Grabar fuera del estudio: Cuando el fin justifica los medios

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“En los discos de Arcade Fire “Neon bible” y “The suburbs” puede escucharse nítidamente la influencia de la reverb natural típica de las iglesias, una condición envidiable para muchos ingenieros de sonido y productores”

 

Discos que se graban en una piscina, en una iglesia, en medio de ningún lado… Manolo Tarancón selecciona algunas de las anécdotas más curiosas, protagonizadas por los Rolling Stones, Sigur Rós o Bon Iver.

 

Texto: MANOLO TARANCÓN.

 

Nos guste más o menos, estamos inmersos en los años de la inmediatez, del consumo rápido casi sin digerir el proceso. Tiempos en que una novedad queda obsoleta en cuestión de horas o de días. Irremediablemente, este aspecto tan global ha salpicado de lleno a la música y todo lo que la envuelve. Se trafica a diario con discos y discografías completas sin darles demasiado valor, y se olvida que detrás de cada disco, de cada trabajo individual, existe una historia, un proceso que lo hace diferente de todos los demás. Cada álbum publicado es él y sus circunstancias en una actualidad donde cada vez importa menos el qué y el cómo, cuando en muchos casos hay bonitas historias que nos acercan a aquellos momentos en que se plasmó.

Suele decirse que las canciones forman parte de sus autores durante el proceso de creación, pero que pasan a ser del oyente en el momento en el que se publican. Este texto pretende acercarse a los momentos de gestación y registro de diferentes trabajos antes de ser editados. Son muchos los casos en los que las grabaciones de discos no se han limitado a los clásicos estudios, y los músicos han decidido otros emplazamientos para registrar sus canciones. El listado es interminable y podríamos dedicar un largo estudio a estos casos, pero la intención es acercar anécdotas y curiosidades donde estas grabaciones han influido en el sistema y en el resultado final. Esas situaciones donde el fin justifica los medios.

 

La fuga fiscal de los Rolling Stones
Quizás la historia más popular sea la de los Rolling Stones. Un disgustado Keith Richards acababa alquilando una mansión en las afueras de París al sentirse perseguido fiscalmente por las autoridades de su país. Acababan de empezar los años 70 y la guerra era total entre las autoridades y el grupo, que no entendían el por qué de ese trato cuando eran referencias de éxito a nivel internacional.

Toda la banda se mudó a Francia. Las circunstancias provocaron que uno de los estandartes de su discografía, “Exile on Main Street” (1972), acabara grabándose allí, en los sótanos de aquella propiedad. Pese a todo, aquella grabación no consiguió acabar con ellos. Las fiestas, la convivencia y la poca estructura entre lo que eran los momentos lúdicos y los de trabajo (sumados a cantidad de drogas consumidas y fiestas improvisadas) hicieron, entre otras cosas, que se dieran cuenta del robo de varios instrumentos a los días de haber ocurrido. Técnicamente fue delicado empezar con la edición y las mezclas de todo lo que allí se había grabado, si atendemos al estado en el que muchas veces se encontraban ellos mismos, y los problemas técnicos (la falta de electricidad contiuna, entre otros) a los que se vieron abocados los ingenieros. Podemos concluir que se trata de una joya experimental, desde el punto de vista de la técnica, composición y toma de decisiones, a pesar de que la última parte de este disco se desarrollara en Los Ángeles. Y uno de los trabajos más importantes y míticos de la banda, que contiene temas de lo mejor de su carrera. Mucho se puede hablar de este disco, pero estamos ante uno de los experimentos que mejor han sobrevivido a la crítica en el tiempo.

 

Los discos “eclesiásticos” de Arcade Fire
En el caso de Arcade Fire también hubo intención inicial. Qué mejor sitio que una iglesia para trasladar todo su material técnico y habilitarlo como estudio. Dicho y hecho. La banda venía de su primer gran pelotazo, y quería hacer las cosas a su manera. Por ello compraron una antigua iglesia abandonada a unos cuantos kilómetros de Montreal, en Canadá. Fue el templo que acogió lo que son los dos mejores discos de la banda, “Neon Bible” en 2006 y “The suburbs” en 2010. En ambos puede escucharse nítidamente la influencia de la reverb natural típica de estos espacios, lo que, controlado con otros elementos, suele ser una condición envidiable para muchos ingenieros de sonido y productores. Una buena muestra de ello es su tema ‘Intervention’, que comienza con un majestuoso órgano sacro. Cuando ya preparaban el que iba a ser su tercer trabajo, el techo se vino abajo y tuvieron que ponerla a la venta por trescientos veinticinco mil dólares, conscientes de la reforma que el futuro nuevo propietario iba a tener que asumir.

 

La piscina de Sigur Rós
Y para lugares extraños el de Sigur Rós. Hay que irse más lejos, hasta Islandia, para explicar que este curioso grupo decidiera grabar en el interior de una piscina vacía. Una gran banda que entre sus particularidades se encuentra la de tocar las cuerdas de la guitarra eléctrica con un arco de cello, o modificar su lengua natal, el islandés, para adaptarlo a las necesidades silábicas de sus estrofas en una derivación bautizada como vonlesnka. Sí, grababan en el interior de una piscina en su localidad natal, Mosfellsbaer, y a su estudio (muy cómodo y bien adaptado en su sala de control) lo llamaron Sundlaugin. El primer trabajo que registraron allí data de 2002, titulado “()”. Poco queda ya de aquella vieja piscina, que todavía hoy es lugar de visita para curiosos y fans. Para sus últimos trabajos, dejaron atrás esta experimentación y decidieron construir un estudio más convencional en Reikiavik, la capital del país.

 

Bon Iver, soledad en la cabaña
Si hablamos de procesos no controlados a priori, tenemos sin duda ante nosotros el caso del primer trabajo de Bon Iver, “For Emma, forever ago”. No solo le convencieron para sacarlo adelante bajo un sello independiente, casi como una autoedición. El propio Justin Vernon, alma del proyecto, decidió recluirse sin un fin en una cabaña propiedad de su padre al norte de Wisconsin durante tres meses. Lo único que sabía era que quería un sitio frío para aclarar sus ideas. Buscaba soledad y en absoluto acabar grabando un disco, pero como todo músico inquieto se llevó consigo escaso material de grabación y comenzó por sí mismo el proceso de las canciones. Sin productor y tocando absolutamente todo lo que se escucha en el disco, lo ha convertido en una de las obras imprescindibles de la música independiente.

 

David Gilmour, grabar sobre el Támesis
Más excéntrico puede parecer el caso de David Gilmour. Cansado de la nula ventilación y de la poca iluminación de los estudios de grabación, decidió habilitar una casa barco de su propiedad sobre el mismo río Támesis para registrar parte de algunos de los discos de Pink Floyd, The Division Bell (1994) y A Momentary Lapse of Reason (1987). Bautizaría aquel estudio como Astoria. En el caso de este último, su productor Bob Ezrin habló muy bien sobre la paz y el efecto de calma y espiritualidad que provocaba estar grabando en ese entorno y su influencia. Pero también sobre las sesiones de grabación de guitarras. El hecho de que no fuera un estudio acondicionado al uso dificultaba algunos procesos. En este caso hubo que utilizar amplificadores más pequeños a los suyos propios, a los que estaban habituados. Eso no gustó ni a la banda ni al productor. La obligación de estar en la misma sala donde se grababa obligaba a contar con este handicap. Por lo visto no había división entre la sala de control y la de grabación. Pese a los prejuicios y los enfados, la decisión llevó a que el resultado fuera más que satisfactorio para el propio Ezrin y para la propia banda. No será el único elemento. El productor decidió registrar el sonido del agua contra el propio barco para añadirlo como pistas de ambiente y otros tantos guiños que de alguna manera homenajeaban el lugar donde se estaba grabando.

 

Quique González y Andrés Calamaro, maquetas en casa
No podemos olvidarnos de algunos de nuestros artistas estatales. Muchos son los que en su evolución han evitado los estudios de grabación al uso en alguna ocasión. No así del todo le pasó a Quique González, que decidió improvisar una estancia en su vivienda en Cantabria en pleno bosque para reunir a su banda y que las canciones de “Avería y redención” (2007) fueran tomando forma. Hasta ese momento solo existían unas demos acústicas de los temas, registradas por Fernando Macaya, pero el propio Quique eligió ese enclave para hacerlas crecer, antes de que se marchara a los Estudios Brazil y grabara definitivamente el disco con Ángel Hernández a los mandos y sin productor.

 

Andrés Calamaro empezó a dar forma a su disco más controvertido en un piso de Buenos Aires. Un aparato de cuatro pistas le bastaron para desarrollar sus creaciones que iba guardando en una gran cantidad de cintas una vez las completaba. Fueron meses y meses de internamiento voluntario dedicado a los temas, y que dio como resultado un disco quíntuple con sonido casero. Los esfuerzos de su compañía por sustituir cajas de ritmos por baterías o mejorar el sonido de algunas tomas se hicieron efectivos a medias. Había nacido “El salmón” (2000), uno de los discos más controvertidos y menos comerciales que se han publicado nunca por una gran compañía.

 

Iván Ferreiro, grabación en una casa rural
Quien también sabe qué es grabar en lugares poco comunes es Iván Ferreiro. Tras cerrar su etapa con Piratas, se estrenó en solitario grabando “Canciones para el tiempo y la distancia” (Warner, 2005), y decidió dejar las bondades de un estudio de grabación para trasladarse a una casa rural de Finisterre. Allí se llevó al productor Suso Saiz y al ingeniero José María Rosillo, que tuvieron que habilitar el lugar como pudieron para intentar que tuviera un buen sonido. Al parecer, el doble techo de la vivienda no facilitó las cosas. Aquella fue también la primera grabación en la que trabajó su hermano Amaro.

Pero no es la intención alejarnos del verdadero objetivo. Grabaciones que desde su gestación llevan en sí la intención de que la elección del lugar y el sistema condicionen de alguna manera el resultado final, que sean parte de esa vivencia de una forma más clara que en las grabaciones al uso.

Xebi SF ha publicado ya dos discos. Para el primero de ellos, “Duermevela” (2014) el gironés decidió alquilar una furgoneta durante casi veinte días, cargar equipo de grabación y visitar a amigos músicos por toda la península con el fin de que fuera una experiencia itinerante. El resultado que encontramos es más que positivo. Cuatro mil kilómetros recorridos, con el estudio portátil montado dentro de la furgoneta, grabando en parajes naturales (junto a un lago o bajo un puente entre otras muchas localizaciones). El documental que se realizó acompañando la experiencia, “Submergit o volant, una experiencia de Xebi SF”, deja constancia de la vivencia y de las técnicas utilizadas con pocos recursos y los problemas que suelen dar los espacios exteriores para que las tomas sean satisfactorias. Combatidos con la predisposición, las ganas y las buenas vibraciones de todos los músicos participantes, el resultado es un disco ecléctico y variado. Uno de los momentos álgidos del documental nos trae al archiconocido Paco Loco grabando una guitarra eléctrica en la puerta trasera de la propia furgoneta abierta de par en par, aparcada en cualquier parte de cualquier lugar. O un zapateado y unas castañuelas en el centro de una plaza de cualquier municipio del país. El inquieto e inclasificable Joan Colomo, grababa un banjo y su propia voz en el tema ‘En mi pueblo’ en las mismas circunstancias.

Pau Vallvé alquiló una casa en la idílica localización de Banyoles. Ahí quería, el productor y músico, dar forma al que sería “Pels dies bons” (2014), su último trabajo autoeditado. Aprovechando su faceta de multiinstrumentista, no quería contar con nadie más en aquella grabación, o al menos con lo mínimo. Lo que no esperaba era el detalle de los pájaros. Preciosos cuando los escuchas cantar, pero un auténtico infierno si se cuelan por los micros de condensador de gran alcance. Su vida sonora abarcaba toda la jornada diurna, y la circunstancia le preocupó tanto que tomó la decisión de cambiar su ciclo de sueño: dormir de día y grabar de noche. Las condiciones acústicas de las salas de la vivienda tampoco fueron favorables para la grabación, pero así fue como Pau consiguió, con sus conocimientos y mucha paciencia, uno de esos discos que suenan  hechos a mano y por uno mismo con una pureza y sinceridad tremenda. Un artista que siempre va un paso por delante en cuanto a originalidad. Hace unos meses nos sorprendía con un documental por capítulos haciendo una gira europea utilizando únicamente Blablacar para desplazarse y tocando en casas particulares con las que había contactado con anterioridad. Un músico a tener muy en cuenta, por sus métodos, canciones y talento como productor. En este sentido ha producido a artistas inclasificables como la propia María Coma.

A estas alturas todo está ya inventado. Hay pocos elementos que puedan dotar de originalidad un proceso. Calamaro comentaba, en una entrevista que le hizo Juan Puchades cuando publicó “El salmón”, que a nadie le importa cómo se graban los discos. Tiene una buena parte de razón, pero muchos nos sentimos identificados con este romanticismo, con aquello que va más allá del proceso, y creemos que lo que pasa en él tiene buena parte de importancia en la suma final. Por eso transmitimos estas anécdotas del proceso, un pilar importante de la propia música. Si además se salen de los métodos tradicionales, mucho mejor.

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