“Fuego artificial”, de Jacobo Serra

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DISCOS

“Un disco ambicioso, que podría haberse quedado en tierra de nadie, pero sortea la indefinición gracias a algo que nunca le ha faltado a Serra: personalidad”

 

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Jacobo Serra
“Fuego artificial”
WARNER

 

Texto: CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.

 

El albaceteño reclama su ingreso en las grandes ligas – popularmente, se entiende, la calidad ya estaba ahí – con un álbum repleto de distintas coloraciones y grabado íntegramente en castellano, con la misión no confesa de mutar sin dejarse la finura por el camino. Puede decirse sin ambages que lo consigue, porque esta lógica continuación de aquel “Icebergs” del año pasado, epé ya grabado con su actual productor Juanma Latorre (Vestusta Morla), brinda equilibrio entre vigor y delicadeza, y lo hace con hechuras de trabajo grande (no solo por su adscripción multinacional).

Ni abjura de sus referentes habituales ni cierra la puerta a nuevos nutrientes: ‘El activista’, por ejemplo, parece tender un puente – hasta ahora inverosímil – entre Ron Sexsmith o Teddy Thompson y la escuela de los Vetusta Morla más intrincados, precisamente los que ya dejaron de crear escuela. Podría parecer un híbrido desnaturalizado, pero el caso es que la simbiosis funciona. Y ocurre algo parecido en ‘La brecha’, otro de los frecuentes repuntes de dinamismo de un trabajo que exhibe la mayor diversidad rítmica y cromática de quien hasta ahora cargaba con el sambenito (¿bendición o maldición?) de beatle manchego.

El juego de contrastes se resuelve con acierto, mostrando un rango expresivo que va de las trompetas y el estribillo  –cercano al soul de ojos azules– de ‘4 a.m.’ a la frondosa sección de cuerdas de ‘En tu volcán’ o ‘En el imperio’, pasando por la taciturna sensibilidad (marca de la casa) de ‘Mientras estés ahí’. “Fuego artificial” es un disco ambicioso, que en su intento de abarcar demasiados registros podría haberse quedado en tierra de nadie, pero sortea la indefinición gracias a algo que nunca le ha faltado a Serra: personalidad.


Anterior crítica de discos: “Antigua y barbuda”, de Ángel Stanich.

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