“El lado oscuro de la ciudad”, artículo de Diego A. Manrique

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Preston-Lauterbach-16-12-13
Un nuevo libro, “The chitlin’ circuit and the road to rock ‘n’ rol”, de Preston Lauterbach, viene a echar por tierra el mito del origen mestizo del rock and roll. Diego A. Manrique escribe sobre ello en “El País”. Lauterbach “Viene a reafirmar que el rock ‘n’ roll nació entre la minoría negra y que llevaba años de productiva existencia antes de que lo rebautizaran así, para etiquetar a Bill Haley o Elvis.”

“Según su interpretación, es un mito creado por veteranos de los sesenta. Un mito benévolo, pensado para restañar las heridas de la lucha por los derechos civiles”, comenta Manrique.

“En realidad, ‘The chitlin’ circuit…’ es menos tratado musicológico que crónica de una subcultura. ‘Chitlin’’ viene de ‘chitterlings’, los intestinos delgados, desechos de la matanza del cerdo que quedaban para los esclavos. Por extensión, el ‘chitlin’ circuit’ era la cadena de locales que recorrían los artistas negros, musicales o no, en años de completa segregación.”

El libro de Lauterbach “retrata un negocio relativamente sofisticado, donde se integraban agentes artísticos, promotores y, en menor medida, periodistas, locutores, disqueros. Los personajes esenciales eran los promotores: controlaban la diversión en los barrios negros o las zonas rurales. La música prosperaba en los cubiles propios del ‘vicio’, lo que significaba prostitución, alcohol, apuestas ilegales, drogas. Cada ‘boss’ era mitad hombre de negocios y mitad político: debía tratar con policías, caciques blancos, reformadores sociales.”

“En verdad, imposible sintetizar el torrente de personajes y sucedidos que hacen de ‘The chitlin’ circuit…’ una lectura vertiginosa. Se añaden piezas para completar vidas turbulentas: sabemos ahora que Litte Richard comenzó como transformista, bajo el seudónimo de Princess Lavonne. Y que conoció la pobreza más total cuando su padre fue asesinado. Hacia 1955, cuando la carrera de Little Richard despegó, sus bolos regionales fueron resueltos por un imitador, un tal James Brown”, concluye Manrique.

Desde aquí puedes acceder al artículo de Diego A. Manrique “El lado oscuro de la ciudad”.

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