“El carbón y la rosa”, de Joaquín Carbonell

Autor:

DISCOS

“De ningún modo cae en la monotonía, y a tomar por saco el tópico del cantautor aburrido, que a estas alturas del partido ya huele a argumento torticero”

 

joaquin-carbonell-19-07-17

Joaquín Carbonell
“El carbón y la rosa”
VOCES DEL MERCADO

 

Texto: JUAN PUCHADES.

 

Desde 2008 Joaquín Carbonell no editaba disco de estudio con canciones nuevas (aunque ha habido directos y curiosidades varias, a veces solo, a veces con Labordeta y Eduardo Paz, a veces con Los 3 Norteamericanos). Nueve años, y eso que tras una larga espantada parecía que desde 1996 había cogido impulso y cada poco dejaba caer nueva remesa de canciones. Así que este “El carbón y la rosa” se recibe con la alegría con la que celebras el reencuentro con un viejo amigo del que hace mucho no sabes nada. Y no, Carbonell no es amigo, pero sí un magnífico cantautor de esos que pese a moverse por los márgenes de la música española, la engrandecen y ennoblecen con sus canciones, por mucho que el común de los mortales no tenga ni la menor idea de quién es y, probablemente, no le importe un pito saberlo. Aunque a otros nos parezca una figura esencial a la que escuchar con atención y congratularse de que no haya abandonado la guitarra en el desván y se haya dedicado a vivir la vida plácidamente, ajeno a los sinsabores que su oficio suele deparar a quienes arrastran décadas de vagabundear por su cuenta, sin apoyo discográfico o mediático y sin el colchón del respaldo popular (destaquemos, en todo caso, que Carbonell es de sobra conocido en Aragón, eso sí).

Toca, por tanto (aunque caigamos en la reiteración con algún texto pasado), explicar mínimamente de dónde viene este turolense nacido en 1947 y afincado en Zaragoza desde prácticamente siempre. Grabó por vez primera en 1976, el esencial “Con la ayuda de todos”, un disco moderno para los parámetros de la canción de autor del momento (admirado por Sabina en aquel tiempo), y siguió grabando, siempre buscando sonoridades contemporáneas, hasta 1979, a disco por año. Luego desapareció y (hasta hoy mismo) reapareció reconvertido en periodista, en novelista, en biógrafo (Sabina y Labordeta). A la canción (o a los discos) regresó en 1996, pero casi como el que vuelve a casa por la puerta de servicio, no con composiciones propias sino adaptando a su querido Georges Brassens (influencia decisiva a lo largo de toda su obra). Dos años después presentó por fin canciones propias nuevas (las primeras en diecinueve años) en el estupendísimo “Tabaco y cariño”, donde, mire usted las vueltas que da la vida, Sabina se había tornado influencia para Carbonell. Y ya hasta el presente, con ese tiempo reciente en el que se fue juntando con Labordeta y con Eduardo Paz (La Bullonera), hasta la muerte del primero, o estuvo enredado en otros proyectos colectivos.

Hechas las presentaciones, vayamos a por “El carbón y la rosa”, con el que Joaquín Carbonell, a sus 69 años, sigue haciendo gala de esa voz recia, seca, clara y pura de siempre, con Aragón escapándosele por la garganta cada poco. Pero es inevitable, su vozarrón está tan apegado a la tierra como cuando entona ese maravilloso country rock (que no tiene edad para hacer “americana” ni para andarse con pamplinas) llamado ‘De Teruel no es cualquiera’, porque Teruel también existe —como existe Joaquín Carbonell— y merecía el homenaje. Quizá asombre que se cante a Teruel en plan campestre estadounidense, pero no hay de qué extrañarse: este es en un disco por el que pasean los géneros sin complejo alguno. Como debe ser, porque la música está para tomarla, para divertirse con ella e incluso para subvertirla (y si me apuran, para pervertirla). De tal forma que aquí el desenfado musical campa a sus anchas, transitando por el reggae (‘Género chico’), la rumba (‘Nada será lo mismo’), el bolero eléctrico (‘Llámame’), el pop tangueado (‘Baja la vida’), algo más de country (‘Dónde estabas tú’), la canción de autor prototípica (‘La maceta de arroz’), el blues rock (‘A tu madre no le gusta’), también, por supuesto, la sobriedad folk aragonesa (‘Acuérdate de mí) e incluso ¡el doo woop! (‘Vivir es una errata’). Vamos, un disco que de ningún modo cae en la monotonía, y a tomar por saco el tópico del cantautor aburrido, que a estas alturas del partido ya huele a argumento torticero.

Además, lógico, están las letras, y Carbonell en eso de juntar palabras es un maestro. Hace con ellas lo que quiere, siempre hilando versos con tiento, con estilo e inteligencia, y lo mismo echa mano de la ironía y el humor (‘Género chico’, ‘A tu madre no le gusta’, ‘Llámame’) que saca su lado más sobrio y emotivo (‘Acuérdate de mí’), el romántico (‘Nada será lo mismo’), contempla la actualidad (‘Juana tiene frío’, relato de un desahucio) o echa la vista atrás en ‘Dónde estabas tú’ (sobre los años de juventud y las ilusiones que se fueron al carajo) y en la bellísima, sentida y emocionantísima ‘La maceta de arroz’, la joya de la corona de un disco de notable alto en lo que a composición se refiere pero que, ¡maldita sea!, está grabado con lo justo, desde la austeridad a la que obligan las circunstancias del francotirador. Y aunque el trabajo de Richi Martínez en producción y arreglos denota buen gusto, uno no puede dejar de pensar que con más medios y tiempo el resultado sería distinto.

Pero no hay de qué lamentarse: este es uno de esos álbumes que van a vivir una buena temporada cerca del reproductor de CDs, para ir disfrutándolo cada tanto, porque principalmente es un disco para disfrutar. Y qué quieren que les diga, si mañana Joaquín Carbonell edita solo a guitarra y voz y grabando en la cocina de su casa, ahí estaré, haciendo cola, con sonrisa cómplice y dispuesto a apuntarme a la conspiración. Porque hay discos que más que discos parecen conspiraciones musicales, no sé si clandestinas, pero dadas las circunstancias, casi.

Nota: “El carbón y la rosa” está a la venta solo en la tienda Linacero (tiene venta online) o escribiendo directamente a Joaquín Carbonell.

Anterior crítica de discos: “Ha llegado el Rey”, de Frontera.

novedades-efe-eme-junio-17-w

Artículos relacionados