Igor Paskual, felino escriba

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“La vida y el rock están compuestos de decisiones que parece que nacen del instinto, pero son aprendidas: tocar una nota u otra, poner el estribillo antes o después, meter más distorsión o menos… El gran truco del rock consiste en hacer pasar por natural e instintivo lo que es muy racional”

 

Acaba de publicar “Rugidos de gato”, una recopilación de sus artículos publicados en el diario «El Comercio», una selección de brillantes miradas a la música y al arte en general. Porque además de amar el rock, Igor es un profundo amante de la historia, la pintura o la música clásica. Y un escritor ajeno a las imposturas literarias, a pesar de la afición al ilusionismo que desplegó en su libro anterior, “El arte de mentir”. Juanjo Ordás charla con él.

 

Texto: JUANJO ORDÁS.
Fotos: SARA MORALES.

 

Igor Paskual está más activo que nunca y en su caso eso significa un volumen de actividad brutal. Las gestas que otros llevarían a cabo en diez años Igor las hace en uno… ¡Y mejor! Toca la guitarra para Loquillo, escribe para distintas publicaciones culturales y deportivas, forma parte de seminarios, su segundo disco solista está al caer y ya puedes tener en tus manos su segundo libro, “Rugidos de gato”, editado por EFE EME.

 

¿Hacemos una entrevista aburrida y te pregunto por qué este libro ahora? Yo casi prefiero hablar de otras cosas. En “Rugidos de gato” hay fútbol, música y otras expresiones artísticas. Hace poco pensaba que el ser humano siempre está tratando de comprender  fragmentos de la realidad que vive, ya sea hablar de la estrategia de un entrenador o del sonido de una canción. Necesitamos orientarnos constantemente.
Claro. Es que nadie se mueve en el vacío completo. De hecho, algo en lo que insisto muchísimo en los artículos de “Rugidos de gato” es en la importancia del contexto personal y social a la hora de escuchar música, ya que eso va a determinar que una misma canción suene y signifique cosas distintas para dos personas según su bagaje y experiencia. Cada individuo ordena la música en su estantería personal de distinta manera, y es necesario intentar ordenar y comprender el mundo, es un ejercicio de supervivencia, no un acto gratuito de intelectualismo barato. A mí, como me gusta la música muchísimo y es algo fundamental en mi vida, pues trato de comprenderla. No solo su funcionamiento interno o su encaje en un marco sociocultural, sino hasta por qué la hago.

 

También es como si el ejercicio de definir esa realidad, de acotarla para tratar de explicar un fragmento de ella, nos alimentara. Es un poco como tratar de conocer o sentir algo con certeza, aunque sea una pequeña parte de nuestra vida. Creo que “Rugidos de gato” es muy útil en ese sentido.
Puede que haya un intento de buscar un asidero vital sólido a través del conocimiento, de eso que dices, una certeza… Pero el hecho de definir la realidad y explicarla produce paradójicamente el efecto contrario ya que, cuanto más sabes, menos certezas tienes. Lo que sí sucede es que aprendes a convivir con ese gran abanico de opciones.

 

¿Es el rock intelectual o lo intelectualizamos? Hace poco lo hablábamos a cuento de una entrevista con Daniel Baremboim. Yo estoy seguro de que cualquier manifestación artística nace de un impulso intelectual. Por lo tanto, el arte siempre pide ser intelectualizado. Eso incluye el rock.
Somos seres racionales, mucho más de lo que parece. Y la pasión no es que se canalice a través de nuestro cerebro, es que nace de él. La vida y el rock, por supuesto, están compuestos de decisiones que parece que nacen del instinto, pero son aprendidas: tocar una nota u otra, poner el estribillo antes o después, meter más distorsión o menos… El gran truco del rock consiste en hacer pasar por natural e instintivo lo que es muy racional. La música en especial se considera que es algo totalmente irracional porque cuando la gente hace las cosas de forma inconsciente, cree que es porque no las piensa. Los códigos musicales se dice que son universales, que es un lenguaje universal, y es mentira, pero como los hemos aprendido sin darnos cuenta, pensamos que no hemos empleado la cabeza.

 

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Bueno, pero aunque aprendido, no deja de ser un lenguaje.
Claro, y es que los lenguajes son aprendidos. Todos. No somos pájaros que podamos emitir sonidos de una forma innata.

 

Hablas de cómo el punk o el rock progresivo excluyeron el sexo de su ideario y estilo, pero no toda música tiene que estar vinculada al sexo. ¿Tan fundamental lo ves? Quiero decir, si ya tenemos a Marvin Gaye y James Brown, no está mal que los Sex Pistols se dediquen a otra cosa, ¿no?
No te falta razón. De hecho, los Sex Pistols me encantan y, además, puede que haya una parte de error en mi planteamiento, que es considerar la herencia negra como sexual y la blanca como no sexual. Quizá más que sexual debería emplear la palabra baile, aunque el pogo no deja de serlo, a su manera. A lo que me refería es a que el punk suele generar más ganas de dar hostias que de hacer el amor y que es absolutamente blanco. Quizá en ese aspecto he tenido prejuicios, porque siempre he considerado que el rock debe tener un lado sexual muy potente y, si no lo tenía, inmediatamente dejaba de pensar que era rock. Para mí esa era una diferencia muy importante. De hecho, el rock que más me gusta es el que pasa por la escuela de arte. En eso el más inteligente ha sido Bowie, que grababa con Eno, Fripp y Visconti en Berlín, pero la base rítmica era negra.

 

El sexo es algo muy instintivo, pero tiene una parte intelectual muy importante que alimenta lo instintivo. Es casi una paradoja, pero una buena combinación de cadera y culo con una actitud determinada, unas maneras, un estilo, puede ser una combinación explosiva.
Estoy totalmente de acuerdo, y es que el cerebro es el órgano más erógeno de nuestro cuerpo. Y bueno, la música occidental, incluida la llamada «música clásica» está basada en juegos de tensión-relajación que nos remiten a la experiencia sexual. Ese es el secreto de la música tonal.

 

Otro de tus artículos se centra en los cantautores. Artículo que, por cierto, suscribo de principio a fin. No sé si alguna vez has pensado en la influencia que tiene el estilo del cantautor español de los sesenta y setenta en el rock español de los ochenta. Porque esa influencia está ahí, la forma de armonizar, etc.
La verdad es que su nefasta influencia la estoy notando mucho más ahora… Tendría que fijarme en eso que dices. Pero verdaderamente la oigo en estos grupos de festival que han salido en los últimos años. El tipo de voz que ponen, las letras de primero de parvulitos y hasta tienen la misma pinta de catequistas… De verdad, son como Rosa León.

 

Hablando ahora de fútbol, hay algo artístico inherente a él que la muchedumbre parece tapar. Las noticias deportivas exigen poquito del hincha, pero revistas como “Líbero” y “Panenka” dan una visión intelectual. Es decir, tanto la música popular como el fútbol son para todos, pero hay niveles en los que profundizar. Creamos nuestro propio elitismo dentro de corrientes populares. A mí me parece muy bien, pero es curioso.
Sí, el ejemplo más bestia es Tarantino. Toma elementos del cine que en su momento era despreciado por la crítica, los envuelve, redecora y, gracias a él, por efecto retroactivo, ese cine que antes se despreciaba pasa a ser bien considerado por cierta élite. Y es que todo depende del contexto. Lo mismo hacía la Velvet Underground, que eran unos elitistas de lo popular, es decir, escogían temáticas o motivos populares, pero el tipo de mirada que empleaban era muy elitista, y casi toda la primera oleada de punk inglés, hacían lo mismo, los Pistols incluidos. Y es que no hay nada popular o elitista en sí mismo de la misma forma que no hay nada revolucionario o provocador, todo depende del contexto. Al margen de eso, cada uno puede disfrutar del fútbol como quiera, hay algo muy liberador en la masa rugiente. Eso a mí no me molesta en absoluto; el problema quizá procede de algunos locutores o supuestos periodistas deportivos que tienen menos vocabulario que un asno y su gran exposición mediática les convierte en personas muy influyentes. Y son una amenaza para la educación de este país. Se habla mucho del problema de la seguridad nacional o la integridad territorial, pero la educación es más importante aún y esta gente son algo más que un incordio. Por eso, para amantes del deporte es tan importante que existan revistas como “Líbero”. Es una contra absolutamente necesaria.

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Ya, pero la masa rugiente es sinónimo de estupidez en muchas ocasiones.
No te lo niego, solo decía que sentirte parte de la masa y desahogarte de la manera más básica es muy útil. Puede ser un partido de fútbol, un concierto grande, el carnaval o las fiestas patronales de un pueblo. Creo que ahí se vierte un exceso de mala energía sobrante y nos devuelve a la vida cotidiana como si saliéramos de la consulta del psicólogo. Pero entiendo lo que dices de la masa, tiene un funcionamiento muy peligroso porque se mueve motivada por el miedo y los resortes que la despiertan siempre son el mínimo denominador común, es decir, lo más básico, algo que pueda entender todo el mundo. Y eso incluye a la música y, peor aún, la política.

 

¿Fue complicado seleccionar los artículos que forman parte de este libro?
No, lo difícil fue ordenarlos, que no fueran por orden cronológico y que también tuvieran ritmo. Es decir, que los puedas leer por separado, pero también seguidos. Si te fijas, están divididos en cinco capítulos, los que hablan de grupos o artistas, los que se refieren a ciudades o tipos de sonido, los más personales, los que reflexionan sobre la propia música y los de carácter más abiertamente político. Esa tarea se la encomendé a Laura Manzano, una amiga poeta y muy aficionada al rock potente, porque yo me vi incapaz. Tardé mucho en corregir y en revisar datos, pero es que estudié en la facultad de letras del Milán, en Oviedo, y allí te imponen tanto rigor que a veces parece un lastre. Aunque merece la pena que sea así.

 

Fuera no es tan raro, pero en España el rockero que escribe es una rara avis.
Bueno, no te creas. Ahora hay más músicos en España que escriben o, al menos, publican libros. Que tengan interés más allá de sus propios seguidores, eso ya es otro asunto. La verdad es que frente a la imagen clásica del rockero iletrado, hay épocas del rock en que el músico era una figura cultural de primer orden y se atendía a lo que decía. Me refiero, por ejemplo, a todo ese rock británico que surgía de las Art School.

 

En la solapa del libro has dado una exclusiva: “Tierra firme” será el título de tu nuevo disco. No sé si te apetece avanzar algo sobre él.
Poco puedo decir… Creo que es un discazo, la verdad. Lleno de contrastes y distinto a lo que estamos acostumbrados a escuchar. Sale dentro de poco.

 

«Rugidos de gato» solo se vende, en papel, desde La Tienda de Efe Eme (gastos de envío gratuitos para España/península).

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