Ignacio Julià: Explicándose a Lou Reed

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“Él inventó el personaje para zafarse de la atención ajena, inspirándose en su propia tormenta interior por supuesto, y este acabó encarnándose en la persona. Podía desprender muy malas vibraciones, pero así suenan sus temas, peligrosos a veces, otras desesperados, románticos, agudos, crueles, siempre veraces”

 

 

La reciente publicación de “Lou Reed. Catálogo irracional” contiene una de las miradas más interesantes sobre su obra, a cargo de uno de los mayores expertos en el músico neoyorquino: el periodista y crítico musical Ignacio Julià. Juanjo Ordás charla con él.

 

 

Texto: JUANJO ORDÁS.
Fotos: XAVIER MERCADÉ.

 

 

Siempre es un placer entrevistar a nombres míticos del periodismo, pero en el caso de Ignacio Julià el placer es doble, porque hablamos de un verdadero intelectual. No solo tiene experiencia de campo, sino que también es capaz de analizarla. Puedes escoger cualquier texto suyo, porque siempre será revelador. Si no conoces la temática que trata logrará interesarte por ella. Y si la conoces, su punto de vista será enriquecedor. Acaba de editar “Lou Reed. Catálogo irracional”, para un servidor el mejor libro sobre Lou Reed que jamás se confeccionará, por lo que una entrevista con Julià resultaba de lo más interesante.

 

He oído que este libro no nace de una necesidad imperiosa, sin embargo, ¿no crees que con el tiempo quizá si habrías necesitado escribirlo?
La verdad es que no, pues la edición internacional de “Feed-back/The Velvet Underground: Legend, Truth”, publicado en 2008, me dejó saciado. Pero dos buenos amigos me animaron por lo menos a escribir una guía de escucha de Lou Reed, para que las nuevas generaciones pudiesen tener disponible esa información de forma fiable o, por lo menos, exhaustiva, dada la excepcionalidad e irregularidad de su discografía. Me puse a ello, pero muy pronto estaba desbaratando ese “catalogue raisonné’’, como se dice en el mundo del arte, para mezclar las creaciones con su biografía, ¿cómo no tratándose de un personaje así?, y entrometiéndome yo con la mía, que era la única forma de llegar a lo más hondo, explicarle a él desde todo lo que me había hecho sentir y vivir. De ahí lo de “irracional’’.

 

En ocasiones, con “Catálogo irracional” te acercas al ensayo, y ese es uno de los grandes valores del libro.
Creo que todo el libro es, en cierto modo, un ensayo, incluso las partes más autobiográficas, pues su misma estructura es cronológica y al tiempo acrónica, y se funden en todo momento crítica musical y experiencia vivida. No podía limitarme a la biografía ortodoxa o al estudio canónico de la obra, pues las canciones y la vida de Lou Reed no fueron previsibles ni convencionales. Tenía que adecuar de algún modo la forma de contarlo todo a sus contradicciones, profundizar en la persona y su obra de un modo desordenado y fragmentario para que estas fuesen explicándose por si mismas. En definitiva, escribirlo como si me hubiese contagiado de su estilo. Busqué una sencillez en la prosa que solo cuarenta años de experiencia pueden alentar; ese momento en que lo que cuentas es lo importante, y el modo de contarlo se supedita a este.

 

Creo que este libro es importante en tu carrera porque es muy distinto a “Feed-back/The Velvet Underground: Legend, Truth”. Eso hay que dejarlo claro.
“Feed-back”, la versión definitiva en inglés, no deja de ser una antología de textos diversos, reunidos en un solo volumen y ordenados de modo coherente para explicar el recorrido de un grupo musical y de sus integrantes una vez este ha desaparecido y se ha ido transformando en mito más que realidad. “Catálogo irracional” es otra cosa, una aproximación polifacética a un personaje controvertido pero esencialmente muy humano. Todos caemos una y otra vez, todos anhelamos ser mejores, todos queremos disfrutar la vida aunque sea a veces tan inhóspita. Es mi libro más personal, sin duda. Ya no siento necesidad de escribir otro, me he vaciado.

 

¿Fue una escritura continua o su confección pasó por picos?
Fue escrito al azar. Empecé por ‘Junior dad’, el final, porque tenía que vomitar todo ese doloroso vacío de su desaparición. Una vez finalizado aquel capítulo, proseguí con ‘Heroin’, el primero, el principio. Ya tenía la cola y la cabeza del bicho, así que el resto fue ir llenando los huecos, según mi estado de ánimo, canción a canción, año tras año. Lógicamente, el proceso de corrección fue arduo, pues debía eliminarse toda pista de que había sido escrito a ráfagas. Esto, creo, le da vivacidad al libro. Y suspense, pues nunca sabes qué vas a encontrar en el siguiente capítulo, algo que sí ocurre en las biografías convencionales.

 

Tú conociste a Lou Reed, le trataste, tuviste contacto con él. ¿En alguna ocasión habrías preferido haber mantenido la distancia y haberle seguido desde lejos?
No, ¿por qué? Cuando era un borde, era más Lou Reed que nunca, podríamos aducir. Él inventó el personaje para zafarse de la atención ajena, inspirándose en su propia tormenta interior, por supuesto, y este acabó encarnándose en la persona. Podía desprender muy malas vibraciones, pero así suenan sus temas, peligrosos a veces, otras desesperados, románticos, agudos, crueles, siempre veraces.

 

A lo largo de los años y leyendo varios libros sobre Lou Reed, entre ellos el tuyo, “Catálogo irracional”, he llegado a la conclusión de que Lou Reed fue transgresor de forma natural.
Hombre, vivir la adolescencia en los solitarios suburbios de Long Island cuando has sido niño en las animadas calles de Brooklyn, siendo bipolar con tendencias homosexuales, en el puritanismo de los años cincuenta en Estados Unidos, ayudó lo suyo. ¡Y encima le apasionaba el rock and roll, en aquella época una ruidosa y obscena afrenta al mundo adulto!

 

¿De qué manera encajaba la música de Lou Reed en tu vida cuando le descubriste?
Digamos que por oposición, pues mi adolescencia coincide con los últimos años del franquismo y mi educación fue fundamentalmente católica. De pronto, «Transformer» y «Rock’n’roll Animal» me llevan a descubrir «The Velvet Undeground & Nico», y ahí exploro un mundo que me fascina. El Nueva York soñado de las viejas películas en blanco y negro, pero también el de “Taxi driver”, Andy Warhol, sus obras pop-art y sus películas llenas de criaturas marginales, el sexo prohibido y la experiencia de las drogas duras, el rock and roll y la vanguardia, la poesía y el arte multimedia, etc. Una Babilonia atrayente para un españolito al que hasta entonces habían tutelado lecturas, audiciones y películas. Nunca más iban a prohibirme o censurarme nada después de aquel descubrimiento de la relatividad de todas las cosas.

 

¿Crees que sería adecuado decir que Reed trató de mostrar al mundo su visión de aquello que le emocionaba? El rock, el pop, el latido de la ciudad, la poesía…
Me parece una gran definición de lo que pretendía, la verdad. Porque si el artista no trasmite una emoción intensa y propia, el oyente no llegará a sentir nada. Él además tocó todas las emociones, el amor y el odio, sí, pero también la desgana, el terror, la ternura, la violencia, el exceso, la compasión…

 

Una de las partes que más me llama la atención de “Catálogo irracional” es la división de opiniones entre Reed  y su hermana. ¿Qué relación tendría exactamente con su padre?
Una hija no ve al padre del mismo modo que un primogénito. Dicho esto, la versión de su hermana creo que se aproxima más a la realidad, aunque ese rencor de Lou hacia el padre, fuese real o ficcionado, equilibre la balanza. Hay momentos en que la transgresión de sus letras y música parece hecha a propósito para avergonzar a sus padres. En cualquier caso, fuese cual fuese la intensidad del conflicto paterno-filial, sirvió de sustancia para muchas grandes canciones. Y es ya todo lo que importa.

 

No sé si te sucede lo mismo, pero estoy tan saturado de la reivindicación de “Berlin” que es el que menos me apetece escuchar de su discografía. Era importante reivindicarlo, y creo que fue una alegría para él, pero ahora mismo prefiero “Lou Reed” o “The bells”. Se pasó de la nada al todo con “Berlin”.
Hay gente que no entra en “Berlin”, lo encuentran demasiado gélido, sombrío, orquestado, dramático, descorazonador. Siempre ha sido así… pero es una de sus obras cumbre, gracias naturalmente a la producción de Bob Ezrin, tan clasicista pero tan inventiva también. Yo últimamente, si me entran ganas, me pongo la película que rodó Julian Schnabel, “Lou Reed’s Berlin”, en el estreno en Brooklyn de la gira que luego llegaría a Europa. Están Steve Hunter, Antony, Bob Ezrin, Sharon Jones, Fernando Saunders, Jane Scarpantoni, Rob Wasserman…

 

Precisamente, en “Catálogo irracional” tratas de hacer hueco a los músicos que han acompañado a Lou Reed.
Desde los primeros días de los Velvet Underground hasta su apabullante última banda, ocho músicos en escena (que, por desgracia, no llegó a verse en nuestro país), siempre tuvo un ojo increíble para elegir acompañantes. Sabía perfectamente lo que quería de un músico y lo potenciaba. En este aspecto, el libro reivindica a su fenomenal grupo de finales de los setente, el que graba “Street hassle” y “The bells”. Era de justicia…

 

En el libro se trata en parte la sexualidad de Reed. ¿Crees que a partir de los ochenta se empezó a negar a sí mismo parte de ella?
La contradicción que para un joven de los años cincuenta debía suponer la bisexualidad bifurca su personalidad artística desde el principio. Y cuando llega a la Factory de Warhol y ve a toda su fauna, se da cuenta de que no está solo, hay otros inadaptados que pueden ser brillantes creadores o potenciales estrellas. Tuvo aventuras homosexuales ya en la universidad, pero, sin embargo, y en el libro queda manifiesto, se enamoraba perdidamente de mujeres, desde la primera, Shelley Albin, hasta Laurie Anderson, su viuda. No soy psicólogo, así que no sé cómo explicar esta paradoja, a no ser por la amplitud de miras que atraviesa toda su obra.

 

No estamos hablando mucho de Velvet Underground, pero prefiero orientar la charla hacia la carrera solista de Reed. No obstante, ¿habría podido dar más de sí el tour de reunión de 1993?
Estuve con ellos en Holanda, vi dos conciertos en junio de 1993, y Lou y Sterling parecían congeniar. John Cale iba por su cuenta, no aparecía en los «aftershows», supongo que por evitar la tentación del alcohol, que ya había dejado tras sus años salvajes. Pero a mitad de gira las tensiones resurgieron y, cuando regresaron a Estados Unidos, las exigencias de Lou abortaron una gira norteamericana y la grabación de un «Unplugged» para MTV. Reed pretendía ser el productor de este último y los otros se opusieron. Es cierto que esa gira tiene mala prensa, hay incluso fans de Velvet Underground que se niegan a escucharla, pero he vuelto a ver recientemente el DVD “Live MCMXCIII”, grabado en el Olympia de París, y tiene momentos galvanizantes. Y estar allí viéndolo, en primera fila, ya puedes imaginarte.

 

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Siempre me ha resultado muy molesto el ninguneo a Sterling y Moe en el vídeo oficial en directo.
Creo que aparecen lo suficiente, en especial Moe. Ella y su trabajo percusivo era lo más comentado a la salida de aquellos conciertos. Sí es cierto que Lou nunca cedió totalmente el poder durante la gira y, hasta cierto punto, es lógico que prefiriese volver a su carrera en solitario, sin interferencias. Los deseos del público a veces resultan cándidos: una segunda vida para la banda era imposible con aquella mezcla volátil de personalidades.

 

Entiendo “Ecstasy” como el gran disco de senectud de Lou Reed, aunque teniendo en cuenta que lo grabó con 58 años a lo mejor lo de senectud es exagerado. Pero bueno, estoy seguro de que es uno de sus grandes discos.
Exagerado, seguro. Yo tengo 59 y sigo siendo el mismo imbécil que hace una década. Lo digo sinceramente. Pero, en efecto, “Ecstasy” es uno de sus mejores álbumes. Porque señaló el regreso del Lou Reed más intempestivo y afilado, después de unos años noventa marcados por obras más politizadas como “New York” o más reflexivas como “Magic and Loss” o el penetrante retrato de Warhol junto a John Cale “Songs for Drella”. Solo por ‘Rock minuet’ y ‘Like a possum’, ya merece ser escuchado, pero además tiene grandes temas digamos pop, como ‘Modern dance’ o ‘Baton rouge’. Y se nota la mano del productor Hal Willner.

 

A día de hoy “The raven” me sigue resultando un disco difícil, aunque francamente bueno. Es duro nadar en aguas tan densas.
Lo dice el propio Reed en una de las entrevistas del libro: “¡Lo tiene todo!”. Literatura, teatro, canciones, recitados, noise, rock and roll, rhythm and blues, jazz… pero su misma magnitud lo hace difícil de gestionar para el oyente. Sin embargo, es el encontronazo entre dos iconos literarios, Edgar Alan Poe y Lou Reed, obsesionados por la paradoja de que nos dominen los bajos instintos y las pulsiones autodestructivas. Y ahí están ‘Who am I’, ‘Guilty’, ‘Guardian angel’, ‘Vanishing act’… ¡Buf!

 

Nunca conseguí entrar en “Live in Italy”, pero en el libro hay algunas claves para hacerlo. No sé si en su momento no lo conseguí porque no acabo de disfrutar del sonido.
Lou siempre echó pestes de Glyn Johns, el productor asociado a los Stones que dirigía su estudio móvil, con el que se grabaron aquellos conciertos italianos. Para sus seguidores, aquel doble en vivo fue la primera ocasión de escuchar a la banda con Robert Quine y Fernando Saunders, la formación que había grabado el soberbio “The blue mask”, y aunque suene latoso, capta algunas grandes interpretaciones: ‘Kill your sons’, ‘Some kinda love/Sister Ray’, ‘Heroin’. Pero no es “Rock’n’roll animal”, ni “Take no prisoners”.

 

“Perfect night: Live in London” me gusta mucho, pero no acabo de tener claro si a ti te emociona. El experto eres tú y lo que digas va a misa.
Me gusta la primera parte de ese disco, luego pierde fuelle, creo. Quizás porque en Barcelona vimos ese mismo concierto, en septiembre de 1998, al aire libre y ante la catedral. El centro de la ciudad quedó colapsado y la multitud influyó en los músicos, que echaban chispas. Todo un evento y un gran repertorio, adaptado a la sonoridad de guitarras acústicas electrificadas.

 

Un directo raro, pero que me encanta también, es “Animal serenade”.
El concierto completo es un grandísimo doble en vivo, de una grandísima gira, la de 2003, sin batería pero con guitarras eléctricas, violonchelo y un entonces desconocido Antony a las voces. “Animal serenade” es el disco que le pondría a quien hubiese dejado de escuchar a Lou Reed después de “Coney Island baby”, en 1976, o después de “New sensations”, en 1984. Una selección panorámica de su repertorio en magníficas adaptaciones, con énfasis en sus últimas obras. ¡Y cómo suena! Estás allí, sentado en tu butaca, fustigado o acariciado en directo. Escuchado con auriculares es casi tridimensional.

 

Contabas que Reed apreciaba “The raven” como una obra que contenía de todo. Curiosamente, lo mismo podemos decir de “Animal serenade”.
En efecto, pero en “The raven” se trata de un ‘’todo’’ mucho más amplio, como hemos visto, mientras que en “Animal serenade” estamos ante una antología que abarca desde el primer elepé de Velvet hasta “The raven”, haciendo ese recorrido homogéneo gracias a una nueva perspectiva sonora. Siempre sospeché que esa gira de 2003, donde prometía interpretar temas Velvet, canciones de los años setenta y demás, fue una estrategia para camuflar el desastre comercial de aquel proyecto inspirado en Poe.

 

¿Sentiste satisfacción al terminar “Catálogo irracional”? No me refiero a ego, sino a haber escrito un libro cuando menos personal y, en mi opinión, necesario.
Me pasó algo que nunca antes me había ocurrido: una vez entregado el libro a imprenta me embargó un pánico escénico considerable, la duda de si lo que había producido era una mierda ininteligible que nadie iba a comprender o disfrutar, o por el contrario había honrado al ser humano tratado en un libro que emocionase al lector. Las primeras impresiones ajenas, de esos amigos íntimos que no te pasan ni una, fueron entusiastas. Y emocionadas, que es lo que pretendía, compartir esa pasión. En cualquier caso, creo que Lou Reed merecía ese riesgo, pues él siempre se arriesgó y, como hemos visto, a veces pagó cara su osadía, su diferencia, su tozudez. Es una lección que recordar, sobre todo hoy: el arte nunca es gratuito, por lo menos no para su creador si este va en serio. Y Lou iba muy muy en serio.

 

Puedes adquirir «Lou Reed. Catálogo irracional» en La Tienda de Efe Eme: los ejemplares están autografiados por el propio Ignacio Julià.

 

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