Historias de festivales: La escuela de Neil Young

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«La timidez de Jeff Tweedy también se derritió en 2010 ante las preguntas del joven Than, un niño al que teclear en el ordenador cada pregunta le supone un tremendo esfuerzo»

 

En 1986, Pegi Young y su marido se involucraron en la creación de Bridge School, una escuela que ayuda a niños con discapacidades físicas y necesidades especiales a tener una buena educación. El matrimonio descubrió todos los problemas a los que tenían que hacer frente estos chicos para estudiar tras la parálisis cerebral con la que nació Ben, uno de los tres hijos del cantante, que ahora tiene más de treinta años y un título universitario. La pareja pensó que sería una buena idea celebrar un festival anual que recaudase fondos para el proyecto educativo y desde entonces los mejores músicos norteamericanos han actuado en el pueblo de California donde vive la familia Young.

 

 

Una sección de ALFONSO CARDENAL.

 

 

Mary Corr sonríe desde su silla de ruedas en el backstage del escenario de Mountain View. Está nerviosa aunque conoce el lugar, ha estado muchas veces allí. Desde ese mismo rincón ha visto actuar a Bruce Springsteen, a su amigo Neil Young con todas sus bandas, también a Dylan, Bowie o Paul McCartney. Esta noche de octubre está nerviosa porque Eddie Vedder se acaba de subir por sorpresa al escenario entre los aplausos de la gente. “Cuando me levanté esta mañana, esto es lo último que pensé que haría hoy: ser telonero de Guns N’ Roses con una guitarra acústica”, bromea Vedder al comienzo de su actuación en el Bridge School Benefit 2012. “Quiero dedicar esta canción, es su favorita, a mi buena amiga desde hace dos décadas. Esta es para Mary Corr”, explica el músico antes de lanzarse a cantar “Last kiss”. Eddie Vedder actuó allí por primera vez en 1992 junto a Pearl Jam y ha vuelto once veces más a lo largo de los años. El cantante de Seattle no es el único músico que ha repetido en Mountain View, son muchos los que han quedado prendados del encanto de sus asistentes. En realidad, Bridge School Benefit no es un festival, es la fiesta entre amigos que organiza cada año, y ya van veintiséis, Neil Young en Mountain View, California. Allí actúan sus amigos, mediante invitación personal del cantante canadiense, y entre el público están los alumnos del Bridge School.

Cada año, los chicos y chicas del colegio entablan grandes relaciones con los músicos. Eddie Vedder también es amigo de Elizabeth, una adolescente que habla a través de un ordenador desde su silla de ruedas. El día antes del concierto, Elizabeth entrevistó al cantante. La chica le preguntó por el nombre de la banda y Vedder le habló de la mermelada con setas que solía hacer Pearl, el marido indio de su tatarabuela. Cosas así pasan en Bridge School. “Hace dos años te pregunté si podía darte un beso y me dijiste que no, ¿te acuerdas? Voy a pillarte uno de estos días, ¿Te doy un abrazo?”, bromea el músico tras presentar a su hija Olivia a la joven entrevistadora. La timidez de Jeff Tweedy también se derritió en 2010 ante las preguntas del joven Than, un niño al que teclear en el ordenador cada pregunta le supone un tremendo esfuerzo. Tweedy espera paciente, sonríe y responde a Than. El chico le pregunta por sus influencias, cómo comenzó su carrera, sus canciones favoritas. “Siempre escucho tu música, eres genial. Gracias por dejarme entrevistarte”, le dice nervioso el chico. Aunque los músicos invitados son los grandes protagonistas, al que todos los niños conocen es a Neil, un “amigo viejo”, como lo describe Alex, otro de los pequeños del colegio. Rodeado de sus jóvenes amigos, Young no parece tan fiero. La imagen de tipo frío y distante que tiene ante la prensa se transforma en dulzura y cariño. Pegi asegura que el contacto entre los niños y los artistas es una de las mejores cosas que tiene el festival. “Se produce un cambio en la percepción y crece la conciencia de que dentro de esas personas y sus cuerpos con discapacidades graves, hay profundidad y personalidad», explica la artista.

 

NO LE LLAMES VIEJO

Mary Carr vuelve a tranquilizarse, Vedder se acaba de despedir y llega el turno a Guns N’ Roses y su único concierto medio puntual en décadas. Axl Rose había llegado a las cuatro de la tarde al festival y la gente comenzaba a especular si el cantante plantaría a Young o aparecería borracho, pero Rose cumple, incluso el grupo regala púas a los chicos que hay sobre el escenario. Este año por Mountain View han pasado grandes músicos como Jack White, Sarah McLachlan, Lucinda Williams, Gary Clark Jr. o Ray LaMontagne, pero el cierre, como siempre, corresponde al anfitrión. Neil Young vuelve a subirse al escenario. Los más pequeños ya se han ido a dormir y el músico puede dejar de ser el viejo Young para liberar al salvaje que le sale de dentro cuando se cuelga una guitarra y la emoción de presentar un nuevo álbum junto a Crazy Horse le corre por las venas. Durante la siguiente hora, el «Padrino del grunge» se convierte en otra persona. En una que parece que nunca tuvo que operarse de un aneurisma cerebral en 2005, en un hombre que al verle sobre las tablas nadie diría que este 12 de noviembre cumplirá 67 años de rock y mala vida. Cuando Young se lanza sobre los versos de “Powderfinger” vuelve a ser el de siempre. Al presentar la genial ‘Born in Ontario’ todo se eleva. “Let the good times roll”, canta el canadiense en ‘Twisted road’, una de las composiciones de su nuevo álbum. Al final, como cada año, acabarán todos sobre el escenario acompañando a Neil y a Pegi en ‘Rocking in the free world’. Hay tradiciones sagradas en Mountain View.

Anterior entrega de Historias de festivales: Wattstax, el Woodstock negro.

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