Historias de Festivales: La vuelta al mundo por festivales

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“Son las condiciones las que sacan lo mejor de la gente y marcan un festival. La lluvia, el barro, el frío… cuando persisten es cuando la gente parece se lo pasa mejor. Se crea un espíritu de supervivencia y la gente saca lo mejor que lleva dentro”

 

Han pasado seis años desde que Jarvis Hammond, un ingeniero inglés con residencia en Alemania, tuviese la idea más divertida y loca de su vida: dejarlo todo y pasar un año de festival en festival por varios continentes en compañía de su esposa Karen. El matrimonio asistió a más de 250 conciertos en trece festivales distintos en menos de seis meses. A su vuelta a casa, Jarvis plasmó aquel viaje en un extenso y personal libro que narra su aventura por los mejores festivales del mundo.

 

 

Una sección de ALFONSO CARDENAL.

 

 

Mark Twain dijo una vez que si nos planteásemos que estamos todos locos se explicaría cómo somos y se resolverían muchos misterios. Jarvis Hammond no tiene problema en admitir que su viaje tuvo un punto de locura. “Viajamos de norte a sur, de este a oeste, viendo trece festivales de música por todo el mundo. El gran desafío fue en la temporada alta: julio y agosto. De pronto estábamos en Dinamarca un fin de semana y al siguiente íbamos a Inglaterra, luego viajamos a España y unos días después estábamos en Japón. Fue una cosa de locos volar a Japón para estar solamente cuatro días. Nos lo tomamos con humor y nos reímos mucho en los viajes porque sabíamos que no iba a ser sencilla la parte logística”. Seis años después, la vida de la pareja ha cambiado con la llegada de su primer hijo. Aunque no tanto. “Jesper fue a su primer festival antes de cumplir dos años. Ahora ha ido a tres ediciones del Haldern Pop alemán y estamos planeando ir al Latitude o a Glastonbury toda la familia el año que viene”, confiesa Hammond.

La idea del viaje de Jarvis y Karen surgió de una mala experiencia. Estaban encerrados en el coche durante una lluviosa noche del Haldern Pop 2007 cuando de broma salió la idea de escribir un libro sobre las situaciones que se viven en los festivales. La cosa fue evolucionando. “Antes de que acabase el festival ya teníamos planeado nuestro año con todos los festivales a los que íbamos a ir”, explica Jarvis. “Contacté con todos los organizadores contándoles mi proyecto y sorprendentemente la mayoría de ellos contestó muy rápido diciendo que les parecía una gran idea y que sería su invitado durante el festival”. Aquella lluviosa noche en la que surgió el plan no sabían que 2007 sería un verano terrible. Solamente tres de los trece festivales de su agenda se libraría de la lluvia.

NOCHES DE ACAMPADA

Los Hammond decidieron que acamparían en todos los festivales que pudiesen para ahorrar gastos, pero también para vivir el festival por dentro. “Acampando es la única manera de vivir la experiencia de un festival, de estar conectado al festival. Yo dormí en la Isla de Skye y a la mañana siguiente tenía una capa de hielo en el cristal del coche. Después viajamos a Coachella donde las temperaturas nocturnas no bajan de 25 grados. Esas son experiencias de camping que no olvidaré y que no cambiaría por ningún hotel ostentoso”.

Jarvis defiende la idea de que lo mejor que te puede pasar en un festival está relacionado con las personas que puedes llegar a conocer. Su libro está lleno de ellas. También hay historias relacionados con las lluvias de aquel mal encarado verano. “En Roskilde nos llegó el agua hasta las rodillas. Nunca había visto llover así”, explica un inglés que reside en Múnich. “Entonces pensé que el mundo se acababa, pero al final son recuerdos divertidos. Cuando estás así de mojado no te preocupas por mojarte más”, añade.

 

 

DISTINTOS LUGARES, MISMO ESPÍRITU

“Los festivaleros son más o menos igual en todas partes, en todo los países he notado la misma excitación en el que espera un concierto deseado”, comenta Hammond al ser preguntado por las diferencias entre los asistentes. “Los europeos somos bastante parecidos y conectamos sin mucha dificultad, en todos los festivales he acabado pasándolo bien con gente nativa. Los japoneses son más limpios y ordenados, por eso se les permite acampar en un campo de golf en una cara estación de esquí. También me sorprendió que hacen colas más largas para comprar el merchandising que para pedir una cerveza”, explica Jarvis. “En Coachella (EEUU) no se permite llevar alcohol dentro del área del festival, si quieres dar un trago tienes que ir a una diminuta tienda en la esquina del recinto. Creo que es bastante representativo de la actitud estadounidense hacia el alcohol”. Aunque Hammond cree que la diferencia no está en los países. “Son las condiciones las que sacan lo mejor de la gente y marcan un festival. La lluvia, el barro, el frío… cuando persisten es cuando la gente parece se lo pasa mejor. Se crea un espíritu de supervivencia y la gente saca lo mejor que lleva dentro”.

LA VUELTA A CASA

Jarvis Hammond inició su viaje partiendo de una mala experiencia y tuvo varios incidentes a lo largo de su viaje musical, aunque reconoce que nunca tuvo ningún problema con ninguno de los asistentes a los festivales. “Sí que me encontré con unos cuantos locos entre el personal de seguridad, como en Coachella”. Aunque el tiempo suaviza los malos recuerdos. “Los momentos incómodos solo son eso… y pasan”. Al final, después de todo, en la memoria de Jarvis brillan más los recuerdos divertidos, los memorables. “Recuerdo todo aquel año como si fuese ayer. No solamente los festivales, también la idea de que cualquier cosa era posible. Nunca olvidaré la actitud amistosa y de ayuda que tuvieron los organizadores cuando contacté con ellos”, explica.

Después de la música y de los viajes llegó el momento de sentarse delante del ordenador y plasmar todas aquellas experiencias en un libro de más de 500 páginas. “Recuerdo el proceso de escribirlo, de publicarlo; la culminación del proyecto. Luego vinieron los nervios de la primera venta y la emoción cuando Rough Trade lo eligió uno de los cinco mejores libros de 2009. Fue una experiencia fantástica que se llevó todos nuestros ahorros. Cuando llegamos a casa solo me quedaban monedas”. Seis años después, Jarvis tiene claro que no repetiría. “Por lo menos desde el punto de vista económico no podré volver a hacerlo. Sería interesante volver a hacerlo dentro de veinte años. Ver cómo han cambiado los festivales. ¿Sería mi reacción diferente? Quizá lo haga la próxima generación, tal vez sea algo que tenga que hacer mi hijo Jesper”.

Anterior entrega de Historias de Festivales: Desayuno en Roskilde.

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