó Quique, y tienen muy buena relación personal, le respeta mucho, nunca hubo “esto no lo hagas”. Con Last Tour International también lo tenían muy claro, y Quique cogió piel con Polaco. Hicimos setenta y tantos conciertos con «Avería…», y con «Daiquiri blues» hemos hecho unos cincuenta y tantos.

 

Estáis terminando la gira «Desbandados», Quique y tú en formato acústico. Habéis hecho gira por EEUU, ¿cómo fue?
Muy bien, era como un bonus track, no nos lo esperábamos. Él sí que ha ido varias veces a Argentina y Chile, y algo está cultivando allí, pero de repente hubo opciones de ir a EE.UU. Fuimos a tocar a Ecuador, hubo gente que pedía canciones que ni siquiera estaban en discos, y luego ya nos fuimos a Nueva York, Chicago, Miami y Albuquerque. Ha sido una gran experiencia, te oxigena.

 

En los últimos años has cambiado el bajo por el contrabajo, ¿por qué?
Siempre quise hacerlo, siempre hubo un punto con el jazz, aunque no lo toco nunca, me encanta. Ariel tenía un vecino argentino, Rubén Giorgis, que estudió en Viena, y me está dando clases, junto a otra profesora. Es muy bueno, llevo seis o siete años, él te enseña de la manera clásica, puedes tirarte un año tocando en una posición. Ha habido momentos de decir “no puedo hacerlo”, pero ahora empieza a sonar un poco y estoy encantado. Es muy distinto, con el bajo eléctrico a los dos años ya puedes estar girando, en el contrabajo hay muchos factores que influyen, aunque a nivel expresivo es mucho más interesante que el bajo eléctrico.

 

Veo que superas los baches, ¿eres perseverante?
Va a haber más baches [risas]. Soy muy cabezón, a veces dudo, pero en el fondo sigo ahí.

 

Semana intensa: has tocado con Quique en Cantabria, Toledo, Madrid… Y el día 30 tocas con Rebeca Jiménez en Joy Eslava (Madrid).
Sí, con Rebeca grabé a principios de año «Valiente» y estamos ensayando ahora, está yendo bien. Esto es como con las novias, hay una temporada que no ligas nada y tienes una novia y aparecen más. Puedes estar un mes en el que no hay trabajo y de repente se te acumula.

¿Cuántas canciones tienes en la cabeza?
No lo sé, tengo muy buena memoria. Bastantes, tengo bastante repertorio. «Desbandados» para mí ha sido complicado, al principio estaba acojonando, toco el contrabajo con arco y cualquier error se nota, además toco guitarra y piano, me ha sobrepasado un poco. Nunca me había puesto nervioso antes de tocar, y aquí sí me ha pasado.

 

¿Pero te ha hecho crecer?
Sí, en ese sentido ha sido un año muy bonito.

 

¿Y ahora?
No lo sé realmente, te llaman para algo pero luego no se concreta. Está todo el mundo muy nervioso, yo prefiero no pensar en ello. Con Quique acabo en diciembre, tengo alguna cosa con Rebeca… No lo sé, de momento estoy tranquilo. Tienes que aprender a vivir con eso, forma parte del juego. Hagas lo que hagas, siempre buscas la estabilidad, pero hay cosas que no dependen de ti.

 

¿Algún músico con el que te gustaría trabajar?
Drexler, para mí es uno de los grandes. Y por una cuestión emocional, Serrat.

Anterior entrega de Músicos en la sombra: Suso Saiz, el melómano en continua búsqueda.

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