El oro y el fango: Eternamente jóvenes

Autor:

borja-cuellar-18-04-14

«Revisar, ordenar, clasificar y narrar la vasta y casi inabarcable Historia del rock and roll es un trabajo tan necesario como imprescindible que hay que ir haciendo día a día»

 

En la actualidad tenemos acceso a millones de canciones e imágenes, pero, ¿descontextualizas, se comprenden, se sitúan en su tiempo? De todo ello habla Juan Puchades en otra entrega de «El oro y el fango».

 

 

Una sección de JUAN PUCHADES.
Ilustración: BORJA CUÉLLAR.

 

 

Parece que las revistas británicas de rock que mejor aguantan la decadencia del papel (aunque algo anoréxicas) son las que se dedican a mirar atrás, a revisar a los clásicos, con «Mojo» y «Uncut» a la cabeza. Zambullirse en ellas es encontrarse con artistas que hace tiempo cruzaron el umbral de los sesenta o los setenta años vitales. Porque el rock, sin duda, hace mucho que asume que la tercera edad también es tiempo de escribir nuevas canciones, grabar discos y salir a la carretera, que aquello de «vive rápido y deja un bonito cadáver», o lo de «demasiado viejo para el rock and roll, demasiado joven para morir», no eran más que bonitas e impactantes consignas. Es un fenómeno más o menos reciente, porque los pocos pioneros del género que se han mantenido en pie (Berry, Richard, Lewis), llegados a la mitad de sus vidas, optaron por dejarse llevar por la nostalgia, sin aportar nada nuevo y recurriendo al cancionero de juventud. Sin embargo, iconos forjados en la década de los sesenta como Dylan, Young, McCartney o los Stones han decidido que se mantendrán en activo mientras el cuerpo aguante, creando y actuando.

Pero hojeando esas revistas parece que el reloj se ha detenido: la selección de imágenes suele mostrarnos periodos de exultante mocedad, como si se quisiera congelar el tiempo y guiñarle el ojo a un lector talludo recordándole la iconografía de sus ídolos que él mismo guarda en la retina, llevándolo en un viaje a su propio pasado. No sé si es una trampa comercial premeditada y sustentada en el negocio de la nostalgia o solo obedece a que al tratarse de publicaciones que revisan la Historia, lo lógico es que se recurra a esas viejas imágenes, sin más. Pero resulta llamativo leer una entrevista en «Mojo» con Debbie Harry, realizada hace unas semanas, y que no se reproduzca ni una foto actual de ella o de su grupo, Blondie. Del mismo modo, todo tipo de caballeros hoy ajados lucen lozanos impresos en cuatricomía (vale, exagero, que las calvicies, las canas y las arrugas son habituales en «Mojo» y «Uncut», lo sé).

Desconozco cómo un joven ordenará mentalmente los tiempos vitales de las leyendas del rock en su cabeza, si establecerá secuencias en las que imagen, música y fecha queden correctamente establecidas. Es una duda que también asalta al chapotear de vídeo en vídeo en Youtube: ¿tal cantidad (prácticamente infinita) de canciones e imágenes se sitúan en su tiempo? ¿Se establecen paralelismos temporales entre unos artistas y otros? ¿Se es consciente de que en 1966 los Beatles estaban con «Revolver», Bob Dylan con «Highway 61 revisited» y los Rolling Stones con «Aftermath»? ¿Se comprende que ‘Thunder road’ Springsteen la grabó en 1975 y ‘Born in the U.S.A.’ casi una década más tarde, se conoce la evolución, lo sucedido entremedias? ¿Se puede saltar del glam a los nuevos románticos sin entender el tiempo de cada movimiento? No tengo ni la menor idea de qué hace o comprende la gente, pero sí sé que nunca como ahora hemos tenido tan abrumador acceso inmediato a bancos de imágenes y sonidos.

Aunque esas añejas fotos que ilustran los mensuales británicos traten de capturar la eterna juventud de nuestros ídolos (y las monedas que guardan sus seguidores en los bolsillos), es indudable que revisar, ordenar, clasificar y narrar la vasta y casi inabarcable Historia del rock and roll es un trabajo tan necesario como imprescindible que hay que ir haciendo día a día. Y hoy parece más justificado que nunca. De ahí, tal vez, que algunos periodistas veteranos decidan dedicar cada vez menos tiempo a la actualidad (con la que, en ocasiones y conforme pasan los años, cuesta empatizar) e ir reconviertiéndose en historiadores del rock and roll.

 

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Anterior entrega de El oro y el fango: Hostias y honores para Amaral.

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