El libro de los discos que hay que tener

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«Por primera vez en selecciones de esta clase, hemos hallado ciertas inclusiones discográficas nada habituales y que, seguramente, no vendieron una mierda en su día, pero sus inductores, auténticos outsiders, eran gente visionaria»

Javier de Castro nos introduce con detenimiento en «Los discos del cambio. Los álbumes que marcaron la historia del pop-rock. Y las 500 canciones que hay que conocer», un libro de esos que intentan definir los mejores discos de la historia.


Texto: JAVIER DE CASTRO.


Dirigidos por Sean Egan –reputado crítico musical y con biografías en su haber sobre The Rolling Stones, Jimi Hendrix o Los Beatles– seis escritores y periodistas especializados  como Hugh Barker, Angus Batey, Charles R. Cross, Tierney Smith, Tommy Udo, Richie Unterberger, plumas habituales de cabeceras de prestigio anglosajonas como «The Times», «The Daily Telegraph», «The Guardian», «Mojo», «Rolling Stone», «Esquire», «Playboy», «Guitar World», «Discoveries», «Metal Hammer», «Goldmine», «Sounds», «New Musical Express», «Uncut» o «Relix», despachan «Los discos del cambio. Los álbumes que marcaron la historia del pop-rock. Y las 500 canciones que hay que conocer» (Robin Book), uno de esos arquetípicos libros que cada equis tiempo tratan de sentar cátedra y determinar cuales son los mejores discos de la historia del pop-rock del pasado siglo XX, las canciones más reseñables o los artistas más decisivos de ese tiempo.

Como solemos argumentar siempre que debemos reseñar un volumen de estas características, cada opinión es absolutamente respetable y como sobre gustos no hay nada escrito –recuerdo en tal sentido la propia encuesta sobre lo mejor de nuestra historia musical que hace algunos años elaboramos los colaboradores de esta revista, entonces aún en formato papel y en la que las propuestas de un servidor apenas se reflejaron en un 30% de la lista final– son selecciones que invariablemente cambian según los vientos estacionales que soplan alrededor de uno u otro artista o banda de moda o superados por el tiempo; que lógicamente están influidas por los gustos estilísticos de quien o quienes las elaboran; o, incluso, cuando el medio de comunicación o la editorial que las propician forman parte de tal o cual multinacional con intereses directos o indirectos en el negocio musical.

El caso es que aquellos lectores que decidan adquirir este libro se encontrarán, efectivamente, que los álbumes escogidos en esta ocasión son ciertamente aportaciones musicales brillantes muy vendedoras, la mayoría, en el momento de su lanzamiento y que –eso es importante, también– representan a todas las tendencias y derivaciones estilísticas de la música popular –pop, si se quiere emplear el termino comercial más extendido– y a una pléyade de creadores que, a tenor del título de la obra y según los propios autores de la misma, marcaron tendencia y propiciaron cambios de dirección en aquélla. Empezando por Woody Guthrie y acabando por las Spice Girls –¿ven como en esta clase de recopilación acaba entrando de todo?– la ordenación cronológica, que no por orden de importancia, que se propone, recorre básicamente la aportación y ganas de innovar de grupos y solistas encumbrados en las décadas de los sesenta y setenta. De hecho, sólo diez álbumes de los escogidos pertenecen a décadas anteriores, y once a la de los ochenta y noventa, teniendo e cuenta que entre estos últimos encontramos también a artistas como Paul Simon o Michael Jackson con exitosas carreras iniciadas años antes.

¿Una lista carca, quizás? No, porque por primera vez en selecciones de esta clase, hemos hallado ciertas inclusiones discográficas nada habituales y, que sí, seguramente no vendieron una mierda en su día, pero sus inductores, auténticos «outsiders», eran gente visionaria y estaban, quizás sin saberlo a ciencia cierta, haciendo una aportación capital a la evolución de la música e innovando. Hablo de discos como el «66-67» de The Creation –disco “trampa” porque este grupo jamás editó tal álbum en vida, porque éste no es otra cosa que una recopilación de sencillos lanzados durante una efímera trayectoria como la suya, aunque en la que tuvieron tiempo de innovar: suyo es, por ejemplo, el invento (copiado por Jimmy Page) de tocar la guitarra eléctrica con un arco de violín–; «Brian Jones Presents The Pan Pipes Of Joujouka» del malogrado guitarrista de los Rolling Stones; de «Tim Hardin 2» o «Five Leaves Left» de malditos como Tim Hardin o Nick Drake, sobre todo a este último, a quien el tiempo ha devuelto los honores que siempre mereció y que en vida casi nadie le quiso reconocer; el «Tago Mago» de Can, en representación de la aportación europea no británica, habitualmente denostada en esta clase de recopilaciones; o «Radio City» de los Big Star, malditos cuya influencia sin embargo reconocen bandas y solistas importantes del nuevo rock anglosajón como R.E.M., Tom Petty & Heartbreakers o el tristemente desaparecido Jeff Buckley.

Por otro lado, los nombres incuestionables: Beatles, Rolling Stones, Dylan, Kinks, Doors, Jimi Hendrix, Marvin Gaye, Pink Floyd, David Bowie, Stevie Wonder, Bruce Springsteen, Bob Marley, ABBA, The Clash, Madonna o el ya citado Michael Jackson, entre unos cuantos más, junto a gentes como Metallica, Nirvana, Public Enemy o Dr Dre, de hornada más reciente. Sorpresas como Meat Loaf, Donna Summer, The Human League o Run-D.M.C. –aunque en este último caso deba reconocérseles a los de Queen su trascendental golpe de timón a un género suburbial entonces emergente como el rap–, pero ni rastro de U2, de los R.E.M., de Robbie Williams, o de otros combos o artistas de relumbrón de los de más ventas de los 80 a esta parte.

Como siempre en estos casos, la siempre efectiva fórmula para solucionar el clásico susto cuando, tras juntar las encuestas de todos los firmantes, se procede a cerrar la “lista definitiva” y se detectan lagunas injustificables: crear otra selección complementaria que se elaborará tras vaciar el maletero del coche escoba, donde han ido a parar todos los damnificados de los sucesivos filtrajes. En este caso un listado de, nada más y nada menos, 500 canciones suplementarias que, ahora sí, permitirá recuperar a muchos artistas y grupos más, tan merecedores como la mayoría de los escogidos en primera instancia de figurar en un listado de gente trascendental y sus discos más significativos para esta historia fascinante que es la de la evolución del pop-rock mundial, señalizando sus principales cambios de orientación.

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