“Ghost in the Shell”, de Rupert Sanders

Autor:

CINE

 


“Todo lo que en “Ghost in the Shell” (Mamoru Oshii, 1995) era ambiguo y quedaba deliberadamente abierto a la interpretación, aquí está masticado y ofrecido al espectador para su mero consumo irreflexivo”

 

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“Ghost in the Shell”
Rupert Sanders, 2017

 

Texto: ELISA HERNÁNDEZ.

 

A la hora de rehacer obras que proceden de contextos muy diferentes con la única intención de generar el mayor beneficio posible, la industria hollywoodiense actúa como un filtro que elimina toda la sutileza y perspicacia y añade los elementos necesarios para hacer que la película sea atractiva para todo tipo de público. Todo lo que en “Ghost in the Shell” (Mamoru Oshii, 1995) era ambiguo y quedaba deliberadamente abierto a la interpretación, aquí está masticado y ofrecido al espectador para su mero consumo irreflexivo.

 

 

Por supuesto, el film se beneficia de la inversión realizada y ofrece una revitalización de algunas de las imágenes más bellas de la original, creando un fascinante universo cyberpunk, un novedoso espectáculo visual que simplemente cubre un núcleo compuesto por los mismos elementos. Se construye ahora toda una historia previa y un dramático conflicto ético y de culpabilidad relacionado con la creación de inteligencia artificial (y las imposiciones de los gobiernos y las grandes empresas a los individuos, supuestamente libres y autosuficientes por naturaleza) que resulta totalmente innecesario y que solo busca la empatía e identificación de la audiencia para con un personaje, la cyborg protagonista (Scarlett Johansson), que no lo necesita. Así como tampoco le era necesario un final cerrado y basado en la reconexión con la familia y otros valores conservadores que la industria cinematográfica parece considerar fundamentales para que un film sea aceptado. Aunque más que esta aceptación, resulta obvio que lo único que importa es el rendimiento económico, la causa última que subyace también a la polémica, existente en Hollywood desde hace tiempo, derivada de utilizar un casting predominantemente caucásico para interpretar personajes asiáticos.

La ambigüedad filosófica y la apertura a la deliberación (y lo que esto implica en cuanto a que el film considere o no que su espectador es un individuo con cierta capacidad crítica) desaparecen en el mismo discurso rancio reiterado una y otra vez en mucho cine de acción. Allí donde la mayor Kusanagi, aquí renombrada Mira Killiam, se preocupaba de si aquellos que la rodeaban la consideraban un ser humano sólo para hacer un comentario sobre lo inefable de nuestra auto-definición como seres vivos, su nueva presentación lo que tiene es una trágica e incoherente crisis de identidad. Esta nueva “Ghost in the Shell” entronca más con ciertos temas éticos relativamente caducos que con una verdadera reflexión sobre la influencia que la tecnología tiene en la continua investigación sobre lo que es un ser humano y nuestra historia, memoria y futuro como tales.

Anterior crítica de cine: “Gold”, de Stephen Gaghan.

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