«Escuela de capataces», de Miqui Puig

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DISCOS

«Emociones que laten con fuerza bajo mensajes aparentemente faltos de cohesión, pero llenos de sensaciones»

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Miqui Puig & ACP
«Escuela de Capataces»
BUENRITMO/LAVRECORDS


Texto: CÉSAR PRIETO. 

 

Lo primero que sorprende en este disco son las letras. Miqui Puig ha llegado a la madurez como compositor a través de ellas, seis años desde su anterior disco han dado para mucho. Sin apenas escenas, llegando hasta lo críptico en ocasiones, la pareja de compositores que forma con Marc Botey –presente desde la época de Los Sencillos– pone a prueba la sensibilidad del oyente frente a las palabras para desentrañar emociones. Sí, emociones que laten con fuerza bajo mensajes aparentemente faltos de cohesión, pero llenos de sensaciones.

Lo segundo es un tono de sólida melancolía en estas letras, de pérdida. No en vano los créditos recuerdan a amigos desaparecidos –Sergio Algora o Alfredo Calonge, de los Negativos–; pero esta desolación contrasta con melodías alegres, instrumentaciones que potencian el hedonismo y que llevan por ejemplo a la melancólica ‘Vos trobava a faltar’ –donde habla de sí mismo, de su ausencia estos años–, a ser un regalo llenapistas. El recorrido musical, por tanto, no sorprende entre la producción del artista: es acogedor y conocido. Cómodo. Consistente.

De la misma manera, la que escogen como single, ‘Los Módena’, es un supremo ejercicio de pop nuevaolero, que presenta un ideal de vida coherente. Lo oculto del mensaje es que Los Módena es una suprema broma, un grupo inventado por Miqui y dos escritores de renombre. Chascas entre amigos que le habrán ayudado a pulir lo literario. Asimismo las bases de ‘Sofia Schmitd–Pérez del Oso’ son un cañón con salvas de disco music, magnetismo femenino y dejes de funky blanco. Y magnético también es ese saxo de ‘El sastre de Genestacio’, elegante y bordado de terciopelo, igual que los exquisitos juegos de la guitarra de Marc Botey y que los jóvenes que aún buscan la distinción que apunta su letra.

Todo esto constata una cierta y saludable tensión entre melodías y contenidos, retratos vanguardistas, grupales o de personajes abstraídos, fuera del común. Y sobre ellos se deslizan detalles de reconocida raíz.  Ese inicio de percusión a lo ‘Escuela de calor’ en la recitada ‘La teoría del Hombre Invisible’, el blues de ojos azules cercano al norther y a Style Council de ‘Cuidado con los perros’ –la única transparente, la seducción de una mujer casada–, o ese estribillo que tiene algo de himno a la manera de The Smiths en ‘La hora del brindis’ forman parte de ese imaginario común en que reconocemos que el disco de Miqui Puig tiende también a los clásicos, a aquello que está cortado con el patrón habitual.

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Anterior crítica de discos: «Visionland», de Banditos.

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